jueves, 29 de julio de 2010

Las encinas

Al final el accidente de mi madre (ver entrada anterior a ésta) ha sido serio, y se rompió la muñeca y ha de llevar una escayola durante 6 semanas. Así que mis días de asueto se acaban y debo volver a tierras extremeñas antes de lo previsto, porque había aparcado a mis hijas allí por mis deseos de volar unos días, pues soy un ave de paso por todas partes, y al final, como mencionaba en otra entrada, estamos pendientes de hilos que nos atan o conectan con lugares o personas. Y me encuentro de vuelta en un tren que me lleva al campo y a un mundo sin internet aunque al menos con piscina. Espero poder conectarme en algún lugar del aire, pues eso es la internet, aire, y un hilo invisible que nos une con todo el mundo.

Empiezo a silenciar, en un proceso que viene ya de largo y eso es raro en mí, y empiezan a faltarme las palabras. Pero somos mayorcitos como para dejarnos llevar adonde haya que ir, porque hay que ir. Ayer tuve el placer de ver a grandes amigos, y eso no se paga con dinero, y aunque se me hayan fastidiado otros planes que tenía, muchos otros no y pienso en el que me quiten lo bailao. Y estar en Madrid no ha sido fácil. Ahora mismo nada es fácil. Como en todo, vendrán épocas mejores. En Madrid y donde sea. Y pronto veré las caritas de mis hijas, y eso es algo que tampoco se paga con dinero. Hace poco otro amigo me hablaba de tesoros que valen más que el oro de Arabia, y eso son la familia y los amigos. Empiezo a ver las encinas otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario