... en teoría, pero no en todas partes. En Madrid no, pero en Cantabria sí. Y he tardado cinco días en poder enchufarme, y eso que podría haberlo hecho el lunes. Fui en su busca en mi primer día en España, algo que parecía muy fácil, a juzgar por el anuncio de televisión y que muchos me dijeran que me comprase el famoso "pincho" de internet. Pero no: agotado por todas partes, en un sitio me dijeron que lo recibían al día siguiente, así que le pedí al vendedor que me reservase uno, que me pasaría a recogerlo al día siguiente. Me dijo que sí, pero como se quedó tan fresco, me salió el ramalazo alemán y le dije que tomase nota de mi nombre y mi número de teléfono. "No hace falta", me dijo, que se acordaría ... y ante mi cara de escepticismo me dijo que me reservaba uno, al igual que a otra clienta (otra alemana, pensé). Como tengo comportamiento alemán (20 años no hay quien los niegue), le pedí el número de teléfono para no ir en balde. Al llamar al dia siguiente, tras no cogerme durante mucho tiempo nadie la llamada, al final el buen vendedor me dijo que lo habían mandado a otro centro comercial. Le dije que entonces me pasaba yo por ese otro sitio, y me dijo que avisaría "ya mismo" de que me lo guardasen allí. Como yo no me creo nada, me fui al otro centro comercial convencida de que no iba a funcionar tanto trámite, y efectivamente: ni lo tenían en la otra tienda, ni el vendedor había avisado de nada. "Quédese por aquí, que en cualquier momento viene el repartidor". Y yo "sí seguro", y como iba con toda la familia, crías incluidas, le di mi número de móvil para que me avisase cuando lo recibiese en "cualquier momento", como él decía. Y me quedé tan fresca, es decir, sin conexión de internet.
Y así unos cuantos días más hasta que en Cantabria he encontrado el famoso pincho, y tras rellenar formularios, y estar demasiado tiempo en la tienda, lo tengo ya listo y puedo escribir, y como prueba avala esta entrada de blog. Mi reflexión era estos días si es posible encontrarse con una cierta seriedad o profesionalidad en las tiendas, con gente que sabe lo que te dice, o que te atiende de manera rapidita sin dejarte media hora esperando mientras están programando un móvil de otro cliente (el vendedor mismo buscaba y buscaba en las opciones del móvil, sin saber). Y si bien no era de vida o muerte lo de internet, sí que yo me decía todo el rato que quería gastar, que quería consumir eso tan alabado en la publicidad como algo tan sencillo. Y me preguntaba cómo será dar de alta el gas, la luz, el teléfono, si el "venga usted mañana" ya no aplica a la administración y estos trabajan de verdad y es todo lo demás lo que va lento. En Alemania me ataco a veces por el formalismo en todo, pero aquí me ataca la falta de seriedad.
Pero lo que sigue funcionando es la iglesia. Esta tarde, a las ocho, en pleno centro de Santander, no di crédito primero a mis oídos y luego a mis ojos: por megafonía instalada en muchas farolas estaba siendo retrasmitida en vivo la letanía de un rosario, y luego los cánticos que yo todavía me sé de memoria, pues no han cambiado en nada, ni en el "gancho", ni en su alegría: el "ven con nosotros a caminar, Santa María ven" y otras canciones tan "emotivas", y acabar luego en un atasco supino y no quedarnos más remedio que presenciar una procesión sin podernos mover de una rotonda. Qué control de las calles, de las gentes, todos tan arregladitos para la ocasión, qué ambientazo. Y al fluír el tráfico he salido espantada de allí, por el escándalo que había, asustada de que en el año 2010 sea más fácil encontrarte con una misa y rosario colectivo en pleno centro de una ciudad que con una conexión de internet. Válgame Google.
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