lunes, 18 de octubre de 2010

Ser niños

"Me propuse leer un libro infantil que me mandó el autor, y lo leí algo. Pero lo dejé rápido, ¡de lo mucho que me enfadé! Os digo también por qué. ¡Tal señor quiere que los niños que leen su libro se crean que están siempre de buen humor y que no saben ni lo que hacer de tanta felicidad! El muy falso hace como si la niñez estuviera hecha de masa de pastel de primera categoría.
¿Cómo puede una persona adulta olvidar su juventud por completo, de manera que un día de repente ni siquiera se acuerda de lo tristes e infelices que son los niños a veces? (Yo os pido al respecto de todo corazón: ¡No olvidéis vuestra infancia nunca! ¿Me lo prometéis? ¿Palabra de honor?
Da igual si uno llora por una muñeca rota, o porque posteriormente pierda a un amigo. En la vida nunca se trata del motivo por el que uno está triste sino sólo de cuánto se aflige uno. Verdaderamente las lágrimas de los niños no son ni más pequeñas y con bastante frecuencia pesan más que las lágrimas de los mayores. ¡Que no haya confusiones, señores!". Erich Kästner, Das fliegende Klassenzimmer, 'El aula voladora' (1933) [mi traducción].

Ayer leí estas palabras, al cumplir la promesa que le he hecho a mi hija mayor de que todos los libros que se lea para la clase de literatura me los leeré yo también. Se trata de un libro juvenil delicioso, conocidísimo en Alemania, todo un clásico, como el resto de las obras de Erich Kästner, autor alemán que murió en 1974. Mi hija me leyó este párrafo hace días en alto, y me llenó de emoción el detalle de que sepa ver el mensaje del autor en el prólogo del libro, la ironía y seriedad, y en el que cuenta de la historia que va a narrar.

Y hoy, al ver las lagrimitas de mi hija pequeña mientras desayunaba, que no eran más que por el madrugón que se había pegado tras dos semanas de vacaciones y volver hoy al colegio en horas intempestivas, y ver a la otra que antes de irse a las siete y diez de la mañana ya me había puesto la cabeza loca con todos sus pensamientos matutinos, por los dolores de tripa que tiene cuando está nerviosa, y por el susto que me dio el otro día, pensé que efectivamente es muy duro ser niño. Creo que todos firmaríamos esto, y decir que la niñez es un camino de rosas es, como dice Erich Kästner, una desfachatez. Yo recuerdo muchas lagrimitas mías de pequeña por cosas que parecerán ahora tonterías, pero que entonces eran tragos muy gordos. Y hoy, la pequeña decía que no sabía por qué lloraba, pero asintió al preguntarle yo si era por tener sueño y no saber ni cómo tenía el cuerpo. Yo, que también estaba muertita de sueño, le he dicho que lo entiendo, y que entiendo sus miedos a volver al cole, tras dos semanas, con lo dura que es la vida de un pequeñín, que nadie se lo imagina.

Media hora después se bajó del coche tan campante, como si fuese un día normal, porque es un día normal.

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