miércoles, 28 de julio de 2010

Luego dicen ...

... que la vida de los pueblos es tranquila. No sé no sé. Yo me he vuelto hoy a Madrid, dispuesta a iniciar unos días tranquilos por aquí, es decir, a mi libre albedrío, y encima sin familia. Y recién llegada me entero de que un niño se ha llevado por delante a mi madre, tirándola al suelo, y como se le ha hinchado tanto la muñeca tras la caída, ha acabado esta noche en el hospital, por si se hubiese roto algo. El niño está hecho un toro, me han dado como explicación por teléfono... Y tanto. Creo que la gente en verano se comporta así. Y yo que he estado unos días al borde de la piscina, aplatanada por la ola de calor que ha hecho que el sol de Extremadura picase como nunca, o a mí me lo parecía, y "disfrutando" de los ruidos de las motos, de la gente que vocifera bajo tu ventana "¿Cuándo habéis venido?" y una madre mía que responde en un tono de voz con el que se le nota que era la hija del pregonero del pueblo. Ayer se lo decía yo, al oírle hablar a 200 m y oírla perfectamente. Lo de hablar alto se queda en la sangre. Y se reía... al menos algo, pues yo me preocupaba de si eso se sigue traspasando de generación en generación, pero a mí me dicen que hablo rápido, pero no alto.

Estos días he aprendido extremeño, y pensaba dar un cursillo en los días pasados a través de este blog, porque tras mis observaciones lo domino ahora, por si no lo hablaba tras una infancia oyéndolo, pero es que ahora lo analizo y me parece muy divertido. También iba a escribir una entrada el día de Santiago, por lo del Jacobeo, el perigrinaje ... es decir, por el cumple de mi hija mayor, que cumplió 10 añitos, y que día a día parece entrar más aún en una edad del pavo que me tiene loca, aparte de que de verla tan mayor, ya con un número redondo, me siento yo mayor, y que encima se pone mi ropa y algunos de mis zapatos, porque le valen (!). Y pensaba escribir de jornadas de piscina en "Costa Bellota" como tan acertadamente se llama la piscina tan maravillosa de la que puede presumir el pueblo, con las mejores vistas que puede tener una piscina, y a la que acuden hasta los placentinos y gentes de los pueblos de alrededor. Pero la internet móvil no funcionaba en el pueblo, y no he podido escribir nada de nada. ¿Demasiada encina? ¿Demasiado campo? ¿Demasiada "tranquilidad"? Me dio rabia que no funcionase, pero mi letargo ha hecho que me escriba las entradas de blog mentalmente, tras haber intentado conectarme en varias ocasiones sin éxito. Anoche, otro internauta con mono, al verme en la plaza del pueblo con el portátil, me preguntó si sabía de un ciber o algún sitio en Plasencia donde conectarse. Y yo le dije que no, porque "en teoría" yo me puedo conectar en cualquier lugar, pues mi internet es móvil. Pero ya he aprendido que no todo es "cualquier lugar", que hay sitios en los que los relojes hacen tic tac de otra manera, como se dice en alemán. Otros me dicen que las antenas de la zona son otras, y no las de mi "pincho" de internet. Y qué más da, pensé al final, lo importante es ponerse moreno, y hacer el vago todo el día al borde de la piscina. Y es lo que he hecho durante cuatro días, y con mi moreno quería romper ahora tanto ritmo campestre, que a mí me baja mucho los biorritmos, y llego a Madrid y me cuentan la historia del niño toro y casi me da algo. Luego hablan de los peligros de la ciudad.

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