lunes, 31 de mayo de 2010

20 km de Bruselas

Datos técnicos de la carrera:
20 km, 30.000 participantes (este año subieron de 20.000 a 30.000 y las inscripciones se agotaron igual). Salida en tres grupos: los buenos, los clasificados por haber corrido en más ocasiones, y los no clasificados o la masa (entre ellos yo). 25.261 belgas, 1.102 franceses, 511 holandeses, 504 ingleses, 413 italianos, 406 alemanes, 236 españoles (yo una de ellos), y muchas más nacionalidades. El ganador hizo el recorrido en 1 h 1 min 29 seg (igualito que yo, claro).

Recorrido, según yo:
En el parque del Cincuentenario, tras el arco, estaba la salida, y tardamos en llegar al punto de comienzo por la avalancha. El príncipe de Bélgica dio el pistoletazo de salida (eso lo he visto en internet y no ayer). Luego en masa por el barrio europeo, pasando por la presidencia española a la izquierda, la Comisión Europea a la derecha, toda la Rue de la Loi para abajo, y luego para arriba, primera cuestecita, para torcer luego hacia izquierda, a la parte gubernamental y "real" del país, y correr entre el Parc Royal a la derecha y el Palacio Real a la izquierda por calles adoquinadas. Luego una de las calles más bonitas de Bruselas, la Rue Royal, hasta el mastodóntico palacio de Justicia, km 3 de la carrerita (y lo que queda), y al torcer a la izquierda vino lo que peor me sentó de los 20 km: los túneles. ¿Cómo se les ocurre meternos por dos? El centro de Bruselas está lleno de túneles, lo sé, pero son para los coches no para los corredores, y con lo que me hubiera gustado correr por la Avenue Louise, en la parte en la que me gusta ir de compras (y donde gasté el día de antes en otra especie de maratón). Así que entre las cuestas, la masa, y los tunelcitos me entró un flato que me duró hasta el km 8, y que milagrosamente se me quitó en el Bois de la Cambre, un bosque grandísimo que tardamos en cruzar, y empezó la cuesta abajo de la Avenue Franklin Roosevelt, entre mansiones, luego empresas, y abajo, el coqueto barrio de Watermael-Boitsfort que tanto me gustaba siempre al pasar con el coche, y el Boulevard du Souverain, todo en planito (menos mal), y a la izquierda, km 17, y la maldita cuesta de la Avenue Tervueren, que en coche se sube fenomenalmente bien, como constaté en mis años de habitante en Bruselas, pero que corriendo es otra cosa, y tras la espesura de árboles, ya en Montgomery, esa plaza que para los conductores es la anarquía total, por no haber carriles y conducir cada uno por donde le da la gana, al vislumbrar la Puerta de Alcalá o de Brandemburgo bruselense, esos dos kilómetros corrí como si tuviera alas, y por saber que lo había conseguido, que ya nadie me iba a quitar la gloria de LLEGAR. Y llegué a la meta, tras 2h 25 min, cansada, pero bien, milagrosamente, y lucía el sol de repente.

La verdad de la carrera:
Frío de muerte antes de empezar, lluvia, una cola larguísima para ir al baño, además de que costaba 50 ct que yo no tenía, sin los cuales no los podías usar (los holandeses y los belgas matarían por 50 ct). Me fui entre los árboles, como muchos y muchas, y se hacían bromas: "para allá el de señoras", en el cual había ortigas, que me picaron en el trasero y las piernas. Quién me manda beber tanto antes de la carrera por miedo a la deshidratación, "que ya te lo decía yo, Elenita, que no bebieses tanto", me dijo mi amigo. Pistoletazo de salida a lo lejos y rugido de la multitud ávida de sufrimiento, y pasito a pasito, andando, nos acercamos al arco del Cincuentenario, lo pasamos (es como empezar la carrera atravesando la Puerta de Alcalá, y tras él, el punto de medición del comienzo y a través del chip que llevaba en la zapatilla; estamos informatizados de arriba a abajo), y como había pasado una hora desde mi experiencia con las ortigas, tuve que buscar otro "baño". La urgencia me proporcionó un árbol donde creo que me vio todo el mundo (atención a las fotos hoy en internet), y hala, aliviada pude correr. Tras el km 3 empezó el suplicio. Los malditos túneles y el flato tremendo que me hizo pensar que me cogía el metro y me iba tan pancha a la llegada, pero no, que para burra yo, que qué vergüenza ir a Bruselas por una carrera, y luego no acabarla, que no, que no, y el km 8, y tras haber andado algo hizo el milagro, además del bosque (soy corredora habitual de bosque, con árboles, silencio) donde cogí mi ritmo y mi respiración y debí de transmitir buenas vibraciones pues entonces se me pegó un belga de Mons, con el que hablé bastante y en francés, lo cual me hizo ir entretenida y acompañada ... hasta el km 17, donde el belga me dijo que no podía seguir a mi ritmo (a "MI" ritmo, ¡guau!, un jovenzuelo de 39 años), y se quedó andando atrás y yo seguí hacia la tortura china de la carrera, la cuesta de la Avenue de Tervueren. La subí, los últimos metros andando, para correr los últimos dos kilómetros contenta de haberlo logrado, la carrera, todo.

Me quedo con algunas impresiones: que me emocioné al ver a un grupo tirando de un niño minusválido, con que la gente te animase sin conocerte "allez allez", y cuando me dieron la medallita, que se agradece un montón, y con bandera belga (mi amigo decía que le cambiaría la cinta; yo no). Pero también con haber vuelto a ver a este amiguete tras tres años, gran cocinero, que me decía todo el rato como mi madre "tú come, que estás muy flaca", y que me llevó con su encantadora familia tras la carrera al aeropuerto, como si uno corriese todos los días una carrerita y hala, para el avión, y volé como nunca lo he hecho: con ropa de correr, medalla, dorsal y tufillo. Menos mal que con esos milagros de blog que me ocurren, a mi lado iba otro corredor, que nada más verme, aliviado, dijo: "¿Tú también has corrido?", con una sonrisa de oreja a oreja atípica de un alemán que no te conoce de nada, y tuve la ocasión de rememorar las glorias y miserias de mi primera carrera de 20 km. Ah, y en el km 17, a pesar de encontrarme bien, pensé que jamás correré una maratón. Algunos no me creen, pero lo escribo aquí, para que muchos sean testigos, y yo sé lo que me digo. Pero de 20... podría haber alguna más, a pesar de la lentitud que tengo hoy en todo lo que hago, borracha de sensaciones como estoy. De eso se trataba, creo.

sábado, 29 de mayo de 2010

Algo pequenito, y sin en~e

"Guayomini douze points", sigo oyendo en mi mente la Eurovisión de cuando era chica, y hoy, ya grande, la veo en Bélgica con una familia de un sevillano casado con una alemana. Esto es Bélgica y la Unión Europea, como el metro de Bruselas, donde se oyen todos los idiomas, y que sin cantar parecía hoy el festival de Eurovisión. Yo estoy en la antesala de una carrera, temiéndome que durante la misma me voy a mojar, porque anuncian lluvia, y espero que los bailes de los griegos, y del francés espanten el diluvio que tenemos ahora mismo y que se avecina para mi primera carrera de 20 km. Quién me manda. Y me distraigo de los nervios que no tengo, pues estoy tan pancha como si hubiera corrido unas cuantas así, y eso que mi amigo me dice que apenas he salido del cascarón como corredora, y encima ahora debería preocuparme por la lluvia, ... y por las cuestas tan empinadas de la carrerita. Y entre el espontáneo que ha salido al escenario durante la actuación de Espana (qué entero el cantante, a ver si estoy yo así manana) y los griegos que han bailado su crisis como ninguno (aquí bromeábamos de que seguro que no les viene bien ganar, pues luego les toca organizar un festival y no están para eso). Show europeo, viéndolo en este país que tanto me gusta, y que tan poco le gusta a mi anfritrión, el sevillano, la subjetividad de la que hablaba el otro día. Yo me fui con mucha pena de aquí, y mi amigo tirará cohetes y se sacudirá el polvo de los zapatos cuando se vaya en verano, para olvidar el tiempo que ha pasado aquí.

Como decía mi amigo "Ay, quién me mandaría a mí salir de Sevilla, de Triana", pues lo mismo digo de Carabanchel. En este país, hemos visto parte del partido de Espana, luego del de Alemania, y ahora la sesión de Eurovisión... ya ha cantado la chavalita alemana, tan simpática, y tan morena, a la que la prensa sensacionalista alemana le ha encontrado un pasado ligero de ropa en una película, y hemos visto cantar al representante espanol dos veces. Pero de escándalo es la que está cayendo ahora, y lo que yo y 30.000 corredores nos vamos a mojar, si no se rajan todos, y yo como hamburguesa experta en lluvia, logro algo grande y gano la carrera. Pero es un decir, porque como no se nos puede sacar de casa, yo estoy ahora sin saber cómo se escribe la en~e en este portátil prestado. Dentro de un rato sabremos quién ha ganado el Festival de Eurovisión y manana yo sabré si he llegado a la meta, que de ser así, no sería nada pequenito...

viernes, 28 de mayo de 2010

Calidad de vida urbana

1. Viena
2. Zúrich
3. Ginebra
4. Vancouver y Auckland
6. Düsseldorf
7. Frankfurt y Múnich
13. Amsterdam
15. Bruselas
17. Berlín
23. Hamburgo
34. París
44. Barcelona
48. Madrid
49. Nueva York

Este es el ranking de ciudades en cuanto a su calidad de vida según los resultados de un estudio publicado ayer. A los hamburgueses les encantan estas comparaciones, y el titular del periódico local es: "Calidad de vida: Hamburgo delante de París, pero detrás de Frankfurt". Genial. Demuestra la mentalidad del hamburgués medio: "¿no somos maravillosos?, olvídense de París, para mundiales nosotros, ... pero ¿qué es eso de que estamos detrás de Frankfurt?" Ahí les pica el orgullo. Pero miremos bien la lista, de la que sólo he copiado lo que considero lo principal de la clasificación. Que Düsseldorf esté por delante, lo aceptan, pues Düsseldorf es para los alemanes la ciudad del buen gusto, de las compras, de la moda; Múnich, por muy bávaros que sean, tiene su folclore y son los alemanes por excelencia, con su cultura de las cervezas tomadas al aire libre en los Biergärten, y mucha de la parafernalia considerada alemana. Pero ¿Frankfurt? Es esa ciudad de los bancos con imagen de no tener encanto, la única ciudad con rascacielos alemana, y con un skyline que hace que se la denomine "Mainhattan", por el río Main que la atraviesa. Bueno, ya quisieran, pero sorprendentemente Frankfurt supera a Nueva York en la clasificación, quién lo diría. Está claro en cuál preferiría yo vivir... pues por la noche Frankfurt tiene un "ambientazo" como para rodar "Sexo en Frankfurt"; me lo imagino.

¿Pero qué es la calidad de vida?, me pregunto. ¿El silencio, que no haya contaminación, que no haya atascos, que haya verde, que las infraestructuras sean convenientes para todos sus habitantes, que la gente se sienta bien en ellas? Eso es tan subjetivo como comparar, atención, Adelaide que ocupa el puesto 32 y Brisbane en el 36, ambas en Australia, con Londres, puesto 39. O podríamos hacer el siguiente titular: "En Madrid se vive mejor que en Seattle (puesto 50), pero peor que en Adelaide y en Brisbane". ¿Y a quién le importa en realidad?

Yo puedo decir que podría vivir en muchas ciudades de la lista, pero no en Frankfurt (por sosa), en Düsseldorf (por provinciana y pequeña) o en Múnich (por "barroca"), pero por supuesto que sí en Berlín, ya mismo, en mi opinión la mejor ciudad de Alemania. Un amigo español me decía ayer que él es berlinés de corazón. Lo entiendo perfectamente. Y que en Bruselas se vive mejor que en Hamburgo, lo corroboro. Pero eso es tan subjetivo como mi opinión, pues he vivido en ambas, y para falta de objetividad la mía. Que en Hamburgo se puede vivir, y muy bien, ... que me lo digan a mí, que llevo casi 20 años por aquí, pues es una ciudad bonita, verde, tranquila, pero nunca se me ha metido en el corazón. Que en Amsterdam se vive más o menos como en Bruselas, me lo creo, aunque no he vivido en ella, pero es otra de las ciudades a las que me iba ipso facto. Una ciudad que echo de menos en la lista, y ya que ponen a Adelaide y Brisbane podrían ponerla, es Amberes (Bélgica), una ciudad pequeña a la que me iba a vivir ahora mismo, y cuyo ambiente y "calidad de vida" ya quisieran tener para sí muchas ciudades de ese Top 50. Ya digo, subjetivo subjetivo todo.

Y entre las primeras 50 ciudades no se encuentran las megalópolis tipo Ciudad de México o Sao Paulo, lo cual corrobora lo que yo siempre digo: que el arte no es organizar Oslo o Helsinki, pero sí organizar Ciudad de México. O comparen Zúrich o Ginebra con Sao Paulo. Igualito. Pero la calidad de vida tiene su precio también, estoy segura. Pienso que la calidad de vida de una ciudad se la das tú o es la que te permite tu vida, y habrá gente que te diga que en Nueva Delhi o en Bogotá se vive fenomenal. Que nos dejen de clasificaciones. Cada uno tiene su ciudad o sus ciudades y está bien así. Y otros tenemos a varias y a ninguna, nos cogemos de cada una lo que nos gusta, sea lo que sea.

jueves, 27 de mayo de 2010

El trato

Hoy se cumple el plazo establecido hace un mes. Harta de que mis hijas me hablen todo el rato en alemán, hice un trato con la pequeña, aplicable a ambas: le dije que si era capaz de hablar un mes entero conmigo español, que le haría un regalo. Como los niños se venden al mejor postor, enseguida dijo que sí, y durante todo el mes se ha esforzado bastante. Sin embargo el alemán ha seguido predominando, pero al recordarle yo el trato decía toda enfadada "Jooooooooooo, mamá, es que se me olvida", con un español tan saleroso, que cualquiera dudaría de que no es su primera lengua. Al decirle yo varias veces a lo largo del mes que las dimensiones del regalo encogían a cada palabra de alemán, ella, tras hablarme un par de frases seguidas en español me preguntaba: "¿Y ahora? ¿Se ha vuelto grande otra vez?" Esta mañana les he recordado a ambas que hoy se acaba el plazo, pero que seguiré exprimiéndolas un poco más, el día de hoy sobre todo. De todas formas se notan los progresos: ayer, la pequeña le dijo al abuelo "Tú te callas", así tal cual. Y durante todo el mes se ha esforzado mucho preguntándome que cómo se dice esto y lo otro en español, cuando hasta hace poco le importaba un pimiento.

Pero como soy una madre traicionera, el trato va más allá del día de hoy. Les llevo diciendo que me tendrán que hablar español después de la fecha clave, salvo peligro de tener que devolver el regalo. Soy una malvada, lo sé, y mis métodos pedagógicos no son dignos de ser mencionados en libros de educación infantil (alemanes). Pero los niños funcionan así. Ayer pensé que a lo mejor debería hacerme entrenadora de perros, como lo ha hecho una madre de cuatro (niños) que conozco y de dos perros. Ésa, en vez de hablar de sus hijos (algo milagroso en una madre "pura sangre" como las de aquí, como yo las llamo), habla de sus perros: que si Kitty no le obedece y se salta todas las normas, que si el otro perro no se separa de ella ni a sol ni sombra. Y, como profesional que es, se dedica a ir por los colegios y guarderías de la zona a enseñar a los niños cómo tratar con perros: que si a los perros no hay que mirarles a los ojos, que se sienten amenazados entonces, y más consejos que aprende mi hija y que luego me cuenta, y falta me hacen pues a mí los perros me dan pánico. Yo aplico las enseñanzas cuando corro en mi bosque y me encuentro con alguno suelto, pero ayer se me cortó la respiración al ver una manada de perros sin correa y una señora con ellos. Me hice la valiente y seguí corriendo en dirección de los perros, pero lo que vi me dejó patidifusa: la señora dijo algo y todos los perros se dieron la vuelta, se pararon y se pusieron a mirarla a ella, dándome a mí todos la espalda, por no decir otra cosa. Y yo pensé: "Pero mira qué obedientes. Igualito que mis hijas". Pero a saber lo que les dijo; a lo mejor algo así: "como asustéis a la cabra loca de la corredora os quedáis luego sin comer". Que no me creo yo que sea tan fácil, que no. Que entrenar es muy complicado, a uno mismo y a los demás. Y las recompensas motivan. Para mí es el saber que cuando sean mayores me agradecerán mi empecinamiento porque hablen español. Si no al tiempo. Y mientras tanto, todos los métodos valen, por muy sucios que sean.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Cosima Violet

Jolines, que no lo quería saber. Ayer estuve todo el día evitando la noticia del día: el nombre que le ha puesto Claudia Schiffer a su tercer hijo, una niña concretamente. Aparecía en las noticias breves en plan "desvelado el nombre del bebé de Claudia Schiffer" y ni abrí la noticia en varias ocasiones; pero ahora no vale, al abrir el periódico alemán, veo el nombre claramente: Cosima Violet. Y ante tal ocurrencia tan ocurrente me acuerdo de los Apple, Romeo, Brooklyn, Casper, Amadeus, y demás hijos de famosos. Si ya no tienes bastante con ser "hijo de", con un nombre así quedas marcado para toda tu vida. Te mencionan a Cosima Violet, y dices "anda, la hija de Claudia Schiffer".

Elegir nombre para tu vástago no es nada fácil. Más si encima vives entre varios países, y el nombre ha de ser pronunciable en los diferentes idiomas. Y nada más subjetivo además que un nombre. A mí en Alemania me han chocado siempre la cantidad de Sebastianes que hay, pronunciado Sebastian (con acento en la primera a), y yo siempre he dicho que eso es nombre de mayordomo en España; pero eso es James aquí, me aclararon rápido, por lo anglófonos que son. Y aquí están muy de moda nombres que a mí me suenan anticuados. En los últimos años ponerle a una niña Antonia, es lo más, pero es italiano, no español, me dicen, ah, vale, suena mejor si es italiano... A mí Antonia me suena a señora de 60 para arriba, con todos mis respetos. Pero a las Antonias se les suman las Chiaras, Carlas, Carlottas, o para chico Luca, de los veraneantes en la Toscana. Los que van de vacaciones a Francia, mon Dieu, les ponen a sus hijas Charlotte, Jacqueline o Henriette. Y los nombres de moda en los últimos años aquí son Felix, Leon (con acento en la e), Marie, Lena, y luego los que a mí me suenan rimbombantes y de la época de César lo menos: Maximilian, Benedikt, y luego los bíblicos, como Jonas (el de la ballena) o Noah (el del arca). Luego están los nombres de Pippi Calzaslargas, con Annika como nombre que a mí me pega sólo para una niña, pero no me imagino a una anciana diciendo que se llama Annika... pero llegará, algo así como si un anciano te dice que se llama Pocoyo. Luego hay las muchas Lilys, que me suena muy alemán, y echo de menos un nombre alemán que me encanta, Marlene, quizá demasiado poseído por aquella gran señora, y por eso poco común, como los nombres que caen en desgracia, como Adolf, que nadie se atrevió a poner tras la guerra, algo comprensible. Y unos cuantos todavía se atreven con nombres germanos de ópera de Wagner: Yolande, Solveig. Con un par... como se dice en España, pero le dan un carácter a la niña impresionante.

Pero no lo digamos muy alto los españoles, ya que es muy difícil explicarle a un alemán que tenemos nombres como Dolores, Inmaculada, Concepción, Purificación, Santos, ... mismo Ángel. Se parten al saber el significado. O que Paco viene de Francisco, Pepe de José, y Chema de José María. Ahí se les acaba la fantasía.

Para mí el criterio a la hora de elegir fue la pronunciación, que todos lo pudiesen decir: me pasé el embarazo diciendo que si fuese un niño le pondría Sven, Björn, Jörg, o cualquier nombre impronunciable en España, y aquí Jorge, Raúl (dirían "Gaúl") serían muy apropiados. O Julián, con nuestra jota y no como en inglés, como se pronuncia aquí.

Pero Cosima Violet lo puede decir todo el mundo. La verdad.

lunes, 24 de mayo de 2010

Fin de las vacaciones

Con el día de hoy, festivo en Alemania, se han acabado las vacaciones escolares de Pentecostés en Hamburgo, diez días en mi opinión superfluos que van desde el jueves de la Ascensión hasta el lunes de Pentecostés. Son esas vacaciones de mayo prescindibles, en mi opinión, por mucho que digan los acérrimos de la costa del Mar del Norte o del Mar Báltico que han ido a pasar frío estos días allí. Vacaciones de forro polar y de viento que atraviesa. Y a mí salvo por el madrugón diario, me alegra que se acaben. Ahora será la recta final hasta final de curso el 8 de julio.

Pero empieza a entrarme pavor ya. Esta tarde, entran los e-mails. "Atención, madres, el 24 de junio es el triatlón y necesitamos a voluntarias que lleven las bicicletas la tarde de antes con coches grandes o remolques, y las vayan a recoger al día siguiente. Además se necesitan acompañantes para esa misma mañana, que hay que animar y pasar una mañana maravillosa con nuestros hijos". ¿Pero no iban al colegio para hacerse personas independientes para el día de mañana y dejar de ver a sus madres aunque sea sólo de ocho a una?

Luego hemos tenido el entretenimiento emotivo de las vacaciones, con estas cosas que a mí no me conmueven nada. Ya mandaron hace dos meses papelitos a rellenar por los niños de cuarto, por motivo de su cambio de colegio el curso que viene, y yo lo he pospuesto hasta el final del plazo: entrega mañana. Como se despiden y cada uno coge un camino distinto, tenían que rellenar tres hojitas, una con todo tipo de información tipo "La señorita se ponía contenta cuando yo ...." " La señorita se enfadaba cuando yo ...", (y esto para dos profesoras) "Mi lugar favorito en el colegio es ...", "Mi mejor experiencia", "Mi peor experiencia". Luego en otra hoja tenían que escribir una redacción con alguna experiencia maravillosa, se supone, y en otra hacer un dibujo. Todo esto, había que fotocopiarlo en color, 30 ejemplares de cada hoja, por lo que a mí el otro día se me cortó el hipo por el precio de 90 fotocopias en color para algo que luego dejarán tirado por ahí y ni harán ni caso. Pero se trata de la alegría y las lágrimas de sentimentalismo de las madres que han organizado el "comité de la despedida", como lo llaman. Y lo contenta que estoy yo de despedirme de algunas, aunque sé que en el nuevo colegio habrá ejemplares organizadores parecidos. Pero lo mejor fue que mi hija, salvo información como dirección o e-mail ha dejado muchas cosas sin responder: "Si digo que la señorita se ponía contenta cuando sacaba buenas notas es ser una creída", y tampoco parece que haya tenido malas experiencias. Así que acabó rápido. Asunto liquidado.

Siguiente tomadura de pelo: la semana de excursiones de la clase de primero, la de la otra. La clase realizará en junio una semana de excursiones diarias, sin quedarse a dormir, de ocho a tres todos los días. Necesitan madres acompañantes, claro. En este país muchos profesores delegan responsabilidad en cuanto pueden. En un momento de debilidad ofrecí acompañar el primer día, no por las profesoras, no por el colegio, no por las otras madres, no por los otros niños... sino por mi hija, que ya me ha dicho montones de veces: "Mamá, tú nunca vienes, ni a sacar juguetes en los recreos, ni a leer con nosotros, ni a repartir leche, ni a nada...". Y esta vez decidí darle una alegría, aunque me amargue la mañana. Pues ya me amargaron el día por anticipado: un e-mail de la profesora anunciaba que las madres acompañantes tienen que pagar los 13,70 € por el viaje y comida del día. Si no fuera porque mi hija ya cuenta con que vaya con ella, decía que no iba, pero estoy a punto de organizar una trifulca en el colegio, con la directora directamente, y decir que el sistema es vergonzoso, que aunque puedo pagar los 13,70 € me parece denigrante que además de sacrificar mi tiempo, encima tenga que pagar. Y lo que yo no sabía y que me dijo otra madre que pringa en muchas ocasiones y que me envidia por escaquearme siempre: si a algún niño le pasa algo estando yo al cargo de él, encima me la cargo yo, no estoy asegurada.

Genial genial, la vuelta al cole. Que no nos pase nada. Son sólo seis semanas, y lo que nos van a cundir.

domingo, 23 de mayo de 2010

El secreto de la vida perfecta

Reuniones de españoles y reuniones de alemanes, en familia, o con amigos, en cuanto a los temas son muy distintas. Los españoles cuentan de enfermedades, de catástrofes, que si el infarto de fulanito, el tumor de menganita, la pérdida de empleo de éste o el otro, y puedes pasarte horas oyendo historias truculentas. Te enumeran tragedias y batallas de gente a la que a lo mejor ni conoces, y si la conoces, no te ahorran detalles, y se te pone hasta mal cuerpo. Y los alemanes son lo contrario: incluso en familia es muy normal que la respuesta sea siempre que todo va fenomenal, y que oigas la cucharilla en la taza de café a cada movimiento, y la sonrisa sea siempre la misma, si están bien o mal, si tienen problemas o no. O digamos, como yo he acabado por pensar, que "nunca" los tienen, ni nadie de los suyos; sus vidas son perfectas, no sólo de puertas afuera, pues yo creo que se lo acaban de creer y todo. Cuesta muchísimo que alguien se te sincere, y sólo si eres amigo de verdad conseguirás algún brote de confianza, y eso tras mucho tiempo a veces. No se habla de política, o lo mínimo, no se habla de dinero (eso es peor aún). Ni de tus amigos o familiares sabes a quién votan en muchos casos, o dentro de la familia no se habla de detalles personales. Hoy nos reíamos mi amiga española y yo, pues mi amiga decía que podríamos poner a mi madre a dar clases a las alemanas con las que nosotras tratamos y que a todo responden que todo va "bestens", de maravilla.

No se trata de contar tus miserias o asuntos personales con todo con lujo de detalles a todo el mundo, pero a esa misma gente que no te cuenta nada a ti, le encanta saber detalles de tu vida, "eso sí, tú cuenta, pero yo no... mi vida no podría ir mejor; no como la tuya". Con los años me he vuelto cada vez más reservada en reuniones familiares o con amigos en Alemania, pero curiosamente no sé si como española llevas en la cara tu estado de ánimo, pues yo no consigo poner la misma cara siempre, cuando estoy contenta o estoy triste. Y mira que practico desde hace años. Y te puede pasar lo que me contaron de una chica a la que conozco, que en su clase de español, al preguntarle ella a los alumnos que qué habían hecho ese día (para practicar, pues regla número uno del profesor de español en Alemania: no se cotillea), una le saltó "bueno, mi marido se ha muerto hoy", y allí estaba en clase, porque "había que distraerse", y lo contó con la misma cara como si hubiera contado que se había ido al supermercado. Todo un arte: o no contar nada, o si lo haces, no demostrar ningún tipo de sentimiento.

sábado, 22 de mayo de 2010

Tiempo de silencio

Esto no es en Alemania la novela de Luis Martín-Santos, sino algo que determina nuestra vida diaria. El 'tiempo de silencio', o el llamado Ruhezeit, te dice cuándo puedes hacer ruido o no, o lo que es mejor, cuándo tus actividades rutinarias se convierten en algo delictivo. Por ejemplo, entre la una y las tres de la tarde es Ruhezeit, y no puedes cortar el césped, no puedes taladrar en tu casa, poner la lavadora, o hacer nada que pueda molestar a tu vecino en cuanto a contaminación acústica. El asunto es el siguiente: todo el mundo conoce estas reglas sagradas, como que entre la una y las tres de la tarde hay que respetar el silencio, que a partir de las ocho de la tarde también, y que los domingos debe predominar el silencio todo el día. Si encima vives de alquiler en una comunidad de vecinos, en tu contrato de alquiler podría incluso ser que las normas sean más restrictivas que las conocidas por todos, y como no te lo leas bien y te saltes alguna, vas listo.

Según estas regulaciones que existen en Alemania, los domingos está prohibido todo ruido que salga de tu casa y que oiga cualquiera que no vive en ella; o sea que nada de taladrar, pasar la segadora, poner la música alta, poner música en tu terracita. Y de lunes a sábado es como sigue: a partir de las 7 de la mañana, puedes hacer lo que te dé la gana. Es la hora del libertinaje en Alemania, y en un país de madrugadores, equivale a las once en otros, y por supuesto que no tiene nada que ver con un domingo al mediodía, faltaría más. Puedo entonces a las siete de la mañana pasar la aspiradora, poner la lavadora y la secadora a la vez, cortar el césped, taladrar, y mi vecino no puede alterarse, que le den morcillas si está durmiendo, mismo un sábado. Eso mismo hecho a la una de la tarde, le da derecho a recriminarme, pero a las siete de la mañana no puede. Atención, cuidado con ducharse en pisos a las diez de la noche. Podrían echarte la bronca también. A las tres de la tarde, puedo poner la música a todo meter otra vez, y todo lo otro, claro. A partir de la noche el ruido se reduce otra vez al interior de las casas, y cuidadín, a partir de las diez de la noche, los vecinos no pueden oír ni tu tele ni nada de ruido de tu hogar.

Si cuento todo esto hoy, es porque no me puedo creer que se me haya pasado hasta ahora contar sobre una de las normas más normativas que tenemos los ciudadanos en Alemania, los Ruhezeiten, o 'tiempos de silencio' que acatamos sin rechistar, y porque hoy sábado no hemos oído más que máquinas cortacésped en kilómetros a la redonda. ¿Por qué? Porque mañana es domingo y no se pueden utilizar, y el lunes es fiesta, Pentecostés, y tampoco. Eso hace que comprimamos el ruido y que haya sido constante durante todo el día de hoy, salvo de una a tres, claro, tras el cual disfrutaremos del silencio absoluto dos días seguidos. Cuando estoy en España me río por lo contrario: hay que aguantar todo, y que les dijeran algo a los vecinos que a las doce de la noche tienen la tele puesta a todo meter, o la música, o todo tipo de aparatos, o que vociferan a las tantas. Pero los silencios alemanes tienen su precio: aplican también a los niños, que de una a tres no pueden jugar en las zonas comunes de las comunidades de vecinos, o implica que tengan que cerrar guarderías por quejas de vecinos por el ruido de los niños. La tolerancia es nula.

Por supuesto que me parece agradable que haya un consenso y respeto hacia los demás, pero he vivido situaciones en las que me pregunto si por envenenarte te encuentras mejor. Pero así funciona este país, los ciudadanos acatan las normas, y entre ellos se ocupan de que como ellos las acatan, que las acates tú también, y si no ellos te recordarán que te saltas la norma, pues para eso están ... las normas y los vecinos, por supuesto.

viernes, 21 de mayo de 2010

Ya han llegado

Cuando veo como viajan mis padres pienso en el estraperlo; traer todo lo que traen es legal hoy día, por suerte, pero en cuanto abren la maleta según llegan a Alemania sale de todo y yo pienso en los contrabandistas: café y mucho (hasta Nescafé descafeinado "porque es mucho más caro aquí, faltaría más"), latas de conservas, jamón serrano, lomo, queso, chorizos, todo lo que se necesita para un buen cocido (puntas de jamón, panceta), condimentos para paella, y hasta un ajo, ("por si acaso"), ah, y garbanzos, lentejas, judías pintas e incluso pan rallado por mi madre misma. Por si fuera poco, todavía en el "tutti frutti", el Duty Free, según lo llamó mi madre ayer, compraron aceitunas, dulce de membrillo y una botella de vino (que me disculpen si me olvido de algo) . Y así llevan años, llegando con las maletas llenas para la pobre hija exiliada en un país donde no hay nada de comer, o así me siento cuando llegan. "Y porque no cabía más en la maleta", dijeron, ... lo sé, lo sé.

Mis padres empezaron a viajar al extranjero por motivos obvios, y desde entonces son la envidia de todo hogar del pensionista o grupo de gimnasia que frecuentan: "Ah, ¿ya os vais otra vez?". Y a sus montones de visitas a Hamburgo, se suman unas cuantas a Bruselas, y sin saber idiomas. Les ha pasado de todo: desde perderse en el metro alguna vez por meterse en dirección contraria, a alguna cajera del supermercado que les deja "por imposibles", como ellos dicen, tras intentar ella decirles algo y ellos no entender nada. Pero yo a veces me sorprendo: salen de paseo y vuelven con la compra hecha del mercado, donde hay que pedir las cosas "hablando", y mi padre se hizo amiguete de un pescadero italiano en mi antiguo barrio de Hamburgo, e incluso del dueño (alemán) de la pescadería, y desde que vivo en este barrio, le veo "hablar" con mi vecino de enfrente: mi padre habla sólo español y el vecino habla sólo alemán. Y lo bien que se caen. Mi vecino se puso muy contento hace poco cuando le anuncié que venían.

Y la casa tiembla cuando llegan, pues nada vuelve a ser como era antes: se cosen todos los descosidos, botones, y remiendos, se taladra todo lo que sea necesario, se limpia más allá de lo que ve la suegra, se arrancan hierbajos, pues si fuera por mí el jardín se volvería salvaje. Y mis amigas españolas de aquí se sorprenden de que vengan cuando es necesario, pues sus padres o no vinieron nunca porque les daba cosa salir de España o casi nunca. Y los alemanes me dicen que ellos no soportarían que sus padres estuviesen tres semanas en su casa; y dos meses que hemos hecho alguna vez, cuando nacieron mis hijas. Ah, se me olvidaba el viaje en autocar de Madrid a Hamburgo que hicieron hace diez años, cuando nació mi hija mayor, y todo por traer un jamón. Lo que no hagan los padres por los hijos.

Y lo que me río por los comentarios que hacen de lo que ven por aquí. Tras el primer paseo hamburgués de la temporada, mi padre, que ha pasado por una funeraria, ha venido antes describiendo la corona de flores que había encima de un ataúd: "así da gusto morirse, qué flores tan bonitas". Me parto.

jueves, 20 de mayo de 2010

Effi Briest

Habrá dado para montones de estudios en universidades e institutos. Se habrá analizado toda la simbología de la obra: el columpio, la fuente, los árboles del jardín, el chino. En realidad, se trata de una de esas obras que, como clásico, da para varias lecturas, dos por lo menos: una para conocer la trama, y otra, lápiz en mano, para establecer toda las conexiones a través de los símbolos a lo largo de la obra, las premoniciones y la proyección hacia el pasado no explícito. Porque si de algo vive esta obra es de lo no dicho. En tiempos en los que la literatura que más vende es donde pasa mucho en pocas páginas, donde se describen con todo lujo de detalles escenas violentas, de sexo, de pasiones, de odios, en Effi Briest se trabaja sobre las descripciones del momento, sobre los estados de ánimo, sobre los pensamientos de los personajes, sobre ese parangón con los símbolos de la novela. Obra del realismo literario, estilo que supuso una ruptura con el romanticismo, que en Alemania dio mucho juego en la literatura al igual que en otras artes, el realismo de Theodor Fontane supone una forma muy moderna de hacer novela, con alusiones, por ocultar información, por no decir lo que uno espera que se cuente, por jugar con la psicología de los personajes hasta tal punto que el lector piensa si se lo habrá imaginado, o sobreleído, o leído de verdad. Yo me perdí en varias ocasiones.

Como observadora con lupa del lenguaje, y fascinándome el alemán tantísimo, la primera página me parece antológica, y la leí como análisis de esas frases nominales que tanto me gustan en alemán. Lo de describir el jardín de la casa en plan "aquí empiezo, meto montón de paja en medio, y luego viene lo importante" me dejó anonadada, y ya por eso pensé que con esa página la obra merece estar entre los clásicos alemanes, y no porque lo dijera después Thomas Mann, que dijo que si tuviera que elegir 6 libros, Effi Briest estaría entre ellos. Y en esa primera página están todos los símbolos del jardín de Hohen-Cremmen, la casa de los padres de Effi Briest, de la que ésta parte con tan sólo 17 años a ese matrimonio tan conveniente para la familia Briest. Innstetten es el buen partido con renombre, puesto importante y casa en Kessin, en plena provincia en Hinterpommern, la Pomerania que hoy día es parte de Polonia, y que al igual que el Vorpommern alemán de hoy día, seguirá siendo tan tranquilo como describe el libro, además de lleno de lagos y cercano a la costa y Berlín, la gran ciudad, que Effi tanto anhela. Y Effi se aburre en ese mundo tan burgués y prusiano, y añora su hogar, y se entretiene como puede gracias a algunos personajes de Kessin. Y aparece Campras. Durante la lectura del libro fui pensando, porque sabía lo que todo el mundo sabe que ha oído hablar de Effi Briest aunque no lo haya leído, que qué bien tantas idas y venidas y un ritmo tan pausado, como me gusta a mí en los libros y me esperaba que en las últimas páginas se liara de sopetón con Campras y tras el duelo con el marido, ella muriera de pena. Pero Fontane es mucho más sutil: no hay engaño abierto, todo se supone, y en realidad, cuando se descubre, ya debería dar igual. Pero se trata de reestablecer el honor, del que en realidad nadie supo siquiera que estuviera mancillado durante años. Convenciones, presiones sociales. Hasta los padres le mandan a Effi una carta negándole todo tipo de apoyo, y ella pasa años en soledad, cumpliendo el castigo. Pero al final, vuelve a casa de sus padres, y todos los símbolos de la primera página le acompañan en su muerte. La última frase del libro es el "weites Feld", el 'campo amplio' del que habla el padre cuando no sabe qué decir. Y sinceramente, no lo es, pues al final ganan las convenciones, y antes de morir Effi absuelve al marido y dice entender su reacción. Pues no. No estoy de acuerdo, en eso no. Pero no podía ser de otra manera, pues el ritmo, y los dictámenes de la sociedad, duran hasta el final. Sorprendente.

lunes, 17 de mayo de 2010

Mi primera vez

Está bien eso de tener 40 (vale, casi 41) años, y atreverse con todo. En mi temporada de probar todo lo que no conocía y que antes decía que no haría jamás, me he topado con correr (y ya lo hago en plan salvaje, casi), un blog, las redes sociales... y ahora le ha tocado a la sauna. Parecerá poca cosa, pero para alguien como yo que lleva muchos años resistiéndose a entrar en una, es toda una revolución. Que se lo digan a un amigo mío que lleva siglos queriéndome meter en una y yo siempre me río y doy largas, y todo por un motivo: que son mixtas aquí en Alemania. Nunca me he planteado si la sauna es buena o mala para la salud, si es un placer o no, o que sirva para aumentar las defensas; no discuto nada y me lo creo todo, pero eso no es para mí lo importante sino el hecho de que son mixtas y que estás desnuda con cantidad de gente a la que no conoces, y lo peor aún, con gente a la que conoces. Y ese es el motivo número uno para decir que no.

Pero este fin de semana he estado en una, por primera vez en mi vida. Me costó entrar, pues ya veía a la gente como Dios los trajo al mundo en los alrededores de la sauna, es decir, fuera. En Alemania la gente crece sin complejos para desnudarse delante de quien sea y donde sea. Fue entrar en la zona de piscina y sauna, y ver a todos caminando desnudos, y me entró malestar, yo en bañador, claro. Y mi hija pequeña señalando: "mamá, mira, a esa señora le llega el pecho por aquí"... "mamá, mira, en esa piscinita se meten todos con el culo al aire". Y yo "niña, no se señala..."

Y sin pensármelo, me dije: "ésta es la mía hoy". Me metí en esa sauna donde estaban unos cuantos desconocidos. Creo que se me notaba que era primeriza, pues la toalla me la quité al ir a sentarme en el banco y no entré con ella en la mano, como entran los veteranos (o no vergonzosos, o digamos, alemanes). Y bueno, luego estás allí sentadita, y no sabes dónde mirar. A mí que no me digan que nadie mira a nadie, porque no me lo creo. Estaban los tumbados, sobre la toalla, y los sentaditos sobre la toalla como yo (nada de taparse, que no se hace), yo con las piernas cruzadas, claro, no como otros... Para los primerizos parece que con cinco minutos da, pero aguanté doce, hasta que llegó ese momento del que hablan todos en el que te rompe el sudor y no puedes más y te tienes que salir. Me gustó el calorcito. Con el frío que paso durante todo el año en este país tan frío es un placer meterse en un sitio tan calentito, y eso que tardé en entrar en calor. Pero estando allí dentro ya pensaba que ésa es mi temperatura, que qué placer, que antes muero en una sauna que esquiando. Y me encantó, lo reconozco, y retiro todo lo dicho de que no es para mí. Sí lo es y volveré, me ha picado el gusanillo, pero como con todo lo que hago soy yo la que dice cuándo, cómo, dónde y con quién me meto, y desde luego que no con conocidos...

domingo, 16 de mayo de 2010

La Alemania de los cuentos

La ruta de los cuentos alemana, la deutsche Märchenstraße, es de lo más turístico y pintoresco que tiene este país. La zona donde vivieron y trabajaron los hermanos Grimm ha sido adaptada para el turismo de acuerdo a los cuentos que recopilaron y que tenían lugar en algunas de las ciudades y pueblos que se agrupan a lo largo de esa ruta inventada por Turismo. Pero es un reclamo excelente, a lo largo de los 600 km que tiene. Imposible visitar todo, y de eso no se trata, y como ya conocía un par de sitios, este fin de semana han sido otros. Pero lo que más me ha impresionado estos dos días ha sido el paisaje tan bonito, los bosques a los lados del valle del Weser, los campos de colza (sí, la colza es algo positivo si se usa bien), el paisaje ondulado y con pueblecitos a sus lados llenos de casitas con los entramados de madera. Parecían las maquetas de trenes que tanta gente tiene aquí, y con tanto bosque me imaginaba a Caperucita con su cestita, o el castillo de la bella durmiente lo parecía... si no fuera porque no se podía visitar y estaba lleno de andamios. Hasta los cuentos sufren deterioros.

En contra de lo que yo pensaba, los hermanos Grimm no se inventaron esos cuentos. Lo que hicieron fue recopilarlos, al darse cuenta de que se perderían una vez muertas las personas que los contaban. Se dejaban contar por las mujeres en los mercados las historias de los pueblos de la zona, y los elaboraban y les daban su toque particular. Y que estos cuentos sean más que archiconocidos en el mundo entero, es gracias a su labor (o a Disney, vale), por ejemplo Blancanieves, Caperucita, Hänsel y Gretel, o Juan sin Miedo, el que a mí más me gusta, ese muchacho que se va por el mundo para saber lo que es el miedo y al que le pasan todo tipo de cosas como para asustar a cualquiera, y tras las que él exclama siempre: "ay, si al menos tuviera miedo", para al final de la historia sólo asustarse cuando su mujer, cansada de tanta queja porque no supiera lo que es el miedo, le echa un jarro de agua fría que por fin le hace asustarse. Hace muchos años, cuando leí éste y otros cuentos me sorprendió que la recopilación se llame "Kinder- und Hausmärchen", "Cuentos para niños y para el hogar", lo que quiere decir que muchos son para adultos, como en realidad son. Era la época sin televisión, y donde las familias leían estos cuentos al calor de la lumbre.

Yo le agradezco a Jakob Grimm, sobre todo, que fuera el fundador de lo que se llama aquí Germanistik, los 'estudios germanos', es decir, la filología alemana. Además de cuentos hicieron diccionarios y formularon leyes lingüísticas que han explicado mucho de la etimología del alemán. Vivieron siempre juntos los dos hermanos, y parece que no hacían otra cosa que estudiar y escribir. La zona parece dar mucho erudito, con Göttingen como ciudad universitaria de la que han salido 44 premios Nobel para la ciencia.

De lo mejor de la ruta es Hamelín, que existe y que vive de la leyenda de ese flautista que se llevó las ratas de la ciudad, y después a los niños, en venganza porque no le pagaron el encargo. Bonita ciudad, que no recordaba tanto, a pesar de haber estado hace mucho. Hasta el McDonald's es bonito, tan integrado en las casitas típicas.

Es la Alemania de los cuentos, salvo el clima. Viajar en el mes de mayo a 6° C y lluvia parece sacado de un cuento de terror por el frío que he pasado. Érase una vez un mes de mayo que está siendo el más frío de los habidos y por haber, en el que la primavera ha desaparecido sin dejar rastro salvo bosques en flor por los que pasea Caperucita, campos de colza amarillos como debería ser el sol, y turistas congelados preguntándose, "¿por qué no me habré ido a Cancún?".

viernes, 14 de mayo de 2010

Un año

Scheherezade tendría hoy día un blog. Le contaría al sultán sus cuentos por escrito, y le dejaría pendiente de un hilo cada amanecer para evitar que cada día hiciese matar a sus esposas, pues ya llevaba 3.000 a su cuenta. A veces me siento como Scheherezade, no por prevenir catástrofes, sino por contar y contar y quedarme yo pendiente del hilo que existe en mis narraciones. Parecerán a veces capítulos independientes del resto, pero yo creo, o así lo siento, que hay un hilo que los une a todos, suspendido entre ellos y por el que me balanceo de uno a otro y un día tras otro, como sobre la cuerda floja del título. Ya llevo un año narrando, y este blog celebra hoy su primer cumpleaños. No habrá velas, pero sí una carrerita por mi bosque, otra de mis formas de reinventarme, con eso de que la mente y el cuerpo necesitan estar equilibrados, mi adaptación de la frase que un lumbreras se inventó para la humanidad.

Serán más de 1001 noches y días los que siga narrando, porque tiene sentido. Lo tiene por estar más cerca que nunca de mucha gente, y lo que al comienzo me daba miedo, dar demasiado de mí en esto, se ha convertido en mi salvación. Escribir es maravilloso. Para los que pasamos muchas horas solos, como yo, es una forma de comunicarte contigo mismo, de mirarte en lo más hondo, y si eres capaz de expresar lo que llevas dentro, y encima entretener a los demás con ello, la satisfacción es absoluta. Me encanta cuando me escriben mis lectores para comentarme cosas, en el blog o en privado, y lo que más me gusta es cuando me dicen que se han reído mucho al leer esto o lo otro. Aseguro que hasta yo me río a carcajadas cuando escribo ciertas cosas, y este teclado es testigo de risas y lágrimas, como ahora, que me emociono al pensar en ciertas cosas. Los que me conocen saben que soy de lágrima fácil. No sé si será una debilidad o una virtud pero, como siempre tengo la sensación de que otros saben expresarse mejor que yo, cito algo que leí no hace tanto escrito por Maruja Torres en un artículo en el que me vi reflejada: si bien antes con las cartas escritas a mano se veían en las tachaduras, en la letra o borrones por las lágrimas el "continente" y no sólo el contenido, hoy día, en un e-mail y a través del teclado "Seguimos vertiendo lágrimas. Los de ahora no hemos renunciado al dolor, que es lo verdaderamente serio de nuestras vidas. Sólo que, fijaos, cuando lloramos al escribir un e-mail, apenas nos damos cuenta nosotros mismos. Y eso sucede cuando la señal del ratón no obedece a nuestro dedo, porque las lágrimas lo han convertido en una superficie resbaladiza. Entonces lo secamos con la manga, y luego, sólo luego, nos secamos el llanto." Y lo mismo aplica a este blog.

No es que me importen las cifras, pero añado que ayer alcancé las 5.000 descargas (o lecturas), y para un añito de blog pienso que no está mal. Gracias a todos, conocidos y desconocidos, por leerme, y por estar ahí. Gracias a la persona que me sugirió meterme en esto, que sabía lo que hacía.

Y las últimas impresiones...

... a las que sólo añado los comentarios de una niña de casi 7 años:
- "Mamá, ¿por qué han sacado ya tres veces en la tele que han ganado ésos?, ya nos hemos enterado."
- "Mamá, ¿por qué se quita ése la camiseta cuando marca un gol?, y ya lo he visto esta mañana también." Y yo: "Porque puede permitírselo, hijita", por no decir algo más fuerte ...
- "Mamá, y de todos los jugadores, ¿quién se lleva la copa a su casa? Se van a pelear". (Difícil explicarle que esa copa es de todos, pero lo es).

jueves, 13 de mayo de 2010

Crónica de un triunfo

El que espere una crónica deportiva o un análisis del juego, que se dirija a los diarios deportivos o a los que entiendan de fútbol. Ésa no soy yo. Yo viví el partido de anoche con otras sensaciones: la de mi primer partido de fútbol en un estadio en Hamburgo (y el segundo de mi vida), encima una final de la Liga Europa, con el Atleti, y miles de madrileños y gente de toda España, siendo madrileña, y viviendo en Hamburgo. Todo muy raro. Además en zona VIP, que admito que no es lo mío, con canapés y comida que no pude digerir por los nervios, pues aunque me pude poner hasta arriba, y gratis, no lo hice. La primera cerveza me la bebí de un trago, la segunda de dos. Eso sí, el dolor de cabeza que se me puso antes del partido, se me quitó nada más empezar y beberme esa primera cerveza. Y la salchicha al curry me la zampé en un minuto, en el descanso. El trozo de pastel de chocolate en la primera parte de la prórroga, y justo cuando cogí un helado que pasaban en una bandeja al final de la segunda parte de la prórroga en plan "cómanselos que si no van a sobrar", al coger yo ese Mini Magnum de chocolate blanco, fue cuando Forlán metió el gol que dio la victoria al Atleti. La pareja de alemanes que estaban detrás de mí, y que habían estado diciendo todo el rato "come on Fulham", repitiendo lo que decían los ingleses, me dijeron que fue el helado, que lo tenía que haber cogido antes ("sí, haceros los simpáticos ahora", pensé). Y con el helado en la mano y sin abrirlo, grite "goooooooooool" como los miles de atléticos que había en el estadio. Qué sufrimiento, pero mereció la pena. Y el helado me lo comí en dos segundos.

Fotos tengo como para hacer un reportaje fotográfico para el Marca lo menos, si no fuera porque muchas están borrosas (por lo que se mueven los jugadores, vale, excusas), o lejanas, pero las hay muy buenas, y pondré aquí algunas. Me queda como recuerdo una noche estupenda, en la que lamenté haber ido en coche al estadio y no en metro, donde había más ambientillo que en el atasco que me chupé tras dar mi clase, y llegar con malos nervios, y perderme los primeros minutos del partido y cogerme un cabreo soberano. Pero el "roce" con los atléticos, a los que sólo hablé en los aledaños del estadio y a la salida, en el autobús hasta el sitio lejano donde estaba aparcado mi coche, me reí un montón. "Ah, tú eres la de madrileños en Hamburgo, te vi el otro día y trabajas en Airbus", y yo "Sí, esa misma". Curioso lo que está haciendo ese programa para darnos a conocer a los emigrantes, qué famosos somos sin darnos cuenta. Y el cachondo del autobús me preguntó: "Y ahora la pregunta final: ¿Y a Madrid cuando te vuelves?", y me despidió con un "Nos vemos en Madrid". Y yo: "venga". De tele.

La verdad es que todo esto mejoró mucho la imagen de lo primero que vi de los fans, que fueron filas y filas de atléticos orinando en dirección pared del túnel por el que se pasa antes de llegar al estadio, o regando los setos de alrededor del estadio, todo visibles. Eso no lo hacen los hombres alemanes, lo siento, que son más pudorosos. Y yo pensando: "Dios, qué imagen damos".

Y como la zona donde yo estaba situada, estaba más cerca de los fans del Fulham, casi me aprendí sus cancioncillas, como el famoso "come on Fulham, come on Fulham, come on Fulham", que repiten como si estuvieran rezando un rosario, con soniquete y todo. Y una canción que a mí me sonaba a "Qué será y será, y será" y que prefiero no buscar por ningún lado en internet porque seguro que la encuentro para constatar que no tengo ni idea de inglés. Pero tengo que decir que qué majos son estos ingleses del Fulham. Se veía a gente sencilla, como los fans del Atleti. A la salida del campo, y al ir hablando yo con otro madrileño que me volvió a decir: "Anda, tú eres una como las del programa de 'Madrileños por el mundo'" (y dale), vino un inglés hacia nosotros y nos dio la mano diciendo: "Congratulations". Y como yo en el fondo tengo buen corazón, me dio pena que no pudieran ganar también, pero claro, puestos a elegir, tenía que ganar el Atleti. Durante todo el partido no se me iba de la mente la posibilidad de que todos acabáramos llorando. Y la amenaza de los penaltis me hizo coger ese helado que le trajo la gloria al Atleti.

Así que me ofrezco como mascota para ir a todas las finales del Atleti a donde sea, pues de ceniza (y no digo la volcánica) nada. Y como la vida es un blog, al acabar el partido fui al baño (no por eso, claro...). Por cierto, qué guay ser mujer en un estadio de fútbol; por fin un baño sin colas en el baño de señoras). Pues salgo del baño ¿y a quién me encuentro lavándose las manos cuando yo iba a hacer lo mismo??? Pues a la Presidenta de la Comunidad de Madrid. Eso me pasa por estar en zona VIP. En mi aturullamiento mental sólo acerté a decirle "Hallo", en alemán, para luego disculparme diciendo que su presencia me hizo olvidarme de que sé español. Y me puse a hablar con ella, y hasta tengo ahora en mi cámara recuerdos para la posteridad, que no colgaré aquí, primero para no dar falsas esperanzas de voto, y segundo, porque a mí estas cosas del famoseo se me dan muy mal. Porque cuando mejor me sentí fue cuando iba caminando por el túnel ese otra vez, y esta vez sin hombres "mirando a la pared", y con los Atléticos cantando todos sus himnos y con la gente del Fulham, tan digna y sonriente a pesar de todo. Qué noche, y qué día hoy, qué cansancio y resaca. En realidad hoy no tengo tiempo para blog, pues la visita que viene luego a una barbacoa, ejem, a 10°C (eso pasa por planificar a la alemana, tres semanas antes, pero es que es Christihimmelfahrt, 'el viaje de Cristo al cielo', es decir, la Ascensión, eso para que no digan que no es transparente el alemán, y eso lo celebran los padres, pues hoy es su día, no ascendiendo a los cielos, ya les gustaría, ya, sino tirando de un carrito por el campo con cervezas y salchichas, y esta barbacoa la organicé yo con mi amiga corredora, para que los maridos se emborrachen y nosotras podamos hablar, pues de eso se trata), así que mis obligaciones como madre en un día de fiesta y entre cacerolas no me permiten escaquearme como me gustaría, con lo cual publico mi crónica tal cual me ha salido, de carrerilla. Que para eso mañana cumple un año este blog, y creo que ya no soy bloguera novel. Que celebren bien todos los atléticos. No me puedo creer que hayan esperado tantos años para venir a Hamburgo...

¡Campeones!!

Para los que madruguen mañana, o mejor dicho, hoy, como anticipo unas fotos. En Alemania es fiesta, y siendo ya las tres de la mañana yo prometo NO madrugar. Así que escribiré mi informe en este blog sin prisa...

Ha sido toda una experiencia, y por suerte la cámara y las 388 fotos que he tirado han evitado que me coma las pocas uñas que me quedan. Menudos nervios. Una noche para recordar siempre. Enhorabuena a todos los atléticos, y hoy yo también me siento atlética. Todavía escribo esto con la bufanda puesta. Forza Atleti.

miércoles, 12 de mayo de 2010

¡Aupa Atleti!

Ayer pensaba que era una lástima no ir al estadio. Mientras corría por mi bosque solitario, pensaba que a ver qué organizaba yo para ver a algún atlético por Hamburgo, pues en este barrio, ni de casualidad. Vivo a la otra punta del estadio del Hamburgo, lo que en esta ciudad tan extensa significa 17 km entremedias. Hasta pensaba irme hoy por la mañana por el centro de la ciudad, a la caza del ambientillo, cámara en mano.

También pensaba que igual de pena me da que al final no haya venido NINGÚN forofo del Atleti a mi casa, yo que hubiera puesto una carpa en mi jardín para dar cobijo a todos los que vinieran, y eso a 3° ó 4° C por la noche y con la que está cayendo... Pero los atléticos están acostumbrados a sufrir, así que se lo tomarían con filosofía.

Pero vienen a ganar, y deseo que lo hagan. Mi parentela en España da para todo: para madridistas, atléticos, culés, e incluso alguno del Getafe. Ayer dos primas mías cuyos maridos son atléticos hasta la médula me decían que ellos se habían planteado venir con los críos, pero que el viaje era demasiado caro. El dinero al final, qué lata. Y yo les decía que al salir de dar clase me vendría para casa a verlo en la tele, y mi prima, la de los forofísimos, decía "AUPA ATLETI".

Pues hay cambio de planes. Lo veré en el estadio, como quien no quiere la cosa, y gratis, y con todos los atleticos que estén hoy aquí. Eso me pasa por ser madrileña en Hamburgo, como el programa de la tele. A alguien de la empresa de mi marido se le iluminó la mente: "¿No era tu mujer madrileña?" Así que me meten en un grupito de negocios, para darle color a la cosa. A ver dónde apaño yo ahora una bufanda o algo rojiblanco. Espero que vendan algo a la puerta. Y espero que el volcancito, aaaaaay, el volcán islandés, deje venir a los fans. Y espero que mis acompañantes estirados, a los que en realidad el Atleti y el Fulham les importan bien poco (las entradas las compraron las empresas pensando que el Hamburgo llegaría a la final... y casi lo consiguen, pero ay, el Fulham), me dejen gritar. Pero si insulto, como lo haré en español no pasará nada. Es lo bueno de saber idiomas.

Me hace una ilusión tremenda. Yo no soy de ningún equipo, pero el Atleti es como el equipo del barrio, pues he crecido viendo ese estadio. Nunca he visto ningún partido de fútbol en el estadio del Hamburgo, y creo que mejor imposible: la final de la Europa League. Si hubiera sido contra el Hamburgo, hubiera sido un partido redondo, pero ya lo es, y espero que el Atleti gane, porque tienen esa afición tan estupenda, y porque son de mi ciudad, jolines.

martes, 11 de mayo de 2010

Se sacó el carné

Mi hija ya tiene carné de conducir ... bicis, claro. Aquí en Alemania a los niños les examinan en cuarto de primaria para comprobar si lo que saben hacer ya desde los 3 ó 4 años lo hacen bien o de manera adecuada para participar en el tráfico normal, aunque ya lo lleven haciendo un tiempo. Les hacen un examen teórico y uno práctico. El teórico lo hizo hace dos meses, y el práctico ayer. El policía del barrio les lleva dando clases de seguridad vial desde hace casi dos años, una vez al mes. Y como muchos niños llevan yendo lo menos dos años en bici al cole, digamos que durante mucho tiempo conducen sin carné, y esto hay que formalizarlo, claro, que es ilegal. También me contó alguien hace poco que también hay carnés para "conducir perros", Hundeführerscheine, es decir, para llevarlos por el bosque sueltos, sin correa, y que si alguien te recrimina por ello puedas decir: "Oiga, que tengo el carné". Pero esto será otro blog, que me distraigo.

Volviendo al carné de bici, lo mejor fue la información para los padres sobre el examen en forma de papelito amenazante, tipo "el examen tendrá lugar sí o sí, incluso con lluvia, y de no haber madres que vengan a ayudar no lo podremos hacer". Como yo no sé montar en bici, me escaqueé (una vez más) pero esta vez en pleno convencimiento de que no pintaba nada en tal importante tarea matutina. Al comentárselo a una madre superentregada al cole, ésta me dijo que no hacía falta, que era para poner los chirimbolos para hacer los recorridos, etc. A tal sabia respuesta, di esta vez la callada por respuesta. A mí no me toman el pelo.

Y el examen se hizo ayer y mi hija se fue al cole equipada con bici, casco y todo. Les controlan las bicis, les miran la técnica, se aseguran de que conocen las reglas de prioridad, entre otras, y ahora, con el carné en sus carteras, pueden ir solitos por los caminos de Hamburgo. Yo pensaba que podrían hacer lo mismo con las madres que no sabemos montar, pero como soy la única, no merece la pena convocar tal examen. Así que vuelvo a dejar pasar otra oportunidad para aprender. Y eso que el señor policía del barrio me conoce y me saluda cuando paso con mi Ford Mondeo por la puerta del cole, lo cual me he tenido que ganar a pulso. Tras parar con mi coche varias veces a esperar a mis hijas donde no debía, y recibir una sonrisita recriminatoria en plan "esta vez le perdono, pero la próxima vez, jejeje, multa", ahora me saluda muy amablemente, pues me pongo donde se debe (todo hay que aprenderlo), y mis hijas se ríen ante tal amistad entre el policía y yo, pues ellas le saludan por su nombre desde siempre, que para eso es el policía del barrio y del cole. Ahora sólo recibo miradas asesinas de otros padres que inculcan a sus hijos que pueden ir en coche a todos los sitios menos al cole, porque montar en coche es muy sano, pero al cole o se va andando, aunque sea media hora en plena noche y en pleno invierno y caigan chuzos de punta, o se va en bici, aunque haya nieve o hielo y se quede algún niño tirado en plena calle como he presenciado yo este invierno. Pero mi hija tiene ya su carné y le ha costado menos sacárselo que aprenderse el camino para ir sola. Ayer, antes de salir lloraba, por miedo a perderse... y eso que lo lleva recorriendo casi tres años en coche, ida y vuelta. A lo mejor es que el coche atonta, pero más bien es la lucha interna entre el soy-y-quiero-ser-mayor, y el en-realidad-soy-pequeña.

Pero ya lo tiene. Otra cosa menos por hacer en la vida. Me parece algo muy positivo. Quizá por eso aquí se conduce tan civilizadamente de mayores, porque lo han visto desde el otro lado, desde bien pequeñitos. Pero hasta a esto llega la globalización. Creo que se están relajando muchos conductores en comparación de los tiempos cuando llegué a Alemania. Un semáforo amarillo ya no es lo que era antes, cuando paraba todo el mundo, pues cuando yo paso uno amarillo, todavía vienen detrás de mí dos coches más. Es lo que se llama aquí semáforo de color "cereza-amarillo", kirschgelb. Y ahí empieza mi miedo como madre: ¿verá algún loco que se salte el semáforo a mi hija que cruza la calle en bici? Creo que la que tiene que soltar lastre soy yo.

lunes, 10 de mayo de 2010

A pesar del volcán ha merecido la pena

Anoche me dormí tras recibir un sms con la frase del título de esta entrada. Ese mensaje puso fin a la odisea de regreso del viaje de mi hermana, tras su fin de semana en Hamburgo. Aterrizó a medianoche, tras haber pasado malos nervios y una espera de muchas horas en un aeropuerto en medio de Europa, al calor de unas cenizas invisibles desde tierra que se desplazan por todo el continente y que trastocan los planes de miles de viajeros.

Buena frase: "A pesar del volcán ha merecido la pena". Podría ser mi lema, pues hay cosas, que por muchos contratiempos que tengas antes, durante, o después, no te enturbiarán jamás lo vivido, pues esas malas sensaciones podrás olvidarlas o no, pero no ensombrecerán para nada lo positivo, pues separas cien por cien, ya que no tienen nada que ver con la experiencia en sí. Nada te quita lo que has tenido, ni un volcán que te retrase un vuelo, ni nada.

Nos tendremos que acostumbrar a tener al volcán presente a la hora de volar, al menos durante un tiempo, ni siquiera el volcán sabe cuánto. Pero me da la sensación de que así está siendo, que la gente se lo toma con filosofía, salvo en casos extremos, claro. Es la llamada "fuerza mayor", lo imprevisible e incalculable, con lo que no contamos pero que pasa y que tenemos que aceptar porque es así, y porque aunque nos demos de cabezazos contra la pared, no podremos cambiar. No obstante nos los damos, pataleamos, nos cabreamos, cuando lo mejor es aceptarlo y relajarse. Pero ésa es la famosa teoría, mientras que la vida es la práctica.

Y así aprendemos a vivir con el volcán, que en cualquier momento suelta cenizas y humo que hacen peligrar nuestro viaje a través de la vida, pero que no estropean nada. Porque tú lo que quieres es viajar, y porque a pesar de todo, merece la pena.

domingo, 9 de mayo de 2010

Perfil de una madre

Si hubiese un anuncio de trabajo buscando una madre, podría ser el siguiente:

"Se busca mujer, la edad da igual, pues el puesto es para toda la vida, dispuesta a no mirarse el ombligo nunca más, a estar siempre disponible para sus hijos, a escucharles, antenderles y cuidarles. Se requiere mucha paciencia para oír lo mismo mil veces, para luchar, para pelear, para decir no en muchas ocasiones. Necesarias dotes de psicología y de talento para todo: animadora de fiestas, sabiduría plena ("mamá, ¿cuáles son los enemigos de las avispas?"), cocinera, enfermera y leona para defenderles de adversidades. Y ante todo se necesita un amor incondicional".

Esto se bebe ya en el embarazo, ya que desde el momento en que tienes ese ser dentro cambia tu vida. Yo viví ese primer embarazo como si fuese una embriaguez de felicidad continua, cada patada, cada movimiento, cada hipo del bebé en mi vientre. Al segundo embarazo le haces menos caso, y las que hayan tenido más, seguro que menos aún. Es el milagro de la vida, pero a la vez tan normal como las millones de mujeres que han parido en el mundo por los siglos de los siglos. Y eso nos dota, a pesar de lo especial de cada vida, de la simpleza de ser algo insignificante en esa rueda de traer niños al mundo y hacer de ellos personitas que salgan adelante en la vida. Difícil tarea para la que no hay libros ni pautas, por mucho que se empeñen las psicologías modernas.

Hoy es el Día de la Madre en Alemania, y mi reflexión es la siguiente: no es el mejor país para ser madre en el siglo XXI: demasiado encorsetado el concepto, y la separación entre tener hijos y la vida laboral es brutal. La conciliación a jornada completa es prácticamente imposible, y las medias jornadas ya sabemos lo que traen, y eso si eres parte de las privilegiadas que las tienen, porque como salgas del sistema, no entras fácilmente otra vez. Por supuesto que es un privilegio tener hijos, que me lo digan a mí que los tuve por fertilización asisitida, pero no debería ser un impedimento para realizar otras tareas en países que te dejan estudiar y creer en una independencia como mujer para luego nada.

Cito a mi hija mayor, que el otro día, tras un berrinche laboral que me cogí por una desilusión de las de siempre: "Mamá, no tienes que hacer como si estuvieras contenta si no lo estás". Genial, vivan los niños, que te leen el alma. Y yo le digo: "Sofía mía: si quieres tener hijos en un futuro, piensa también en ti. Tus hijos te quieren igual". Y eso es lo que critico en el papel de la madre de hoy, la sensación de que tenemos que ser más expertas y perfectas en todo y encima negarnos a nosotras mismas. Eso no, por favor.

Pero aparte de soltar los mismos rollos de siempre, me quedo con el momento de felicidad del día: la alegría que les da a mis hijas todos los Días de la Madre venir a mi cama, despertarme y darme el regalito que han hecho con todo su cariño en el colegio y que han escondido y mantenido en secreto, y traerme el desayuno a la cama. El mismo amor infinito que tú les tienes a ellos te tienen ellos a ti. Y por eso lo hacemos todo, córcholis.

sábado, 8 de mayo de 2010

Más de barcos, espárragos y cenizas volcánicas

Al final si vi las fiestas del puerto anoche, y junto con miles y miles de personas, sin esperármelo, presencié la llegada del Queen Mary 2, uno de los barcos de pasajeros más grande del mundo. No llevaba mi cámara para captar el momento, a las once y media de la noche en punto, como nos dijo el amigo que nos acompañaba a mí y a mi hermana, y efectivamente, el barco fue puntual, como vieron miles y miles de personas a través del objetivo de su cámara mirando en la misma dirección. Yo les hubiera hecho la foto a todos ellos, pues era una imagen graciosa. Ya habíamos bebido las primeras cervezas de la noche, cuando bajamos del barrio de diversión, la Reeperbahn, que está arriba, al puerto, que está abajo, donde había más diversión por las fiestas. Normalmente se hace al revés: una vez atracado su barco los marineros suben a divertirse a la zona de prostitución y copas. Pues sí que es grandecito el barco, impresionante hasta para alguien como yo que jamás hará un crucero, pues la idea no me parece nada atrayente: estar encerrada varios días en un barco con miles de personas haciendo lo mismo. Y esas miles de personas que hacen todo de forma sincrónica, nos saludaron a los que estábamos en tierra, y pensé en el Titanic, y la emoción de cuando salieron y lo mal que les fue. También había un buque de guerra francés, y mi amigo bromeó sobre los marineros franceses... que a lo mejor nos gustaba ver el panorama. Era muy de noche ya, y no se veía nada del panorama, que o estaba durmiendo, o celebrando en las calles de arriba, como hacen los marineros que se precien, y la visita a la fragata era hoy de diez a cinco, con lo cual nos hemos quedado sin verles, por preferir ir de compras, otro placer mundano. Pero hubo más copas con gente de todo tipo, entre los fans del St. Pauli celebrando el ascenso a primera y las figuras extrañas de la noche, el mejor de todos un escocés con falda que iba haciendo eses por la calle por la que llevaba encima, o un inglés vestido como una cheerleader bailando en un bar. Aunque yo sabía que no iba a acabar así, dejé el coche en casa, algo que no hago nunca, para poder beber algo. No acabé ni mucho menos como el escocés, pero sí que aplicó lo de "si bebes no conduzcas", aunque el estado de muchos me hizo plantearme si es razonable que no controlen a los que van en bici.

Hoy ha sido día de resaca, es decir, de compras, o de lo que uno hace cuando la hermana viene a verte. Y como hermana no hay más que una, y debe empaparse en toda la teutonidad habida y por haber, el menú lo elegimos anoche por unanimidad mi amigo y yo: espárragos blancos, la comida del mes de mayo, con el jamón típico ahumado, el Katenschinken, y patatas cocidas. El me dijo que no me olvide del perejil fresco (nada de bote), que es muy importante. Me salté esa norma, y fue de bote, lo siento, alguna licencia me permito, pero es que la resaca me impidió apuntarlo en la lista de la compra. Pero a la visitante le ha gustado el plato típico, y encima hemos aprendido lo que no sabíamos: que la temporada del espárrago se acaba el día de San Juan y a partir de ese día ya no sacan ninguno de la tierra. Lo curioso es que mi hija de 9 años me ha explicado hoy por qué (lo que aprenden aquí en los colegios): a partir de ese día ya salen de la tierra y no mantienen el color blanco pues les da el sol, y que si son blancos es porque crecen debajo de la tierra, mientras que los verdes son de este color porque les da el sol (¿qué sol?). Ah, comprendo: los espárragos entienden de calendario. Me parece a mí que es más marketing que otra cosa. Le da seriedad a la estación de los espárragos, como se llama aquí, die Spargelsaison.

Es genial pasar tiempo con la hermana que una ve poco, y aunque hermana no hay más que una y la visita es por desgracia demasiado corta, espero que la nube volcánica que acecha en los cielos europeos no dificulte su regreso mañana. Ella ya está temblando, y yo, con la templanza que me caracteriza en pocas ocasiones le digo que si no podrá seguir disfrutando de 12°C y lluvia, tarta y café, y de toda la vegetación que tenemos, espárragos incluidos, y hasta el 24 de junio, tenemos tiempo.

viernes, 7 de mayo de 2010

El puerto dice que es mayo, ... pero no el clima

Quién me vuelva a hablar del calentamiento del planeta, se va a ganar una galleta. Todavía no me he quitado las botas, ni el abrigo. Hemos tenido semanas muy soleadas, pero con bastante frío. Abril ha sido bonito y claro, pero salvo un día a 26° C (¿lo habré soñado?), y dos a 20° C, no hemos pasado de 14°C. Y mayo ha empezado muy frío, con temperaturas máximas de 9 ó 10°C. Hoy lleva todo el día diluviando, y aunque la naturaleza sigue imparable y los pájaros se desgañiten a cantar, parece noviembre. Aquí a los pájaros hay que mandarlos callar, pues se les oye cantar a las tres de la mañana, pues en esta epóca del año amanece a las cuatro, así que cantan por anticipado, y siguen cantando a lo largo del día. Los árboles están impresionantes, miren estos ejemplos delante de mis narices:
Pero nada, aquí seguimos oyendo llover, y el cumpleaños del puerto se fastidia. Hoy y hasta el domingo, Hamburgo celebra no el aniversario de su puerto, sino su cumpleaños, el Hafengeburtstag, 821 añitos nada menos. Vienen barcos antiguos para la ocasión, buques de guerra, y hasta los remolcadores realizan un ballet en el agua. Y a lo largo del río Elba, se ponen los puestos típicos de cerveza, de salchichas, de pescado, y la verbena, y la ciudad celebra lo que le hizo rica, ese puerto fluvial tan gigante que hace de una ciudad del interior una ciudad marítima. Un millón de personas se acercan a celebrar, llegadas de toda Alemania incluso. O visitantes de España, como me ha pasado a mí en varias oscasiones.
Como este año no voy a ir, muestro fotos de hace dos años, de cuando el mes de mayo era como debe ser, y el cumpleaños del puerto no quedó deslucido, pues hoy las fotos saldrían muy grises. Además este año me lo pierdo voluntariamente, como en realidad suelo hacer, y no estoy triste por ello, si no todo lo contrario. Tengo un buenísimo motivo para estar muy contenta, y no es por el cumpleaños del puerto, ni por el clima que debería tranquilizar a los catastrofistas de que no hay calentamiento del planeta, y ese motivo no llega en barco sino en avión.

jueves, 6 de mayo de 2010

Finito, por favor

Soy el terror de los mercados y de todo charcutero alemán. No entiendo por qué se empeñan en cortar las lonchas de embutido tan gordas, pero de la misma manera yo sigo empeñada en que me las corten finitas, y cada vez que pido algo digo: "Salami, pero cortado finito", "Jamón York, pero finito por favor", y así con todo lo que pido, y lo mismo con los filetes o todo lo que me corten. Y en el mercado, como nos lo cobran todo a precio de oro y el cliente es rey, lo suelen cortar finito sin rechistar cuando se lo pides, pero también he recabado comentarios de tipo: "¿Así?", con recochineo, o "¿es lo suficientemente transparente?", o "Se lo raspo si quiere".

Son preguntas filosóficas sin respuesta. Cuando se ponen chulitos yo les digo que es que yo me pongo la misma cantidad que ellos ponen en una locha pero que con el aire entremedias sabe mejor, que es otro sabor (y es cierto, a mí me sabe mejor). Pero salvo economizar tiempo a la hora de cortarlo, no hallo la respuesta desde que hago la compra en este país. Pero la vida diaria plantea otras preguntas filósoficas. ¿Por qué aquí a los huevos antes de cocerlos los pichan con un "aparato" para sacar el aire? Es para que no se rompa la cáscara al cocerlos, dicen. Bueno, la física nunca se me dio bien, pero aseguro que aunque se pichen se rompen a veces también, y en España los huevos duros o pasados por agua no se rompen, aunque no se pinchen. Yo siempre digo que eso es ingeniería alemana, que el primero al que se le ocurrió lo de pinchar el huevo en crudo descubrió la piedra filosofal y relajó a generaciones de alemanes a la hora de cocer un huevo, y si de eso se trata, pues vale.

¿Por qué aquí no puedes mandar a nadie a freír espárragos? Porque aquí se cuecen. Ya estamos en la temporada de espárragos, y antes, en el mercado, con mis filosofías de andar por casa he reflexionado sobre tal pregunta. "Vete a cocer espárragos", se diría aquí, pero no se entiende la gracia. Aquí, los espárragos que se comen son los blancos y no los verdes, pues crecen como hongos por toda la zona de la Lüneburger Heide, un parque nacional en Baja Sajonia cerca de Hamburgo. Y a los alemanes les dan grima nuestros espárragos blancos fríos de lata, pues ellos sólo los comen frescos, pelados por ellos mismos en casa, en caliente y con salsa holandesa o mantequilla por encima y acompañados de jamón, que parecería jamón serrano sino fuera porque es ahumado (y en lonchas gordas, claro), y patatas cocidas, el plato por excelencia del mes de mayo en todos los restaurantes y hogares, una combinación que me ha parecido siempre surrealista. Son monotemáticos, dice mi amiga (española, claro), pues el mes de mayo nos salen los espárragos por las orejas. ¿Y por qué los jamones aquí se ahúman y en España se curan con el aire? ¿Por qué aquí les gustan tanto los embutidos ahumados y yo me paso la vida pidiendo en el mercado todo lo curado? ¿Por qué beben agua mineral con gas y a nosotros nos gusta la insípida, como dicen aquí? ¿Por qué los belgas sólo comen filetes que están casi crudos y que se van corriendo del plato de lo vivos que están? ¿Por qué Carrefour ha vuelto a introducir en España las bolsas de plástico ante las quejas de los clientes a los que no les gustan las bolsas biodegradables o menos aún pagar por ellas? ¿Por qué no pueden los españoles reutilizarlas llevándoselas de casa? ¿Tanto les cuesta?

Preguntas sin respuesta. Como lo de la salchicha. En alemán se dice que todo tiene un final, salvo la salchicha, que tiene dos. Pues eso.

lunes, 3 de mayo de 2010

El ascenso imparable del St. Pauli

El St. Pauli lo ha conseguido: tras su victoria de ayer, asciende a la Bundesliga, la Primera División alemana. Y con ello Hamburgo es la única ciudad alemana que tendrá la próxima temporada dos equipos en Primera, lo que le da siempre animación a la cosa, por los derbis. El nombre del equipo es el del barrio de St. Pauli, cuyas calles más conocidas forman el Kiez, palabra de origen eslava para referirse a zonas dentro de un barrio que no tienen autonomía como tal, pero en este caso se asocia con prostitución y juerga, y es lo más irreverente que tiene Hamburgo, con la Reeperbahn como centro neurálgico de las demás calles de alrededor que forman el distrito rojo donde anoche se celebró el ascenso hasta altas horas de la madrugada. El estadio del St. Pauli se encuentra en este barrio y esta zona, y este club es mucho más que un club: cuidan su imagen cutre, de rockeros, de equipo que se define más por su afición que por su juego. Por eso es todo en éxito ascender y codearse con los grandes. Me imagino ya un encuentro entre el Bayern y el St. Pauli, y deben ser mundos los que se enfrentan, y seguro que dará para mucho.

El St. Pauli estuvo ya brevemente en la Bundesliga cinco veces, para volver a descender siempre a la liga regional. Espero que esta vez les dure. Hoy, a su llegada al aeropuerto, los jugadores han sido recibidos a gritos de "Nunca más en segunda".

El momento del ascenso es perfecto, justo cuando el club está a punto de cumplir 100 años, concretamente el 15 de mayo. Sabía que el aniversario del club era en mayo, pero no que fuese el día de San Isidro, el patrón de Madrid, y es un detalle que no me puedo creer: mi hermano es un visionario, además de cantante en su tiempo libre. El año pasado, durante una de sus visitas a Hamburgo, se compró la camiseta negra con la calavera blanca, símbolo del St. Pauli, y actuó con ella puesta por las fiestas de San Isidro de Madrid del año pasado llevando a la vez una gorra de chulapo, extraña coincidencia por ser el 15 de mayo la fecha de la fundación del equipo. Hasta ahora me imagino que nadie conocería el significado de esa camiseta en los conciertos en Madrid, pero espero que ahora pase menos desapercibida, pues una vez que resuene el St. Pauli en la Bundesliga alemana, la simbología de este equipo de culto podría ser algo más conocida más allá de las fronteras del Kiez, de Hamburgo y alemanas. Y si no de eso se encarga mi hermano. El que quiera que su equipo suba a Primera, que le regale una camiseta, y él hará el resto. No le conocen bien, además de único y que se mueve como ninguno, como le canta Javier Calle en una de sus canciones, en cuyo grupo canta, es un tío genial. Y Javier es otro tipo estupendo de mucho talento y juntos se lo pasan pipa.

Y lo bien que se lo van a pasar los aficionados del St. Pauli la liga que viene, y lo bien que van a cumplir sus 100 años. Me alegro. Y lo bueno es que no creo que vaya a cambiar la imagen del club para convertirse en algo comercial. De eso se encargarán sus fans, estoy segura. Estoy por comprarme la camiseta y ponérmela este verano. Unas cuantas venderán, de eso estoy segura. Mi hermano, que siempre habla de la psicología de Opañel, tenía razón.

domingo, 2 de mayo de 2010

Ceremonias

Hoy ha tocado ir a una comunión. Estas ceremonias tienen para mí una problemática muy grande en Alemania, por el famoso qué me pongo. Como española tienes el problema de desentonar siempre, es decir, de llamar la atención te pongas lo que te pongas, y no se trata de ir descocada sino de ir arregladita pues probablemente irás mejor vestida que la madre de los novios, en este caso de los niños que han hecho la comunión (eran mellizos, niño y niña). Encima era en un pueblo de Schleswig-Holstein, o sea, que todavía en la ciudad..., pero ahí era la mayoría tipo Schützenverein, las asociaciones de tiro que hay en muchos pueblos alemanes, donde eligen ceremoniosamente al representante y realizan todo tipo de fiesta llena de folclore rancio. Si me hubiera puesto un Dirndl o un pantalón tirolés hubiera ido muy bien, pues había muchos vestidos así. El "colorido" del público iba desde los que iban en vaqueros, a los que iban folclóricos (la próxima vez iré de faralaes, para que se note cuál es mi tierra), o uno lleno de cadenas que seguro que había dejado la Harley a la puerta, y una vestida de puntillas blancas y sandalias de taconazos blancos tipo "pilingui" que al entrar en la iglesia ha provocado que todo el mundo se diera la vuelta). A todo esto me acuerdo ahora de un amigo mío de España que me contó que cuando bautizó a su hija en una iglesia muy conocida de Madrid, como se bautizaba a varios niños a la vez, había unas latinas despampanantes con una buena pechera, y que toda la iglesia se pasó el bautizo mirando a la madre y la madrina del bebé. Que no digan que las iglesias no sirven para un buen estudio sociológico.

Y es a lo que yo me he dedicado, pues en Alemania todavía no se han dado cuenta de que menos es más, es decir, que más vale que cantaran un par de estrofas menos y se explayaran menos con el órgano. Me refiero al de música, claro, no sean mal pensados, aunque en los tiempos que corren hay que especificar, a juzgar por la que se ha montado aquí por los abusos de los curas católicos en colegios. Muchos católicos han abandonado la iglesia en estampida, y no me refiero tampoco a la comunión de hoy, sino en general, porque aquí le descuentan al fiel su cuota de la nómina. Hoy se habrán borrado otros fieles más del club, pues la misa ha sido un tostonazo, y desde luego que no han atraído a nuevos fieles, si alguno dudaba. Que se lo pregunten a mis hijas, a las que me ha costado mantener calladitas durante hora y media, y la mayor, al darle yo un euro para la colecta me salta: "Yo no pago ni loca para algo tan rollo. Encima." Y ahí me ha dado a mí tal risa, que la abuela desconocida que estaba sentada a mi lado me ha lanzado una mirada asesina.

Al menos ha hecho solazo, pero yo no me he quitado el abrigo, pues el fresquito de Schleswig-Holstein se las trae, y otra vez yo desentonaba: la gente iba vestida de verano con 14°C, pero claro, es mayo y hacía sol, y la percepción mía del calor es otra a la de los alemanes. La camarera del restaurante estaba empeñada en que me quitara el abrigo, y he tardado en hacerlo (tras comerme la sopa). Y el día ha sido como son estas ceremonias: hasta nos ha dado para el paseo típico para bajar la comida, antes de meternos el café y tarta de la sobremesa para el cuerpo, y esto lo hemos tomado sentados fuera (yo con mi abrigo, claro). Los niños estaban corriendo por el bosque y yo, como madre española peco de miedica de dejar a los niños fuera de mi vista. Los alemanes llaman a eso independencia, y yo lo llamo confiar demasiado en la bondad de los seres humanos desconocidos que pasean por el bosque y se encuentran con unos niños solos.

Y mientras observaba, pensaba que me quedo con las confirmaciones que hacen los daneses. Para los protestantes, como no hacen la comunión, la confirmación es el sacramento principal, y los daneses lo celebran dejando que el chaval o chavala de 14 años se emborrache por primera vez en sociedad, es decir, que tras la ceremonia en la iglesia, ponen alcohol a disposición, y hala, a emborrachar al crío. La idea es que tu hijo no se quede tirado por ahí en su primera borrachera. Qué prácticos son estos daneses, y ahorrativos, pues me enteré que nuestros amigos daneses vinieron hace un mes antes a Hamburgo sólo para comprar alcohol para la confirmación de su hijo en Dinamarca. Pensando en el gasto en gasolina, les debió merecer la pena. Y es que celebrar siempre merece la pena. Yo lo de hoy lo he visto como estudio sociológico, pues poca gana tenía, y mentiría si no dijera que no he ido pensando en este blog...

sábado, 1 de mayo de 2010

Pobres islandeses - aunque ya les vale

La que les espera a la familia de islandeses que vive ahora en este barrio. Mi hija me ha contado que en el cole hay ahora una familia de islandeses, es decir, sus hijos, y que los ha conocido esta semana. Ningún islandés va a pasar desapercibido jamás, y para ellos habrá un a.v. y un d.v. (un antes y un después del volcán, como el antes y después de Cristo). Y es que me lo imagino como si fuera yo islandesa. No tendrán ni un sólo día en el que no oigan un comentario de la explosión de lava de hace dos semanas: "Anda, que... vuestro volcán, ¿eh?". Es que me lo imagino como si lo viviera yo. "Mi madre se quedó tirada en Togomolinos", "Yo tuve que quedarme una semana más en Hong Kong".

Ser de un país y vivir en otro te hace ser representante de tu país lo quieras o no. Y la gente, al saber que eres islandés o español te suelta lo que sepan de tu país, por hacerse los interesantes, o informados, ... o los listos. De los islandeses no sabemos mucho, pero el volcán les va a dar un juego que para qué. Yo llevo recabando comentarios geniales a lo largos de mis años como embajadora de la madre patria: desde una señora que me dijo hace muchos años que le habían dicho (atención al le "habían dicho") que en los restaurantes españoles hay arañas, a una chica que me dijo en tono recriminatorio que los españoles quemamos una biblioteca en México hace un par de siglos (atención al "quemasteis"; y si hubiera sido sólo eso lo que quemamos, por cierto), o los muchos que me han dicho que no hay quien coma nuestra fruta de Almería o las fresas de Huelva por los pesticidas que llevan (ahí oigo siempre un "aaaanda que ...vuestra fruta", que sobreentiendo aunque no lo digan), por no hablar de la vergüenza que son las corridas de toros (ni que yo hubiese ido a alguna), o uno de los mejores comentarios que me han hecho fue cuando un compañero de trabajo me dijo que para mí debía de ser durísimo tener que rendir en las horas de siesta, estando acostumbrada a dormir a esas horas. Ni que yo me hubiera echado muchas siestas en mi vida.

Pero la que se me avecina es buena. Lo estoy viendo venir: ya empezó hace dos meses con un cuñado mío que en una llamada de teléfono desde China (y esto no es broma), sin venir a cuento me dijo que "Zapatero se ha cargado toda España", y sigue con un alumno mío, que antes de enterarme yo que Standard & Poor's le había bajado el rating a España me lo dijo nada más llegar a clase en otro "anda que España...". Y yo mantuve el tipo durante el ataque como pude. Y eso que ya me lo dijo hace seis semanas mi amigo, economista que se dedica a hacer ratings en un banco: que él le había bajado ya la nota a España ese mismo día. Como me tiene cariño, me lo dijo bien, como información, y yo ese día no le hice caso, pues tenía otras cosas más importantes en la cabeza, como siempre tengo, claro, pero mira qué razón tenía mi buen amigo, y encima se ha adelantado seis semanas. ¿Es que nadie pudo prever la crisis?

Y estos días estoy leyendo mucha información que podría ser utilizada en mi contra, es decir, como comentario para establecer conversación en cualquier fiesta, clase, o cualquier sitio, pues se trata de demostrar que saben algo. La prensa alemana y las noticias en televisión hace ya cálculos, tras el debacle griego, de lo que podría costarle a los alemanes la bancarrota española, y a mí esto me empieza a hacer poca gracia. Vale, nosotros les caemos mejor que los griegos, pero cuando a un alemán le rascan el bolsillo, por muy buenas playas que tengamos y buenas paellas que hagamos, ahí se acaba la empatía, que lo sé yo.

Empiezo a prepararme mentalmente para la que se me viene encima y me haré una lista de respuestas, para estar preparada: que los que se han enriquecido en los años del "boom" del ladrillo, no son los que van a pagar la crisis ahora, que esos se han ido de rositas; sí, la tasa de paro es desorbitadamente alta, pero no podía ser que todo se basara en la construcción, y que los bancos han especulado como no debieron, como en todo el mundo, también en Alemania. Pero ya oigo el "anda que... ya os vale, ¿eh?".