viernes, 30 de abril de 2010

¡A bailar! ... o cómo entrar en el mes de mayo

Alemania entera está bailando ahora. Los alemanes entran al mes de mayo bailando, pues les encanta entrar celebrando, cual Nochevieja, o los cumpleaños que se celebran la tarde antes para a las doce felicitar al agraciado, o incluso se entra bailando en el mes de mayo. Mayo es lo más aquí. Es el mejor mes; en eso hay consenso. La naturaleza está en explosión y se pone en cuestión de días tan exhuberante que no hay quien la aguante y nos embriaga a todos sólo pensar que llega mayo. "Tanz in den Mai", 'Baile al mes de mayo', con ese acusativo que dice que se entra, que hay movimiento en dirección del mes de mayo, que para eso el alemán tiene declinaciones, para dejarnos clarito hacia dónde bailamos, y no sin rumbo.

Un mes antes o más se ven carteles anunciando bailes para el día de hoy. Sinceramente, no entiendo cómo en tantos mayos en Hamburgo, no he ido ninguna sola vez a ningún baile de estos. Quizá porque no soy bailona. Soy de las que si hay que bailar se baila, ¿pero ir por ir...? Y me pregunto qué se hace, si se baila de manera tan formal como le gusta bailar a la gente aquí, agarrados y con pasos de academia de baile que aprenden aquí todos los adolescentes, o en plan fiesta discotequera. Lo que sí que sé es que más de una pareja se ha conocido en estos bailes, y te cuentan luego: "Nos conocimos en un Tanz in den Mai", con lo que queda claro que es el 30 de abril, no hay dudas, o sea que entraron en una relación bailando. A esos es imposible que se les olvide su aniversario, con la cantidad de anuncios de bailes que se ven estos días.

Es un día muy propicio para salir, pues aunque caiga entre semana, como el 1 de mayo es fiesta también en Alemania, puede uno bailar toda la noche sin miedo al madrugón. Anda, pero lo que yo no sabía es que hoy es la "noche de brujas", la Walpurgisnacht, o noche de Walpurgis, un rito de orígenes vikingos y celtas; es una noche de fuegos, de brujas, y de hecho hay peregrinación de brujitas modernas a la sierra de Harz, en Baja Sajonia, donde esta noche se realizan brujerías en la montaña de Blocksberg (vaya, ahora entiendo el nombre de un personaje infantil muy conocido aquí, Bibi Blocksberg, una niña bruja y sus aventuras). Cuántas lagunas germanas tengo.

Y una vez que se haya bailado o celebrado a las brujas, en el sur de Alemania hay otra tradición: la del Maibaum, el 'árbol de mayo', que se pone en la plaza de los pueblos para bailar mañana alrededor de él. Se trata de un árbol o de un poste decorado de ramas formando una corona alrededor de la que cuelgan cintas. Y un rito más de todos los primeros de mayo será la lucha campal en la que se batirá mañana la policía con los antisistema en barrios como la Schanze o en en St. Pauli. Sin esas pedradas o coches quemados, no hay 1 de mayo que se precie. Y lo mismo en Berlín.

El 30 de abril es también fiesta nacional en Holanda, el día de la Reina. En realidad se celebra el cumpleaños de Juliana, la reina madre, que era el día de hoy, ya que la reina Beatriz de Holanda cumple los años en enero, y ése es muy mal mes para festejar en la calle. Hoy toda Holanda es naranja, el color de su monarquía, y la gente se pone camisetas naranjas y todo tipo de símbolos de su país: trencitas rubias con lazos naranjas, zuecos... El único Koniginnedag que he vivido en Holanda lo recuerdo frío y con la gente vestida de naranja, y como buenos negociantes, los holandeses improvisan en las calles mercadillos donde venden sus objetos usados. Y por llevar la contraria, el 1 de mayo no es fiesta en Holanda. Deben ser los únicos europeos que trabajan en el Día del Trabajo. Les pega, sea por tacañería, su mentalidad calvinista, o porque les importan un pimiento muchos días festivos, pues tampoco es fiesta Nochebuena, y como ahorradores que son se conforman con el Lunes de Pascua como única jornada festiva en toda la Semana Santa. Un holandés te dirá orgulloso que ni necesitan Nochebuena, ni Jueves ni Viernes Santo.

Y yo, como no soy ni holandesa oranje, ni alemana que baila en el mes de mayo, ni manifestante violenta mañana, me dispongo a entrar en el mes de mayo tranquilamente, escribiendo en este blog y leyendo después un buen libro. Y es que con niños no puede uno bailar cuando a uno le plazca.

jueves, 29 de abril de 2010

Bélgica: explicando lo inentendible

Hay países que de fronteras afuera parecen un enigma. Probablemente sea Bélgica uno de ellos, por desconocido. De vez en cuando oímos noticias de él: que si ha vuelto a dimitir el presidente, que si se ha roto la coalición por las luchas políticas entre valones y flamencos, que si los radicales del Vlaams Belang meten guerra, que si por irse van Rompuy a su función de presidente del Consejo Europeo se fue la figura del consenso. Y salvo que son buenísimos productores de chocolate, que tienen montones de cervezas (y bien fuertecitas), e incluso (sorpresa) que han aportado al mundo figuras importantes como Magritte, Eddie Merckx, Jacques Brel y George Simenon, que son belgas y no franceses, poco sabemos.

Ayer presentó su dimisión Yves Leterme, del CD&V, el partido Cristiano Demócrata y Flamenco, y habrá elecciones anticipadas en junio. Oí hace poco una entrevista que le hicieron en la radio y contaba en perfecto francés que su padre es francófono y su madre de Flandes, y pensé que es de los pocos belgas auténticos que hay, aunque se le considera flamenco. Los poquísimos matrimonios mixtos que hay hacen posible la unión que la política no parece hacer posible. Mismo mis vecinos de Bruselas era un matrimonio así: él de Amberes, ella bruselense, él como flamenco, perfecto bilingüe, ella como francófona, perfecta francófona, y con conocimientos muy rudimentarios del holandés que en Bélgica se llama vlaams, flamenco. Y sus hijos serán lo que aplique en el lugar que viven, en este caso Bruselas, es decir, francófonos.

Bélgica es un país joven, de apenas 180 años, cuya existencia en esa forma fue decidida por las grandes potencias en la mesa de negociaciones, habiendo sido anteriormente Flandes la provincia llamada Países Bajos del Sur, parte de lo que hoy es Holanda. Todavía los flamencos les echan en cara a los holandeses que en cuanto montaron esa revolucioncita que empezó durante la función en un teatro de Bruselas, que los holandeses salieran por patas y renunciaran a esos territorios (por eso ahora se resarcen en chistes sobre los holandeses y su tacañería). Y la parte valona fue parte de Francia. El norte, flamenco, es protestante, y el sur, francófono, es católico. El sur fue durante muchos años el motor de la economía, por las minas e industria, y los flamencos eran los pobres campesinos. La economía dio la vuelta con el cierre de las minas, y Valonia pasó a un segundo plano al ganar en los años cincuenta pujanza la economía flamenca, que hizo a sus habitantes los ricos del país. Todo esto explica por qué el país es el conglomerado de lo que es, de mentalidades distintas, de ciudades de estilo distinto, de gente bilingüe o no, y con economías muy diferentes.

Pero he tardado mucho en entender por qué siempre el país entero se rompe por la fractura del mismo hueso, pero que es el más importante de todo el cuerpo: es la región Bruselas-Halle-Vilvoorde. No hay quien lo entienda, parece, pero trato de simplificar. Pensemos hipotéticamente que un país llamado Castilla (Bélgica) estuviera compuesto de dos regiones con dos idiomas, Castilla-León, donde se hablase leonés, y Castilla La Mancha, con el manchego como idioma, ambos completamente distintos. Madrid capital, como capital de todo el país de Castilla, es la representante de ambas regiones y por tanto bilingüe, al menos oficialmente, pues 80 % de su población habla manchego (el idioma del sur). Pero para hacerlo más complicado aún, el territorio de Madrid capital es una isla completamente rodeada de región leonesa, donde se hablá leonés. Y lo que el gobierno, ayuntamientos, y demás poderes legales trata de organizar, se rompe por algo tan simple como los mismos ciudadanos, que por los elevados precios de la capital empiezan a comprar casas en las poblaciones de alrededor. Así que un madrileño, de habla manchega, se compra una casa en Getafe, donde se habla leonés, y pretende llevar a sus hijos a escuelas en su idioma (manchego), y como la demanda es grande las hay y muchas. Estas mismas personas, exigen realizar todos los trámites administrativos en machego, y no en leonés, que es el lenguaje de la zona donde viven. Y ahí empiezan los conflictos, pues los leoneses dicen que es su territorio.

Yo he visto un colegio francófono en territorio flamenco con una cadena y un candado que alguien había puesto durante la noche junto con el cartel: "Aquí se habla flamenco". Y si bien en Bruselas no te niegan ese derecho al bilingüismo, en Flandes o en Valonia andas mal. Y es porque se trata de gobiernos distintos y presupuestos distintos: si un francófono desgasta la acera que paga el gobierno de Flandes y conduce en la autopista de éstos, estará abusando. Y así es la concepción que tienen los belgas los unos de los otros. Y si con las arcas regionales andan tan a la greña, peor lo tienen cuando se trata de utilizar las arcas del estado "belga". Eso conlleva a que si se asfaltan 10 km de autopista en Flandes, habrá que asfaltar otros 10 km en Valonia, aunque no haga falta (bueno, en Valonia siempre hace falta, pues las carreteras parecen quesos agujereados en muchos casos, es más bien al revés). Y si Flandes soporta al día 10 horas de ruido de aviones, a los francófonos les tocarán otras 10. Y hay gente que se dedica a comprobar si se hace justicia en la vida diaria.

Así que aunque convoquen elecciones en junio, el problema no se va a resolver. El federalismo belga está ahí, pero mientras exista la circunscripción de Bruselas-Halle-Vilvoorde se seguirá resquebrajando todo gobierno, como ha ocurrido estos días: los unos exigen, los otros no ceden. Leterme lo ha intentado dos veces a nivel nacional, y cuando tiró la toalla en el 2007, el país estuvo un año entero sin gobierno, y los belgas decían "pero si funciona".

miércoles, 28 de abril de 2010

Menudo circo

Este es el cole de mis hijas. Al menos esta semana. Es la idiosincrasia de este país, que en primaria le da tanta importancia a hacer malabares como a aprenderse el abecedario (bueno, exagero, pues a esta altura de curso en primero todavía no lo han acabado, tras la w les toca la g ahora, así que son más importantes las acrobacias, cierto). Ayer actuó mi hija pequeña, y mañana lo hace la otra. Reparten a todas las clases en los cinco días que está el circo en el cole, y cada día actúan unos cien niños, de edades distintas. Se trata de un circo cuyo trabajo consiste en ir de escuela en escuela, y ensayar con los niños durante un día el numerito que ejercitarán en público. Había varias posibilidades, y mi hija se fue al cole sin saber lo que iba a ser. A mediodía me relató: la danza del vientre no la quería hacer, porque "es un rollo", con las cabras tampoco tenía interés, aunque no me dio explicaciones (pero yo sé que es porque es mi hija, y le gustan poco los bichos, y menos las cabras, con las que ha tenido alguna mala experiencia en un parque de animales en el que son tan descaradas, que les quitan directamente a los niños las cajitas con la comida), payaso... "eso tampoco", con los caballos... "bueno...", "¿y entonces?", le pregunté, "saltimbanqui" respondió ella. Bueno, le pega. Aunque con el sex appeal que tiene ahora con todos los dientes de delante que se le han caído de golpe me la imaginaba mejor con la danza del vientre...

También me estuvo relatando que les estuvieron haciendo fotos y se podía elegir "con o sin serpiente". Ahí mi cara cambió, pues ella eligió "con". En la foto sostiene una pitón alrededor del cuello, y eso no le dio miedo, y unas cabras sí.

La actuación circense se resume en lo siguiente: el público se compone de padres, hermanos y abuelos de los niños, todos con cámaras para que todo quede para la posteridad. Es un circo donde los niños se sienten artistas por un día. Pero la realidad es ésta: los padres acaban algo hartos porque salvo la actuación de tu propio hijo, el resto es un poco tostón, y empieza a las seis de la tarde. Además te sablaron, pues la actuación y entretenimiento del crío te cuesta 10 €, y el resto de las entradas 7 € por persona. Las palomitas 2 €, el algodón de azúcar 1 €. La foto de la pitón (o de mi hija) € 5. Y encima, los caballos hicieron sus necesidades en plena actuación cerca de donde yo estaba sentada, y el tufillo era considerable. Para más placer, todo esto se repite el jueves, para la grande. Por suerte no puedo ir, pero como le he dicho a la afectada, lo siento en el alma (aunque me pilló por lo bajinis diciendo lo contrario). Y compadezco a los que tengan tres o cuatro hijos y tengan que pasarse una tarde más en el circo. En fin, un día maravilloso e inolvidable para los críos, y para los mayores algo pesado. Aunque oyendo las conversaciones de alrededor, muchas madres estaban felices de que sus hijos puedan vivir una cosa así, que es una suerte que tengamos el sitio de poner el tenderete, que pobrecitos los niños que viven en zonas de ciudad donde no se puede poner el circo, que qué bien que somos tan afortunados, y vivimos en un mundo tan feliz. Al llegar a casa desinfectamos a la niña en la ducha de tantas "impresiones" circenses, aunque al menos no echaron a los niños como alimento a los leones, porque no había. Ya digo, todo ideal.

martes, 27 de abril de 2010

Piojos

Desde ayer me pica la cabeza. Desde que mi hija llegó contando que en su clase hay piojos, que una niña los tiene desde el viernes. Ésa por poco viene a jugar a mi casa el otro día, y a veces la suerte nos sonríe, pues al final no vino. Pero los piojos están ahí; no en la cabeza de mi hija, aunque eso se verá, ya que basta con que tenga alguna liendre... (ay, me vuelve a picar la cabeza). De momento vino a casa con dos hojitas: una de información y la otra con instrucciones (y como estamos en Alemania, hay mucho que leer y rellenar). Existe una normativa según la cual estás obligado a informar al colegio de si tu hijo tiene enfermedades contagiosas y entonces le tienes que dejar en casa. Eso está claro, y me parece bien, pero todo esto tiene un nombre, la ley llamada Infektionsschutzgesetz, la' ley de la protección contra infecciones', en su párrafo 34, etc., etc. Y por eso de vez en cuando en colegios o guarderías ponen un papel en la puerta anunciando "Windpocken", varicela, o peor aún "Läuse", piojos, y es algo muy serio.

El de la varicela dejó de asustarme a mí en 2004, cuando mi hija mayor se la cogió en la guardería. Era un mes de mayo maravilloso, con un tiempo divino, y estuve en clausura tres semanas: primero por la mayor, y cuando ésta empezó a salir del asunto, a la semana y pico empezó la pequeña, que lo tuvo peor aún, y como era varicela de foto, escandalosa, cuando ya no contagiaba y osé salir con ella a la calla, en el mercado la gente salía espantada al ver su aspecto. Y su primer cumpleaños lo pasó llena de costras, y las fotos son de chiste, para recordar, y más yo por el trauma que me cogí encerrada tres semanas.

Así que como la varicela ya no me asusta, los piojos sí. Hasta ahora nos hemos librado, y eso que con los pelos de leonas que tienen mis hijas, la probabilidad de que se los cojan es grande. Ayer tuve que inspeccionar, pues la segunda hojita, la de las instrucciones decía que los padres estamos obligados a controlar las cabezas de nuestros hijos y firmar el papel diciendo que lo hemos hecho y que está bien, o que hay piojos, tras lo cual trataremos a nuestro hijo con la locción requerida y a los 8 ó 10 días repetiremos la inspección. Yo miré anoche, con la experiencia que me da haber estado en el "comité de los piojos", das Läuseteam, en el colegio alemán de Bruselas. No es para reírse, pues aquí las madres alemanas organizan todas estas asociaciones con seriedad y conocimiento de causa, y a mí una amiga me metió (o pringó) en tal importante cargo. A la vuelta de todas las vacaciones escolares (y según el sistema alemán son varias veces al año, unas seis veces), un grupo de madres inspeccionaba las cabezas de todos los niños del cole con los peinecitos con los que al parecer no se escapa ni una liendre. A mí me pareció todo muy lógico hasta que una amiga mía que se incorporó posteriormente al equipo "encuentra-piojos" y que es médico, dijo que eso no sirve de nada. Y yo inocente de mí, que me había creído nuestra eficacia, también pensé que lo cierto es que desde que se hacía, el cole dejó de tener las epidemias que por lo visto tenía anteriormente, y yo los tres años allí, los pasé sin piojos. Al llegar al cole aquí en Hamburgo, el colegio estaba en plena epidemia. En una reunión de padres, y por mi experiencia (¡ja!), propuse hacer lo mismo, a lo que una madre se puso histérica y dijo: "yo no consiento que nadie le toque la cabeza a mi hijo". Me quedé sin habla, y pensé que en menudo lugar había aterrizado. Desde entonces no he vuelto a abrir la boca en ninguna reunión, por lo que pueda pasar.

Y ahora tenemos piojos en la clase, y espero que nos libremos. Mi hija contaba a carcajadas que al oírlo un niño de su clase se puso a gritar todo cachondo: "Vamos a morir todos" provocando las risas de toda la clase, aunque no de las profesoras. Y yo le he dicho que está bien reírse, que sólo faltaba, que si no se ríe uno de un piojo... (mientras no me toque, claro, que entonces se me pasaría la risa, pues toca desinfectar y lavar TODO, y si pienso en todos los peluches, desinfectar los sillones, y todo lo de tela que tiene la casa, me da algo). Así que mi hija pequeña hoy, como es una guasona, me ha dicho durante el desayuno: "Tengo un piojo", con lo que a mí se me ha pasado la risa, y le he dicho que esa broma me la puede gastar a mí, que yo me río, pero que ni se le ocurra soltar la gracia en el cole, que entonces la meten en el cuarto oscuro y la aíslan de todos y ENCIMA me llaman a mí para ir a recogerla... Es como decir en el aeropuerto que alguien te ha dado un paquete y que lo llevas en la maleta y no sabes lo que es. Se ha puesto toda seria, pero ahora mismo en el cole se tomarían cualquier piojo en serio, aunque fuera de mentirijilla. Pero qué más da, si no se coge un piojo, se podrá coger una garrapata o lo que sea, pues hoy le toca actuar en el circo. Sí, como lo oyen: en este mundo escolar tan feliz que vivimos aquí les han plantado un circo durante toda la semana en el patio del cole, y a cada clase le toca un día ensayar y actuar. Pero eso será otra entrada de blog. Hoy era el día de los piojos y espero no tener que volver a hablar nunca más de ellos.

lunes, 26 de abril de 2010

Banalidades y lo que verdaderamente importa

El sábado hubo en el norte de Alemania una iniciativa curiosa: 120.000 personas formaron una cadena humana de 120 km para protestar contra la energía nuclear. Entre Krümmel y Brünsbuttel, dos centrales nucleares del norte de Alemania, y atravesando Hamburgo, se celebró la mayor fiesta antinuclear en mucho tiempo, tanto que se habla de la "resurección" del movimiento antiatómico. Las fotos que se han visto en prensa y televisión son curiosas, sobre todo las de los diques, con la gente subida encima agarrada de las manos y las ovejitas pastando alrededor, ecologismo de foto. Y la sensación de revival es grande pues parecen ser muchos los activistas de entonces. La noticia es curiosa, en tanto que aquí el tema ha sido central en la política durante mucho tiempo, y ahora parece olvidado. El símbolo de la lucha es un sol con la inscripción "Atomkraft? Nein danke", '¿Energía nuclear? No gracias', que cuando llegué a Alemania era una pegatina en muchos coches, y el sábado salieron las banderas con este símbolo a la calle, o al campo, mejor dicho. Alemania ha sido pionera en el movimiento antinuclear, que tuvo una gran fuerza en los años 70 y 80.

Sin tener idea de energía nuclear, y si verdaderamente se podría prescindir de ella, pues no es un tema que ocupe mi mente..., mi reflexión es que Alemania tuvo un gobierno de coalición rot-grün, 'rojo y verde', es decir SPD con Los Verdes, entre 1998 y 2005, y no se cerraron las centrales, y lo más que se concretó fue un cese de la producción hasta 2022 (!). Lo que sí que está claro es que las centrales tienen fecha de caducidad, que no pueden funcionar indefinidamente sin ser un peligro. Y el ministro actual de Medio Ambiente, Röttgen, del partido conservador, CDU, pidió la necesaria introducción de energías alternativas, y le callaron en su propio partido. Ahora la discusión de la coalición actual, entre la CDU y el FDP es sobre los años de la prolongación de la vida de las centrales, y consideran apagar el último reactor nuclear en 2050, como diciendo que qué más da un par de añitos más... cuando al parecer sí da.

Pero el sábado estaban todos: Jürgen Trittin, el ministro del Medio Ambiente de los Verdes durante el gobierno de Schröder, Sigmar Gabriel, político del SPD y figura controvertida, como representante de este partido, y Renate Künast, la portavoz parlamentaria de Los Verdes. Los organizadores de la cadena humana querían prescindir de los políticos que tanto les decepcionaron pero al final tuvieron que recurrir a ellos por miedo a que la concentración del sábado no tuviera los suficientes participantes.

Cuando iba por aquí me he enterado de la muerte de un antiguo compañero de instituto, y todo lo escrito hasta este punto me parece completamente banal. Enfermó de leucemia hace dos años y ha muerto ayer. Deja dos hijos, y una vida a los 40 años. En estos momentos te das cuenta de lo breve que es todo, y de que nos empecinamos en cosas que nos parecen importantes, ya sea que desconecten todas las centrales atómicas o lo que sea. Pero nuestro mayor proyecto somos nosotros mismos. Sí, desde luego que no somos nadie, como se suele decir en estos casos, pero precisamente porque la vida es breve y hoy podría ser el último día, no debemos resignar, y merece la pena luchar por lo que quieres. Qué intrascendentes somos, sin embargo, aunque todo importa, claro que lo hace. Si no para qué vivimos.

domingo, 25 de abril de 2010

Maratones que dan alas

Jornada de maratón en Hamburgo con lo que aquí llaman Kaiserwetter, es decir el 'tiempo del emperador', término que significa 'día soleado', y que viene de la época del último emperador alemán, Guillermo II. El día de la maratón suele ser siempre así, curiosamente, para lo que puede caer aquí del cielo, y la verdad es que los corredores se lo merecen. Hoy me he ido a verlo por primera vez en mi condición de corredora, pues la última vez fue hará unos 9 años y con carrito de bebé, y cuando me interesaba más la fiesta que observar a los corredores. Y la verdad es que se ve con otros ojos. El esfuerzo es inmenso, e incluso para los que han corrido en "poco" tiempo. He sentido emoción al ver a tanto corredor para tanto kilómetro: 20.000 personas han corrido en la edición 25 de la maratón de Hamburgo. Ha ganado un etíope, como en la maratón de Madrid, que también ha sido hoy, y lo mismo en la clasificación femenina. Cargada de mi cámara he ido observando la carrera desde varios puntos: primero desde Glockengießerwall, la calle de la estación central. Y allí me encontré primero, sin esperármelo, con otro trofeo expuesto en plena calle, éste:
la copa de la Uefa, y emocionarme con esto:
Así de bonito estaba el Alster hoy, y tranquilo, a pesar de los miles de corredores corriendo a su alrededor. Pero hasta para las maratones es tranquilo Hamburgo, pensé. Y como esta ciudad es un pañuelo, en el Alster me encontré con unos amigos españoles, y con ellos esperé hasta ver a un amiguete nuestro que corría, y le vimos. Y continúamos caminando alrededor del Alster pequeño.
El shock nos lo llevamos al pasar por el banco donde trabajábamos y verlo en este estado. Les dije a mis amigos que esto era de blog, y que publicaría diciendo: "así ha quedado el sitio donde trabajaba yo". Da pena. Han dejado sólo la fachada y a saber lo que harán dentro. En ese banco trabajábamos 500 personas, y nos fuimos todos a la calle. Al menos uno corría en la maratón hoy, y voy a mandarles un e-mail a mis antiguos coleguillas de departamento y decirles: "Aquí ha llegado nuestro Dieter, podemos estar orgullosos de él", "Y a esto ha llegado nuestro banco. Carreras incomparables".
Como el no ser corredora te permite pasar del kilómetro 16 al 40 sin cansarte, pues ambos puntos se juntaban en un puente de ida y otro de venida, luego me permití el lujo de irme andando los dos últimos kilómetros de la carrera hasta la llegada. Como he estado por allí cuando han llegado los primeros, no había tanto gentío como habrá habido después, pero el ambientazo era impresionante. Uno de los muchísimos daneses que había corriendo (luego he pensando que a muchos les queda más cercana la maratón de Hamburgo que la de Copenhague, pues encima tienen que salvar mares para llegar allí), al llegar a la meta, para diversión del personal, se ha parado, ha hecho unas flexiones, y ha entrado luego todo chulo. De todo hay.

Y desde luego que mi admiración por la gente tan mayor que corre. Nunca correré una maratón, pero al ver hoy la edad de muchos he pensado que tengo lo menos 10 años para preparar una. Pero no, pero prefiero ir como reportera dicharachera, e informar después. Eso sí, la motivación ha sido enorme, pues al llegar a casa, me he puesto las zapatillas, y a correr... Y hasta me parecía que iba más ligera que los días pasados. Que me dure.

sábado, 24 de abril de 2010

Artesanos

Anoche me estrené mi libelula. Es una costumbre muy mía comprarme algo y estrenarlo meses después. Y al colocarme el broche de la libélula, evoqué el momento y el sitio tan entrañable donde lo compré. Fue en Florencia, hace dos meses. Mi amiga y yo entramos en una tiendecita que nos llamó la atención en una calle que no pillaba tanto en la ruta de los turistas. Descubrimos una plaza que nos sorprendió, y al regresar en dirección al Duomo, la tiendecita nos atrajo como un imán. Dentro, una señora mayor estaba sentada haciendo bisutería: pendientes, pulseras, collares, y todo lo que vendía era hecho por ella. Cumpliendo todos los tópicos parecía toda una mamma italiana, salida de una película de Fellini. Entablamos conversación con ella, y me contó de su hijo, que vive en Berlín, y allí estaba ella, trabajando todo el día rodeada de perlitas, cierres o broches. Al lanzarme yo por la libélula me dijo que a las españolas nos gustan las libélulas, que había elegido lo típico. "Jo", pensé, tan previsible es una. Pero es cierto que me gustan las libélulas (más las de mentira...), igual que llevo un colgante de jirafas que no me quito nunca, y no sé por qué me gusta tanto, pues no asocio nada con ellas, o precisamente por eso.

Como soy culo de mal asiento, y podría vivir y estar en muchos sitios a la vez, envidié a esa señora metida en el microcosmos de esa tienda, día tras día, hora tras hora, haciendo esas pequeñas obras de arte. Parecía llevar una vida plena, feliz en su mundo. Nos soprendieron tantas tiendas en Florencia de artesanos dedicados a su oficio, ellos solos en sus talleres.

Y hoy precisamente he sido yo la artesana. Animada por una amiga que quería llevar a sus hijas, me apunté con ellas a un curso en una tienda de perlitas y abalorios, y allí he pasado la tarde con mi hija y cuatro más. He ido por mi hija, pues yo soy poco dada a las manualidades. Lo único que siempre me gustó de verdad fue coser, y ya no lo hago. Pero está bien dar una alegría a una hija tan creativa como la mía. Tenazas, perlitas, cierres, miles de colores posibles, infinitas posibilidades, y yo, con mi poca creatividad para estas cosas. La que nos ha dado el curso me ha contado que el dueño de la tienda ya no se pasa por allí, y entonces me he acordado de la señora de Florencia, atendiendo y trabajando sus obritas ella misma, mientras que el otro ha montado el negocio, con venta en internet y todo, y seguro que está todo estresado, huyendo de los clientes estresados a la búsqueda de lo especial entre tanta oferta, pues lo que más difícil me ha parecido del curso no fue tener las tenazas en la mano o ir metiendo las cuentas en el hilo, sino tener que elegir qué cosa hacer, de qué color o colores, el tamaño de los materiales. Y como siempre tengo bastante claro lo que quiero (...aunque no lo parezca), del grupito de seis que éramos, he sido la primera en decidirme, en hacerlo y en acabar, y mientras hacía mi llavero con mucho colgajos (me ha quedado barroco) me he acordado de la señora y su tienda, y ahora entiendo que estuviera tan tranquila pues es una actividad relajante y entretenida. He pensado que no hace falta hablar cinco idiomas y tener una carrera. Con lo entretenido que es estar un buen rato concentrada en tu obra, y al terminarla tener la sensación de haber hecho algo. No está mal para alguien como yo, que lleva demasiado tiempo con la sensación de hacer sin hacer. Además de modista, que era lo que quería ser cuando era niña, y luego aprender idiomas, siempre he pensado que me hubiera gustado ser restauradora de arte, y no iba desencaminada, pues es el parangón manual de los que vivimos en el lenguaje, pensado en y sobre él: me atrae la idea de concentarme en una pieza, y estar día, o meses restaurando un trozo de un cuadro, o fachada. Para los que pensamos demasiado, como yo, son las actividades adecuadas, pues mientras piensas haces algo. Como escribir, igual.

viernes, 23 de abril de 2010

Cómo ser feliz creyéndoselo todo

Hoy, tras haber tenido mi sesión de Pilates, he pensado en cómo este tipo de actividades se han introducido en nuestras vidas. Hace un par de años, nadie había oído hablar de Pilates ni de Tai Chi ni de Qigong, y hoy todos estos términos están de moda. Durante muchos años fue el aerobic de Jane Fonda lo más moderno. Y hoy día hay clases de yoga o Pilates en cualquier barrio, pues somos más zen. El método Pilates, creado en los años 20 del siglo pasado por un alemán emigrado a EE.UU. se basa en el powerhouse, el centro de energía del cuerpo, que es el abdomen. Se trata de apretar siempre los músculos de la barriga en cada ejercicio, reforzando el efecto a través de la respiración, aspirando y expulsando el aire al revés de como uno se piensa que debería ser. Yo llevo dos años haciendo Pilates, y me costó cogerle el truquillo a la respiración, que durante mucho tiempo asocié a dar a luz. Es como ponerse de parto una vez a la semana.

Y como hoy he vuelto a constatar, la edad no tiene importancia. En mi curso hay unas abuelas cuya forma física me gustaría tener a mí en unos cuantos años. Además sigo luchando contra lo que yo llamo "el efecto colchoneta", y es el punto en el que en pleno ejercicio me dejo ir y me sale todo de dentro, y si no me dejo ir, son los días en los que no doy pie con bola y no me concentro. En Bruselas conocí a una profesora de yoga, una americana que dice que no todo el mundo está preparado para esta visión de sí mismo, que el yoga o este tipo de ejercicio no es adecuado para mucha gente a la que no le gusta mirarse en su interior. Y como no me gusta ser tan esotérica y esa mujer en realidad hizo su doctorado sobre la literatura costumbrista española, para acabar ganándose la vida mediante el yoga, sí que le veo el lado práctico a todas estas actividades... Lo que es el sino de los filólogos en muchos casos; acabar así, en la colchoneta. Varias amigas mías acuden a la casa que ésta tiene en Austria en la montaña y se recluyen durante una semana a purificarse, es decir, a comer durante una semana entera semillitas y todo tipo alimentos saludables, levantarse a las cinco de la mañana para nadar en el agua fría del lago, y tras esto empiezan con las sesiones de yoga, paseos, y todo tipo de actividad "me-busco-y-no-me- encuentro", o sí. Este año me han invitado, y por suerte tengo un par de excusas que esgrimir para rechazar tal amable invitación, como trabajar, por ejemplo. No dudo de los beneficios de la semana, como dejar a los hijos a 1.000 km de distancia, y a lo mejor es por eso por lo que dos amigas mías hablan maravillas de la semana de purificación... seguro que mental.

Pero me quedo con el Feng Shui, pues siempre me tengo que reír cuando oigo que la colocación de los muebles, en especial de la cama, puede influir en tu bienestar, y que a lo mejor esa agresividad o mala baba que tienes se te pasaría si colocaras la cama y la cómoda del dormitorio en otro sitio. Bueno, no digo que no haya nada en eso, para no quitarles la fe a los que crean, pero si pienso en el piso de 62 m² en el que crecí yo en una familia de cinco, más la abuela a temporadas seis, y si hubiera que haber planeado todo de acorde al Feng Shui... mi madre me hubiera dicho que no le viniera con monsergas, que bastante apretaditos estábamos todos ya. Siempre pienso en el anuncio de Ikea, en lo de "donde caben dos caben tres", cuando estoy en casa de mis padres, ahora de visita, y se podría decir "donde caben dos, caben quince", pues ahora nos juntamos unos cuantos más cuando nos reunimos. Como para pensar en el Feng Shui. Y el otro día, en la peluquería, había folletitos de Feng Sui para el jardín, lo más, en plan "planee su jardín de manera que le haga feliz y su vida cambie". Al final va a tener mi amiga razón: son las orquideas y las flores de pascua. "Arranca las orquideas, Elena; y las flores de Pascua dan mala suerte, hazme caso", me dice siempre. Y estoy a punto de regalarle la flor de Pascua a alguien que me quiera bien... Por eso me he comprado estos días un arce japonés, pequeñito y monísimo. Mi vida está cambiando, como dice mi amiga. Lo plantaré este fin de semana. Por si fuera eso.

jueves, 22 de abril de 2010

Interpretaciones erróneas

"¿Por qué el mundo ama a los alemanes?" No soy yo la que pregunta esto, pues yo tengo mis respuestas, pero se trata de un artículo publicado hoy por el periódico patriotero de la ciudad, el Hamburger Abendblatt, cuyo patriotismo se extiende hoy más allá de las fronteras del Elba. Una encuesta de la BBC ha dado como resultado que los alemanes están en el puesto número uno en cuanto a simpatía en el mundo, tras haber encuestado a 30.000 personas de 28 países. A mí no me han preguntado, pues en cuanto a simpatía no les doy más que un aprobado raso, y eso por no suspenderlos directamente. Pero el artículo, en vez de analizar los resultados de la encuesta, pregunta a un experto que dice que tal resultado se debe a que los alemanes viajan mucho y que como dejan dinero por todas partes, que por eso tienen esa imagen. Lo que no dice es que en los hoteles de "Malorca" hay verdaderas luchas campales por las tumbonas, que la gente pone ya las toallas a las 7 de la mañana, para asegurárselas. Esto me lo han relatado a mí unos cuantos. El experto (o listillo) dice también que es porque los alemanes hablan idiomas. Bueno, lo que les pasa en muchos casos es que se lo creen y no se cortan nada. Pero sí, se defienden mucho mejor que nosotros con nuestro inglés del cole, vale, pero mucho es show. También es porque tenemos a una mujer como canciller, dice. Vale, no tiene hijos así que no tiene mérito en mi opinión, y en el año 2010 no debería imponer eso; ¿y eso hace simpática a una nación? Encima le demostraron al mundo, según el experto, que fueron unos buenísimos anfitriones cuando el Mundial de fútbol hace cuatro años. Sí, por eso han votado todos ahora a Alemania. El problema, dice, es que los alemanes no se lo creen, que siguen pensando que su imagen sigue asociada a la guerra mundial. Ah, vale, encima acomplejados, aunque simpáticos.

Ajá, el artículo huele, ya me parecía a mí. Acabo de mirar el estudio original, y lo de la simpatía se trata de una interpretación, pues la encuesta habla de la reputación de Alemania, y de su alta valoración en el mundo. Ah, entonces sí que me creo que a la hora de preguntar sobre la imagen de los países o su influencia en el mundo, que Alemania quede como número uno, pues tiene la imagen de país organizado, donde todo funciona (muchos son tópicos, pero sí, funciona). Pero que no nos engañen, por favor, y no informen de cosas que no son verdad. No les niego su simpatía a muchos de sus habitantes (a mis amigos a ninguno!), pero ni eso era lo preguntado en la encuesta, ni desde luego que los alemanes son conocidos mundialmente por ser tan amistosos, mismo en sus lugares de vacaciones, por mucho que hablen idiomas. Y una cosa es la influencia e imagen en el mundo y otra la imagen simpática. Y por eso no me sorprende que los que peor puntuación han dado a los alemanes son los turcos. Por algo será. Esos sí que han entendido bien la pregunta.

miércoles, 21 de abril de 2010

Esto sí que es globalización

Estos días pienso que nos hemos topado con el mejor ejemplo de globalización que hemos tenido hasta ahora: ni que haya McDonald's o Starbucks en todo el mundo, o que la crisis financiera afecte en todas partes; no, es el volcán islandés en erupción. Si pienso en tan sólo hace una semana, ¿quién nos iba a decir a todo el mundo, y esta vez de forma literal, que se iba a montar tal caos porque un volcán cuyo nombre ni siquiera sabemos decir entrara en erupción en Islandia? Si al menos hubiese sido el Etna o alguno que conocemos... Pero Islandia nos cae poco a mano y es un país que salvo la cantante Björk no han exportado más cosas que conozcamos. Pero ahora la naturaleza ha exportado ceniza a toneladas, y con eso nos han parado el tráfico en las nubes. Lo bueno de esto es lo democrático que es, como decía yo el otro día, pues se queda tirado todo el mundo (otra vez literal), desde la canciller alemana hasta los futbolistas que han de realizar viajes casi épicos para jugar en la Champions o en la UEFA o cualquier hombre de negocios que vaya a Frankfurt (éste es mi marido y ya lleva tres vuelos cancelados).

Y los que estamos en tierra nos hemos quedado abobados de que de un día para otro se pare todo. No llegan las mercancías a su lugar de destino, acostumbrados como estamos a que llegue piña todo el año de Costa de Marfil o judías verdes de Egipto o de Kenia. Y encima nos fastidian las vacaciones: idas o vueltas. Las líneas aéreas piden ayudas ahora de los gobiernos para superar las pérdidas. ¿Repartían acaso las ganancias con los gobiernos en épocas de beneficios? No sé, empiezo a pensar que la culpa de todo la tiene siempre el gobierno de todos los países, hasta de las catástrofes naturales, y creo que esto nos debería hacer pensar. Yo soy la primera que viaja en avión y mucho, y no quiero renunciar a ello, pero deberíamos asumir que no somos más que una pieza del mundo y que debemos dejar de vivir en la ilusión de que todo funciona como por arte de magia, y mira la que ha liado el volcán de nombre Eyjafjalla, al que simplemente llamamos volcán. Ayer, en las noticias alemanas, salió un periodista islandés riéndose de que nadie sabe pronunciar el nombre del volcán. Los islandeses se ríen, y eso que se les han puesto hasta las ovejas de color negro, como vi ayer en la tele.

Y a mí también me afecta el volcán, aunque no se lo crean. Me ha llegado antes un e-mail de un alumno de mi curso de español de los miércoles. Él y su amiguete, ambos en mi curso, se fueron a jugar al golf por Málaga, habiéndome pedido antes el vocabulario correspondiente a este tema, aplicados como son, claro, (y una ha de saber de todo, incluso de temas de los que no tiene ni idea). Pues hoy me mandan un e-mail a través de su iPhone diciendo que por no poder regresar, no pueden venir hoy a mi curso, que lo sienten mucho, pero que están practicando mi idioma en mi país, que le darán recuerdos de mi parte, y que hoy, para matar el rato, se van a Sevilla. Les he respondido que no me den envidia, que hoy tenemos hasta granizo en Hamburgo, y temperaturas islandesas, y que como deberes les pongo ir a la Feria de Abril, comer pescaíto frito y contar a toda la clase el miércoles que viene sus experiencias, en español, claro, que para eso "tienen que" fastidiarse un par de días más. La globalización es también que a mí se me pierdan un par de alumnos por esos mundos y que encima me lo hagan saber a través de su iPhone y yo pueda informar al resto de la clase de que tenemos que prescindir de los jugadores de golf. Y todo por un volcán.

martes, 20 de abril de 2010

El bloguero medio

Como siempre me salgo de la norma. El perfil del bloguero medio de habla hispana es de hombre de unos 30 años. Yo, ni una cosa ni otra, y a mis casi 41 y mujer no cuadro en la media. He leído el informe Bitácoras.com, al que hace referencia El País, que, como no necesita abuela, lo resume bajo el titular "El País, medio más citado en 'blogs'". Como más que la interpretación de El País me interesaba el estudio en sí, lo he leído estos días. Se trata de un análisis de la blogosfera en español, cuyos resultados principales es eso, que se trata en un 78 % de hombres, entre 25 y 34 años, y que el bloguerO publica sobre todo en días laborables, por las tardes, y sobre todo los miércoles y los jueves. Escribe sobre temas de actualidad, internet, música y curiosidades.

Así que no estoy entre el 78 % de hombres que publica, ni lo hago a través del podcasting que ha convertido en un medio muy usado en 2009, y escribo no sobre todo los miércoles ni los jueves, sino casi todos los días, salvo los que la mente no me lo pide por lo densa que está, o cuando cierro por vacaciones. Pero sí que escribo sobre todo de actualidad, aunque sobre todo de mi actualidad o de mis experiencias en referencia a mis mundos, o lo que podría subtitular como "curiosidades". Cito algunos medios de comunicación, como El País, porque a pesar de todo sigue siendo el que más me gusta, pero también a periódicos alemanes, Hamburger Abendblatt (por patriotero) o Bild (por sensacionalista y su enorme repercusión en Alemania) o a la revista Brigitte (por ser sorprendentemente buena como publicación seria de mujeres). No tengo más de un blog, como muchos de los blogueros (hombres, lo tengo que reiterar), pero me tienta desde hace tiempo la idea de crear uno para enseñar alemán o incluso gramática de cualquier idioma.

Meterse en esto es una ocupación como otra cualquiera, como hace sudokus o ver la tele. Y aunque yo no llevo mucho tiempo, como voy ya camino de un año, sí que puedo hacer balance. Mi post más leído es siempre el actual, el que toca cada día (gracias lectores), y el segundo es el que escribí a raíz del programa "Madrileños por el mundo" dedicado a Hamburgo. Es la búsqueda en Google a través de la cual me encuentra la mayoría de la gente que no me conoce: meten "madrileños en Hamburgo" y me encuentran. Luego, algunos de los que me han encontrado buscan "elena en cuerda floja", y me encuentran también.

En tiempos en los que se habla mucho de la propiedad intelectual, los que escribimos por amor al arte, es decir, a la palabra, no pensamos siquiera que se podría vivir de escribir, y lo hacemos de manera gratuita y por placer. Por supuesto que es un ejercicio de vanidad esto de tener un blog. Es tomarse demasiado serio y pensar que uno tiene algo importante que decir. A mí a veces me da miedo perderme en la palabrería, pues lo que no dice el estudio es que no producimos nada de lo que no pueda prescindir el mundo. La nuestra es una modesta opinión de las muchas que hay, sólo que la plasmamos y la colgamos en internet, por si a alguien le interesa, aunque los que la necesitamos somos los autores, para saber dónde y cómo estamos. Si hombre, o mujer, da igual, si 30 ó 50 años también. Somos los blogueros los que no podemos prescindir del medio, y no los lectores de nosotros. Y como parece que llevo en esto una vida, reitero que, aunque me lo haya tomado tan en serio, al comienzo, como con muchas otras cosas que hago, cuando me lo sugirieron mi escepticismo fue inmenso: "no, no, eso no es para mí", y aquí estoy. "Y cómo te cunde, guapa", cito a una prima mía que me dice que sigue mis "andanzas". Pues de eso se trata. Y lo digo en un día en el que he estado a punto de mandar este blog a la porra y para siempre, pues para tajante yo. Pero me contengo. Todavía lo necesito y es mi deber marcar la diferencia frente a ese 78 % de blogueros hombres y jovenzuelos. Ahí me han tocado mi honor.

lunes, 19 de abril de 2010

Signos inequívocos

Había signos premonitorios, como no querer nada de ropa de color rosa desde hace tiempo, odiar los leotardos, no usar falda, preferir los vaqueros, ir cada vez menos abrigado, pues los jóvenes aquí van incluso cuando hace mucho frío bien desabrigados o con calzado inapropiado. Pero la evidencia es cada vez más seria: el desarrollo hormonal de una niña de casi 10 años empieza a notarse en muchos aspectos y como madre, te das cuenta de que lo que se te viene encima es morrocotudo, como diría mi madre, que ha pasado por esto tres veces.

La (pre)adolescencia es esa edad en la que tus padres se ponen raros y pesados. Es cuando decides que el vaquero que más te gusta es el que tiene rotos en la rodilla, y le pides a tu madre que no te lo cosa. Es cuando de repente los chicos de la clase, que hasta ahora eran unos insoportables, pasan a ser muy "majos", y los dos que te caían bien por ser los más tranquilos, son ahora infantiles. Es también cuando el niño vecino de al lado, que hasta hace poco era un pesado, es también "muy agradable" de repente, y te apetece irte con la bici con él. O cuando por las mañanas empiezas a ponerle pegas a la ropa que te prepara tu madre y dices que te quieres poner otra cosa. Cuando te empiezas a reír del mundo, sin darte cuenta de que en realidad el afectado eres tú, pues no eres tan listo como te crees. Cuando pones una película infantiloide que te gustaba antes para reírte de lo tonta que es, como una de la Barbie, y con tus comentarios haces reír a todo el mundo. Cuando ya no te parece un rollo ir de compras e incluso te gusta meterte en el probador, sola, para que nadie te vea y te molesta si la cortinita está abierta un milímetro. Cuando tu hermana pequeña no tiene ni idea de lo que es el mundo, y se lo explicas. Cuando de repente te apetece estar sola en tu habitación leyendo horas seguidas y necesitas aislarte de vez en cuando, porque nadie te entiende, nadie te quiere, todos están contra ti...

Y también es esa edad, en la que como madre te empiezas a sentir vieja, incluso desfasada, pues te vienen contando historias que tú desconoces ("mamá, ¿conoces al rapero Bushido?"). Y ves que tu hija se convertirá dentro de nada en la chavalita que tú eras hace 30 años, y que según va haciéndose mujer, tú te irás haciendo una señora, si es que no lo eres ya. Madre mía, el paso del tiempo es imparable, y hay momentos en los que me gustaría detenerlo. Otras no, y veo que hay que atacar lo inevitable, pues yo lo he pasado, aunque no como madre. Y de repente mis casi 41 años pesan. No me sentó mal cumplir los 40, pero este año me siento muy vieja de repente y los 41 se me están empezando a atragantar. Serán los indicios, y la "ley de vida" de la que habla siempre mi madre, y ella sabrá. También ella dice que quién pillara los 40, así que habrá que coger el toro por los cuernos, y no achicarse. La batalla será terrible, pero las hay peores, eso seguro.

domingo, 18 de abril de 2010

Unas horas en el Mar del Norte

Mis lectores habrán notado (¡segurísimo!) que llevo días sin hablar del tiempo, lo cual quiere decir que hace bueno. Llevamos más de dos semanas con sol y cielo azul, y hoy hemos llegado a 19°C. Con este cielo azul, llevo días buscando cenizas en el cielo del volcán en erupción de Islandia, pero no se nota nada, salvo el caos en los aeropuertos y la democratización de dejar tirado a cualquiera, mismo a la canciller alemana, que ha llegado hoy con dos días de retraso de su viaje a EE.UU. tras volar a Lisboa, desde allí a Roma y luego en autocar hacia el norte. El autocar tuvo un reventón, y la canciller tuvo que continuar en coche. Pero ya ha llegado hoy a Berlín.

Como no podíamos coger el avión a ninguna parte, y había que aprovechar el buen tiempo y evitar la inactividad dominical, hemos ido a pasar el día a la costa, al Mar del Norte, a 115 km de aquí. Hay un lugar llamado Friedrichskoog, con un centro donde cuidan a las focas bebés que se quedan tiradas en la costa antes de tiempo, es decir, antes de terminar el período de lactancia de unas seis semanas en el que las cuidan sus madres, y que si no morirían. Es un lugar ideal para ir con niños, por idílico, con los barquitos de pesca, por los diques con cientos de ovejas pastando y balando por allí, por las vistas al Mar del Norte, ... y por los 10°C menos que había que aquí en Hamburgo (bueno, no por eso, porque si lo llego a saber...), ¡menuda rasca hacía! Es la región de Dithmarschen, en el estado federal de Schleswig-Holstein. Zona de agricultura, donde se cultivan todo tipo de coles, zona de producción de energía eólica, con cientos y cientos de aerogeneradores en el plano paisaje donde ves kilómetros a lo lejos, y lugar de vacaciones... aunque eso es algo que yo no me puedo imaginar. Si me meten a mí allí una semana con vistas al dique y oyendo balar a las ovejas, con la única alternativa de hacer una excursión en bici (no sé montar), acabaría en el psiquiátrico. Durante años trabajé con una chica que se crió en esa zona, y me decía que no sería nada para mí, que el tiempo suele ser como para "quedarse muerto", decía ella. Y mientras volvíamos a la civilización me imaginaba cómo habrá sido este duro invierno allí, con más frío aún, y prácticamente incomunicados por la nieve y hielo. Mi hija me preguntó si me gustaría pasar unas vacaciones allí, y yo le dije que no, que con unas horas me da. Qué paz, qué tranquilidad, qué ricas están las gambitas típicas que pescan los barquitos esos, los camarones o gambas grises del Mar del Norte que me he comido, qué idílico pasear por el dique sin disfrutar del paisaje por miedo a pisar los excrementos de todas las ovejas... Y qué aire que te atraviesa: es zona recomendada para asmáticos, o personas con problemas de bronquios; y no me extraña, pues agota, te llena los pulmones. Yo siempre pienso que ese aire debe ser bueno para limpiar todo, hasta las ideas, pues ha conseguido lo imposible: que yo me haya dormido después, en el trayecto de regreso, y que yo duerma en el coche eso sólo lo consigue el aire crudo del Mar del Norte, palabra de urbanita entre tanto idilio. Por supuesto que los "veraneantes" de la zona te dirán que no hay mejor sitio para ir. A mí llevan años tratando de convencerme, y no hay manera, pero yo sólo aprecio los idilios durante unas horas. Prefiero la imperfección.

sábado, 17 de abril de 2010

Poesía en el cine

Pocas veces tiene uno la sensación de ver poesía en una película, pero eso ocurre con "A single man" ("Un hombre soltero"), de Tom Ford. Ahora mismo caigo en algo que no he tenido en cuenta hasta ahora: que es un diseñador de moda el que dirige la película, y ahora entiendo la estética tan cuidada de los detalles, en las ropas, en los muebles. El color es entre tenue y estridente, suave en los momentos de dolor, en contraste con lo chillón de las gentes "normales", como los vecinos con sus vidas perfectas, la niña con su vestido azul y la madre de un rojo escandaloso.

El tiempo de la película son 24 horas en la vida de una persona sin futuro, como él mismo dice, que al levantarse siente la losa de no poder soportar vivir sin vivir. El personaje encarnado por Colin Firth es un profesor de literatura en la universidad, homosexual, que ha perdido a su pareja en un accidente de tráfico y sin el que la vida ya no tiene sentido para él. Soledad, falta de motivación, haber perdido el rumbo, estar en un callejón sin salida. Sensaciones que retransmite la película con imágenes, miradas o a través de recuerdos. Impactante comienzo, en el que el protagonista parece un espectador de su propia vida, para luego hacia el final de la película ir descubriendo otra vez sensaciones perdidas. Rocambolesca y grotesca escena la del intento de suicidio, la meticulosidad al colocar la almohada, la elección de la postura, del lugar, y que acaba produciendo risa.

Me quedo con el dolor que siente el personaje principal porque su alrededor considere anómala una relación que para él lo fue todo, que no fue un sucedáneo de ninguna vida mejor, porque fue la vida mejor, el maldito comparar con los cánones, con el estándar. No son horas para escribir una recensión de una película, pero todavía tenía que reflexionar sobre tanta poesía y melancolía. Ahora puedo dormir tranquila o al menos agotada.

viernes, 16 de abril de 2010

Una meta

Todos necesitamos metas a las que llegar en la vida, y yo ahora mismo me acabo de poner una muy concreta: llegar a la meta tras haber corrido 20 km en Bruselas el 30 de mayo. A veces ocurren cosas raras, y me alegra que algunos deseos se cumplan, pues ojalá fuera así con todos, pero cuando empecé a correr, hace año y medio, dije que una carrera que me encantaría correr es la llamada "20 km de Bruxelles". Este año lo tenía descartado pues estoy bastante desentrenada tras el duro invierno, y además es muy difícil conseguir una inscripción a la carrera, pues los 30.000 dorsales se acaban de inmediato.

Como sigo en facebook e incluso le he cogido el gustillo para cotillear y encontrar a gente que se quedó en alguno de los caminos del mundo, me he topado hace poco con un sevillano con el que nos pasábamos unas buenas juergas a la puerta del cole mientras esperábamos a los críos él, otra española y yo. El otro día surgió la cosa: que me gustaría correr la carrera le dije, y él que me conseguía una inscripción, y yo que si lo decía de verdad, y que si me la conseguía que iba, y él que sí, que lo decía en serio, pero que si no me importaba correr por un inglés, que ahora no puede, y yo que vale, que no discrimino a nadie, pero que tiene una madre alemana, me dijo, ah, vale, entonces sí, le dije, pero que mientras no me pidan hacer su marca que está bien. Pero resulta que se puede cambiar la inscripción a mi nombre, así que no correré en nombre de ningún inglés, sino con mi nombre, como corredora que no ha corrido jamás 20 km, sino como mucho 12 ó 13 km y tan sólo una carrera de 10 km. Pero como hay que tener metas en la vida, y yo ahora más que nunca necesito una que me parezca casi inalcanzable, para allá que me voy. Un par de clics, y billete de avión listo. Ahora toca entrenar...

A veces las cosas surgen sin que te lo esperes, y la página oficial de la carrera dice que faltan 43 días, 22 horas, 21 minutos y 54 segundos. En cuanto haga otro clic y publique esta entrada, empezará la cuenta atrás de verdad. Todo esto me hace alegrarme, pero me trae a la vez muchos recuerdos, por lo que significa correr para mí, lo que evoca, y por lo mucho que me gusta Bruselas. Demasiadas sensaciones, y tan recientes. Espero llegar.

jueves, 15 de abril de 2010

Milagros lingüísticos

Hoy me quedo con este titular: "Milagro tras estar en coma: croata habla de repente alemán fluidamente". Me parto. Estamos ante un nuevo método para aprender idiomas. Una niña de 13 años sufrió un coma de 24 horas y al despertarse empezó a hablar alemán, y eso que había empezado a aprenderlo hace poco. Ahora lo domina y ha olvidado su idioma. Los científicos están estudiando el caso, y no me extraña.

Estoy por proponer este método y evitar a mucha gente el mal trago de aprender lenguas extranjeras. Pero la cosa tiene sus pegas: primero porque te olvidas de tu lengua, y segundo porque podrías ponerte a hablar algún idioma minoritario con el que no te entienda nadie. Todavía el alemán lo hablan 100 millones lo menos.

Estoy por mandar a muchos de mis alumnos, los que parecen venir a enseñarme a mí español a las clases de principiantes y que cuestionan todo lo que digo: "No, yo he oído que se dice 'vffino' y no 'vino'", o "en 'me llamo', ¿por qué hay que poner el "me" delante si no hace falta?". Y por más que les digo que "guarradas" así hay en todos los idiomas, y que por mucho que ellos crean que sólo los españoles somos torpes a la hora de aprender idiomas, que a ellos no les va a costar menos. Parezco la profesora de baile de "Fama": "chicos, la fama cuesta", o mi lema "chicos y chicas, aprender un idioma es trabajo duro; y yo no soy el espíritu santo que os lo retransmite". Y por un fenómeno natural, el grupo se va reduciendo. Quiero creer que no es por mí, pues es un fenómeno que se produce en todas las clases de idiomas: si empiezan 20 acaban 8. Porque se dan cuenta de que no es tan fácil como se creían: "El español es muy fácil; el francés sí que es difícil", dicen. Pero para aguafiestas yo: "No, bonitos, el español es quizá más accesible, por la pronunciación más sencilla, pero los verbos, ay, los verbos, iros preparando". Ayer me dijo un alumno que le gustan mis amenazas, que le doy miedo, cuando auguro verbos irregulares cuyas raíces cambian por capricho. Me lo tomé como un cumplido, y al que no se lo crea le mando a Split, a la operación esa de la que salió la chica ayer hablando fluidamente alemán. Debe haber lo mismo para el español.

Y hoy han venido 8 otra vez a mi clase que empezó con 20, a las tres horas de martirio que les meto, y les he dicho que en las clases de principiantes el profesor es como el presentador de un programa de entretenimiento, y me han dado la razón. Y hoy me han hecho un regalo: un alumno me ha grabado dos CDs: uno de Chambao y otro de ... Carlos Baute, con la canción de "Colgando en tus manos". Mi alegría ha sido inmensa, porque es una canción que me hace mucha gracia, y hemos empezado la clase oyéndola y yo contándoles que fue la canción del verano, y cuando les he descrito como es la actuación de Carlos Baute y Marta Sánchez me han dicho que yo debo entonces bailar como ella con esa superminifalda. Y yo, "no, no", aunque ahora, pensándolo bien, a lo mejor es otro método de enseñar y de que por fin me crean cuando digo que una lengua no es sólo otro conjunto de palabras, sino una forma distinta de etiquetar el mundo, otras gafas a través de las que se ve lo mismo o incluso otros matices. De momento, esos 8 quieren seguir, y ya es mucho, pues minifalda no habrá. Ni les induciré un coma que produzca milagros. Así que a currar todos.

miércoles, 14 de abril de 2010

Estropicios

Soy experta en hacer estropicios. Desde siempre. Y tengo rachas. Pero la semana pasada hice un par de ellos. Todo empezó durante la comida del domingo de Pascua, comida familiar aquí en Alemania. Puse el mantel blanco inmacnulado de lino y sin haber probado el vino de la comida, tiré la copa, manché todo el mantel, rompí la copa, y bueno... no quedó todo ahí. A los pocos días, eché un quitamanchas potente que tengo y lo metí en la lavadora, pero no lo lavé hasta el día siguiente; gran error, pues cuando lo saqué, lavado, no di crédito a mis ojos: el quitamanchas había quitado la mancha del vino, pero había dejado una gigante de color beis oscuro en mi mantel blanco inmaculado, que ya no lo es, y además me ha hecho agujeritos en toda la superfice de la mancha (tamaño servilleta grande). Pues sí que me ha durado el mantel. Me lo compré el año pasado, pensando en las amigas que tengo que ponen manteles blancos inmaculados y que incluso los llevan a almidonar, como hice yo toda orgullosa tras la cena de Nochebuena, y los ponen siempre tan perfectos, con la mesa tan perfecta puesta. Y yo, que soy defensora de los hules (por qué será), pensé que debería tener uno así para Navidad, Pascua, y para cuando viene alguna amiga mía tipo Bree van de Camp de "Mujeres Desesperadas". Pero la que no vale para anfitriona perfecta no lo vale; así que volveré a sacar mi hule la próxima vez y sin complejos.

Y como se acerca el Día de la Madre, pienso en el estropicio de hace dos años. Como tal día me parece absurdo y nunca me pido nada, hace dos años hice una excepción para recuperar todos los regalos perdidos, y me pedí un móvil nuevo, que falta hacía; necesitaba la excusa perfecta. Mi flamante modelo "Día de la Madre" me duró cuatro días: estaba en casa de una amiga y fui al baño y como lo llevaba en el bolsillo (como hago siempre), se me cayó al váter... Por poco me da un síncope. Cuando aparecí por la tienda, el vendedor no daba crédito a sus ojos: mandó el móvil a arreglar, pero el agua se había cargado toda la electrónica, así que me tuve que comprar uno nuevo, por lo que tiré bastante dinero a la basura, y maldije que con el móvil viejo no hubiese pasado nunca nada. Cada vez que estoy en casa de esa amiga miro el váter "come-móviles" con miedo, y ella se ríe.

Luego están los estropicios que salen bien. El jueves fui al dentista con mis hijas. Por la tarde me voy a trabajar y al volver ellas me dicen que habían llamado del dentista por si había perdido la tarjeta del móvil allí. Y como mi móvil funcionaba perfectamente, aunque la foto de la pantallita se me había ido, yo dije que no podía ser la mía. Al día siguiente, al querer poner la foto otra vez, me di cuenta de que sí que era la mía, y no me explico cómo se me salió del móvil y se quedó allí. Y demasiada suerte que se cayó allí y no en la calle, o en una alcantarilla, o a un charco, o que un perro hubiese hecho sus necesidades encima. O como hace poco que me dejé mi plancha encendida un par de horas, hasta que el olor a caliente me hizo salir corriendo y di gracias de que el percance no acabase en incendio y yo estuviese en casa.

Así que en rachas así tiemblo, pues no sé cuál será mi siguiente estropicio. Mi tío de California siempre cuenta que yo me cargué toda su cristalería, que el año en el que viví en su casa no ganó para vasos. Con los años me he ido sofisticando, y los estropicios son más caros ("contigo la vida no es aburrida", me dijo alguien una vez, "y cara", dije yo). Pero mientras sean daños materiales, no es lo peor. Esos son replazables, y no los estropicios de índole inmaterial. Qué es un móvil o un mantel en comparación con las personas que se pierden, o con sensaciones rotas.

martes, 13 de abril de 2010

Ya está aquí la copa

Iba a escribir de otra cosa hoy, pero de nuevo el fútbol me puede; ni que me gustara o me interesara tanto ..., pero la actualidad manda. Acabo de leer que ya está en Hamburgo la copa de la UEFA. Michel Platini se la ha entregado hoy a Ole von Beust, el alcalde de Hamburgo, y Platini se ha dado una vuelta por el estadio del Hamburgo, donde se jugará la final de la Europa League el 12 de mayo. Como me han anunciado unos cuantos que de llegar el Atleti a la final, "a lo mejor..." (cito a mi sobrina de dos años que dice siempre ese "a lo mejor" con tal salero...) ...a lo mejor esos forofos o menos forofos del Atleti vendrían a ver el partido, y como a mí me encanta todo tipo de fiesta, mismo si es por el fútbol, espero que llegue el Atleti a la final. Yo apuesto por una final Atlético de Madrid - Hamburgo (HSV), para darle emoción a la cosa. Así que ambos tienen que ganar en semifinales, y yo daría cobijo a los fans del Atleti que fuera necesario (bueno, es un decir, no a todos...).

Y como ayer ganó el St. Pauli, el equipo castizo de Hamburgo, al Augsburgo, y "a lo mejor..." podría subir a primera división, el ambientillo futbolero aumenta en esta ciudad, que de por sí lo tiene y mucho. Mismo ayer, en el supermercado, había un niño metido en el carro de la compra que su madre empujaba cantando "HSV for ever and ever", el himno del Hamburgo, eso sí, con tal desgana que yo pensé que sería porque el Hamburgo todavía no está en la final. Y la amiga con la que mis hijas fueron a la heladería de aquí cerquita a comprarse un helado, volvió con la lengua azul. Como yo siempre tiemblo de que me denuncien por no estar debidamente al cuidado de los niños visitantes, le pregunté toda asustada que qué había comido. Me dijo que se había pedido encima de su bola de helado unas bolitas con los colores del Hamburgo, azules, blancas y negras, HSV-Streusel (aquí los niños se piden siempre unos anises para decorar las bolas de helado). Ah, el fútbol, menos mal. Pero como la madre es médico y encima me debe una porque mi hija pequeña se rompió un brazo en su casa, y como el padre y hermano de la niña son forofos del HSV, respiré aliviada pensando que si se intoxicaba, al menos era por amor al club, y encima está en buenas manos.

El alcalde de Hamburgo se pide al Liverpool como contrincante, por los Beatles, dice, que empezaron en Hamburgo (qué pelotas son ... -ahora pienso que puedo decir "tienen", pero no). Y yo, por fastidiar, y para que nos inunden la ciudad los rojiblancos y se tomen unas copitas por St. Pauli, me pido a los atléticos. A ver quién se lleva la copa de la UEFA, pues de las otras habrá para todos.

lunes, 12 de abril de 2010

Una ministra estupenda

Con la impaciencia que me caracteriza de querer solucionar los problemas hoy y no mañana, sigo sin creerme que va a haber un cambio en la actitud frente a las madres trabajadoras en este país. Pero si alguna vez lo hubiera, y ojalá lo haya, y como digo, mejor hoy que mañana (por si me tocara algo...), mucho habría que agradecérselo a la ministra Ursula von der Leyen. Actual ministra de Trabajo y anterior ministra de la Familia, es uno de los miembros más competentes del partido conservador, y está sabiendo luchar como nadie para que las mujeres salgan del ostracismo laboral en el que vivimos en este país. Como los resultados todavía no son palpables, y a mí por desgracia no me tocarán, los veo con escepticismo. Pero admito que nadie como ella está sensibilizando a la sociedad alemana de que algo debe cambiar en un tema que está tan asumido y tolerado, incluso por las propias mujeres.

Ursula von der Leyen, además de ministra, es madre de siete hijos, y haber llegado a ese puesto en Alemania tiene su mérito, más que a canciller sin hijos, como Ángela Merkel. Médico de profesión, von der Leyen tuvo a sus primeros hijos en Alemania, donde supo lo que significa tener que recogerlos a la una de la guardería y tratar de conciliar horarios imposibles. Por un traslado de su marido a California, supo que existen sociedades en las que lo normal es que las madres trabajen, y donde existe una infraestructura que lo permite mejor, pero aparte y sobre todo, como ella mismo dijo en una entrevista que leí hace tiempo, le supuso liberarse de la presión que existe en Alemania contra las Rabenmütter, las 'cría cuervos', como se llama aquí a las que trabajan. Y allí se decidió a tener más hijos. Yo hubiera hecho lo contrario, y no hubiera vuelto (pero mejor no hablo...).

Al volver a Alemania se metió en política, y tras las reformas encaminadas por ella cuando fue ministra de la Familia ahora anuncia como ministra de Trabajo una que me parece más intersantante aún: sacar a las madres que están ellas solas al cargo de sus hijos del subsidio de desempleo Hartz IV (un 40 % de las madres solteras o sin pareja lo reciben), que es lo último que te queda en Alemania cuando no tienes trabajo o ya no recibes otras ayudas. Y ese subsidio es el umbral de la pobreza en muchos casos y la condena a no encontrar un trabajo jamás. Como ella critica, no hay plazas en guarderías y colegios con horarios que permitan trabajar, pero lo que me parece más importante aún es que lo que hay que cambiar es el rechazo que hay en la sociedad hacia las madres que trabajan, pues como ella sabiamente dice, pues yo lo he vivido, mismo en la Oficina de Desempleo piensan que "si hay un niño, no tiene sentido mediar". Tan simple como eso. Como yo he vivido en este país durante más de dos años lo que supone buscar trabajo como madre, sé que no sólo se trata de crear guarderías y ampliar los horarios de colegio, sino lo que pide la ministra: "Quiero una nueva mentalidad con más flexibilidad y sensibilización". Ahí está el problema. Con la mentalidad decimonónica de pensar que los niños son más felices saliendo del cole a la una, y que es lo más normal del mundo que madres altamente cualificadas salgan del mercado laboral y no puedan regresar a él por la falta de infraestructura y discriminación que sufren, dudo mucho que algo vaya a cambiar. Pero adelante, señora von der Leyen, siga usted, que va muy bien encaminada, aunque a muchos de su partido seguramente no les guste ni oírlo. Y como creo en el poder de la palabra, con frases como éstas hasta yo me haría votante del partido conservador. Pero digo "me haría", pues para eso tendría que poder votar en este país, lo cual no es el caso, y demasiado tendrían que cambiar las cosas o lo que es mejor, que me resarcieran por los años perdidos. Pero siga siga. De momento me está sorprendiendo.

domingo, 11 de abril de 2010

Botánica primaveral y más

Aquí vivimos la primavera como algo que llega a trancas y barrancas, y me refiero al clima, pues la apoteosis de la naturaleza es lo único imparable, ya que sigue su curso habitual ignorando si llueve o hace sol, y un día florece una florecilla, otro otra, luego un árbol, y otro, y los habitantes de estas latitudes nos quedamos abobados cada año pensando que hay vida más allá de tantos meses de árboles pelados y poca vegetación, salvo abetos. Ahora vamos por los tulipanes, tras los crocus y narcisos, y empiezan a florecer los árboles tipo cerezos o las forsythias (lo que me ha costado encontrar el nombrecito, con mis superconocimientos de botánica) que son unos arbustos que se ponen ahora de un amarillo chillón para acabar siendo luego un simple seto de hojas verdes. Yo misma ando mosqueada ya toda la semana pensando que hay aparcado un coche de correos en mi puerta, pues el cristal translúcido de la puerta de casa deja entrever todo el rato algo amarillo que durante el invierno sólo puede ser la furgoneta de correos que trae algún paquete para alguien, pero ahora, ese brillo amarillo constante es la forsythia de la vecina de enfrente. Todos los años vuelvo a picar.
Y las magnolias, una de mis favoritas, empiezan a ser ya capullitos que pronto se abrirán. Son flores tan efímeras que siempre me pregunto si merece la pena plantarlas, pero los árboles de magnolias son espectaculares, algunos gigantes, y cumplen su efecto de hacernos despertar, de atraer nuestra mirada hacia ellos, y pedirnos que los admiremos y disfrutemos de ese instante antes de que pierdan esas flores que duran tan poco. Una pena, pienso siempre, como esos momentos de felicidad tan efímeros que pasan tan rápido.

Pero el clima en primavera aquí no es como la naturaleza y no se puede prevenir. Tras un día precioso de sol ayer, hoy ha amanecido un día que parecía otoñal, gris y con lluvia, y con temperaturas bastante fresquitas, y ha sido un día muy tristón. Es como si dieras un paso adelante, y unos cuantos hacia atrás. Aquí se dice que las hamburguesas (y me refiero a las señoras de esta ciudad) se quitan las medias en Semana Santa y no se las vuelven a poner hasta octubre, y que es la temporada de llevar calzado sin medias. Bueno, yo no me he quitado las botas todavía, y como no soy hamburguesa, para mí existen dos temporadas de calzado: la de botas, que va de octubre a finales de abril, y la de llevar otro tipo de calzado, ¡y con medias! muchos días. El día que guarde las botas en el armario será primavera. Mientras tanto, salvo por la naturaleza imparable, no lo es todavía. Es como adelantar pero sin hacerlo. Como mi hija pequeña hoy, que por fin lee. Con el sistema escolar tan anodino en el que en primero a estas alturas de curso no han acabado ni el abecedario, me da la sensación de que voy a cargar con una analfabeta el resto de mi vida. Pero por fin puedo aclamar a los cuatro vientos cibernéticos que lee. Ya en Madrid hace un mes iba leyendo por la calle "Te-le-fó-ni-ca", pasito a pasito, y hoy, jugando en el ordenador se ha puesto a leer sílaba a sílaba la frase siguiente: "Du hast leider verloren", "Por des-gra-cia has per-di-do". Tanto esfuerzo para leer eso. Lo dicho: un pasito para delante, y varios para detrás. Así me siento yo también.

jueves, 8 de abril de 2010

El mundo feliz

Ayer leí una noticia que me llamó la atención, como lo hacen en muchas ocasiones ese tipo de noticias cortas que aparecen al abrir el correo electrónico o como cabecera de muchas páginas de internet. De nuevo un empleado de Disneyland París se ha suicidado, anunciaba la noticia, y ha dejado una nota diciendo: "No quiero volver con Mickey". Según su familia, el cocinero sufría depresiones por la presión sufrida en el trabajo: no le dejaban utilizar productos frescos, y sólo podía trabajar con congelados. Es una de estas noticias que no debería ni ser publicada, por ser una tragedia demasiado personal, pero su función es precisamente que se saquen conclusiones de relevancia universal, y eso es lo triste del caso.

Eurodisney es para mí uno de esos sitios a los que si hay que ir, se va, pero no hay ninguna necesidad, es decir, que si te queda a mano... (a tres horas de coche desde Bruselas), y tienes niños, pues vale. Yo fui en el 2005, y cogimos una oferta de "duerma tres noches y pague dos". La primera tarde de parque, bueno. El siguiente día, enterito en el parque, vale. Pero el segundo día completo de parque me acabó por producir agresividad. Estás metido en un mundo feliz, de colorines, con casitas pefectas, gente sonriente, empleados sonrientes que quieren hacerte feliz. Las colas para montarte en algo son a veces insoportables, la avalancha para hacerte la foto con Mickey es para que se te quiten las ganas, la infinidad de productos que puedes comprar sobre cada uno de los personajes, a cualquier momento, en el hotel, por todas partes, resulta agobiante. Y la comida... bueno. Yo, tras tres días comiendo comida tipo pizza, hamburguesas, patatas fritas o pasta, acabé con ganas de comerme un buen plato de lentejas. Así que la última tarde, huímos del parque a eso de las cinco, para irnos al hotel feliz, a la piscina feliz, todo dentro del mundo feliz, y a la mañana siguiente ya no aprovechamos la entrada al parque y nos fuimos a París. Yo necesitaba tener la sensación de haber estado en algún sitio concreto, y no en un lugar tan irreal, por lo que la mañana del domingo la pasamos paseando por París, viendo Notre Dame y la Torre Eiffel, con carrito y dos niñas de 2 y 5 años entonces. Por supuesto que las niñas se lo pasaron muy bien en Eurodisney, y que si les digo que mañana vamos se pondrían contentísimas. Pero yo me fui aquella mañana soleada de domingo diciendo que ya habíamos cumplido con Disney.

Si me imagino trabajar allí, ver día a día a tanta gente en éxtasis de la tontuna, diciéndoles a sus hijos: "ay, mira a Goofy, ponte con él para la foto", "huy, Mary Poppins, qué guapa", "ay, mira las princesas" (yo misma dije todo eso dos días y medio) y cocinando ese tipo de comida todos los días, creo que a mí también me entraría una depresión. Pero lo más triste es ponerle un final a tu vida por el ratón Mickey y consortes, y encima acabar luego siendo noticia.

miércoles, 7 de abril de 2010

Leyes, derechos y catástrofes

No es que sea ni surpersticiosa ni crea firmemente en leyes como la de Murphy, que dice que todo saldrá como no quieras que salga, y por eso, cuando la tostada se me cae al suelo por el lado de la mermelada, pienso que probablemente sólo le presto atención cuando se cae por ese lado. Pero hay cosas que ocurren a menudo que me hacen pensar que el tal Murphy no iba tan desencaminado. Por ejemplo, el que tu hijo tenga que ir al baño al poco rato de haber salido de casa, y eso que le recordaste mil veces que tenía que ir antes de salir, o que le prevengas de un posible accidente, y ocurra, como cuando estuvo jugando una vez mi hija con la diadema del pelo, y yo viéndolo venir ".... que te vas a hacer daño", y zas, se la clavó en el ojo. Son ese tipo de catástrofes previsibles, sobre todo para una madre, que somos brujas histéricas, como me dijo una vez mi hija mayor, algo más sabia sobre el papel de la madre en este tipo de percances.

Y luego están las catástrofes menos previsibles pero que se cumplen por una ley de probabilidad basada en poderes ocultos. Yo defiendo mi derecho como mujer de ir al ginecólogo y a la peluquería sola, sin niños, derecho que debería ser incluido entre los derechos fundamentales de la mujer o en la constitución. Por supuesto que la mayoría de las veces se cumple, pero basta que, como con la tostada, tenga que ir a uno de estos sitios con alguna de mis hijas a cuestas, para que me dé la sensación de que nunca puedo ir sola y se me ponga la mala leche que es también mi derecho fundamental. Por suerte no ha sido hoy el ginecólogo, al que recuerdo haber ido o con bebés o con niñas escaladoras por no haber tenido donde dejarlas en el último momento (... yo en la silla del ginecólogo y mis hijas metiendo jaleo alrededor). Y todavía la cita en el ginecólogo tiene ese aspecto de obligación, ... ¿pero ir a la peluquería con niños, uno de los pocos momentos sólo nuestros? Así que mi cabreo hoy era soberano. Pero como con todo en la vida, a veces te sorprendes, y mi hija se ha portado de maravilla, y he podido hasta leer las revistas de cotilleo que hojeo solamente en el médico o la peluquería (que sí, ¡es verdad!, sólo las hojeo en estos sitios).

Y qué aburridas son, por cierto: aquí llevan informando desde que llegué que el rey Juan Carlos y doña Sofía están de crisis en su matrimonio. Ella esperaba ahora un cambio en la actitud de él, ahora que son mayores, pero no. Y Máxima, la princesa de Holanda, se ha vuelto a poner el abrigo que se pone cuando está embarazada, ¿será que...?; y Mary de Dinamarca se ha ido sola de vacaciones con amigas, qué escándalo; y Mette Marit podría esperar su cuarto hijo. Estas revistas son maravillosas para aprender el condicional: podría, sería, estaría... Así que se me está ocurriendo utilizar el "Hola" cuando llegue al condicional en mis clases de español, y que mis alumnos piensen que por fin utilizo material interesante, en vez de como hace poco, que les traje el poema de Alberti sobre el mar/la mar, para explicarles la dualidad del artículo con este sustantivo.

Pero volviendo a las leyes catastróficas, existe una que siempre se cumple: cada vez que vas a la peluquería tienes más canas que cubrir. Mi hija me ha dicho hoy que no me reconocía con el tinte puesto en el pelo, pero que no estoy tan vieja todavía. Menos mal, pues ella mismo le dijo hace poco a su abuela de aquí que tiene una "barbilla de repuesto"; por suerte la abuela se lo tomó bien, pero nada mejor que tus hijos para anunciarte esas catástrofes inevitables y que sabes que acabarán por llegar.

lunes, 5 de abril de 2010

Lo "multikulti"

Terminamos cuatro días festivos que se resumen en poca actividad, mucho cine y una visita en el hospital, ya que al ser día de fiesta, no hay otras consultas abiertas. Es que algunos no saben como prolongar tanta jornada de fiesta, y mi hija pequeña no irá al cole mañana; aunque me pone el día algo patas arriba, encima estoy contenta de que la meningitis que temíamos haya resultado ser una buena infección de estreptococos, y los antibióticos harán el resto, y ya está. Otra cosa más para contar, cita de una tía mía que ya he mencionado en este blog, pero que siempre vuelve a aplicar.

A veces como madre no sabes cómo actuar. No me suelo asustar rápido y no aparezco por el médico hasta que no estoy segura de que es necesario, pero si tienes una hija como la mía que ni se queja, corres el riesgo de no hacerle mucho caso y ni darte cuenta de que está mala de verdad. Así que la pobre ha ido hasta al cine hoy y ahora dudo de que haya disfrutado mucho. Pero lavo mi mala conciencia diciendo que al menos la película ha merecido la pena: una infantil basada en el primero de los libros de Isabel Abedi sobre Lola, "Hier kommt Lola", "Aquí llega Lola", uno de los libros que ya existen en su traducción al español, y que recomiendo sobre todo a niñas. Lola es una niña de 9 años de padre brasileño y madre alemana. Se mudaron a la gran ciudad, Hamburgo, porque a los vecinos del pueblo donde vivían les parecía muy oscuro el padre, y en nuestra superciudad tolerante se acaban los problemas de integración. Lola es la que se tiene que integrar en un nuevo colegio, y su padre se monta un restaurante brasileño y todos acaban bailando a ritmo de samba. Integración y vida multikulti como nos gusta. Al verlo me imaginaba yo abriendo un restaurante español en el puerto de Hamburgo y bailando flamenco con mis hijas y todas mis amistades. Me atrae poco la idea, la verdad. Más me atrae la abuela (joven!) de la película, que tiene una tienda de libros y que sólo recomienda los que le gustan a ella. Ésa soy yo total. Me imagino tratando de convencer a alguien que se quiera comprar "Millenium" de que mejor se lleve "Fortunata y Jacinta" o "La vida es sueño". Pero todo es bonito y con final feliz, y tenemos el término multikulti que tanto nos gusta en su perfecta escenificación.

Pero la película que vi ayer mostró otro tipo de subcultura y mundo multicultural que no es tal. "Die Fremde", "La extraña" es una película que no juzga a nadie sino que muestra todas las facetas de lo que significa vivir encerrado en las leyes de una cultura incluso viviendo en otra distinta. Una impresionante Sibel Kikelli, la misma actriz con pasado porno que bordó el papel en "Contra la pared", es la protagonista, Umay, una mujer de 25 años, turca, nacida y criada en Berlín, pero en la rigidez de las normas turcas. La película parte en Estambul, donde vive en un matrimonio al que la obligaron y del que huye con su hijo por los maltratos que sufre. Pero al llegar a casa de su familia, en Alemania, la alegría al verla pensando que venía de visita, se vuelve rechazo y vergüenza porque una mujer se haya atrevido a romper con las convenciones. Y empieza la huida, pero sin renunciar un sólo momento a que su familia acepte que pertenece a ella: Umay no acepta el rechazo y sobre todo el de su hijo. Pero todos cumplen su papel como marca la tradición y no se pueden salir, aunque duden: el padre, que en un momento de dolor dice que ojalá que su primogénita hubiera nacido hombre; los hermanos, que tienen que limpiar el honor de la familia; la madre, que no puede ayudar a su hija y que lo único que puede darle para protegerla es un amuleto que evita que la miren mal. Y Umay vuelve a coger a su hijo, una y otra vez, y sigue su peregrinaje sin aceptar que su familia la repudie por haber abandonado a un hombre que la maltrataba. Impactante película e impactante final. Multikulti sin serlo, pero en su aspecto más cruel.

Por supuesto que no pretendo comparar una película infantil con una tan dura de adultos, pero sí que no puedo evitar pensar que la adaptación como extranjero es muy diferente dependiendo de tu origen y de lo que la cultura en la que te sumerges vea en ti. Pues aunque lo ignoremos, en occidente existe esa subcultura de los crímenes de honor, de gente no integrada y que sigue viviendo en sus guetos, que no tiene nada que ver con lo multikulti que nos gusta ver, de tiendas y restaurantes que dan color a nuestra vida diaria y que nos hacen sentir bien y tolerantes.

domingo, 4 de abril de 2010

Blankenese y los fuegos de Pascua


Esto es Blankenese. También se le llama el 'barrio de las escaleras' o Treppenviertel, y por algo será. Siempre que estoy en él, pienso que no me gustaría vivir allí, o ser cartera en ese barrio, o ser la madre que tiene que llenar la nevera de vez en cuando y tener que cargar con las bolsas de la compra por todas esas escaleras. Pero su encanto tiene. Es como vivir en la playa, la del Elba, y las vistas son impresionantes, entre los "barquitos" que pasan, la planta de producción de Airbus en la orilla de enfrente, eso menos bonito pero no menos impresionante. Seguro que este avioncito es ese gigante de pasajeros que se construye en la actualidad, el A380:

Blankenese es un barrio de Hamburgo precioso, en el que te parece que estás en algún pueblecito de la costa. Y desde mi barrio hasta allí hay nada menos que 40 km, y eso sin salirnos de la ciudad de Hamburgo. Pero otro motivo para no vivir allí es que un día como ayer te inundan tu barrio miles y miles de personas que quieren ver los fuegos de Pascua de ayer. Yo incluida ...


Aquí se ve el montón de árboles de Navidad transformado en una montaña para reciclarlos en forma de fuego en lo que llaman fuegos de Pascua, Osterfeuer. Viendo el humo de después, durante la quema, me pregunto si nadie piensa en un día como ayer sobre los gases enviados a la atmósfera. Pero hay momentos en los que todos se olvidan del ecologismo, hasta en Alemania. Y para ritos este país. Viendo esas nubes de humo, y el olor a barbacoa que llevaba yo encima, volví a pensar en otra razón para no vivir en Blankenese: que el sábado de Pascua no puedes tender ropa fuera, ni abrir las ventanas, y que probablemente tus ventanas se queden negras por el humo. Pero por lo demás es muy bonito. Lo mejor es ir en plan dominguero, dar un paseo por la playita del Elba, hacer un picnic en la arena, ver los barcos, y volverse a ir. Es otro de los puntos a los que llevo a todo turista que se precie a pasar por mi casa de Hamburgo. Con los fuegos de Pascua ya he cumplido. Era un simple estudio de campo.

sábado, 3 de abril de 2010

Comienza la Pascua

Si bien en España las principales celebraciones de la Semana Santa ya han pasado y en su mayoría son religiosas, aquí empiezan hoy, y de religioso, salvo en las iglesias, tienen bien poco. No hay procesiones, y por eso el Viernes Santo es un día de descanso, sin ninguna actividad. Pero hoy empiezan los ritos típicos de estos días, en los que más que nada se celebra la llegada de la primavera y la despedida del invierno. Se empieza con los Osterfeuer, los fuegos de Pascua, una tradición pagana mediante la que se pretende "quemar" el invierno, ahuyentar a los malos espíritus y dar la bienvenida a la primavera. Como aquí se aprovecha todo, en muchos casos se queman los árboles de Navidad, guardados en algún lugar hasta el día de hoy para quemarlos junto con muchas otras astas y ramas de árboles. Se apila todo, y se quema, y la gente a su alrededor come salchichas, bebe cerveza hasta que rezuma ese olor a chamusquina que se huele por todas partes la tarde del sábado de Pascua. En 20 años de vida en Alemania, no he ido nunca a ningún fuego de estos, y hoy me da por pensar que podría romper la tradición, para al menos escribir con conocimiento de causa. Lo que obliga este blog...

Tras el fuego de hoy, empiezan las fiestas familiares mañana. En un país donde los desayunos tienen gran importancia, el del domingo y el lunes de Pascua, son el súmmum, y el protagonista es el huevo. Es normal desayunar huevos pasados por agua o duros los fines de semana sobre todo, pero en Pascua la gente se come más de uno, los niños los pintan, les ponen pegatinas de patos, conejitos, y todos los dibujitos típicos, y se celebra rizando el rizo. Manda huevos, pienso yo siempre con mi mentalidad española antidesayuno, pues considero todo esto una pérdida de tiempo. Pero lo que no haga una por sus hijos..., por lo que se colorearán huevos en esta casa también, y no porque yo lo diga, sino porque mis hijas se encargan de recordarme que aquí se hace así. Y luego se buscan huevos de chocolate en el jardín o los parques que la señora liebre de Pascua esconde. Mi hija pequeña, que ya sabe que la liebre soy yo, me recordó el otro día que no se me olvidase comprar los huevos, que no porque sepa ahora que todo es un show se va a quedar sin la tradición, y eso que luego en muchos casos ni se los comen. Pero se trata del acto en sí.

El cordero que no se come aquí en Navidad, se come ahora. Las familias se juntan a comer o cenar festivamente el domingo o el lunes, y la gente viaja para la ocasión para estar con sus padres o hermanos. Así que habrá que hacer algo, celebrar de alguna manera, o descansar, o sobre todo alegrarnos de que aunque haga frío todavía, ha venido la primavera, y de que por todas partes empiezan a salir florecillas: ahora, tras los crocus, les toca a los narcisos, la flor de la Semana Santa, y aquí vivimos la llegada del buen tiempo y la primavera como una vuelta a la vida. Vuelvo a pensar en tanta expresión española con la palabra "huevo", y sobre todo en la de que siempre nos hacen falta un par... Por eso cuelgo algunos aquí.

viernes, 2 de abril de 2010

Lübeck, en cualquier época del año

Viernes Santo, jornada festiva, cielo azul raso, sol. Todo propicio para hacer alguna escapada o excursioncilla. Pero como a la fiebre le da igual el sol, o lo que sea, hay que quedarse en casa. Cosillas sin importancia que los niños superan rápido, pero que hacen que no puedas planear nada. Así que es el momento de iniciar la serie sobre lugares que me encantan y a los que he ido unas cuantas veces y a los que viajaré mentalmente cuando los describa. Son sitios especiales porque, aunque siga yendo mil veces, o precisamente por eso, siempre me vuelven a gustar como la primera vez. A veces descubro algo nuevo en ellos y otras, simplemente, como suele ser el caso, repito el mismo recorrido. Empiezo por Lübeck, ciudad que recomiendo a cualquier viajero del norte de Alemania, por desconocida fuera de las fronteras, y por eso tan sorprendente.

Que sea ciudad Patrimonio de la Humanidad de la Unesco no es nada raro. La ciudad hanseática de Lübeck conserva como ninguna la esencia de las ciudades medievales nórdicas. Sufrió muchos bombardeos durante la II Guerra Mundial, y quedó bastante destruida, pero la reconstrucción le devolvió su brillo de antaño. El conjunto histórico-artístico es impresionante, con calles y calles de casas con preciosas fachadas, escalonadas u onduladas en la parte de arriba, con puertas adornadas que te invitan a adivinar la belleza del interior. Todo recuerda a un pasado de esplendor de una ciudad de comerciantes, rica por formar parte de una liga de comercio de las más antiguas que se conocen, la Hanse. Así que como ciudad hanseática, es hermana de Hamburgo, Bremen, Rostock y otras ciudades de tradición marítima y comercial.

Cada vez que voy a Lübeck cuento sus torres, para confirmar que siguen siendo siete. Lo aprendí en uno de mis cursos de alemán para extranjeros, en la lección sobre el participio como parte de las construcciones nominales que separan el artículo y el sustantivo con un montón de palabras entremedias y que al leerlas te cortan la respiración: "Die von sieben Türmen überragte Lübecker Altstadt" ('la por siete torres sobresalida ciudad antigua de Lübeck', así suena el alemán, a lo que hay que acostumbrarse...). Pero la frasecita, que se me quedó grabada para siempre, me sirvió para aprender no sólo de gramática sino que son siete las torres puntiagudas tan típicas de las iglesias del norte de Alemania las que tiene Lübeck. Y cada vez que voy no falta ni una de las torres, y mira que siempre vuelvo a contar, por si acaso.

Una de ellas es la de St. Petri, donde se puede subir en ascensor (si no yo no subiría...), y donde las vistas son impresionantes, y el viento te produce sensación de vértigo por estar abierta la parte de arriba. La Marienkirche, la iglesia de Santa María, tiene dos torres, y su interior, con sus arcos decorados con florecitas, resulta sorprendentemente alegre para la sobriedad de las iglesias protestantes. Impresiona la campana estrellada contra el suelo durante los bombardeos, y allí la han dejado, en memoria de la destrucción.

Un lugar obligado para un piscolabis, a cualquier hora del día, es la Schiffergesellschaft, de 1401, la asociación de los marineros, y donde hay un restaurante muy bonito con barcos colgando del techo y bancos de madera a compartir con desconocidos, algo que se hace aquí en los restaurantes o bares. Lübeck es además la ciudad del mazapán, que, en mi poco golosa opinión, es exquisito por ser menos dulce que otros que conozco. La tienda de Niedderegger, donde venden figuritas de todas las formas que uno pueda imaginar, con un pequeño museo de la historia del mazapán en la planta de arriba, merecen una visita.

Me hizo gracia la primera vez que vi la Holstentor, la Puerta de Holsten, tan conocida por ser la imagen en los billetes de 50 marcos antes de la llegada del euro. Y otros edificios muy bonitos son el ayuntamiento, el Hospital del Espíritu Santo, uno de los primeros de Europa, y los antiguos almacenes de sal. En la plaza del ayuntamiento tiene lugar cada año el mercadillo de Navidad, que para mí, con la oscuridad, el frío húmedo y la sensación de estar casi en Escandinavia, tiene el toque de congelación que necesitas para meterte para el cuerpo muchas de las fritangas o vinito caliente que ofrecen. Y otra vez el viento típico, por lo que el ayuntamiento tiene en uno de sus muros unos agujeros redondos enormes; esos "ojos" tienen como finalidad evitar que el viento derrumbe ese muro. Y es que hace mareílla por allá arriba. Se percibe la cercanía del mar Báltico, a apenas unos kilómetros.

Es además la ciudad de la familia Mann, y se puede visitar la casa Buddenbrooks, que es el museo dedicado a Thomas Mann, su obra y en especial a esta novela tan unida a la ciudad de Lübeck. Otra casa literaria que se puede visitar es la de Günter Grass, que vive en las cercanías de Lübeck y no aquí, pero donde se encuentra un centro de información sobre su obra.

En uno de esos caprichos que tienen las ciudades, Lübeck tiene un barrio a 20 km de distancia, pero se le disculpa la separación por estar en la playa. De Travemünde salen barcos gigantes con destino a Escandinavia, tan arriba está en el mapa, y aunque el clima no permite ir a la playa a menudo, si hace calor se llena como las playas de Benidorm, aunque a mí me amarga el que haya que pagar para ir a la playa.

Lübeck es una de las ciudades a las que le he perdido la cuenta las veces que habré ido, y de la que no me canso nunca. Se llega desde Hamburgo en una hora, y es un lugar especial para sorprender a la gente de que por aquí arriba hay sitios muy bonitos. Cambian los acompañantes, pero no la ciudad, y siempre me llevo algún recuerdo especial, aunque sea el haberme congelado más de la cuenta. Pero en qué lugar.