viernes, 8 de octubre de 2010

La protesta de los eremitas

Llevo media vida en este país, y aunque fuese entera, me seguiría sorprendiendo. La gente sabe movilizarse, sabe canalizar su mala leche. Ejemplo: el proyecto llamado "Stuttgart 21", las obras de una nueva estación central que los ciudadanos de Stuttgart rechazan, por costosa, porque no les hace falta esta estación nueva que cuesta billones, y que encima se lleva por delante a tantos árboles. Llevan meses protestando, y ayer el notición: anunciaron que se paralizan las obras mientras duren las negociaciones, algo que los responsables rechazaban hasta ahora, aunque hoy parece que no es así, y hay una gran confusión. Pero lo mejor es que ayer también, por la mañana, dieron orden de parar la tala de árboles por descubrir que en ellos vive un escarabajo no muy común, el Juchtenkäfer, 'escarabajo eremita' en español, menudo nombrecito. Yo no conocía ni a uno ni a otro de estos bichitos: ni a los alemanes ni a los españoles. Y esta especie podría parar lo que cientos de manifestantes llevan meses queriendo parar. Pero si se paró una reforma escolar en Hamburgo, a base de mucho cabreo, firmas y referéndum, lo de la estación es pan comido, y encima con la ayuda de un ejército de escarabajos. Vi no hace tanto que el semanario Der Spiegel llamaba a la Alemania actual la "Dagegen-Republik", la 'República que está en contra de todo'. Y verdaderamente las masas tienen fuerza aquí: saben organizarse y consiguen lo que parecía inalcanzable. Y si hay que buscar escarabajos se buscan. O ranas a las que cruzar la calle.

Es muy raro en Alemania oír noticias de no prohibir algo porque en este país las noticias suelen ser siempre de prohibiciones y no de no-prohibiciones. Y por eso me sorprende la decisión de esta semana del sistema de transportes de Hamburgo, HVV: han anunciado que se podrá seguir bebiendo alcohol en el metro y autobús de Hamburgo. Esta semana mencioné que es muy normal que algunos vayan bebiendo sin control en el metro. Nunca me había parado a pensar que estuviese permitido, pero claro, si no lo hubiese estado, no lo hubiera visto tantas veces. Y sin embargo creo que al metro le haría bien esa prohibición. Pienso que hay montones de sitios para beber, ¿pero en el metro? La imagen es nefasta. La única multa por beber es de 15 € pero tan sólo si algún viajero alcoholizado molesta a otros viajeros, pero no por el hecho en sí. Pero la protavoz de la HVV dice que una prohibición sería una medida "drástica" y que no ven motivo alguno para fastidiarle a nadie su "Feierabend-Bier", 'la cerveza a la salida del trabajo', si la bebe de forma pacífica. Lo malo es que los que van en el metro con la lata típica de cerveza de medio litro no son los que la beben de forma pacífica, y muchos van gritando y metiéndose con otros viajeros, por no hablar de las botellas o latas que dejan en los asientos o por el suelo, además de lo pegajoso que está todo en muchos casos. Ahora que mi hija va sola en metro, me da algo de miedo, la verdad. Ella ya me ha contado que ha visto a varios borrachos ... Pero no se prohíbe, lo cual también es una decisión, cómo no.

Pero lo que no está prohibido y yo pensaba que sí, pero lo va a estar desde este invierno es conducir con neumáticos de verano en invierno. Como todo el mundo los cambia por el miedo de que si ocasionas un accidente sin llevar neumáticos de invierno el seguro no pagaría, pensé que era obligatorio, aparte del  peligro en sí. Son de esas no-prohibiciones consensuadas que se convierten en prohibición de facto, ya que aquí es muy fácil "convencernos". Pero el ministro de transporte anda moviendo el asunto y se prohibirá lo que parecía prohibido, está claro.

Curioso país éste, de normas consensuadas o no. Hasta los escarabajos eremitas cuentan, y salen de su anonimato y vida ermitaña si hace falta, con tal de parar lo que sea, y está bien saber que me puedo poner como una cuba en el metro si me da la gana, pero que con tal de que cambie los neumáticos de mi coche todos los inviernos, seré una ciudadana ejemplar.

1 comentario:

  1. Desde nuestra visión hispánica, Alemania es un país ordenado, civilizado y culto, con una alta concienciación sobre lo público. Imaginar a los alemanes bebidos por el metro y ensuciando el espacio común me cuesta, ciertamente, pero demuestra que la civilización o la cultura no están reñidas con la mala educación de unos pocos.
    España es un país en el que se valora muy poco lo autóctono y, aún menos, lo público y, por otra parte, está cargada de normas que no se cumplen, por lo que prevalece el mal uso que se hace de las cosas, como norma consuetudinaria, sobre la propia ley.
    Más nos valdría ir borrachos por las calles sin meternos con nadie y tirar la lata de cerveza en una papelera que quedar como unos cerdos vestidos con las galas de un domingo después de dejar tras nosotros un rastro de basura

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