sábado, 18 de julio de 2009

Me voy

Mañana me largo...

  • a mi país
  • a ver a mi familia
  • a la playa
  • al pueblo de mi madre
  • a ponerme morena (que falta hace)
  • a pasar calor
  • a descansar (más mentalmente que físicamente)
  • a ser una española extranjera durante tres semanas (aquí soy una extranjera española)

Echaré de menos este blog y mi portátil. Echaré de menos a mis lectores, aunque a algunos los veré. Probablemente mi blog necesite vacaciones, yo de momento no de blog, aunque sí de otras cosas. Y descansaré. Que descanse este blog y mi cabecita pensante durante tres semanas. Seguiré pensando, eso sí. Y a mi vuelta habrá más. Un abrazo a todos.

viernes, 17 de julio de 2009

La "tortura" del bilingüismo

El otro día mi hija pequeña me dijo que soy una malvada por hablar con ella en español mientras que con el resto de la gente de aquí hablo en alemán, que le parece injusto. Ayer me preguntó que por qué me gusta tanto el español y que por qué me empeño en hablarlo. Le dije que porque es MI lengua, igual que la suya es el alemán, que cuando yo era niña sólo hablaba en español, y que ella encima tiene la suerte de poder hablar dos. La mayor entró en la conversación: "¿Sabes, Natalia?, es un privilegio hablar dos idiomas, hay gente que nos envidia por ello, y de mayor no se aprenden tan fácilmente como ahora de pequeño". Se lo dijo en alemán, claro, pero algo es algo. Ella ya se da cuenta de las ventajas, y la pequeña tardará un poco pero lo verá también.

Vamos por los sitios llamando la atención con la mezcla que hablamos. Yo les hablo en español, y ellas, en la mayoría de las casos me responden en alemán, por vaguería. Yo insisto y les respondo en español, ellas en alemán, hasta que les arranco un par de frases y vuelta a empezar. Pero a veces le ven el lado positivo, como cuando estamos en algún sitio y se quieren ir a casa: "Mamá, vámonos, me aburro", ... cuando quieren, saben. Y a veces les sale el orgullo: una vez en una tienda la vendedora nos miraba sorprendida al oírle hablar español a la mayor. Le dijo: "Me imagino que el alemán lo hablarás igual de bien", a lo que ella respondió, "Aber natürlich!", 'pero por supuesto'. Como además tiene pinta de nórdica y nada de española (muchas veces me han tomado por la canguro), nadie se espera que vaya hablar español fluidamente. Eso es como una vez en un parque en Bruselas donde escuché a una mujer oriental hablándole a su hijo en español con acento mexicano, y le dije "A ver, esto me lo tiene que explicar usted". Y si nosotros nos creemos que este bilingüismo es algo excepcional, en una ciudad como Bruselas éramos bastante normalitos. Aquí es algo exótico.

La suerte es que haya llegado a ser algo natural, pues conozco a dos personas de mi edad a los que las madres pudieron transmitirles su lengua materna, y no lo hicieron por miedo a que sus hijos no se integraran, o peor aún que los discriminaran: una madre sueca y una madre coreana hablaban sólo alemán con sus respectivos hijos, y sé de más casos. Me parece innatural hablar con tus hijos otro idioma que no sea el tuyo, pues siempre tienes dudas y hay cosas que no sabes decir bien y no creo que les estés haciendo ningún favor y menos que estés siendo tú. Pero la animosidad de alrededor debía ser tremenda para sentir que les estaban perjudicando por hablarles en otro idioma. Menos mal que hemos avanzado en eso. Yo seguiré peleando, porque sé que me lo agradecerán algún día. Sólo por oír el año pasado a mi hija pequeña a la vuelta de las vacaciones decir "jooooope", con el tonillo de los niños españoles, pienso que merece la pena torturarla de esa manera.

jueves, 16 de julio de 2009

Ir en bici

Esta mañana he presenciado un accidente terrible, o mejor dicho sus consecuencias. Iba en coche y al llegar a un cruce había una persona tumbada en el suelo llena de sangre, sin moverse, y de rodillas a su lado un hombre llorando. La bicicleta estaba tirada en el suelo, el coche a un lado de la calle. Empezaron a pararse vehículos para ayudar. Yo continué pues por ir con niñas, no creo que hubiera sido una gran ayuda, además de que mis hijas quedaron impresionadas por lo que vieron.

Pero desde entonces no se me va de la cabeza la imagen. Hamburgo es una ciudad en la que se puede ir perfectamente a todos sitios en bici. La ciudad es plana, hay carriles bici por todas partes, y en general funciona la convivencia entre coches y bicis. Pero hay veces en las que pienso que es demasiado peligroso. Como conductura a cuatro ruedas y nunca a dos, pues no sé montar en bici, siempre que se me mete un ciclista sin mirar pienso que aunque él tenga la culpa y yo no, lo peor me podría pasar sería pillar a alguien, y si fuera un niño sería un dolor que no podría soportar. Se cometen muchas imprudencias por ambas partes: ciclistas que van por el lado de la calle donde no deben, o van sin luces en la oscuridad del invierno, o conducen sobre el hielo de la calle cuando estamos a bajo cero, o van muchachitos con bicicletas demasiado grandes para ellos tambaleándose de un lado para otro, y hay coches que salen demasiado rápido de garajes o calles sin mirar si viene una bici. Conozco a gente que ha tenido terribles caídas con la bici, y luego me tratan de convencer a mí de que aprenda.

Para mí es demasiado tarde. O lo aprendes de niño o mejor dejarlo. Mi hermano nos trató de enseñar a mi hermana y a mí. Él, gran deportista desde pequeño, desistió al ver que una vez, al no poder yo frenar la bici, me salté y la dejé irse sola cuesta abajo ... No le hizo mucha gracia, claro. Aquí los niños comienzan desde bien pequeñitos a montar, y muchos ya saben con tres y cuatro años. Y empiezan a ir al cole en bici y a la puerta se ven montones de bicicletas aparcadas. En tercero o cuarto les hacen un examen de bicicleta y les entregan el carné correspondiente. Pero yo sigo viendo a muchos muy inseguros, y otras madres me miran como si fuera una exagerada por no dejar a mi hija ir sola en bici atravesando cruces de mucho tráfico. Para mí no se trata de saber o no saber montar en bici, sino de tener la madurez y la visión de conjunto necesaria. Al que han pillado hoy era una persona adulta, y como en todo, peligro hay por todas partes y la mala fortuna te juega una mala pasada por estar el segundo equivocado en un sitio determinado.

Llevo años justificándome por no saber montar: "Es que en España en mi época no aprendíamos", "Es que la bici no es un medio de transporte en España". Aquí las familias hacen excursiones todos juntos en bici, organizan incluso vacaciones en bici, haciendo cada día bastantes kilómetros. Yo llevo años rechazando todo tipo de invitaciones a recorridos en bici. Y mis hijas alguna vez se han quejado: "Nosotros nunca podremos hacer una excursión en familia en bici", algo que a mí no me causa ningún trauma, la verdad. Pero lo mejor fue la cara de mi suegra, holandesa, cuando se enteró de que yo no sabía montar. Para un holandés, es algo incomprensible, siendo Holanda el país por antonomasia de la bicicleta. Empezó a reírse a carcajadas y dijo que eso había que arreglarlo. Y así seguimos, sin arreglar ese "problema", como muchos otros.

miércoles, 15 de julio de 2009

Atascos planificados

Hoy acaba el curso escolar. Las notas las dieron ayer, y hoy es la despedida y todo el mundo empezará a desfilar hacia su lugar de vacaciones. Como estamos en Alemania, no todos salen a la vez, y ahora nos toca a los hamburgueses. En otros Estados Federales estarán en el cole otra vez a comienzos de agosto, algo que mentalmente, cuando me toque, me costará aceptar, puesto que habiendo tenido desde niña todo el verano libre, me cuesta ver empezar el curso tan pronto. Son seis semanas de vacaciones exactas de verano las que tienen los niños, y cada año son en fechas distintas. En realidad para ellos son más que suficientes, y para las madres que los acompañan tantas semanas también, para qué voy a decir lo contrario.

Las vacaciones escolares son escalonadas en toda Alemania para evitar que todos los Estados Federales estén de vacaciones a la vez, y prevenir atascos y que los sitios estén llenos. Aunque claro, si vas a Baviera, por ejemplo, y los bávaros ya han vuelto al colegio, probablemente te encuentres a gente de tu estado federal. Los calendarios de vacaciones aparecen en internet o en la prensa a años vista, es decir que si quiero planear las vacaciones de 2012 ó 2013 puedo hacerlo. No se crean que nos van a dejar así empantanados sin poder programar el viaje con antelación, pues aquí a la gente le gusta hacerlo todo con tiempo. Acabo de ver que en 2012 las de verano serán del 21/06 al 01/08, con lo que el 2 de agosto volveremos a estar metidos en el curso escolar con la sensación de que nos han robado el verano. Ay, menos mal, en 2017 serán del 20/07 al 30/08. Como ven en un "par" de añitos se van corriendo las fechas hasta tenerlas más tarde otra vez y listo, que les toquen a otros las fechas raras, y vuelta a empezar. Qué alivio poder planificar hasta el 2017 aunque para entonces ya estemos casi saliendo de estas ataduras. Los que no tienen niños son los que se las cogen el resto del año, beneficiándose de ofertas de vuelos y de precios más baratos, y evitando ir a los sitios cuando está todo lleno de niños. No digan que no es justo el sistema.

El sábado pasado me tocó el atasco de los daneses en la autopista. En la A7, de bajada de la frontera danesa hacia el resto del sur, no había más que autocaravanas y coches con matrícula danesa. Probablemente ellos iniciaban las vacaciones ese día. Y tampoco le vi la ventaja al sistema al estar parada junto con media Dinamarca, por salir todos en estampida, y me preguntaba que cuántos kilómetros estarían dispuestos a hacer los daneses para pasar unos cuantos días fuera de su tierra, tan lejana de todo. Como mi límite para viajar en coche son seis o siete horas como mucho y todo lo demás me parece inhumano, no envidio a la gente que atraviesa media Europa en coche. Pero conozco a muchos que lo hacen, y a los que no les importa. Lo divertido son las historias: "Nos pilló el regreso de los de Renania-Palatinado, y por eso había atasco por allí" o "como todos los bávaros salían también estaba colapsada la autopista a Austria". Genial. Se trata de planificar los atascos y de no revolvernos a todos.

La mayoría de mis conciudadanos hamburgueses saldrán "hacia arriba", pues he oído de cantidad de gente que se va a las islas del Mar del Norte (Sylt, Amrum, Föhr) o del Báltico (Usedom, Rügen, Fehmarn). Viendo el tiempo que estamos teniendo este verano, que no es distinto a cualquier verano aquí, se conforman con poco: un día de calor, tres de lluvia, dos templados, cinco de otoño. Demasiado arriesgado para mí. Así que unos cuantos como yo desaparecerán en un avión lleno de niños bilingües, como me pasó el año pasado, para pasar por fin CALOR, con mayúsculas. Y sin atascos, salvo los que me toquen en España, que serán más espontáneos y desorganizados, como somos nosotros.

martes, 14 de julio de 2009

El amor a los animales y a otros "bichos"

Cuando corro por el bosque oigo todo tipo de sonidos de la naturaleza: desde las hojas moviéndose al son del viento, siempre presente en esta región, a los pájaros cantando, incluso a un buho a mi paso, y a un pájaro carpintero que tengo localizado. Por el árbol de delante de mi casa escalan a menudo unas ardillitas que deben o vivir ahí o en otro árbol cercano. Se ven erizos cruzar la calle por la noche, y hay que ir con cuidado de no pillarlos. A veces cruzan también la calle conejos que andan sueltos por ahí. Y luego tenemos a las martas, que en su adaptación al mundo moderno se comen los cables de los coches y más de un conductor no ha podido arrancar el coche por la mañana, tras el atracón la noche anterior del simpático animalito.

Por supuesto que no debe extrañar encontrarse a tanto animal si se vive rodeado de bosques y en una ciudad tan verde. Pero la visita que tuve hace poco de España me comentaba que en España ya ni en los pueblos se ven animales. Que la gente se los carga, con esa falta de respeto hacia los animales que nos caracteriza. A mí no me gustan los animales, y reconozco que no toco ningún bicho, pero no me deja indiferente la forma con que se los trata. No voy a entrar en el tema de los toros, que aunque no me gustan y no he ido ni iré nunca a ninguna corrida, puedo entender la afición y la pasión de muchos. Pero no entiendo la fiesta famosa en la que tiraban a la cabra desde el campanario de la iglesia, sustituida ahora por una de cartón piedra (muchos dirán que no es lo mismo, claro), y por la que algún alemán alguna vez me ha pedido cuentas, como si yo tuviera la culpa. Y desde luego que no entiendo el regocijo colectivo de hacer sufrir a ningún animal y encima celebrarlo, como ocurre con muchas fiestas nuestras en las que sobre todo el toro es el protagonista.

Cerca de donde vivo hay una calle cortada al tráfico con dos barreras que delimitan un tramo considerable y a ambos lados sendas señales indican que es zona de paso de ranas. Con mi desconocimiento del medio, yo nunca he sabido de estos fenómenos naturales: en primavera, las ranas inician unas marchas para poner los huevos en los sitios donde están acostumbradas a hacerlo siempre. Como tienen que atravesar carreteras, muchas son atropelladas en el intento. En Alemania, existen desde hace muchos años iniciativas para poner lonas a los lados de la carretera o cubos para luego transportar de manera segura a las ranas al otro lado. Bastante gente se involucra en este tipo de actividades. Desde luego que como en todas partes aquí habrá luchas ilegales de perros o gallos, pero no he sabido nunca de ninguna celebración pública donde el sufrimiento del animal sea el protagonista. Algo muy distinto en España, donde justificar tales fiestas diciendo que son "tradiciones" me parece más que antagónico y fuera de lugar.

Por otra parte aquí me choca que haya en muchas ocasiones más amabilidad hacia los animales que hacia las personas. Aquí se puede entrar en el metro o en el autobús con un perro, y a veces he pensado que es mejor ser perro que niño, a juzgar por las caras que pone la gente en sitios públicos cuando entras con niños. Durante años me peleé con toda la clientela de una pescadería de mi antiguo barrio en la que yo entraba con el carro del bebé, ya que me exigían dejarlo fuera, pues la tienda era estrecha y "molestaba". El dueño me dijo que ni se me ocurriera, que él tenía nietos, y que nunca los dejaría fuera, y yo le dije que si no dejaría de comprar ahí. Así que armada de valor seguí entrando y soportando las miradas de odio e incluso comentarios, pues lo normal es dejarlo fuera, cual perro, ni siquiera atado, aunque los perros entran a veces en las tiendas también. Es curioso vivir en un país en el que conviven las señales avisando del paso de las ranas con otras que prohíben el ruido de los niños (Das Lärmen der Kinder ist untersagt, rezan algunos carteles). En realidad son todos bichos, ¿o no?

lunes, 13 de julio de 2009

Qué haría yo sin la técnica

Llevo unos días feliz con mi nueva radio de internet. La he colocado en la cocina y me divierte investigar las miles de emisoras de todo el mundo que puedo oír. Este fin de semana he estado cocinando a ritmo de Bollywood Hits y de bossa nova, he descubierto una emisora sólo de flamenco (no soy aficionada, pero por si me diera morriña...), y hay cantidad de emisoras curiosas. Lo mejor ha sido volver a oír mi emisora favorita de Bélgica, la que siempre oía mientras cocinaba, y lo divertido ha sido que parecía que no hubieran pasado dos años desde la última vez que la oí, con las mismas noticias de siempre: en Bélgica nunca hay consenso de nada, con constantes coaliciones y negociaciones por doquier. He escuchado el neerlandés gutural de Holanda, donde pedían a los oyentes que votaran el pueblo de Holanda donde quieren poner una calle dedicada a Michael Jackson, algo que todos estábamos esperando, para luego oír el flamenco, el holandés elegantón de Bélgica, con la radio de Amberes. Y por supuesto que he oído emisoras españolas también. La radio en español me trae muchos recuerdos, pues en casa de mis padres está siempre puesta, y el sonido de las melodías e incluso los anuncios tienen ese poder evocador que ciertas cosas siempre guardan, a través de los años y la distancia.

Entre esta radio ahora, y tras mi ordenador ahora mi portátil, vivo enganchada al mundo exterior a través de la técnica. Si pienso en cuando llegué a Alemania, en 1990, no se pueden comparar para nada las posibilidades de comunicación con el resto de mi gente. Aunque mucho peor lo tuvieron los emigrantes españoles que llegaron a Alemania en los años 50 y 60, totalmente desconectados de su tierra y con la sensación de vivir aún más lejos. Porque hoy día es mucho más fácil todo: seguir al tanto de lo que ocurre en tu país y tener más contacto con los tuyos. Durante muchos años sólo hablaba una vez por semana con mis padres, y a un marco por minuto (1 DM = 80 ptas), la conversación era cara y había que estar mirando el reloj todo el rato. Ni punto de comparación hoy día con la tarifa plana que tengo y que casi prefiero no propagar mucho porque cada vez me da más pereza llamar por teléfono.

Y como a todo se acostumbra uno, ahora ando pensando en lo que voy a hacer durante las tres semanas de mis vacaciones sin ordenador. Cada vez me cuesta más estar sin él. El ordenador es mi lugar de búsqueda de todo tipo de información, de lectura de la prensa, es mi diccionario, hace las veces de teléfono, ya que prefiero mandar e-mails muchas veces en vez de llamar, y me permite mantener contacto con mucha gente a la que si no le perdería la pista fácilmente, como ocurría antaño. Así que será difícil prescindir de mi portátil durante unas semanas, además de este blog, al que me he acostumbrado muy rápidamente. Y lo echaré de menos cuando necesite despotricar de las cosas que me molestan cuando estoy en mi tierra, como cuando voy al parque con las niñas y me encuentro colillas, cristales, y hasta excrementos de perro, cuando veo la suciedad de la calle y la falta de civismo de la gente y el ruido tan gratuito que hay por todas partes. Así que volveré a mis libretas, donde siempre he apuntado pensamientos e ideas, y apuntaré, para, en cuanto vuelva a tener la técnica a mano, propagar mi sensación de apátrida, de no estar bien en ninguna parte y seguir quejándome, que es lo que mejor se me da, en un sitio u otro. Nada mejor que el ordenador para, como su nombre indica, "ordenar" las ideas, para no perder el vínculo con el exterior y no pensar que nuestro ombligo es el centro del universo, pues sin moverte de tu casa participas de lo que ocurre en el resto del mundo. En unos cuantos días saldré "al mundo" y, aunque no tenga ordenador, seguiré observando, pero ahora le tocará al otro lado.

sábado, 11 de julio de 2009

Educación musical

¿De dónde viene el interés por aprender a tocar un instrumento? Cuando mi hija mayor, a sus cinco años entonces, declaró que quería aprender a tocar el arpa, me dejó completamente anonadada, y nunca he sabido de dónde le venía ese deseo. Le pregunté si no se le ocurría otro instrumento más "manejable" para su tierna edad, y tras meditar un tiempo, me dijo que el violín entonces. Dejé pasar un tiempo, por si era una moda pasajera, pero tras seguir muchos meses empeñada en ello, empezó con las clases. Lleva ya más de tres años tocándolo, y podemos decir que es su instrumento. No obstante su objetivo sigue siendo tocar el arpa un día. Y cabezona es.

Si lo comparo con mi interés por la música clásica (ninguno, por desgracia), con que no toco ningún instrumento, y ni sé solfeo, me considero una analfabeta respecto a la mayoría de la gente aquí. No es que todos toquen algo, pero muchos sí, y solfeo sabe todo el mundo. Todos los alemanes son capaces de cantar una canción que no conozcan si les dan un papel con las notas musicales. Desde pequeños aprenden solfeo y a los niños se les inculca el gusto por la música clásica sin darles la sensación de que sea algo de élites. En los colegios hay coros, en los que los niños pueden participar. En España creo que sigue siendo elitista tocar un instrumento. El otro día, en la clase de música del colegio, la profesora les pidió a los niños que llevaran los instrumentos que tocan y aparecieron unos cuantos: saxofón, violín, trombón, flauta traversera, guitarra y muchos tocaron el piano del colegio.

Hasta en la guardería ha aprendido la pequeña mía a tocar la flauta, y como yo no me lo he tomado nada en serio, cuando me vino un día diciendo que había aprendido a tocar una pieza de Beethoven y sacó las notas y se puso a tocar me dejó sin habla: "Ah, eso en mi pueblo es 'La canción de la alegría', de Miguel Ríos", pensé ... igualito, claro. Y aunque llevo muchos años expuesta a tanta cultura musical, no he conseguido desarrollar el gusto por la música clásica, seguramente porque me resulta ajena, por no haber crecido con ella. No entiendo de estilos, ni de compositores o épocas. Tengo una amiga que oye siempre música clásica en el coche y tararea las piezas. Yo no tengo oído para ello, y reconozco que me he quedado dormida en algún concierto, a los que hace muchos años que no he vuelto. También he ido un par de veces a la opera (y porque me regalaron las entradas, al igual que a los conciertos), y tampoco me llegó a decir nada. Entre que no entiendo lo que cantan y toda la teatralidad, no consigo meterme dentro, y menos aún que se me meta dentro a mí. La emoción que siento con el arte y con la literatura, no he conseguido sentirla jamás con la música clásica.

Por eso sigo anonadada de que mi hija pequeña quiera aprender a tocar el violonchelo (ni idea de por qué este instrumento tampoco), y como lo lleva diciendo desde hace un año, va a comenzar el curso que viene. Pero más me sorprendió el otro día cuando me dijo que también quiere aprender a tocar el órgano. Hace poco lo oyó tocar en la iglesia, donde acudió con la guardería y un señor les dejó probar: "Y ese señor da clases", me dijo después. No sé si sería un evento publicitario, pero desde luego que surtió efecto. A lo mejor debería acudir yo a algo así para animarme a tocar algún instrumento. El afinador de pianos que viene a mi casa cuando mi familia tan musical lo considera necesario, ha tratado un par de veces de convencerme. Cuando a su pregunta de si toco algo le respondí que no, me dijo que para tocar un instrumento y enamorarse nunca es tarde. Buena teoría, aunque adivinen cuál de ambas cosas me parece mejor...

viernes, 10 de julio de 2009

Oda a la amistad

No conozco una amistad tan sincera como la de estas dos niñas. Se conocieron con dos años, en la guardería, y trabaron una amistad fuera de serie. Ahora tienen casi nueve, y siguen siendo como dos almas gemelas. Nunca se pelean, se compenetran en todo; si tienen alguna diferencia, por el cariño que se tienen, una siempre cede, sin ningún conflicto. Llevo años observándolas, y admirando su capacidad, desde tan pequeñitas, de estar ahí la una para la otra. Ya quisieran muchos adultos contar con alguien de esa manera. Una de ellas es mi hija mayor, Sofía, y la otra es su mejor amiga, Antonia.

Cuando nos fuimos a vivir a Bélgica, lo normal hubiera sido que hubieran perdido la amistad, pues tenían sólo cuatro años y medio. Pero ninguna se olvidó de la otra. Todo lo contrario. A su alrededor constataban que ninguna otra podía ocupar esa posición: "No hay ninguna otra niña como Antonia", me decía mi hija, asustada a veces por la crueldad de los niños que hoy te dicen que eres su mejor amigo y al día siguiente te ignoran. "Antonia nunca haría eso". Y a Antonia le pasaba lo mismo. Se vieron un par de veces durante esos dos años y medio, y las despedidas eran dolorosas, con llantos al separarse, y todos nos sentíamos mal al verlas.

Desde que volvimos a Hamburgo, aunque tampoco vivimos tan cerca, se ven con regularidad, y por eso hoy, al verlas juntas aquí en mi casa, me he emocionado al sentir esa compenetración tan especial. "Mamá, cuando seamos mayores seguiremos siendo amigas", me dice siempre mi hija. Y ayer observé cómo, en un momento en el que mi hija no se comportó bien con su hermana, al regañarla yo no me hizo ni caso, pero cuando Antonia le dijo algo así como "Sofía, tampoco es para tanto, no te lo tomes así", mi hija se calló y lo aceptó con una naturalidad que casi me hizo sentir envidia... Pero no, me alegro de verlas juntas, y pienso que si de pequeñitos aprendemos a valorar así la amistad, nunca nos faltará apoyo de nadie en la vida. Y respiro aliviada, porque sé que mi hija nunca estará sola.

Con ropa o sin ella

No hay decoro. Pasear por las Ramblas en biquini, sin camiseta, o medio desnudos. La pregunta es dónde está el límite en la ciudad para que cierta vestimenta sea o no adecuada. Pasearse así por el paseo marítimo de cualquier ciudad no llama la atención. Pero al meterse hacia el interior de la ciudad sí. Yo antes era menos tolerante con estas cosas, pues venía de la presión que hay en España de ir vestido adecuadamente. Con los años me he relajado, pues lo veo con mi mentalidad extranjera. Los turistas nórdicos se quitan la ropa porque aquí van todo el año con ella puesta, simplemente por eso. Y el enseñar las carnes es algo muy normal en estas latitudes, pues les educan con otra percepción de su cuerpo que a nosotros. Ayer leí en la prensa sobre la propuesta de prohibir el uso del biquini en ciudad. A mí no se me ocurriría entrar en una tienda o restaurante en biquini, simplemente porque me da vergüenza, y creo que en eso los españoles seguimos siendo mucho más pudorosos. Y por supuesto que me parecería inapropiado que la gente fuera en bañador por la Gran Vía.

¿Se debe prohibir? Difícil cometido en ciudades con playa. Delimiten, por ejemplo, Barcelona: hasta aquí se puede ir en biquini por la calle, y a partir de aquí no. Pienso que si el dueño de un restaurante no desea tener en sus terrazas a gente en bañador o con el torso desnudo, que debería poder decirlo también. Para mí la pregunta es si se prohíbe por temas estéticos o de moral. Hay mucha gente que vestida resulta más provocadora que otros sin ropa y seguro que acaparan más miradas que otros en biquini o bañador por la calle.

Para mí lo interesante es por qué unos sienten pudor y otros no. Aquí, desnudarse delante de otros es muy normal. En las piscinas hay zonas en los vestuarios para mujeres y hombres, pero es normal ver a gente desvestirse en las zonas comunes delante de todos. Yo sigo hasta teniendo dificultades de quitarme el bañador y ducharme sin él en las duchas de mujeres, donde aquí todas lo hacen sin ningún problema. Al igual que no acudiré nunca a una sauna mixta, lo cual es de lo más normal aquí. No me imagino sentada con un grupo de amigos (hombres) desnuda y hablando con ellos de cualquier cosa. No puedo. Tengo amigos que se ríen de mi negativa a ir, y que me siguen preguntando que por qué no voy. Me gustaría liberarme de la sensación de que todo el mundo me mira, lo cual es absurdo, pero no lo consigo.

A una amiga mía, latina claro, le pasó algo parecido. Se metió en bañador en la piscina de un club bastante exclusivo donde todos se bañaban desnudos, y vinieron a llamarle la atención de que tenía que quitárselo. Para mí es el mundo al revés. Pero si todos se comportan de forma natural estando desnudos, al final los raros somos los pudorosos. De todas formas, había pensado ir algún día a ver esas piscinas, pero va a ser que no. Al igual que a partir del paseo marítimo me seguiré poniendo algo encima. Pero entiendo que otros no lo hagan, al menos en los "alrededores" de la playa. Peor me parece el deterioro de las ciudades en otros aspectos que porque unos se paseen con poca ropa: empecemos por la suciedad de las calles, algo en lo que en España hay mucho que hacer todavía. Estéticamente me parece peor aún e incívico.

jueves, 9 de julio de 2009

Gesticulando

El periódico inglés "The Guardian" ha estado publicando un curso para aprender a gesticular como un español, con lo que se sobreentiende que los ingleses gesticulan de otra manera. Por supuesto que sí, porque en cada cultura hay gestos distintos, al igual que las expresiones habladas se hacen eco de otro simbolismo para al final expresar lo mismo. En el curso explican, por ejemplo, como se hace para decir "está lleno", con la mano para arriba, abriendo y cerrando los dedos todos juntos. Como yo gesticulo como una española, incluso en alemán, ha habido veces en las que lo he hecho de otra manera al consenso imperante aquí. Por ejemplo, nosotros para decir que alguien está loco nos llevamos el dedo índice a la sien y lo movemos como desatornillando el tornillo que está suelto. Los alemanes, por ejemplo, que tienen esa expresión para decir que alguien no está bien de la cabeza, eine Schraube locker haben ('tener un tornillo flojo'), hacen el gesto para 'estar loco' de otra manera: o se dan golpecitos con el dedo índice en la sien, o mueven la mano estirada delante de la cara de izquierda a derecha y de derecha a izquierda varias veces. Muchos signos son comunes internacionalmente, como la V hecha con los dedos como símbolo de victoria, o mandar callar con el dedo estirado delante de la nariz. Pero sí que creo que los españoles somos muy expresivos gesticulando, ya que en general movemos más los brazos y el cuerpo al hablar para acompañar o animar lo que hablamos.

Una expresión que me falta en alemán es nuestro "tener mucha cara" o "mucha jeta", con las consabidas palmaditas en la cara para expresarlo. No existe. Como aquí también hay mucha gente que la tiene, la traducción como frech sein , que es como yo expresaría esa idea, se me queda corta (frech = 'caradura', 'descarado'). Nadie entendería aquí ese gesto nuestro, tan español, y muchas veces me he quedado con ganas de hacerlo.

A todo esto me viene a la mente una historia que me contó hace poco una prima mía sobre un pariente nuestro cuya hija vivió unos años en Dublín. En una de las visitas, al ir al supermercado el hombre y su mujer constataron que habían cambiado los huevos de sitio. Como no los encontraron, se dirigieron a una empleada y como no sabían inglés, imagínense qué gesto hizo el hombre para preguntar por los huevos y dónde se agarró. La irlandesa le entendió y con risotadas le llevó al sitio donde estaban. Entendimiento puro y duro. Como mi madre dice cuando está aquí con situaciones parecidas: al final o te dejan por imposible o te entienden porque no les queda más remedio.

miércoles, 8 de julio de 2009

Orden y desorden

Me hace gracia aquí cuando hablan de Verkehrschaos ('caos en la circulación'). A Madrid los mandaba yo una temporada, y no sólo a Madrid, sino a cualquier ciudad grande en España. Aquí claro que hay atascos, y sobre todo en la autopista, pero hasta el peor de los atascos me parece menor que los que he soportado en Madrid, y eso que es en vacaciones cuando estoy y no tengo prisa por llegar a ningún sitio. Aunque ahora recuerdo una vez que casi perdí un vuelo por un atascazo en la M-30.

Ayer por eso me pareció inaudito que en la presentación del colegio a los padres noveles, apareciera tras la directora, la representante de la asociación de padres y la tesorera, un policía vestido de uniforme, y con el librito de las multas en la mano, a echar su discursito. Empezó hablando del caos en la circulación alrededor del colegio. Continuó con un rapapolvo a los que llevamos a los niños en coche al cole (lo siento, que más quisiera yo que pudieran ir andando). De todas formas ésa es otra: aquí les parece lo más normal del mundo que niños de 6 años caminen solos a las siete y media de la mañana en la oscuridad de la noche en invierno o haga el tiempo que haga. Son los mismos que se agobian porque les pongan deberes o les exijan otro tipo de independencia. Pues eso, el policía se plantó delante de todos y dijo a) que los niños deben ir andando, y b) que los padres que vengan a llevarlos o recogerlos en coche piensen que les caerá una multa si estacionan donde no deben. La primera vez que yo llegué al colegio pensé que no había niños ni gente, de lo tranquila que es la calle. Detrás de los árboles aparece el colegio, que está compuesto de varios edificios bajos, de dos plantas, y en toda la calle está prohibido estacionar, como mucho se puede parar tres minutos sin bajarse del coche, para que el niño baje y suba. Yo lo hice así el primer mes, pero tras soportar las miradas asesinas de los padres que pasaban a pie al lado de mi coche, decidí empezar a parar en una bocacalle. Mi marido sigue parando en la puerta del colegio, pero yo le digo que él ha nacido aquí y que tiene la dicke Elefantenhaut ('la piel de elefante gruesa') necesaria para devolver la mirada aún con más odio. Yo pierdo siempre en esas batallas. El policía continuó: "Tengan Uds. en cuenta que si una vez les pillo tomaré nota de la matrícula, y la segunda vez habrá multa". Y mostró su libreta de forma amenazante y con una sonrisita diabólica.

En Madrid he presenciado lo contrario. A las salidas de los colegios se agolpan todos los coches alrededor de la entrada, en doble fila o lo que haga falta, en los pasos de cebra, y si les valiera, muchos entrarían con el coche hasta la clase del niño. Me imagino al policía de turno dando el discursito a los padres, algo impensable, y la cara de pasotas de todos, y el poco caso que le harían, aparte de tirar la multa en caso de que les pusieran una. Ni una cosa ni la otra. Pero si pienso en todas las visitas que lleva ya mi hija a la comisaría de policía de la zona, y que al policía del colegio los niños le conocen por su nombre, puesto que les da educación vial, probablemente yo fui la única que se extrañó ayer con la charla, pues desde pequeñitos le inculcan el respeto al orden, algo que a nosotros nos falta en muchos aspectos en España, ya que cada uno hace lo que le da la gana. ¿Es que somos tan indomables los españoles? A veces me lo pregunto al ver el orden imperante aquí. Pero al oír ayer de la iniciativa de los propios padres a controlar ellos mismos la calle, y la que organizan en la jornada sin coches, pienso que la policía lo tiene muy fácil aquí, con tantos ayudantes. Ya quisieran en España tanta cooperación...

martes, 7 de julio de 2009

De la tontería de los padres de hoy día

Como me estoy preparando mentalmente para la reunión de padres de hoy, estoy pasando revista a las muchas a las que he acudido ya. Son momentos en los que tengo compasión con los profesores, pues lo que tienen que aguantar es mucho ... muchísimo. Desde los padres que exigen y exigen a los que critican y critican. Los hay a los que todo les parece mal, con quejas de por qué pusieron tal pregunta en el examen, que eso no fue justo, o por qué tienen que montar y desmontar los niños los potros y las colchonetas, que eso quita tiempo de la hora de deporte, que es de por sí demasiado corta. O he oído a madres de niños diciendo que se favorecía en el trato a las niñas, lo que creó dos bandos bien definidos con mucha animosidad durante mucho tiempo en la clase: "madres de niños" contra las "madres de niñas"; la guerra estuvo servida. "Es que a las niñas las tratan mejor", me dijo una vez una como reproche ("envidiosa", pensé). U otra vez en la que debido a la temporada de piojos que sufrió el colegio, a la propuesta que hizo alguien de controlar regularmente las cabezas de los niños, una madre se puso histérica y dijo: "Yo no consiento que a mi hijo le toque nadie la cabeza". Son situaciones que me encantan, y le dan colorido a estas reuniones que más bien parecen un tribunal de cuentas, y yo me acabo por reír a carcajadas, si es que a veces no me da un paro cardiaco.

En otra reunión, hace varios años, empezaron a susurrar unos cuantos: "¿Habéis visto la tripa incipiente que tiene la profesora? Seguro que está embarazada". Efectivamente, lo anunció, y la pobre tuvo que justificarse por haber elegido tan mal momento: "Es que Ud. no puede dejar ahora a los niños...". O este año, una dijo que no le parecía bien que los niños hubieran dejado de hacer manualidades para Navidad o Semana Santa, que ella se alegra de ese regalito que le trae el niño del colegio y que al niño le hace ilusión esconderlo, la intriga, la emoción (vamos, a mí casi se me saltan las lágrimas...). La profesora, curada de espanto, con una sonrisita irónica dijo, "vale, haremos algo", pero debió pensar lo que yo: ¡que son niños de 9 y 10 años y que ya son mayorcitos para muchas cosas!

En fin. ¿Qué me deparará la reunión de hoy? Teniendo en cuenta que es por la escolarización de mi hija pequeña, se tratarán temas existenciales. ¿Cuánta gente de mi familia puede venir a la Einschulung? (La Einschulung es en Alemania tan importante como la primera comunión: es el primer día de colegio y los niños llevan un cucurucho típico lleno de regalitos; más sobre este tema en su momento). ¿Tendrán los niños de primero, en tan tierna edad, esa cosa tan horrorosa llamada deberes y que les rompe su tierna infancia después de que tienen que pasar por ese trago tan traumático como es ir al colegio? Los profesores tranquilizarán y dirán que no, que no habrá deberes en primero, pues los pobres ya tienen suficiente con estar de ocho a una, ay no, los de primero tienen clase de 8.30 a 12.30 y a muchos los recogen ya a esa hora, pues la media hora de antes y de después, que es momento de juego es demasiado para el pobre niño. A la última hora de clase se les irá adaptando durante los dos primeros años. Tranquilícense, padres superprotectores. Habrá terapia para todos. En fin, como si no hubiera asistido a ninguna reunión de padres.

lunes, 6 de julio de 2009

Sobre los dioses y demás famosos

Temblando estoy por el espectáculo mediático que organizarán hoy para presentar al nuevo fichaje del Real Madrid, después de la que montaron la semana pasada, y siendo el de hoy el fichaje más caro de todos los tiempos. Con lo que cuesta tendrán que rentabilizarlo. Me parece superfluo e incluso de mal gusto el despliege informativo de todos los medios de comunicación, y peor aún que a la gente le interese este culto a los dioses. Y es que lo deben ser, aunque a mí no me lo parezcan o no entienda nada de fútbol. No me voy a poner a analizar fichajes y mucho menos a hablar de fútbol, pues no tengo ni idea. Pero me alarma la facilidad que tiene la gente de volcarse con hechos así. Y pasaremos de tal sonada presentación al entierro de Michael Jackson, que logrará mañana movilizar a medio mundo en vivo o a través de la televisión. Y es que aunque no queramos nos vemos metidos en esta vorágine informativa. Uno enciende las noticias o lee el periódico en internet y no puede evitar ser avasallado por titulares de tipo "la ex mujer de Michael Jackson dice que él no era el padre de sus hijos", y cosas por el estilo. A mí me molestan este tipo de titulares y ni siquiera dan pie a que lea una noticia que no me interesa, y hasta me da pena el difunto, y que no le dejen morir en paz. Las estrellas suben encumbradas por las multitudes y bajan por efecto de las mismas. Siempre ha sido y será así. Al igual que nada ha cambiado desde la época de los romanos, que contentaban a las masas con "pan y circo", que al parecer es lo que sigue necesitando la mayoría. Yo añadiría: "pan, circo y negocio".

domingo, 5 de julio de 2009

Delirios literarios

Con mi mala costumbre de leer libros a trompicones, he tardado más de la cuenta en leerme el último libro de uno de mis autores favoritos, Juan José Millás: "Los objetos nos llaman". El libro lo ha permitido, por tratarse de relatos muy breves, una especie de delirios, sueños o imaginaciones, alineados sin aparente conexión entre ellos salvo el estilo surrealista del autor. Pocos autores tiene la capacidad de transformar la realidad en ironía como lo hace Millás. Me encanta su prosa, que mezcla como nadie situaciones banales de la vida diaria con la esquizofrenia que supone vivir, y por eso, las situaciones irreales de los cuentos parecen reales, al estar narradas con un toque de humor inigualable.

Lo empecé a leer en el vuelo de regreso de Estocolmo, hace algo más de un mes, y el hombre que iba sentado a mi lado me miraba sorprendido por verme subrayar y subrayar en el libro (a la ida ese mismo hombre me vio hacer lo mismo con una guía de viajes sobre Estocolmo). El hecho de que tanto en el vuelo de ida como en el de vuelta me tocara ir al lado del mismo pasajero, algo que no me había pasado nunca, me hizo pensar en que nadie mejor que Millás me podría explicar el significado de tal coincidencia, porque la situación parecía irreal. Normalmente me conformo con doblar las esquinas de las páginas que contienen frases que me gustan en los libros, pero me pareció poco tributo a alguien que fabula con situaciones tan abstrusas como el viajar a Madrid con una guía de Buenos Aires, porque al fin y al cabo todas las ciudades son iguales, o la de las vistitas al psicoanalista donde ambos, paciente y médico se quedan dormidos y luego se cuentan sus sueños.

"Tuve un tío rico que vivía también fuera de la realidad, aunque de vez en cuando venía a pasar un rato con los que habitábamos en ella."
"El plato combinado puede parecer ahora una vulgaridad, pero en aquella época se acababa de inventar y era a lo más que se podía aspirar desde el punto de vista de la filosofía, pues no constituía sólo un modo de nutrirse, sino una forma de abordar la existencia."
"Por eso en casa no se escuchaba nunca música clásica, porque es muy difícil estar a favor o en contra de lo que dice la música clásica."
"El mundo es peor que el aeropuerto de Francfort: todos los carteles están ahí para confundirte, para que cojas el vuelo que no es o te quedes atrapado en el laberinto de sus pasillos."
"Cuando soy feliz, odio escribir, que es lo que más me gusta. Se ve que no es posible ser feliz y hacer lo que a uno le gusta al mismo tiempo. Ésta es una contradicción que la filosofía no ha estudiado suficientemente. No sé quién decía que la gente suele triunfar en lo segundo para lo que está más capacitada, porque para triunfar en lo primero hay que alcanzar niveles de desgracia verdaderamente insuperables."

Son citas que he marcado a lo largo de mi lectura del libro, y las transformo en verdades para mi blog, porque "del mismo modo que el matemático no comprende la realidad hasta que la atrapa en una ecuación" o "no entendemos el oro, por ejemplo hasta que no lo transformamos en un colgante", "la transformación de las sardinas en sardinas de lata es la variante positiva de esta tendencia", es decir, que tratamos de convertir las tragedias o dramas diarios en productos envasados, porque "escribir no es más que tomar la materia prima de la realidad y convertirla en literatura para hacerla más digerible". Digamos que yo hago lo mismo a través de este blog. No hay nada mejor que la literatura y el arte para reflejarnos en los delirios de cualquier persona que es capaz de plasmar mejor que nosotros lo que sentimos. Cuando sea mayor quiero escribir como Juan José Millás.

sábado, 4 de julio de 2009

Conciliar

Un tema bastante amargo para mí es la conciliación laboral y familiar en Alemania. Si de por sí, como mujer es difícil en todos sitios trabajar fuera de casa, y ocuparse a la vez de los hijos, Alemania es, de los países europeos que conozco, el peor y el que más discrimina a las mujeres. De momento parece todo muy bonito, por la posibilidad de cogerte una excedencia de tres años por hijo y la obligación que tienen de volverte a coger en tu puesto de trabajo. Muchas vuelven cuando los hijos tienen hasta tres años, y empiezan a trabajar media jornada. Muchas otras tiran la toalla, o porque no pueden más ya que los horarios no te lo ponen fácil o por la animosidad alrededor, o por decisión propia: porque desean seguir ocupándose ellas mismas de sus hijos a tiempo completo. Y otras, como yo, tras una pausa voluntaria, se ven abocadas a otra involuntaria. Porque una vez que te has metido en la dinámica es muy difícil salir: por la dificultad de encontrar un empleo correspondiente a tu cualificación siendo madre, por los horarios escolares y por la presión social.

En ningún otro país he visto que las mujeres abandonen una buena carrera profesional tan resignada y voluntariamente como aquí. Además de montones de mujeres con muy buena preparación y experiencia profesional en puestos de toda índole, conozco a una arquitecta, una doctora en biología, una médico cirujano, una bioquímica, he conocido a una jueza, a profesoras de colegio e universidad, y todas ellas están de amas de casa felices. Y no me lo explico. Yo hubiera sido una de las que hubiera vuelto tras los tres años de excedencia si el sitio donde trabajaba no hubiera cerrado. Yo y 500 empleados más tuvimos que firmar nuestro despido por regulación de empleo. En aquel momento no me preocupó especialmente, pues estaba convencida de que me iba a ser fácil encontrar un empleo. Grave error por mi parte, ignorancia, o ingenuidad, que es peor.

En el tiempo que llevo tratando de reengancharme profesionalmente, he aprendido muchas cosas: de la discriminación que sufrimos por ser madres, de la discriminación que las propias mujeres se hacen entre sí, pero sobre todo de que no me identifico nada con este encasillamiento al que me veo sometida. En las diversas entrevistas que he tenido nunca ha sido el problema mi preparación, ni la pausa profesional que he hecho, sino la pregunta clave es, ya que todo el mundo conoce los horarios escolares: "¿Y qué hace Ud. con sus hijas por las tardes o cuando están malas?". Al contestar que no tendría ningún problema en contratar a una canguro, la respuesta de un "superpadre" y jefe conmiserativo con la sociedad, y sobre todo con mis hijas, fue: "Yo a mis hijos no los dejaría nunca con una canguro". Me explicó que su mujer "se ocupa" de sus hijos, que aunque estén ya en el instituto "siguen necesitando a su madre". Yo le respondí que los hijos necesitan siempre a su madre, de pequeñitos y en la adolescencia, pero que una cosa no quita la otra. Cuando estaba claro que no me iban a dar el trabajo, le dije que si le ha preguntado a su mujer si a lo mejor no le gustaría hacer algo más que ser taxista de sus hijos y ayudarles con los deberes. Fue una entrevista con tres personas distintas, y los tres me juzgaron moralmente. Y eso fue lo peor. Como si por el hecho de querer trabajar fuera de casa sea una mala madre. El tercero me llegó a decir: "Pero no piensa Ud. que está mejor con sus hijos?", en tono paternalista. Ésta fue la entrevista más denigrante que he tenido, pero otras no se han quedado cojas. El día en el que en una entrevista de trabajo le pregunten a un hombre que qué hace con sus hijos por las tardes o cuando estén enfermos, habrá igualdad.

Yo soy la primera en respetar a las amas de casa que quieran serlo por decisión propia, pues es un trabajo que no se paga con dinero, y ni es reconocido ni apreciado por nadie, lo aseguro. Pero también pido que me respeten a mí por querer trabajar, y por no tener suficiente (como mujer) con el modelo de vida tradicional. Y esa falta de respeto viene a menudo de otras mujeres. Me parece inaudito que haya tanta oposición a la ampliación de horarios en los colegios, y son las mismas madres quienes opinan que a los pobres niños no se les puede tener tantas horas en el colegio (por favor, observen el resto de países europeos). Me pregunto si el colegio es entonces la excusa perfecta para vivir haciendo pastelitos, manualidades e involucrase en todo tipo de actividades en el colegio (por las mañanas, claro). "Ah, no, es que yo no puedo trabajar", dicen muchas. Y yo digo "Ah no, es que yo puedo y quiero trabajar, pero no me dejan como a mí me gustaría". Porque no cabe duda de que toda reducción de jornada es beneficiosa para la familia, pero no lo es profesionalmente, pues pienso que es muy difícil hacer algo serio trabajando 15 ó 20 horas a la semana; algunas lo han conseguido, pero las menos. Así que declaro abiertamente mi respeto y admiración por las Rabenmütter alemanas (literalmente 'madres de cuervos'), palabra despectiva sólo existente en alemán para designar a las madres desnaturalizadas, las que no se ocupan de sus hijos como deberían por preferir otras actividades como trabajar. Seamos serios. Estamos en el siglo XXI y hay mujeres, como yo, que no hemos estudiado por pasar el rato, sino porque lo hemos deseado y hemos querido llegar a ser algo. Si hay algo de lo que estoy orgullosa es de ser madre de mis hijas, pero ante todo soy yo, una mujer con ganas de hacer algo más que organizar el calendario social y extraescolar de mis hijas (nada fácil por cierto) y de vivir acorde a mis principios, y no de los que me dicta una sociedad tan sorprendentemente machista como la alemana. Continuará.

viernes, 3 de julio de 2009

Madrugadores

¿Por qué la sensación del tiempo es distinta aquí que en España? ¿Por qué a las cinco de la tarde parece que es tarde aquí y en España no? El día se percibe de otra manera, y los horarios son completamente distintos. Ayer, por ejemplo, fue la triatlón escolar de Hamburgo. Los participantes tenían que estar ya a las siete menos cuarto de la mañana en el metro, pues las pruebas empezaban a las ocho de la mañana. A las once ya estaban todas las medallas entregadas. Siempre me pregunto por qué las prisas. Todo comienza muy pronto aquí, los colegios, por ejemplo, a las ocho, eso sí, para soltarte a los niños a la una, horarios muy apropiados para conciliar... Se come pronto, en los trabajos a partir de las doce. A las tres ya están tomando café y tarta, y entonces a las cinco de la tarde la sensación es de que el día se ha acabado, sobre todo en invierno, cuando anochece a las cuatro. En general tengo la sensación de que a la gente le gusta madrugar, incluso los fines de semana, y se acuestan bastante pronto en general. Se considera mala educación llamar por teléfono en las casas a partir de las nueve de la noche. A mí, los que me conocen me llaman a las diez o más tarde, y algún amigo alemán me ha dicho, "bueno, a ti se te puede llamar a esta hora".

Yo sigo teniendo la sensación de vivir a deshora. Es muy normal que como los niños salen tan pronto de cole, les inviten a un cumpleaños a las tres de la tarde. Para mí son horarios a los que no llego. Algo que echo de menos es la sobremesa, la buena costumbre que tenemos en España de descansar un rato después de comer, si no con siesta al menos sentados un rato leyendo o dormitando con la tele. Aquí esas horas son las principales del día, en invierno porque es el momento de salir y hacer algo, y si no en general, al ser la cena a las siete o así, te condiciona a hacer algo en esas horas. Por eso en España, a las cinco de la tarde me da la sensación de que queda mucho día por delante, mientras que aquí es todo lo contrario.

Con los niños pequeños son muy estrictos con los horarios. A las siete de la tarde los acuestan. Ayer, día de calor, vino una madre a recoger a su hija: "Date prisa", le dijo, "que tu hermano ya tiene el pijama puesto" (eran las seis de la tarde, con una luz de verano impresionante). Y claro, luego se quejan: "El niño se ha despertado a las seis de la mañana hoy", y yo digo que con once horas de sueño ya les da. Lo gracioso es que en un parque infantil no necesitas reloj. A las seis de la tarde desaparecen todos, y yo siempre me he quedado sola con mis hijas. Y en España he visto a niños jugar en el parque a la una de la mañana en verano. Aquí llamarían a Protección del Menor.

Lo mejor es cuando te vienen a arreglar algo a casa: que te vengan a las seis y media o siete de la mañana es muy normal, pero busca a alguien que te venga a partir de las tres de la tarde. Imposible. Recuerdo que cuando vino el camión de la mudanza para irnos a Bruselas, que a las seis de la mañana estaban ya en la puerta para empezar a empaquetar todo. Así que a la fuerza me he tenido que volver madrugadora, aunque yo soy más bien nocturna. Y cuando me veo a veces tan temprano por el mundo, me sorprendo de que haya tanta vida a pesar de la oscuridad, del frío, y del sueño que tengo yo, pues los otros no parecen tenerlo.

jueves, 2 de julio de 2009

Los mercados

Algo que me encanta en Alemania son los mercados. Curiosamente son en el exterior y no existen los mercados como los nuestros en España, cubiertos, y con los diferentes puestos al lado los unos de los otros. Aquí son ambulantes, es decir, que los puestos vienen por la mañana para las horas del mercado y luego se van. Al llegar a Hamburgo me pareció raro que precisamente en un país tan frío, los mercados sean todos fuera. Pero están equipados para todo tipo de temperaturas: cuando llueve ponen unas lonas todo alrededor y cuando las temperaturas son muy bajas, unas estufas. Son camiones o vehículos prepararados para abrir uno de los lados y despachar y van con su refrigeración correspondiente. Los controles son tan estrictos, que está todo limpísimo y diciéndo "cómeme". En cada barrio hay un mercado una o dos veces a la semana. Y los mismos puestos van otros días a otros mercados, con lo que si conoces unos cuantos, verás muchas veces los mismos puestos. Eso me ha pasado a mí, por haberme mudado un par de veces de casa. Pensé que no se iban a dar cuenta, pero como el trato es bastante personal si vas a menudo, me preguntaron que qué hacía en ese otro barrio. El mercado es un lugar en el que me parece que hay más cordialidad que en otros sitios. A los niños les suelen dar muchas cosas: que si una salchicha aquí, un plátano allá, caramelos en otro, y casi te llegan comidos a casa; es uno de los pocos sitios donde son muy amables con los niños.

Hay un par de mercados especialmente bonitos en Hamburgo. Indudablemente el mejor es el Isemarkt, situado en el barrio de Eppendorf, entre dos estaciones de metro, los martes y los viernes. El metro va por arriba, sobre un puente, y el mercado debajo, con puestos a la derecha e izquierda. La idea es genial, pues no te mojas cuando llueve. Es un mercado larguísimo y venden de todo. Hay hasta una librería ambulante, un puesto de caramelos muy conocido y también el puesto de pescado más largo que he visto en mi vida. Es un mercado muy turístico, pues viene en todas las guías de viaje sobre Hamburgo.

Una cosa curiosa es que aquí no se pide la vez y es algo que me llama mucho la atención. Ni siquiera hay una expresión en alemán para decir esto. La gente va llegando y se coloca de izquierda a derecha, en fila. No necesitas intercambiar ni una palabra con nadie, que es de lo que se trata, pues te colocas detrás del último, y es imposible colarte. El contacto visual es policiaco, yo misma también, puesto que no se me cuela ni uno. La verdad es que me parece muy cómodo el no tener que abrir la boca hasta que te toca, y al llegar en España a la cola de un mercado, o mejor dicho al revuelto de mujeres hablando muchas veces entre sí, me siento incómoda, y me pregunto si el "¿quién es la última?" es más bien una toma de contacto y la forma de entablar conversación y pasar el rato, ya que las conversaciónes son buenísimas: "es que venía a por un poco de queso, pero del curado, porque a mi hijo no le gusta otro". "Pues yo me voy a llevar unos chicharrones". Y me río. Menos gracia me hace cuando voy con mi madre: "Es que está aquí mi hija, que vive en Alemania, y es que allí no hay esto y lo otro, y por eso lo iba a comprar", y yo mirando a mi madre con cara de "por favor, no des tantas explicaciones". Aquí no hay que darlas y yo ya no estoy acostumbrada. Como mucho te despachas con el vendedor y eso si quieres, pues lo normal es no hacerlo. Pero también existe el gracejo, como en todos los sitios, y una frase típica que te dicen al atenderte para que no se cuele nadie es: Sind Sie zusammen?", 'van juntos ustedes?', y una vez al ir con mi marido y decir que sí, un vendedor respondió: aber immer noch?, 'ah, ¿pero todavía siguen juntos?'. Y también me ha pasado al ir sola, que al preguntarme si iba junta con el de detrás en la cola, alguno haya dicho "no, pero me gustaría". Y es que cualquier forma es válida para establecer contacto, hasta en los mercados de todo el mundo.

miércoles, 1 de julio de 2009

¡Calor!

Por fin hace calor en Hamburgo: 28°C, que aquí son calor, por la humedad del aire. Es el momento de quitarse la ropa, aunque la mayoría ya lo haya hecho desde abril. A mí el otro día una amiga me dijo: "¡Tú en manga corta!", con lo cual me sentí cual termómetro indicador del comienzo del verano.

Se llenan los parques de gente tomando el sol en bañador, como si fueran a la playa. Incluso se ve a gente caminar descalza por la calle. No entiendo cuál es el problema de ir calzado, algo que algunos ven como un yugo del que hay que liberarse, y hasta he visto a niños caminar descalzos. Y luego tenemos los pilones, como en un parque al que iba con mis hijas cuando eran pequeñitas. Hay un pilón redondo bastante grande, en el que echan agua con la llegada del calor, y los niños se bañan en él. Yo, como españolita melindrosa, tuve que contener la repugnancia y dejar que mis hijas se bañaran ahí con todos los niños en edad de llevar pañales, que aquí es hasta los tres años lo menos. Una amiga me consoló: "Echan cloro", lo cual no supe si creérmelo o no, porque es algo químico y no natural para el cuerpo. Pero explícale a tu hija de tres años que no se puede bañar, cuando ve a todos los niños dentro. Y lo mismo en el Elba. Las pocas veces que nos acercamos a las playitas del Elba, dejo, como mucho, que se mojen los pies y pisen algo de alquitrán, pero de pensar que se metan en el agua por donde pasan tantos barcos, me pongo mala. Es cultural. Muchas otras familias, tan ecologistas para otras cosas, no tienen ningún problema en que sus hijos se den un baño con restos de grasa de los barcos y demás inmundicias del río.

Pero en cuanto tengamos estas temperaturas un par de días seguidos, empezarán las quejas: que si los pobres jardines necesitan lluvia y que si hace demasiado calor, porque no aguantan más de una semana. Cuando a mí la gente me ve feliz con el calor, yo les digo que es mi "temperatura de funcionamiento", y que con menos de 28°C es como padecer hipotermia. Así que disfrutaré de estos días hasta que empiecen los aguafiestas a protestar, y espero que dure hasta que yo desaparezca para pasar más calor aún en España, y recuperen sus ansiadas lluvias para entonces, pero no antes. Que se sequen un poco los jardines, que no les va a pasar nada, ni los arbolitos milenarios, que si llevan ahí tanto tiempo soportarán dos semanas de calor, si es que llegamos a tanto, así que saquen las barbacoas, las piscinas hinchables (otras no hay en las casas), y ¡a disfrutar!