jueves, 8 de julio de 2010

Emociones

Hay días de emociones. Pueden ser como ayer, porque sea el último día de colegio y comiencen las vacaciones. Porque que las notazas sólo podrían empeorar. Porque tu hijo termine la escuela primaria, y que a su diez añitos le manden al instituto, como si fuera mayor. Porque, aunque tú te mantengas fría ante madres ñoñas que organizan una despedida digna de madres que no tienen y aceptan no tener otra cosa que hacer, y a las que les encanta rizar el rizo, y le den a cada crío un globo rojo que mandar al cielo, todos a la vez, como símbolo de que vuelan, tú te das cuenta de que algo cambia. Porque todos a tu alrededor te dicen que va a ganar Alemania el partido, que están jugando mejor, que lo sienten. Porque tú te mantienes respetuosa y sólo dices "ya veremos". Porque tu hija porta la camiseta de la selección española con tal brío que da igual que haya lo menos 50 niños con tricots de la selección alemana. Porque luego vas a comer con dos madres y con más niños como comienzo de las vacaciones, y ves que a tu alrededor todas las mesas están ocupadas con más madres que han tenido la misma idea y te sientes tan poco original y pieza de un mecanismo que no manejas tú. Porque después vas a comprarle a tu hija, que está a punto de volar, la mochila nueva para el cole nuevo faltando seis semanas, pero siendo ya "tarde" pues los niños de su clase tienen todo listo desde Navidades lo menos. Porque tras dos días a 24°C vuelven a subir las temperaturas a 30°C. Porque hay que hacer maletas para las vacaciones. Y porque encima, tras un juego emocionante gana España y se mete por primera vez en la historia en la final de un mundial, y encima le ganaron a Alemania, y yo estaba aquí, pero la final la veo allí.

Y luego están los momentos de risa, como cuando en una trifulca entre tus hijas, al tirarle la pequeña a la otra con toda su rabia un muñeco a la cara, cuando le regañas por hacerlo te dice "¡a que me quito la camiseta de la selección!!!", o que te diga al comenzar el partido que un niño de su clase le dijo al verla con la camiseta que ella es el número 5, y al ver el partido, ella cae en la cuenta de que es por los rizos, el 5 es Puyol, y que cuando éste marca el gol, ella dice "he sido yo". Y que a tres minutos del final del partido, ante mi alegría porque parecía ganado ella me salta: "no te alegres demasiado pronto, mami". Y porque al terminar llegan e-mails de felicitación, pero el que más me emociona es el de una alumna mía a la que mis clases parecían no hacerle ni fu ni fa, y andaba desaparecida las últimas tres semanas y me dice que enhorabuena por el triunfo, que merecíamos ganar, y que el que no haya venido a clase tres veces seguidas no tiene nada que ver conmigo, que le encantan mis clases. Y yo me emociono. Porque todos necesitamos que aprecien nuestro trabajo. Porque lo realizamos con tesón, y con el deseo de hacerlo bien.

O pueden ser días como hoy, al sentir emoción al oír que los alemanes son buenos perdedores, que dicen en la radio y en la prensa que hemos merecido ganar, que somos mejores. Cuántas sensaciones. Y todo esto en días normales, con las mismas sensaciones, carencias, y emociones de siempre.

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