lunes, 25 de mayo de 2009

Horario escolar

Hoy es otro de esos días en los que pienso que me están tomando el pelo, a mí y a muchas otras madres más. Lo malo es que, como siempre, parece que yo soy la única que se altera. El horario escolar en Alemania es de ocho a una; no hay clase por la tarde, no hay comedor, no hay más que algunos centros de acogida a partir de esa hora, los llamados Hort, en los que se quedan los niños cuyas madres tienen que trabajar, con la sensación de ser los apestados, pues todos los otros se van felizmente a sus casitas, mientras que ellos, si ni siquiera hay un Hort cercano, tendrán que ir solos en autobús o como sea hasta allí (y hablo de niños de primaria, de entre 6 y 1o años). En nuestro colegio llevan hablando ya tiempo de montar uno, y nos dieron la perspectiva de que empezaría a funcionar a partir del curso que viene, pero ahora hay retraso por causas "ajenas a la voluntad del colegio". Vale, me lo creo porque sé como funcionan aquí las cosas: la burocracia es inmensa, y tendrán que pedir el permiso del permiso del permiso... y acogerse al párrafo X e Y de la ley de la enseñanza, hasta que esté todo atado y bien atado. Para entonces yo ya no lo necesitaré.

Pero por si fuera poco, a este horario tan reducido le recortan las horas que pueden. Cuando no es por el carnaval, es por la semana de proyectos (como es esta semana), y te mandan al niño con un papelito a casa, que mi hija me da siempre toda sonriente, pues sabe del cabreo que me voy a coger... Y entonces te explican que esa semana, o en tal día, habrá sólo clase de 8.30 a 12.30, por ejemplo, como es esta semana, ¡enterita!, pero te tranquilizan diciéndote que en caso de emergencia podrás dejar a tu hijo esa media hora más, que para eso están. Vale, eso he hecho durante mucho tiempo, como declaración de principios, pero siempre ha resultado que mi hija era la única de la clase que se quedaba, con el consecuente berrinche por su parte. Al final, he acabado por resignar, y hoy al ver a todos los niños salir felices del cole a las 12.30 he pensado que vivimos en un mundo feliz, pero irreal, en el que por un lado les quieren inculcar a los niños una independencia sorprendente, mandándolos ya solos al cole con seis añitos, pero atándolos a multitud de actividades extraescolares para rellenar el tiempo de por las tardes (algo hay que hacer, teniendo en cuenta el mal clima y el largo invierno) y haciendo de madres altamente cualificadas trabajadoras a media jornada, con el consecuente freno en la carrera profesional, o lo que es peor amas de casa que nunca han querido serlo. Aunque bueno, existe una raza de madres "pura sangre" fuera de serie, que utilizan su cualificación para hacer de sus hijos personas aún más cualificadas para el futuro, y que justifican los horarios como excusa para no tener que trabajar y poderse dedicarse de lleno a tal ambicioso proyecto. Es como lo de la gallina o el huevo. Qué está antes. No lo sé. Pienso que la oposición de los padres a cambiar el sistema es sintomático de esta sociedad tan anquilosada.

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