martes, 31 de agosto de 2010

El abono de transportes, el móvil y el paraguas

El paso de ser pequeño a ser mayor, es el día en el que tus padres te compran un abono de transportes. Si hasta ese momento ibas acompañado, o andando al cole, de repente te cambia la vida, y te dan el abono y te mandan por el mundo. Si hasta ese momento, a tu comentario de que fulanito y menganito tienen móvil tus padres te ignoraban, y de repente te compran un móvil sin que tú se lo pidas, es que te has hecho mayor de golpe. Y si encima te dan un paraguas, como cobijo, ya estás preparado para todo.

Provista de estas tres cosas, más su violín ciertos días de la semana, ha salido mi hija al mundo, camino del instituto, a sus tiernos diez años, y no se le da mal. Lleva más de una semana, y los cambios que da la independencia se hacen visibles. El abono le libera del sistema complicado de tarifas que hay aquí, una zona, dos, todas, pero no de lo complicado y dificultoso que es, y que para un trayecto que en coche se tarda 15 minutos, tarde tres cuartos de hora en llegar: primero tiene que montar en autobús, luego en una línea de metro, y luego hacer un transbordo para tan sólo una estación. Y en el transbordo, a la vuelta, ha de tener cuidado de ponerse en los vagones de atrás, pues en esa estación dividen el metro en dos, y los vagones de delante van al aeropuerto. Los primeros días respiré aliviada de que si se iba al aeropuerto, allí al menos sabría manejarse, pues tiene más experiencia volando que en el transporte público. Y de perderse por las líneas de metro, al menos con su violín podría ganarse la vida... Hay que hacerles independientes. Cuanto antes.

Con su móvil hemos comenzado una nueva era de la comunicación como madre e hija. El primer día, me mandó a las 12 del mediodía el siguiente sms: "Alles gut! Nicht zurück schreiben!" ('¡Todo bien! ¡No escribas!'). Pero me hizo tanta gracia que le contesté. Al día siguiente, a la salida de clase me llamó para informarme, no preguntarme, de que se tomaría un helado con su compañera de clase con la que va en el trayecto de metro. Me pareció bien que llamase, para no preocuparme, pero me imaginé cómo podrían ser las próximas llamadas: "Mamá, ¿qué hay de comer hoy?", "Lentejas", "Ah, entonces me voy al centro comercial, no me esperes para comer". Y hoy, a uno mío me ha respondido "Bale", con "b", al menos en español, aunque veo que debemos hacer algo con las faltas de ortografía en un idioma que no escribe. Hoy le he obligado a "firmarme" un contrato imaginario de que los sms que me escriba serán en español.

Y al final de la semana, con la que estaba cayendo, me salió la vena de madre preocupada y pensé en recogerla a la salida del metro, para que no se mojase ni ella ni el violín. La hermana, que días antes me dijo que estaba un poco asustada de que su hermana fuese sola por ahí y que me hizo sentirme mal por ello (yo me justifiqué diciendo que aquí se hace así..., -cuando quiero me adapto a la primera), al decirle yo que iríamos a recoger a la hermana, porque llovía mucho, esperando plena compresión oigo como respuesta: "Pero tiene un paraguas, ¿no?"

lunes, 30 de agosto de 2010

Los referendos de los referendos

Lo he tenido que leer tres veces, y creo que ya lo tengo: tres hamburgueses han presentado una demanda junto con un abogado de Heidelberg ante el Tribunal Constitucional de Hamburgo porque dicen que el resultado del referéndum que ha parado la reforma educativa es ilegal. Que había dos preguntas en las que se podía responder con "sí" o "no", la una "¿Está Ud. a favor de la iniciativa 'Queremos aprender'?", sí o no, y la otra "¿Está Ud. a favor de la presentación de este proyecto de ley ante el Parlamento de Hamburgo", sí o no. La demanda considera ilegal el resultado alegando que al decir sí a las dos preguntas, que los "síes" contaron por partida doble. Parece lógico y ahora empiezo a "cocer" (en Alemania cuece uno por enfado, vor Wut kochen se dice), pues yo estaba a favor de la reforma y ni siquiera pude votar, por ser extranjera. Pero pensándolo bien, lo mismo ocurre con los "noes", ¿no? Se podía decir "no" a todo también y en ese caso contaron dos en vez de uno también, discriminando a los "síes". Así que por favor que nos dejen en paz de una vez, ante todo por respeto a los niños que son los afectados de tanto que si sí que si no, que si ahora reformamos y tiramos el dinero por la ventana preparando la reforma, que no llega a pasarse porque el referéndum la para; y desde hace días leemos ahora en la prensa sobre si la financiación del referéndum fue legal (yo misma creo que las formas de recoger firmas no lo fueron en muchos casos, pero ésa es otra). Y sin embargo, yo misma, que estaba a favor de la reforma, acato el resultado, aunque he perdido, y más por partida doble, no sólo por el resultado, si no por no poder votar, como 200.000 extranjeros más. Pero creo que se pueden sacar las cosas de quicio indefinidamente, y debemos apelar al sentido común, si es que queda, y dejemos que el tema descanse en paz. El resultado está ahí.

Ahora el jaleo está en Stuttgart, donde hay manifestaciones y activistas que se han atado a una escavadora para evitar que se construya otro "proyecto": Stuttgart 21, que pretende meter la estación central de Stuttgart bajo tierra, o algo así, que al final me pierdo. Pero hay que talar 300 árboles para el proyecto, y eso no le gusta a mucha gente, aparte de otras cosas. Madrid tuvo su Tita Cervera, que se encadenó a un árbol, y tampoco se talaron los árboles, pero en la Puerta del Sol de Madrid hicieron una buena estación subterránea, aunque los accesos al metro que pusieron, esos "huevos" de cristal que le quitan la estética a la plaza, deberían haber sido motivo de más de un encadenamiento a algo (¿a Gallardón?). Pero ahí están.

Otro tema en Hamburgo desde hace meses es Google View. Desde que se supo que los coches estaban circulando grabando imágenes para poner en Internet, como tienen otras ciudades del mundo, la oposición y las críticas no han callado; desde famosos que han firmado protestas a gente normal que se altera por perder su intimidad así. En otros países nadie se rasgó las vestiduras y muchas ciudades están en Google View, mismo Madrid. Y tan felices viven.

Entiendo que se pueda uno alterar por todo, y moverse por todo, y en muchos casos deberíamos. Yo misma debería fundar un par de iniciativas que no voy a describir pues están condenadas al fracaso desde el comienzo; bueno sí, menciono una: talar no 300 árboles, sino 300.000 para que por fin deje de llover en verano, que estamos en agosto, un respeto, y, como dice mi amiga, (ella firmaría seguro) estos arbolitos tienen mucha culpa, porque tanto verde tiene su precio. Pero lo peor lo oí el otro día: en Suiza, un grupito anda recogiendo firmas para hacer un referéndum para implantar de nuevo la pena de muerte. Yo pegué un respingo, porque desde que sé que los referendos se cuecen, se realizan, y se para lo que se tenga que parar, o se aprueba lo que tenga que aprobarse, al menos aquí en Alemania, me temo que podrían salir adelante, y más porque se dice que los suizos son los alemanes elevados al cuadrado. Yo desde luego que tiemblo cuando oigo ahora algo de recogidas de firmas. O propongo recoger firmas para hacer referendos por todo pero cuyo resultado no sea vinculante para nada, tras un arreglito al artículo de la Constitución que haga falta, como se hizo en el 86 en España: lo convocamos, para calmar a la gente, pero al final hacemos lo que nos da la gana sí o sí, como con el reférendum sobre la permanencia de España en la Otan. Bueno, salió "sí" sí o sí, ¿no? Ay con los síes elevados al cuadrado.

domingo, 29 de agosto de 2010

La Hulpe

Saliendo de Bruselas hacia el sur, dejando atrás el Bosque de Soignes, hay un lugar en zona valona llamado La Hulpe, que como pueblo tiene la elegancia de algunas pequeñas poblaciones belgas valonas que bordean Bruselas, donde además de estar situadas varias multinacionales en un ejemplo de buen gusto sobre dónde poner su sede, los paisajes pintan una Valonia muy cuidada, dormitorio de muchos bruselenses que buscan lugares apacibles donde vivir. Nombres como Rixenart, Lasne, Hoeilaart y Waterloo, este último conocido por la batalla y la canción de Abba. La primera vez que pasé por allí me sorprendió tanta paz, tanto bosque, tanta agua, con un lago Genval que da a la región carácter suizo, hasta el nombre lo parece. Pero lo mejor estaba por llegar al dirigirme al Domaine Solvay, con el Château de la Hulpe dentro. Los llamados domaines en Bélgica son parajes naturales o parques de recreo muy cuidados, de acceso gratuito, y los hay impresionantes.

A la entrada, el camino, con lagos a un lado, laderas al otro, no te desvela que lo mejor está por llegar: las secuoyas que yo misma, con mis pocos conocimientos de botánica reconocí a la primera, pues son espectaculares, y el castillo de la Hulpe arriba al fondo de la ladera. La primera vez no me acerqué hasta arriba, pues las secuoyas y las vistas del castillo en lo alto me bastaron, pero la segunda, al rodear el castillo, me maravilló lo que había más allá: otras laderas de kilómetros hacia abajo, en las que me imaginé a algunos reyes antiguos en jornadas de cacería. Y todo eso está ahí para que pasee cualquiera en plan dominguero, cualquier día del año.

Supongo que todos tenemos un lugar al que nos gustaría recogernos de vez en cuando, donde sentimos una paz que nos llena, un sitio donde mirar el horizonte y pensar, o no hacerlo, simplemente. Me encantaría que mis lectores me contasen de los suyos, en esta página o en privado. Y al que quiera le llevo a La Hulpe. Tampoco fui tantas veces, pero antes de irme de Bélgica fui a despedirme un día con mis hijas. Hicimos lo de siempre, nos sentamos a los pies de una de las secuoyas y caminamos. De esto hace ya algo más de tres años, y desde entonces, de vez en cuando me acuerdo de ese parque, de la paz que me transimitía, de su belleza. Estos días pienso mucho en él.

Y todavía me río

No son horas para escribir, pero me he reído tanto hoy en el cine, que me apetece. He visto "El pequeño Nicolás", en su versión orginal pero con subtítulos, por suerte, porque si no no le hubiese cogido la gracia a todo el lenguaje familiar. Deliciosa película. Hacía mucho que no me reía tanto en el cine, o en general. No he leído el libro de Goscinny, pero los personajes y la escenificación es divertidísima y los pequeños actores geniales. A grandes rasgos, el protagonista, Nic, cree oír en una conversación que su madre está embarazada, y a juzgar también por los síntomas de los que le habían contado en el colegio que son los típicos en los padres en esos casos. Temiendo que le abandonasen en el bosque, empieza a maquinar formas de evitarlo y que le quieran tanto que no le abandonen, o peor aún, elucubra junto a sus amigos sobre cómo hacer desaparecer al hermano. Lo que podría parecer exagerado o histriónico, mantiene el nivel de la película en todo momento. Entre el niño zampón que no para de comer en ningún momento y que se come hasta la manzana que estaba como objeto para ser pintada por los alumnos en clase de dibujo, o al gafitas listillo al que no pegan porque siempre alega que no pueden hacerlo porque lleva gafas y en un segundo que se las quita le pegan un buen mamporro, a la escena en la que el más cortito de la clase, que se queda siempre dormido, en un momento en el que se despierta pensando que le castigaban, como era habitual, se levanta y se va al rincón sin estar castigado, o este mismo niño sufriendo por tener que responder la pregunta "qué río pasa por París"...

Ya he mencionado en alguna ocasión en este blog que me encanta el cine francés, el mejor que hay en mi opinión. Las comedias suelen ser muy buenas, con un humor refinado, y los dramas son la joya de la cinematografía para todo aquel al que no le gusten ni las películas de acción, ni las pasteleras, ni de humor absurdo, ni demasiado burdas (como pienso de muchas españolas de los últimos años). Hace dos semanas vi otra que no comenté porque me produjo el efecto contrario: una tristeza absoluta, por lo de que cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia. Curiosamente la misma actriz que hacía de profesora en esa película era la maestra también en la de hoy: una me hizo llorar, y hoy me reído a carcajadas. Recomiendo a todo el que quiera reírse de lo lindo ir a ver "El pequeño Nicolás". En España ya la estrenaron en mayo, veo ahora, y seguramente ya no esté en cartelera. No voy a aconsejar a nadie bajársela de internet, para que no me acusen de incitar al crimen, pero véanla, como sea. Y ríanse, pues la película es un homenaje a la risa. Bonito final, simple, pero enternecedor.

viernes, 27 de agosto de 2010

Momentos surrealistas

Ya sé que soy una pesada por hablar y hablar del tiempo, pero es que tiene tela estar en agosto y tener 17° C de máxima y ver diluviar todo el día. Por suerte tengo mis momentos surrealistas, en los que miro en mi interior, y miro fuera, y pienso que me están tomando el pelo y que soy un cuerpo extraño en el cuadro equivocado. Me explico: esta mañana, obra de teatro a las 8.30 de la mañana. Actúan los de segundo de primaria. Mi hija me había dicho que la obra es un rollo, que ella sólo cantaba en el coro, que ni siquiera le habían dejado hacer uno de los papeles de la obra, pero me pide que por favor vaya a verla cantar. Como tampoco tenía excusa para no ir, y entiendo que si encima de que la obra es un rollo, la tomadura de pelo sea mayor si van todas las madres de las demás a ver a sus hijos, y la tuya no, me acerqué, pues al fin y al cabo llevaba a la niña media hora antes y el viaje no estaba desaprovechado. Primer momento surrealista: ¡a quién se le ocurre hacer obras a esas horas!, pero además estaba el salón de actos lleno, y no sólo de madres, sino de muchos en pareja, provistos de cámaras de video. ¿Es que a las 8.30 no trabaja nadie en este país? Segundo momento surrealista: se abre el telón y aparece una niña vestida de amarillo, con rayos de cartulina alrededor de la cara. Joer, el papel protagonista es el sol. Miro fuera. Diluvia. Estábamos a 12°C como mucho. Ahora entiendo que mi hija dijese que la obra era un rollo patatero. Eso no se lo cree nadie, que desde que empezaron a ensayar hace meses, el sol siguiese brillando. La trama es que un bicho malo del bosque expulsa al sol, los animales tienen frío, y por suerte los buenos ganan y el sol vuelve a brillar. El coro canta al compás de la trama cancioncillas sobre el verano, el sol, el calor.... Y yo vuelvo a mirar por la ventana, en el tercer momento surrealista y más si pienso que a mi hija encima le hacen un lavado de cerebro con tanta canción sobre el "verano" que encima no tenemos, pero que nos autosugerimos. El cuarto momento es cuando por hablar de algo con la que estaba sentada a mi lado comento que qué asquito de tiempo. De sobra es sabido que si no sabes de qué hablar con alguien, habla del tiempo. Quinto momento surrealista: "¡pero si hemos tenido un verano fantástico!", me responde anonadada. Ah, cierto, fue en algún momento de finales de junio comienzos de julio, un par de semanas de calor y buen tiempo, la rebomba... por no decir otra cosa. Sexto momento surralista: de vuelta a casa oigo en la radio que en Osnabrück no hay colegio, el río está a punto de desbordarse por las lluvias (ayer en Baja Sajonia cayeron 70 litros por m²), nunca quise vivir en Osnabrück, pero encima eso, lo primero que cierran son los colegios. ¿Por qué no cierran las ciudades y nos vamos todos? ¿Al solecito? Séptimo momento surrealista: si tu vida es como un cuadro de Dalí, de Magritte o de Delvaux, habla del tiempo; a lo mejor consigues reírte y por unos minutos olvidarte de otras cosas. Funciona, al menos hasta este punto y final.

jueves, 26 de agosto de 2010

Qué fácil es

El otro día, sin saber de lo que iba la cosa, vi al pasar por una tienda de periódicos el titular del Bild-Zeitung, "Deutschland wird ärmer und dümmer", y me asusté, pues significa que Alemania se vuelve más pobre y tonta. Pegar un brinco por leer los titulares del Bild-Zeitung no es nada extraño y reírse, menos aún, pero como es el periódico más leído, el impacto es tan grande que asusta. La frase es fuerte, más aún si se piensa en la gradación del adjetivo: el "más", o sea, que era ya tonta y pobre Alemania, pero lo será aún "más". Y todo esto lo dice un tal Sarrazin, cuyo nombre no me sonaba, y que parece importante: fue el responsable de Economía en el estado de Berlín, y ahora es miembro de la junta directiva del Banco Central Alemán. O sea que el Bild-Zeitung se siente avalado para propagar tal profecía, si además viene de alguien tan importante.

Pero ese alguien está a punto de publicar un libro titulado Deutschland schafft sich ab, 'Alemania se aniquila', en el que explica las tesis que están detrás de ese titular. El que Alemania se atonte y empobrezca se debe a los inmigrantes, sobre todo los de origen turco y musulmán, que con su bajo rendimiento en los colegios se están cargando el sistema, pues además lo único que producen son "portadoras de pañuelos a la cabeza" que a la vez se multiplican, invadiendo este país cada vez más. Qué peligroso todo, ya lo estoy viendo. El libro encabezará las listas de venta de inmediato, mejor publicidad imposible, pues los que no leen nada, leen el Bild-Zeitung, y si leen algo, entonces libros así de informativos y donde por fin pone lo que "ya sabíamos". Teniendo en cuenta que este país creció tan rápido tras la guerra gracias a los inmigrantes que vinieron a trabajar a destajo, la pregunta es si el fracaso de la integración no se debe a otras causas y no a su negativa a integrarse, pues en el caso de los turcos hablamos ya de terceras y cuartas generaciones, y yo creo que en muchos casos ha funcionado. Pero en lo que nos gusta, claro: los Özils que juegan al fútbol (y si miramos la selección de fútbol la mayoría son alemanes de origen polaco, turco, ganés; alemanes alemanes hay pocos), esos sí están integrados, ¿no?, esos no empobrecen el país ni la cultura. Hablamos de otros, los que no consiguen destacar en nada, y a los que se les culpa del bajo nivel de las escuelas. Qué fácil. Si mi hijo no rinde, la culpa la tiene el turco de la clase, que mete guerra y no se concentra, y que encima no habla bien alemán; lo he oído mil veces. ¡Pero si hay niños alemanes en primaria que no saben expresarse bien, pero cuyas madres están más preocupadas de que aprendan inglés! Y encima Sarrazin dice que los alemanes acabarán siendo minoría, pues los inmigrantes musulmanes se multiplican... Quizá ellos, o mejor dicho "ellas", no teman perder lo alcanzado tras estudiar pues no han tenido esas posibilidades, porque el sistema está enredado en sí mismo, y acaben, a falta de alicientes, por seguir el curso y las pautas tradicionales de sus casas, y las alemanas, ante la imposibilidad de coinciliar trabajo y familia, renuncien a alguna de las dos cosas, y no porque sean más listas (yo diría que al revés, pues lo han tenido todo). Sí, es evidente que la integración ha fracasado, si sigue habiendo tantas diferencias en el punto de partida, y si mismo esta semana varias empresas importantes alemanas han anunciado un proyecto de aceptar solicitudes de trabajo sin datos personales, donde sólo aparezcan las cualificaciones y la experiencia laboral, para evitar la discriminación, por algo será. Está comprobado que una solicitud con el nombre "Mohamed" tiene menos posibilidades de pasar la primera criba que enviada con un nombre alemán.

Además, según Sarrazin como el 80 % de la inteligencia se transmite de padres a hijos y los que vienen son menos inteligentes..., Alemania perecerá intelectualmente. A poca gente, salvo a los lectores del Bild-Zeitung, todos muy cultivados ellos, y muy numerosos (la tirada es de más de tres millones de periódicos diarios), les ha hecho gracia las declaraciones de Sarrazin. Desde los que le recomiendan afiliarse al partido nazi, a incluso el Banco Central Alemán, que ha declarado distanciarse de las opiniones personales de su "empleado", a su propio partido, el SPD (!) cuyos miembros se han quedado estupefactos, o a la canciller Merkel, que ha tenido que pronunciarse y a través de su portavoz ha dicho que las declaraciones son "polémicas".

Y muy peligrosas, añado yo. En cualquier caso, la polémica está servida, y la campaña de publicidad para el libro hecha. Las cifras de ventas lo dirán el lunes, y Alemania seguirá su curso, más o menos tonta, más o menos pobre, pero culpables del hipotético apocalipsis que nos auguran somos todos, y no unos cuantos. Alemania tras su historia, debería recordar lo que sirve buscar chivos expiatorios.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Los colores del verano

El verano tiene color, y digamos que muchos. Depende del día, del momento y del sitio en el que te encuentres. Puede ser azul piscina, azul verdáceo del mar, el azul del cielo de Madrid (soy de las paletas que afirman que como ese cielo azul ninguno), y amarillo de ese sol tan fuerte que proporciona esa luz que te ciega y que hace que todos los colores lo parezcan más, mismo la piel en verano. O si vas al norte, puede ser verde, de todos los tonos verdes habidos y por haber: clarito, más oscuro, verde musgo, verde rojizo; o gris en el cielo, clarito, oscurísimo, amenazante de tormenta, o dramático, como yo lo llamo, en el que parecen luchar todos los grises juntos. O puede ser estampado, como los vestidos o ropas coloridas que te apetece ponerte cuando los colores a tu alrededor son chillones (yo me he comprado este año unas sandalias amarillas!, que aquí me he puesto dos veces tras mi vuelta, y desafiando al tiempo) y que te apetece ponerte cuando los colores que te rodean son azul, y amarillo como la luz del sol, o eliges ropa gris y oscura, que es lo que te anima el clima a ponerte en un día como hoy, aparte de un caparazón, para evitar el aire.

Pero un lugar imprescindible para encontrar color en los veranos engañosos de aquí son los mercados, en los puestos de fruta. Tras inviernos en los que la manzana (en varias tonalidades, eso sí), es la fruta estelar, en verano da gusto ver todas las frutas del bosque. Empezamos en mayo, con las fresas, cuya temporada está acabando ya. En julio comienzan las cerezas, y en agosto siguen las frambuesas, los arándanos, las moras, las grosellas, y vuelves del mercado en un día otoñal de agosto cargadito de color, como yo hoy:
Y encima es color autóctono, pues el de los melocotones, nectarinas, sandías, albaricoques y muy recientemente las paraguayas, no me sirve, pues son de fuera, aunque lleguen aquí a precios escandalosos. El fenómeno de las paraguayas es curioso. Hasta hace dos o tres años no han aparecido por aquí de forma masiva como fruta de exportación, y con el rimbombante nombre de Weinbergpfirsiche ('melocotones de la montaña de vino', fantasía no le falta al alemán) aunque me gusta más el que le he visto hoy a mi frutero en el cartelito: platte Pfirsiche, 'melocotones aplastados'. Este verano he aprendido además que en el norte de España se llaman paraguayos y no paraguayas. Las paraguayas pueden ser también la canción del verano, gracias a mi hermano, capaz de cantarle día y noche a su hija improvisando canciones conocidas con letra inventada por él. La del "aquí no hay playa" pasará a los anales veraniegos del 2010 como la canción "paraguayas", como título y estribillo en vez del "vaya, vaya, aquí no hay playa", tras mencionar una lista de fruta posible de comer de postre. Prueben; funciona de maravilla. A los niños les encanta, y aseguro que se queda en la cabeza para siempre.

Aquí tampoco hay playa, aunque cercana, a una hora, pero el colorido gris y verde nos impide verla, pero sí que tenemos fresas, arándanos, frambuesas, etc. Al menos por unos días todavía. Mi hija pequeña lloró mucho por estas fechas hace un año porque quería fresas y ya se había acabado la temporada. Le expliqué que había que esperar un año otra vez, que para eso llevaba comiendo montones desde mayo, pero no tenía consuelo. Este año creo que el trauma está superado, pues con sus siete años ha madurado un año más. Como la fruta. Y si no, siempre nos quedarán las Zwetschgen, cuya temporada empieza ahora. Bonita palabra, ¿verdad? Incluso con 20 años hablando alemán me sigue costando pronunciarla. Son unas ciruelas moradas alargadas bastante agrias en mi opinión, pero a las que hay que dar salida de alguna manera. ¿Qué hace el alemán? (no el idioma, sino la persona), las mete en un pastel, y listo, que para eso tienen cultura pastelera (y esto no es sorna) y ahora canto yo Zwetschgenkuchen, que lo hay.

martes, 24 de agosto de 2010

Sin llamamientos

Creo que no fui la única a la que conmovió ayer la noticia de que Frank-Walter Steinmeier, ex Ministro de Asuntos Exteriores y en la actualidad líder del SPD en el Parlamento alemán, se retira un tiempo de su actividad política para someterse hoy a una operación en la que le donará un riñón a su esposa, que está gravemente enferma. Muchos políticos de todos los partidos se hicieron eco y le desearon suerte en el tiempo que se retira, hasta octubre, probablemente. Y a mí me sorprendió que nadie utilice la noticia para recordar la importancia de la donación de órganos en un país muy reacio a ello.

Si comparo con España, uno de los primeros países del mundo en cuanto al número de donaciones, Alemania es todo lo contrario. Es un tema tabú, como mucho de lo que rodea a la muerte, y siempre me sorprende que oigo más de miedos y restricciones que una actitud positiva y ni mucho menos concienciación. Por otra parte en Alemania se llevan practicando desde mucho antes que en España cremaciones, por lo que me extraña que les preocupe tanto que falte algo a la hora de recoger las cenizas. Pero sí, he encontrado un artículo en el que ponen de ejemplo a España, con 34,2 donaciones por millón de habitantes, y comparan con el 14,9 de Alemania. Por otra parte, 80 % de los alemanes está a favor de las donaciones, pero sólo un 17 % tiene el carné de donante. Yo misma estuve a punto de rellenar uno hace años, y me frenaron, esgrimiendo los argumentos habituales como que si llevas un carné así podrían no darte todas las atenciones debidas por necesitar los órganos, y más que no voy a detallar pues parecen más bien tramas de películas de terror. Y al final no lo rellené, como le pasará a tantísima gente por oír explicaciones tan raras pero que te acaban por amedrentar.

Quizá por ser un tema tan sensible en Alemania, los medios de comunicación se han quedado con la noticia en sí: Walter Steinmeier le dona a su esposa uno de sus riñones, punto, sin pasar a hacer llamamientos de ningún tipo a la población. Si no fuera una persona conocida, ni siquiera transcendería la noticia. Pero en cualquier caso conmueve. No voy a empezar con metáforas de ningún tipo, pues está bien clarito todo: por amor se puede dar todo, un riñón o lo que sea, y no sólo el corazón, metafóricamente o no.

lunes, 23 de agosto de 2010

El espíritu de un nombre

El nombre de un colegio puede o no ser importante. Donde yo crecí y en la época en la que crecí, no lo era, salvo en círculos intelectuales o de postín, que no eran mi caso, y que mi colegio de EGB se llamase República del Ecuador no era en aquel entonces nada premonitorio, pero podría verse ahora en retrospectiva y pensar que sí. Que el instituto al que acudí se llamase Calderón de la Barca era casualidad: podía haberse llamado Quevedo, u hoy día cualquier otra cosa, pero nunca nos inculcaron nada ni organizaron talleres de escritura ni su labor era literaria, aunque tuviésemos una profesora de literatura cuyo marido consiguió después fama como escritor, y a mí me encante escribir en este blog, todo meras casualidades de la vida.

En las escuelas primarias, donde no hay mucho espíritu que transmitir, sino que en Alemania preparan la criba que se realiza en cuarto, y donde "recomiendan" a un niño de diez años ir o no al instituto, a la hora de elegir éste, aparte de la base, ya que los planes de estudios son iguales para todos, todos se ponen un titulillo o una especialización, pues además de la zona en la que esté situado, que influye, como la mayoría es en realidad bueno, cada instituto pretende dar un espíritu a los alumnos que les haga distintos a los de otros institutos. Si por ejemplo el instituto se llama Carl von Ossietzky, le das un carácter político-social y le cuentas a los padres que se hacen muchos proyectos de esos temas y que tiene muy buen ambiente, muy social, nada competitivo. Al fin y al cabo Carl von Ossietzky fue torturado en campos de concentración por sus escritos pacifistas en una época imposible para propagar la paz, y murió de tuberculosis en condiciones infrahumanas. Se le concedió el premio Nobel de la Paz en 1935, pero no pudo recogerlo, pues se lo impidieron, y Hitler prohibió que los alemanes aceptaran a partir de ese momento tales premios salvo los del propio Reich. Otros institutos de Hamburgo tienen nombres en latín, y son instituciones educativas de renombre, y si mandas a tu hijo allí te crees que le da clases Aristóteles en persona. Hoy día más bien en estos institutos dictan otros "nombres" la cultura de las aulas, y no me refiero a grandes personas sino a marcas de ropa carísima u objetos de prestigio, pues son ciertos barrios los que mandan a sus hijos a estos institutos. La cultura se compra, como ya sabemos, o se lleva puesta. O hay institutos con nombre geográfico, el de la "Parte Superior del Alster", como se llama el más cercano de mi casa, indica que está limitado a esta zona de Hamburgo, y eso es el espíritu, "esta zona", y una forma de decir que somos los mejores, y que no queremos que nuestros hijos se mezclen con gentes de otros barrios pues para eso vivimos en un barrio en el que todo es perfecto y los que van allí te dicen que ahí los muchachos aprenden disciplina y consiguen ser algo en la vida. Qué bien creérselo todo. U otro cercano, se llama como una calle, o sea, que no tiene carácter, y por eso han optado por contarte que en sus aulas no hay conflictos, que hablan y hablan de todo hasta que lo arreglan, y en mi opinión tenían demasiadas horas que yo denomino Kuschelstunden (Kuscheln = acurrucarse, darse arrumacos, Stunden = horas), y como la vida no funciona así, sino a palos, no creo que sirva tanto.

O hay otro llamado Albert Schweitzer, en honor a otro premio Nobel de la Paz alemán, concretamente en 1952. Yo no había oído hablar nunca de este hombre hasta vivir en Alemania, y eso con el paso de los años, por oír el nombre de este instituto, y eso que en Alemania hay nada menos que 118 colegios o institutos con este nombre. Será por algo, porque el personaje da para mucho. Albert Schweitzer era aparte de teólogo protestante, médico, músico y filósofo. Como médico ejerció en África, donde creó un hospital; como músico, sus interpretaciones de Bach son famosas, y como filósofo escribió libros y ensayos relacionados con la ética y con la vida y el respeto hacia la misma. En los últimos años ha sido criticada su labor en África, enmarcada en el contexto de una Europa colonialista que no trabajaba sin espíritu de superioridad en África, y lo mismo sobre sus escritos filosóficos. Pero de lo que nadie duda es de su labor como músico, y por eso, el instituto en Hamburgo que lleva su nombre es EL instituto especializado en música y en las artes escénicas. Acuden alumnos de todo Hamburgo a la llamada de la música clásica, y una alumna mía que vive al lado me ha contado que los alumnos salen a veces silbando el "Papageno" de "La Flauta Mágica" o cualquier otra pieza musical (clásica). Y ni cortos ni perezosos montan tres clases con orquestas sinfónicas, y dos cuya especialización es en ciencias naturales, porque para eso se trata de Albert Schweitzer. Y lo del respeto a la vida lo veo yo a mi manera: si por el denominador común de las artes se mezclan alumnos de todas partes de la ciudad, bienvenida sea la mezcla, en vez de guetos de dinero, o de burguesía que no ve más allá de sus narices. A todo esto no quiero olvidarme de mencionar que todos los institutos de Hamburgo, salvo el internacional, son estatales. No pagamos nada.

Y todo este rollo para contar que mi hija ha empezado hoy en dicho instituto, porque como había que elegir "algo" me quedo con esa mezcla de todo, que es más ella, pues yo no tengo ningún espíritu musical, pero en cualquier caso un horizonte amplio. Y por mucho que me enrolle, y analice y analice, al final, en el fondo de la cuestión tampoco hay tanta diferencia pues el denominador común de todos los institutos es el siguiente: niños que pasan con diez años al instituto (en mi opinión una edad muy temprana); madres que en tal día como hoy han pasado la tarde en búsqueda de todos los cuadernos con las líneas o cuadritos que ponían en la lista (aseguro que es toda una ciencia) más los forros de los colores correspondientes (para mi sorpresa aquí no se forran los libros sino los cuadernos); y niños que a su diez años (repito, demasiado pequeños) empiezan a ir sólos por el mundo en metro y autobús. Pero las apreciaciones que he metido entre paréntesis son otro cantar, o mejor dicho, otros temas de blog, porque si no me enrollo más, y al final lo que quería decir es que mi niña se hace mayor. Era sólo eso.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Ferien - Urlaub, gran diferencia

Cuando empecé a aprender alemán me costaba mucho el uso de estas dos palabras y su diferencia: Ferien = vacaciones, pero las escolares, y Urlaub = vacaciones en general. Al comienzo las intercambiaba, usando la primera que encontrase en mi cerebro novel alemán hasta que comprendí que el uso está completamente delimitado: los niños tienen Ferien, los profesores también, pero éstos cuando viajan se van de Urlaub, como todos los que trabajan, y los niños también cuando viajan tienen Ferien, y el resto de los humanos tiene las vacaciones normalitas, Urlaub. Por supuesto que a la hora de viajar no tiene ninguna repercusión, pero ayer le vi el sentido profundo a la dicotomía. Los que tienen Urlaub descansan, y los que tenemos Ferien no, y encima no nos pagan, salvo a los profesores. Esa es la gran diferencia: los que tienen Urlaub se van a Cuba, a Roma, y los que tienen Ferien viajan también pero con niños, y esos días se convierten en Urlaub, pero enmarcados en las Ferien, que son las que te chupas tú en tu casa con unos niños que tienen vacaciones de verdad, y que se creen que porque no tengan cole, pueden dictar ellos los horarios a alguien que no tiene ni Ferien ni Urlaub.

¿Complicado? No, la cosa es tan simple como que hoy es el último día de Ferien, pues mañana es la vuelta al cole, bendita sea. Y como el tiempo está otoñal, si no fuese por las temperaturas suaves, nos parecería que dentro de nada es Navidad. Sin embargo, salvo por el madrugón, aquí inhumano, pues sigo sin entender la prisa de que el cole empiece a las ocho de la mañana, con lo largo que es el día, sobre todo en invierno, no soy de las que se lamenta de que vuelvan al cole, que les viene muy bien (y a mí más), y eso que llevo oyendo estos días que qué pena, que los niños deberían tener más vacaciones, pero son las mismas de siempre las que lo dicen: las que necesitan justificar que no pueden trabajar, que el sistema las necesita, y que estamos aquí para lo que dicte el mismo, es decir jornadas tan reducidas de colegio (de ocho a una), vacaciones escalonadas a lo largo del año (para las que se lamentan, les recuerdo que las próximas Ferien están ya a la vista, las dos primeras semanas de octubre, tras seis semanitas de clase solo). Y pocas, como yo, pensamos que nuestro papel lo podemos cumplir igual, con Ferien o sin ellas, pues para descansar es mejor el Urlaub, así que como siempre pienso que el lenguaje se nos adelanta en muchas de las estructuras de la vida diaria, aunque tardemos tiempo en comprenderlo y nos demos cuenta demasiado tarde.

Habrá que preparar las carteras, y ahora caigo en que la profesora de mi hija pequeña se ha casado estas vacaciones. Ahora tiene otro apellido, y los niños se tendrán que acostumbrar al nuevo. Frau M. ya no es Frau M., sino Frau H. Y empezamos el curso con planificación: hace dos meses llegó ya un e-mail diciendo que los críos han de estar mañana a las 8 en punto en la entrada, porque les darán a cada uno una rosa para que se la entreguen a la profesora, la flamante Frau H. Digamos que mañana comienza una nueva era, en todos los sentidos.

martes, 17 de agosto de 2010

Hasta el año que viene

Lo sobreviví, y lo a gusto que me quedo cuando pasan las fiestas de cumpleaños de mis hijas. Hoy hicimos lo que en Alemania se llama nachfeiern, 'celebrar después', pues la mayor cumple los años cuando no hay cole y la mayoría de sus amigas está de vacaciones, por lo que aunque haya pasado casi un mes, el cumpeaños se estira y se estira. El "planazo" estaba anotado en el calendario desde hace dos meses casi: ocho niñas en total, las dos mías incluidas, y yo sola a cargo de todas ellas. De una a siete. Aunque no son pequeñas, agotan igual, y esta vez he salido agotada de las voces y de las risitas tontas que les están entrando ya a todas, con sus 10 y 11 años.

Por suerte hay algunos (hombres, todo hay que decirlo), que al venir a recoger a sus hijos tras una fiesta así te felicitan por haberla sobrevivido y te dicen que te habrás quedado muy a gusto. Y yo asiento, y digo que no lo saben bien. Pero lo sorprendente es que a las madres, que además somos las que pringamos (más), les parezcan días encantadores de los que ellas disfrutan muchísimo. Pues yo no. Si no fuera porque todos los demás niños celebran, no haría nada, salvo en familia. Pero es lo mismo que con las vacaciones escolares (ese será el tema de mi blog mañana, esta vez anunciado por anticipado): cuando empiezan, las madres te dicen "ay, qué bien que no haya cole, así podemos disfrutar más de los niños", y ahora las mismas te dicen que qué pena que empiece el cole esta semana otra vez. Vuelvo a disentir: salvo madrugar, no es ninguna pena, pues a tus hijos los disfrutas igual, y si el cole te quita unas horitas (atención, aquí bien pocas, ¿eh?), bienvenidas sean. Pero claro, no puedo hacer manualidades con mis hijos a las 10 de la mañana, qué desgracia. Ni dejarles la cocina para que hagan pizza con amigos... como contaba una hoy. Yo eso sólo lo haría con contrato firmado ante notario de que la cocina queda igual que como estaba antes de que la pisasen los críos.

Y lo mismo ocurre con los cumpleaños: "mi hijo se pide este año una yincana en el bosque", "o una búsqueda del tesoro tipo Indiana Jones". Oigo comentarios así todo el año. Yo a mis hijas les doy pocas opciones, pues muchas madres intrépidas se van con 10 críos a la piscina (mi amiga salió de una así con los nervios destrozados, entre el niño que no encontraba los zapatos en el momento de irse, y más aventuritas por el estilo). Yo prevengo desde el comienzo, y el mayor susto que me he dado hoy fue que una, con la manía de descalzarse que hay aquí, empezó a sangrar de un pie y fue dejando huellas por toda la casa. Por poco me da algo, pues llevaban cinco minutos, pero no fue nada, y la aventura del día fue ir andando a una tienda de manualidades que hay cerca, donde organicé que una profesional (yo no lo soy) hiciese pulseras con ellas, y esas dos horas yo me volví a casa para hacer algo, es decir, sentarme un rato a leer, pero me quedé dormida al instante, de lo agotada que estaba. Ahora pienso en la posibilidad de que no hubiese despertado, del sueño que tenía, pero el instinto de la responsabilidad (menudo bochorno si no) hizo que me despertara a tiempo. Y el día se ha pasado, muy lentamente, la verdad, y no sé si será porque está todo cronometrado, como pensaba yo cuando iba caminado con 8 niñas por la calle: dije que la fiesta comenzaba a la una, con una comida, y yo (españolita!!) calculaba con media hora hasta que estuvieran todas aquí. Pues no: a la una y tres minutos estaban todas aquí ya, y tres me llegaron un cuarto de hora antes.

En fin, mi hija se lo ha pasado bien, que es lo que cuenta, pero yo digo... hasta el año que viene.

lunes, 16 de agosto de 2010

El glamour de Gelsenkirchen

Este fin de semana he estado en una fiesta, y tras hablar del Mundial, salió el tema "Raúl". Se sentirá o no se sentirá bien en su nuevo equipo, el Schalke 04, fue la pregunta sobre la que los entendidos debatieron durante un rato. Unos decían que no, que tendrá problemas con el entrenador y con el espíritu del equipo, un segundón, pero que ha llegado al segundo puesto en la liga alemana. Otros decían que sí, que se sentirá bien, que han pagado buen dinerito por él y que será la estrella de la temporada en ese equipo. Pero todos coincidían en que viniendo de Madrid, Gelsenkirchen no es tan..., tan... excitante. Y no lo es, eso es evidente. No he estado nunca, que conste, pero hablaba con gente que conoce Madrid, y como eran alemanes con conocimiento de causa, sabrán de lo que hablan. No, evidentemente Gelsenkirchen no es Madrid, por algo será que no he planeado ningunas vacaciones en Gelsenkirchen todavía, y especulábamos sobre dónde le habrán puesto a Raúl y familia su mansión, que las habrá. Yo dije que a lo mejor en Düsseldorf, la mejor ciudad para la mujer de Raúl (por las compras), pero me dijeron que cae lejos de los entrenamientos. Sigo sin tener noción de geografía alemana para la maraña de ciudades cuyo nombre me dice poco.

En lo que todos coincidíamos es que seguiremos los pasos de Raúl en esta temporada, no habiéndonos importado mucho hasta ahora ese equipo que por el fichaje gana mucho ahora en glamour. Uno dijo que Raúl pegaría mejor en el HSV, y en una ciudad como Hamburgo. Ese salto lo dio otro antiguo madridista, van Nistelrooy, también reciclado en Alemania, como ocurre con entrenadores como van Gaal, que parece ahora bávaro y que se deshace en elogios a su nuevo hogar y equipo. A ver si con Raúl ocurre lo mismo, y elogia el cielo gris y la lluvia. La cervecita seguro que le gusta, y la comida, pues hasta van Gaal dice que le gusta mucho la comida alemana y que los alemanes saben preparar muy bien la carne. Cierto. En comparación con la gastronomía holandesa, la comida alemana tiene carácter propio. Que me lo digan a mí, que junto con los otros entendidos de fútbol, y demás invitados a la fiesta, dimos cuenta no de un cochinillo, pero de un "cochinazo" acompañado de chucrut (que no me gusta nada, pero en gustos, ya se sabe).

Los equipos están calentando motores en diversos torneos, y Hamburgo se prepara para el primer derby en septiembre entre el HSV y el St. Pauli, cuyas entradas se vendieron el otro día rápidamente y hubo gente que estuvo haciendo noche a la puerta del estadio (la locura es mundial). Como la liga me interesa poco, pues dura demasiado (para las mujeres es ideal una Eurocopa o un Mundial: un mes y listo), con St. Pauli en primera, y Raúl por Gelsenkirchen y encima en la Champions, gana algo de interés la temporada futbolística. Lo siento, chicos, pero es así. ¿Le gustará a Raúl Gelsenkirchen? ¿Aprenderá alemán? Seguro que él y su familia echan de menos el veranito, la piscina, la playita. Que me lo digan a mí, que llevo cinco días aquí, y tengo ya la sensación de que el verano queda muy lejano y vuelvo a estar saturada de lluvia, verde y gris y echo de menos los colores del verano. El negocio es el negocio y no compadezco a nadie que firma un contrato de millones, por mucha lluvia que tenga, ya quisieran muchos. Pero no puedo evitar pensar que no ha sido lo apropiado para una figura así. El tiempo lo dirá. Los héroes, como se hacen se deshacen. De eso se encargan las masas, la prensa, y la vida.

domingo, 15 de agosto de 2010

Lista de lectura veraniega

Thomas Mann: Die Buddenbrooks.
Daniel Kehlmann: Die Vermessung der Welt.
Charlotte Roche: Feuchtgebiete.
Miguel Delibes: El hereje.
Gabriel García Márquez: Memoria de mis putas tristes.
Mario Vargas Llosa: Travesuras de la niña mala.
Juan José Millás: Dos mujeres en Praga.
Antonio Muñoz Molina: Beltenebros.
Marguerite Duras: L' Amant.
Sempé-Goscinny: Le petit Nicolas.

Sí, esta es mi lista de lectura de este verano, aunque mejor debería decir de libros que he paseado este verano de un lado para otro, pues no me he leído al final ninguno, tan sólo de los Buddenbrooks 79 páginas (... es un tocho de 682). Aseguro que cuando los metí en la maleta antes de mis vacaciones estaba convencida de que me los iba a leer TODOS, convencídisima, ya que incluso pensé llevarme más. Al sacarlos de la maleta de regreso, me da vergüenza no haberme leído ni uno, y no entiendo por qué no pudo ser. Llevo años, concretamente desde que nacieron mis hijas, leyendo mucho menos de lo que me gustaría, y creo que es una cruz de todos los que tenemos hijos pequeños. Cuando algunos me cuentan (incluso algunos que tienen hijos), que se han leído 10 libros en vacaciones, me dan envidia y me pregunto que cómo lo hacen. Me resulta muy difícil concentrarme en la lectura con niños alrededor, y salvo a ratos perdidos, que yo utilizo para leer prensa, me cuesta encontrar la paz para leer, mismo en vacaciones. Y no es que no lo intente: en la piscina, en la playa, por la noche tras la cena. Siempre hay una vocecita que dice "mamá", y si no, por suerte, algún plan mucho más apetecible que quedarse leyendo en casa, es decir, tratar de leer y que la vocecita vuelva a decir "mamá".

No obstante en los últimos dos años he mejorado, pues he pasado de leer cero libros a leer unos 4 ó 5. Este verano quería volver a mis hábitos lectores de antaño, pero va lenta la cosa. Antes de las vacaciones me leí de una sentada The Humbling, el último de Philip Roth, autor del que no había leído nada todavía, como me ocurre con otros autores americanos contemporáneos. Me fascinó la sencillez del lenguaje, que me hizo pensar que podría estar escrito por cualquiera, pero no, ahí reside el talento de pocos escritores. No necesitan un lenguaje rimbombante ni un estilo complicado para narrar con un ritmo propio. Y al leer algo así, y sin que importe demasiado la trama, te quedas embobado, pensando que debes leer más, en mi caso al menos todos los que tengo ya comprados sin leer, que no son pocos.

Porque ése es otro hábito mío: a pesar de leer tan poco en los últimos años, adquiero de vez en cuando algunos de los libros que deseo leer, como si por el hecho de tenerlos hubiese dado un paso, y me viese obligada a leerlos y esto en sentido positivo, pues mejor obligación que la lectura imposible. Por eso, a los diez que he transportado a España y de vuelta se han sumado otros tres más para el regreso:
Madame Bovary, de Flaubert, en francés, El viaje del elefante, de Saramago, y De qué hablo cuando hablo de correr, de Haruki Murakami.

Mi lista sigue creciendo... no de lecturas, pero de las no-lecturas. No sé si decir que la intención es lo que cuenta, pero no me consuela.

viernes, 13 de agosto de 2010

La desinformación del tiempo

El País, en su apartado "Pantallas", publicaba antes de ayer que el segundo programa más visto el lunes fue "El Tiempo 1" con 2.449.000 seguidores (20 % de cuota de pantalla), un poco menos que "Amar en tiempos revueltos", el más visto. Como la información del tiempo en España me parece un tostón difícil de superar me pregunto si la gente lo ve porque no le queda más remedio, por estar entre el Telediario y dicha serie televisiva.

Llevo mucho tiempo preguntándome por qué en España las noticias del tiempo duran tanto y en Alemania liquidan el asunto en un pispás. En España primero te relatan cómo ha sido el tiempo en el día que termina (pero eso ya lo sabemos, ¿no?), y luego hablan del pronóstico región a región, con todo detalle, para en muchos casos decir "sol, sol, sol y sol" y encima para los próximos tres días. Aquí en Alemania acaban rapidito, quizá porque en general suele haber "mal tiempo, mal tiempo, mal tiempo" y no se quieren recrear en ello, pero en las cadenas estatales, el tiempo lo liquidan en cuestión de dos o tres minutos: un mapita, y a la vez los soles, nubes o lluvia y la temperatura, y ya está; uno echa un vistazo rápido y listo. Y en España me suele pasar que si verdaderamente me interesa, por ejemplo, qué tiempo hace en Soria, para entonces, o me he aburrido ya y no le presto atención, o me he levantado y he seguido haciendo alguna cosa. Por tanto me parece sorprendente que tenga tanta audiencia, aunque me pregunto lo siguiente: para la medición de la cuota de pantalla, ¿cuentan las personas despiertas, o las que se han dormido viendo tal retahíla de información?

Pero también me irrita que no baste la información del tiempo después del Telediario, sino que muchos informativos pasen a ser verdaderos partes metereológicos: cuando hace calor porque hace calor (desde cuándo es noticia que en España haga calor en verano), y sacan a gente diciendo que qué calor, que si se duchan veinte veces, que si no duermen nada, y cuando hace mal tiempo porque no es normal que lo haga en tal fecha, etc. etc., o que llueve mucho aquí o allá. Será parte del aborregamiento colectivo que ésas sean las noticias que nos afectan, como la "operación salida o llegada", otro "notición" que copa demasiado espacio informativo. Puede ser que los atascos también sean importantes en nuestras vidas, pero no creo que sea tan trascendente si en la A1 o en la A3 se circula con normalidad. En Alemania, país de autopistas y de atascos no a las salidas o entradas de las ciudades, sino sobre todo en plena carretera, a veces de 10 ó 20 kms o más, eso no es noticia, salvo en la información de tráfico que quieres escuchar cuando vas en coche, porque o ya es tarde y estás en el atasco y quieres salir, o quieres evitarlo.

Por supuesto que soy la primera en corroborar que el clima es importante en nuestras vidas, pues sufro con él, como ayer viendo caer el diluvio aquí en un día que parecía otoño en agosto. Pero por suerte hoy luce el sol, y lo propago en este blog, porque es noticia, y porque como leí ayer, y cito a una columnista y escritora alemana, Ildiko von Kürthy: "El verano alemán es una estación problemática. O hace mal tiempo. O hay que hacer algo. Ambas cosas significan para mí una clara pérdida de mi sensación de bienestar", refiriéndose a que como haga buen tiempo, te sientes obligado a aprovecharlo, pues podría ser cuestión de un día o de horas y te acabas estresando en cualquier caso. Por eso opino que es mejor hacerlo en vista a los resultados, ya que los ves tú mismo, y no por lo que te comentan o analizan en televisión, que más que informar aburre.

jueves, 12 de agosto de 2010

Las imágenes y lo que éstas no cuentan

Los campeones del mundo en la Gran Vía (incluida yo, de cara a Alemania y Holanda). Me topé con la celebración sin querer, pues había quedado a esa hora cerca de Cibeles. Impresionante lo que desata el fútbol. O no. La emoción se fue cociendo poco a poco a lo largo del campeonato.

El valle del Asón, en Cantabria. Mejor no podía entrar uno en esas tierras tan verdes y tan distintas a lo que los extranjeros se piensan que es España.

Cabárceno. En el parquecito hay de todo, desde elefantes, como se ve en esta foto, a cebras, y muchos más bichos. Pero me vuelvo a quedar con el paisaje.

Playa de Laredo. Cuando baja la marea, como se ve aquí, queda una playa anchísima. Ideal para correr. Yo ese día, por suerte, me llevé la ropa de correr, pues amaneció nublado, y luego pude hacerlo todo: correr y tomar el sol.

Playa de Noja. Tras haber visitado cuevas ese mismo día, me parecía que tenía estalagmitas. Cuando baja la marea, quedan lagunitas entre las rocas. Muy pintoresca y bonita.


En Santoña nos topamos con esta máquina de leche con el eslogan "De la vaca a la boca". Disfruté mucho al ver a mi hija tan contenta (le encanta la leche).

Más naturaleza, pero en Extremadura. Estas son las vistas de la piscina del pueblo de mi madre. No digo el nombre, pues ya está demasiado llena por las tardes, pues viene gente de otros pueblos o ciudades de alrededor y no hace falta que venga más gente. Por las mañanas parece una piscina privada para los lugareños.

Otros habitantes de la zona. Uno ve los buenos jamones de bellota al pasar por aquí todos los días de camino a la piscina.

Martes Mayor en Plasencia. Es el primer martes de agosto y las calles se engalanan de puestos que presentan los productos de la tierra y todo tipo de artesanía. Merece la pena ir ese día a Plasencia, de por sí una ciudad de gran señorío.

Mi hija se atrevió con los bolillos, y no les tuvo miedo, como animaba el cartel.

Y una anécdota sin foto, pues no es plan: el lunes, estando de compras con mi hermana, una tradición "milenaria" de las vacaciones, ella sugirió comer en el Bernabeu, pues estábamos por allí y ella conocía un restaurante con vistas al estadio, dentro del mismo. Comimos, y me tomé un tinto de verano, quizá con tanta ansia por la sed y el calor que tras irnos, nada más salir, me empecé a sentir muy mal. En un centro comercial cercano me tuve que sentar pues no podía ni andar. Aún así me compré dos pares de zapatos. Espero comprensión... las rebajas... Pero estuve el resto del día muy fastidiada del estómago. Sé lo que van a decir todos los antimadridistas, y de hecho un atlético me lo dijo: "Normal".

miércoles, 11 de agosto de 2010

El viaje a Frankfurt

Debería estar ya en Frankfurt, para hacer cambio de vuelo con destino a Hamburgo, pero sigo en Barajas. Pero será que odio el aeropuerto de Frankfurt, que si puedo evitar lo evito, pues como aeropuerto de tránsito en él te puede pasar de todo, simplemente que llegues en un vuelo con retraso y tu conexión esté lejos y tengas que correr por todo el aeropuerto y con bebés, o que no puedas salir de él por nieve o hielo donde sea. Pero el destino del overbooking ha hecho que me manden por el vuelo directo, que sale bastante más tarde, pero que al no hacer cambio me permite llegar tan sólo una hora más tarde de lo previsto. Al llegar hoy tempranito a Barajas con mis hijas, me dicen los de Lufthansa: "¿Pero no quiere irse con el directo?" y yo, "claro", pensando que salía antes, pero aunque no era así, como me dijeron que me daban 200 € por pasajero, con tres que somos..., merece la pena la espera de cuatro horas. Mis hijas tienen una edad en la que comprenden el trato, vaya si lo comprenden, y como les he prometido recompensa, mi hija mayor me ha empezado a regatear la cantidad que les he ofrecido, pues le parece poco y eso que soy espléndida. Pero no negocio, menuda soy yo, y que den gracias de que les toca algo. Así que tras una noche infernal por el calor, que nunca me afecta para dormir pero que la noche pasada ha sido horroroso, amortizo bien las últimas horas de vacaciones, y como éste no es el cuento de "La Lechera", pienso ya en lo bien que me viene el premio, yo, que nunca juego a la lotería. Y encima amortizo un poco más el Internet Everywhere, que funciona casi everywhere, es decir, no en un pueblo perdido de Extremadura. Y prometo al que me recuerde en mi próxima visita a España lo del día de hoy, invitarle a una cerveza, pero yo ya no lo contaré, por si acaso, pues para eso tengo este blog además: para contar las cosas una sola vez.

En marzo me ofrecieron lo mismo: ésa vez el canje era el vuelo directo por uno por Múnich y llegando mucho más tarde. Tardé cinco minutos en pensármelo, y para entonces alguien más rápido había dicho que sí. Empiezo a pensar que si planeo mis vuelos en días clave, con aeropuertos de conexión lanzadera a todo el mundo, podríamos volar gratis a partir de ahora. Somos tres, y me doy cuenta de que somos el prototipo de pasajero que sobra en el overbooking. ¿Quién echa de menos a una madre con dos hijas en edad en la que caminan solas y no dan guerra (bueno, esto es un decir, pues hay ratos en los que me crispan los nervios)? Y viendo el grupo de japoneses cargados de Lladró y Loewe cuyo vuelo a Tokio seguro que no espera en Frankfurt, y la cantidad de gente que iba con guías de viaje de China o India, nosotras lo tenemos muy cómodo. Y ya sólo queda una hora y cuarto para salir...

martes, 10 de agosto de 2010

Un mes

En un mes pueden pasar muchas cosas. Puedes llegar a tu barrio de toda la vida y verlo engalanado de banderas españolas, lo que no habías observado jamás. Puede que España gane el Mundial de Fútbol como si tal cosa, y dé una alegría inmensa a todo el país desatando una fiebre de color rojo. Puede que sin planearlo te veas dentro de las celebraciones en plena Gran Vía y veas a los jugadores subidos al autobús de la celebración y veas la copa y una Gran Vía que, tras haber celebrado sus 100 años, festeje como muchas otras calles de Madrid el paso de la selección española. Puedes irte al fresquito de Cantabria, y descubrir que eso es tan verde como tu segunda tierra, y encima con montañas, y ver montañas cubiertas de helechos, y tan verdecitas que parecen Suiza. Puedes ir a playas fantásticas en el norte, como la de Laredo o Noja, y tener o clima veraniego o clima cántabro, es como la lotería. Puedes estar en Madrid, ver amigos, ver familia, y hacer y deshacer maletas varias veces. Puedes irte al pueblo, donde sólo se relajan los que aman los pueblos, pues los que no, se encuentran fuera de lugar, y esta sensación es proporcional a la duración de la estancia. Puede que tu madre se rompa la mano y se le fastidien las vacaciones, a ella, claro, a los demás les afecta, pero la perjudicada es ante todo ella, no lo olvidemos. Puede que te des cuenta de lo que ya sabías: que hay personas que cuando fallan, su papel no lo llena nadie, pues tienen una fuerza arrolladora capaz de dirigir a una familia grande en vacaciones y sin quejarse, y con la misma estoicidad llevan la situación, dolores, escayola y calor, sin quejarse ni un sólo instante. Pueden que sean las vacaciones más raras de tu vida, porque además tú no tienes ni norte ni sur, y aunque te das cuenta de que eres afortunado por tener un mes de vacaciones, te las pasas anestesiado, y a pesar de todo sufres. Puede que lo que tú pensabas que te haría bien, no te lo hace, porque al fnal da igual, nada cambia. Puede que el calor que tanto te gusta, empiece a agobiarte algo, pero no te atreves a decirlo pues sabes la que se te viene encima el resto del año. Puede que descubras a gente nueva que te aporta mucho, y que disfrutes de la compañía de amigos que ya tenías y cuyo mensaje es el de siempre y el que tanto bien te hace: "'Estamos ahí". Puede que un mes de vacaciones sea como un mes de la vida diaria, donde pasan muchas cosas y tu no-rutina se vuelve rutina, pues no hay nada más rutinario que tú mismo. Es como hacer maletas. Las de la ida son más complicadas, pues tienes que elegir y pensar y tienes miedo de olvidarte de algo importante. Sin embargo las de la vuelta son muy fáciles de hacer, pues sabes lo que te tienes que llevar. Pero en ambos viajes tu principal bagaje eres tú. Puede que te olvides de algo, pero a la vuelta, da igual.

lunes, 9 de agosto de 2010

Cultura de piscinas

En la España de los 80 íbamos a las piscinas municipales a pasar estos días estivales de tanto calor. Cerca de casa había una estupenda, a la que podíamos ir andando, e incluso recuerdo haber ido a otras de Madrid, como a la de Puerta de Hierro o a la de El Lago, en la Casa de Campo. Hoy día es muy fácil "gorronear" piscina, y los que no las tenemos en Madrid, podemos acudir a las piscinas de los otros. No es por chulearme, pero hoy tenía invitación para tres piscinas; gracias a todos, pues ayudan a salvar las tardes de este verano tan caluroso con dos niñas. Y estando en la piscina de mi hermana, me di cuenta de que conozco a sus vecinos. Hay dos chicas con las que hablo cada verano, de las que me despedí hoy hasta el verano que viene, pues en invierno, cuando vengo, no las veo, pues cada una está en su casa, pero en esta cultura veraniega urbana de hoy día, uno hace vida social con los vecinos en la piscina, y yo hasta con los de la piscina de mi hermana y nos admiramos de lo que crecen los niños de verano a verano.

Si en una comunidad de vecinos sin piscina éstos hablan en la escalera o en el portal, lo de la piscina te permite pasarte la tarde hablando con tu vecino, y que los críos se hagan amigos en la "calle de casa", como tan acertadamente llama mi sobrino a ese espacio cerrado entre los bloques por los que campan a sus anchas. Y bajar a la piscina te permite ver el michelín del vecino del quinto o que la vecina del sexto tiene una tripa que parece que se va a poner de parto allí mismo. Y yo hoy "casé" a dos que no son pareja. Al decirle a un tipo que si su mujer ya se iba, que le quería decir yo "hola", me salta: "no es mi mujer". Por suerte me dijo que más vecinos le confunden a la parienta. Curioso que te confundan a tu mujer en la piscina. Es que hay muchas mujeres con niños pequeños y casi da igual cuál te subes a casa, a ser posible con menos niños.

Y no sé, pero yo pensaba que no es lo mismo si te encuentras a tu vecino en el ascensor, que en bañador, y que has de perder la vergüenza por tu celulitis o tus michelines de cara al vecindario, que te los conocen todos. Y nos digamos en los pueblos. Supongo que para muchas personas mayores habrá supuesto una revolución el día que les plantaron una piscina y empezaron a mostrar carnes. En el pueblo de mi madre muchas señoras mayores no van, pero olé por las que se atreven, allí plantan su butaca, y se ponen a nadar con los "churros" que hay por allí para los que no saben nadar bien, y dan muestra de haberse adaptado a los tiempos modernos.

Como he tenido días para observar los cuerpos en bañador, en la playa, piscina de pueblo, y piscinas de vecindarios modernos, trataba de imaginarme cuántos cuerpos habría en remojo en ese mismo momento en toda España, o tumbados en la toalla, o comiendo gusanitos, que se deben consumir a toneladas en las piscinas, al igual que helados. Mis hijas se conocen todas las variedades de bolsitas de snacks y la pequeña estudiaba el "menú" de helados cada día a conciencia, y mientras se comía el del día, se pensaba ya cuál se iba a comer al día siguiente, aunque estaba claro cuál es su favorito.

Todo esto te lo permite un verano en toda regla, con garantía de que lo tienes, y a pesar de que salvo en Cantabria llevo semanas pasando calor, empiezo a ver el "verano" de Hamburgo otra vez, ese de "hoy tenemos 23°C pero en los próximos cuatro días llueve", pues el regreso es inminente a esos veranos sin cultura de piscinas, sin ver a tu vecino en bañador, aunque te lo podrías encontrar en la sauna del barrio "en bolas", y sin gusanitos con sabor a ketchup, la esquisitez de los últimos veranos. En mi época solo había los normales. Lo que se sofistican los tiempos.

sábado, 7 de agosto de 2010

El perejil

Es curioso como el mercado es un reflejo de la sociedad en la que está enmarcado. Hoy he tenido mis experiencias, pues mi vida de ama de casa se ha realizado hasta ahora en el extranjero, y por eso, al ir hoy al mercado, pues estas vacaciones están resultando ser distintas a todas las anteriores en Madrid, he ido cual ama de casa "española" camuflada. Algunos fenómenos me han llamado siempre la atención al revés, es decir, en Alemania, como el hecho de que no se pida la vez allí y la gente se coloque siempre ordenadamente frente al mostrador, a la derecha del último. Es una ley reinante en todo mercado alemán. Al igual que aquí existe la de pedir la vez, fenómeno que no existe en Alemania, como ya he comentado alguna vez en este blog. Es más, ni siquiera existe una expresión para "pedir la vez". Así me miraba una señora muy irritada, pues no caí, y cuando por fin pregunté, respiró aliviada y dijo "yo soy la última". Qué estrés, y cuánto hay que hablar con desconocidos. Y luego saludan a cada cliente por su nombre: "Hola Luis, ¿qué tal las vacaciones?". "Anda, Ana, te eché ayer de menos, y me dije, '¿dónde andará esta chica?'" (la "chica" tenía cincuenta y muchos años). Y cuando me tocó a mí, temblando estaba de que me tratasen de sonsacar informaciones de mi vida privada, pues yo quería unas chuletas y listo. Y en el puesto de pescado ídem. Pero es que largan mucho los vendedores, pero claro, si te saltan "Hola guapa, ¿qué deseas?", u "Hola jovenzuela"; ... vamos, que a mis 41 años lo de jovenzuela me sienta muy bien y casi estuve a punto de ponerme habladora, pero no, para qué, si no voy a volver, pensé. Y luego el perejil: ¿para qué diantres necesita una tanto perejil? Ni que todas fuésemos Arguiñano. En el primer puesto de verduras donde me lo regalaron, me hizo ilusión y dije que sí, pues en Alemania el perejil te lo cobran (qué ratas, pienso ahora), pero cuando en la frutería, al pagar, me dijeron por segunda vez "¿reina, quieres algo de perejil?", ya me pareció excesivo, y dije que no, que ya tengo. Y me fui pensando que será como regalarte flores. En Alemania a veces te dan una pieza de fruta de más, o en Navidad algún chocolate, o alguna flor, pues son más ceremoniosos, ¿pero perejil???

Y volví a ver esos supercuchillos de carnicero que en la infancia me llamaban tanto la atención, con esa cuchilla tan gigante. En Alemania esos no existen, y te cortan la carne con cuchillos finitos. Eso sí, por fin me cortaron todo como a mí me gusta: bien finito y sin tener que decirlo. Serán los cuchillos. Y en la pescadería me hizo gracia el clic-clac de la tijera gigante con la que te lo limpian, salmonete tras salmonete, pescadilla tras pescadilla. En Alemania son silenciosos, o quizá no vendan pescado pequeño para no meter tanto escándalo. Me fijaré la próxima vez cómo es la tijera que usan, pues me pareció curioso.

No es que me guste ir a la compra, pero es gracioso hacerlo en distintos países. En el mercado de la plaza cercana a la casa en Bruselas donde yo vivía, los mejores eran los de la pollería: dos belgas flamencos que hablaban todos los idiomas con tal de vender y esto no es broma. Mi barrio era zona de mucho japonés, y yo alucinaba con que despachaban a las japonesas en japonés. O el pescadero marroquí de una pescadería que hay casi enfrente del Parlamento Europeo, que hablaba aparte de francés, español, italiano o portugués, según el cliente que viniese, pues los mediterráneos éramos los asiduos a esa pescadería. Pero en cada país el negocio es lo principal y el venderte algo como sea, si con perejil, o hablándote en tu idioma, o diciéndote, como hoy el carnicero a la otra "chica", que su pueblo (qué manía con los pueblos) es lo mejor que existe en toda la Sierra de Gredos, y que le prepara un fin de semana allí para que lo conozca, o en un buen hotelito que conoce o incluso le dejaría su casa. Madre mía, cuántas chuletas habrá comprado esa "chica" ya.

viernes, 6 de agosto de 2010

Culebrones y realities

El fenómeno de las series de televisión que duran varias temporadas y que te permiten no perder el hilo incluso si no las ves durante meses me fascina, aunque no lo consigan las series en sí. Eso me ocurre con "Amar en tiempos revueltos", denominada por mis hijas como "la novela de la abuela". Yo no la sigo, salvo lo gordo de la trama que una no puede evitar no saber en esa hora de la sobremesa en la que los que no dormimos siesta estamos algo amodorrados por ahí. Lo sorprendente fue que ayer mi hija mayor me relató con pelos y señales lo que ha ocurrido en los últimos episodios, y me dijo que hay "dos tontas" que están enamoradas del mismo hombre, y luchando por irse con él a París: "están locas", dijo; y me contó del marido celoso que espía a su mujer para descubrir que no está liada con otro hombre sino con una mujer. Y luego me narró más del contenido empalmando algo de la trama con lo que pasó en marzo, cuando vio la serie por última vez.

Lo que digo, se sigue fácilmente, pues de lo que trata es de pasiones, de celos, de desengaños, y todo envuelto en los años de la posguerra española. Lo que me sorprende en España es que los niños vean esas series, pues el contenido parece inocente sin serlo. Pero yo recuerdo haber visto en horas nocturnas series de ningún contenido infantil y que engancharon a todo el país, como por ejemplo, "Los gozos y las sombras", o "La barraca". Todavía recuerdo escenas de ambas, tórridas, claro, y eso que hablo de alrededor del año 80, si no recuerdo mal. En un país de tanta "cultura" televisiva, al fin y al cabo, ver series de calidad basadas en novelas clave de nuestra literatura, me parece una forma insuperable de mostrar grandes obras literarias a la juventud, por no decir niños. No es el caso de "Amar en tiempos revueltos", pero la serie tiene algo: las ropas, el ambientillo, arropado por las imágenes reales de la época... mismo la canción del comienzo, que la oyes una vez y se te queda días seguidos en la cabeza.

Así que no seré yo quien se ponga moralista y diga que los críos no deben ver esos programas y menos en horarios en los que es imposible no verlos, teniendo en cuenta que los críos en Alemania ven Deutschland sucht den Superstar, la Operación Triunfo que se mantiene en pantalla desde hace 8 años, gracias al incombustible Dieter Bohlen, o Germany's Next Topmodel, el programa presentado por Heidi Klum y que con un título tan "alemán" busca a la próxima super modelo, y enseña a las chavalas cosas tan importantes como que no se dice "zapatos de tacón" sino high heels y mi hija me dio ayer una lección sobre la diferencia entre zapatos de tacón alto, mit hohem Absatz, o high heels, de hasta 14 cm, refiriéndose al programa. Que yo sepa, ella no lo ha visto nunca, pero ya veo cuáles son las conversaciones con las amigas. Así que en el fondo da igual: las informaciones importantes se transmiten igual, se vean o no se vean los programas, así que en comparación, ver algo como "Amar en tiempos revueltos", con lo decente que es a pesar de su morbillo, me parece por su contexto histórico una mejor forma de "culturizar" a los niños. Y lo bueno es que en la próxima visita podrán reengancharse a la serie sin problemas, aunque se pierdan cien episodios. Y es que la vida es así, o si no que se lo pregunten a mi hija pequeña, que viendo el otro día a dos cerdos extremeños modelo "pata negra" subido uno encima de la otra... me dijo en alemán: "Sie haben Sex sozusagen" que no voy a traducir en ninguna expresión mal sonante, pero que vino a decir 'Están, por así decirlo, en plena faena de sexo", de lo que destaco el "por así decirlo" que dijo y que le quedó tan fino. Así que los culebrones o los reality shows se ven en la vida misma, sin tele.

jueves, 5 de agosto de 2010

De pueblos y dialectos

Aprovecho el viaje de regreso a Madrid en tren para demostrar que el extremeño tiene su lugar de ser en el espacio lingüístico de nuestro idioma y recapitulo lo aprendido durante 10 días en tierras extremeñas y tras haber crecido oyendo palabras y expresiones que a mí me parecían normales incluso en Madrid, pero que no lo eran de puertas afuera del hogar de donde crecí y de la familia extremeña tan extensa que tengo.

Aparte de todos los fenómenos fonéticos como pronunciar las jotas más flojitas, como aspiradas de aire ("hijo"), comerse muchas terminaciones (ejemplo "deos" para "dedos"), o terminar muchas palabras en vocal en una especie de u, hablar extremeño es así de sencillo:
  • Llame a todo el mundo "prenda" o "prendita": "Ay, prenda", "ven aquí, prendita".
  • Haga todos los diminutivos en -ino o -ina: "¿Vais a dar una vueltina?", "Tiene una nietecina".
  • No diga buhardilla o planta superior de la casa sino "troje". Estos pisos eran la parte de almacenamiento de la casa, y todo el mundo habla de la troje como si fuera lo más normal del mundo que se llame así o tener una.
  • No se dice "así" sino "asina".
  • Los extremeños no tienen talones sino "carcañales".
  • No comen pescado sino "pesca".
  • No se atragantan sino que se "añurgan".
  • No tienen contenedores sino "calambucos". Por cierto, esta palabra es estupenda para designar a alguien fornido y hermoso: "Es un calambuco".
  • Añada un artículo al posesivo: "la mi niña", "la mi casa".
  • La gente se sienta "a la fresca", es decir, fuera de casa, con sillas plegables que montan una tertulia delante de cualquier puerta, y que te hace tener que socializar con cualquiera que pase, algo muy duro para la gente vinagre como yo. Eso sí, las tertulias de alrededor te permiten hacer estos estudios lingüísticos y reírte cuando un abuelo del circulito de sillas más cercano, le dice a su "nietecino": "Niño, para ya, que me tienes jarto con la pelota".
  • Cuando llegas, te dicen "¡Habéis venido!", a lo que yo siempre casi respondo "Sí, obviamente".
  • La gente va o está "pahí" o "pallí" y no "por ahí" o "por allá"

Por supuesto que hay más, pero para mi asimilación lingüística debería quedarme más tiempo y con 10 días me da... No es que en Madrid se hable mejor, con nuestro "ejque" y "ajco", pero al menos desde Navalmoral de la Mata ya tengo Internet en plenas facultades, y el traqueteo del tren me lleva a una de mis tierras. Como en todo, cada uno tiene su centro de referencia alrededor del cual da vueltas como un satélite y el mío no es ningún pueblo. Los que me conocen se ríen de la cara que pongo cuando me dicen que como el pueblo no hay nada. Es que a mí no me gustan los pueblos, lo siento, pero que conste que entiendo que le guste a la gente. Mi pueblo o mis pueblos son otros y todos somos igual de cerrados respecto a muchas otras cosas. Que sí, que yo no digo que Madrid sea el mejor sitio del mundo para vivir, y cierto que yo no me peleo en el metro en la hora punta con el gentío, ni me meto en atascos, ni sufro de la suciedad y de muchas cosas, pero es mi tierra, y me gusta, y aseguro que el placer de estar en Madrid, y más de vacaciones, es inmenso, y de poder disfrutar de la ciudad como un turista y encima conociéndola de cabo a rabo. En los últimos días me he tenido que justificar (a lo que llega una) por querer volverme ya a Madrid, y eso que todavía no regreso a Hamburgo. Pero que nos dejen a cada uno nuestro pueblo y nuestro dialecto, que por mucho que nos digan no nos convencen de que hay otros pueblos mejores, pues el nuestro es el "más mejor".