Qué organizaditos estaban los hombres de las cavernas. Con óxido de hierro marcaban con círculos no se sabe qué, pero hay teorías de que podrían ser "censos" de nacimientos o muertos en la cueva, o ponían su mano en la pared y soplaban la pintura alrededor, y esas manos podrían ser una advertencia tipo "atención, osos", pues estos habitaban otras partes de las cavernas. Y junto a estas expresiones prácticas del arte, se puede ver su recreación: el arte rupestre. Al ver los bisontes o ciervos, pintados en la cueva, me preguntaba si pintarían para pasar el rato, pues en la cueva no había mucho que hacer, o pensando: "esto para que lo vea la gente 15.000 años", pues ahí están los dibujos, como si no hubiesen pasado los años por ellos. O me imagino que estando mirando las musarañas veían figuras en las grietas de la pared, ya que aprovechaban los relieves para las formas, consiguiendo efectos tridimensionales. Y no estoy hablando de Altamira, que no se puede visitar, sino de las cuevas El Castillo y Las Monedas, en Puente Viesgo. Yo nunca había visto arte rupestre, además enmarcado entre formaciones geológicas fascinantes, y no podía ser más contraste al arte que vi ayer, en el Guggenheim de Bilbao.
Tampoco había visto nada de Henri Rousseau, ese pintor francés que por su pintura tipo naif podría ser no tomado en serio, pero que se codeó e influyó a los grandes, como Picasso. Y si bien la exposición estaba bien, me molestó el sablazo de los 13 € de la entrada al museo, pues salvo las exposiciones, el Guggenheim no tiene gran cosa en la exposición permanente, que ya vi estando embarazada hace 7 años y que me dejó tal cual. Sin embargo, el arte rupestre que he visto hoy, no lo olvidaré fácilmente.
Como tampoco se te olvida el perrito de flores a la puerta del Guggenheim, que a mis hijas les hubiera gustado acariciar o subirse encima de él. El resto era todo "un rollo", decía la pequeña, cuyo único aliciente estos días es la playa. Y tiene razón, pues el placer de ir a la playa a las seis de la tarde no te lo quita nadie. Eso sí, antes de la playa y tras las cuevas hubo que ver Santillana del Mar, y acercarse a Comillas, aunque sólo fuese a ver El Capricho de Gaudí, pues para más no dio, pues lo entiendo, ya que ir con críos a hacer turismo no es lo más placentero.
Como entiendo que mañana habrá playa todo el día, que el deber veraniego obliga, y el moreno que me estoy empezando a coger. Pero antes habrá que pasarse por Santoña, a comprar unas anchoas... Mis hijas ya han fruncido el ceño al oírlo: "tú y tus cosas raras". Pero porque no venden espaguetis enlatados y en conserva, que si no me los llevaba para comer el resto de las vacaciones, pues para mi desesperación, salvo comer pasta, poco les hace ilusión.
Lo mejor fue cuando mi hija mayor me dijo hoy que le da la sensación que el día a día que tenemos en vacaciones fuese su "tarea diaria", que atrás ha quedado el cole, y que no se acuerda de nada. Admirable poder desconectar así. Yo puedo, pero siempre hay algún hilo del que estoy enganchada, y ayer el referéndum de Hamburgo sobre la reforma de la enseñanza primaria dio un masivo rechazo al cambio y todo debe seguir como está. Antes del resultado, por si acaso, el alcalde y presidente de Hamburgo dimitió, por falta de apoyo, y porque está quemado. A Merkel se le han ido unos cuantos presidentes de los Estados Federales en lo que va de año, por no hablar del Bundespräsident, que dimitió en mayo y montó una buena.
Todo sigue, aunque estés de vacaciones: el arte, la crisis, las dimisiones, y el que nada cambie en el sistema escolar en Hamburgo, como era de esperar. Pero y lo bien que se está en la playa. Empiezo a darles la razón a mis hijas, sino fuera por el arte... y por los hilos.
martes, 20 de julio de 2010
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