sábado, 11 de julio de 2009

Educación musical

¿De dónde viene el interés por aprender a tocar un instrumento? Cuando mi hija mayor, a sus cinco años entonces, declaró que quería aprender a tocar el arpa, me dejó completamente anonadada, y nunca he sabido de dónde le venía ese deseo. Le pregunté si no se le ocurría otro instrumento más "manejable" para su tierna edad, y tras meditar un tiempo, me dijo que el violín entonces. Dejé pasar un tiempo, por si era una moda pasajera, pero tras seguir muchos meses empeñada en ello, empezó con las clases. Lleva ya más de tres años tocándolo, y podemos decir que es su instrumento. No obstante su objetivo sigue siendo tocar el arpa un día. Y cabezona es.

Si lo comparo con mi interés por la música clásica (ninguno, por desgracia), con que no toco ningún instrumento, y ni sé solfeo, me considero una analfabeta respecto a la mayoría de la gente aquí. No es que todos toquen algo, pero muchos sí, y solfeo sabe todo el mundo. Todos los alemanes son capaces de cantar una canción que no conozcan si les dan un papel con las notas musicales. Desde pequeños aprenden solfeo y a los niños se les inculca el gusto por la música clásica sin darles la sensación de que sea algo de élites. En los colegios hay coros, en los que los niños pueden participar. En España creo que sigue siendo elitista tocar un instrumento. El otro día, en la clase de música del colegio, la profesora les pidió a los niños que llevaran los instrumentos que tocan y aparecieron unos cuantos: saxofón, violín, trombón, flauta traversera, guitarra y muchos tocaron el piano del colegio.

Hasta en la guardería ha aprendido la pequeña mía a tocar la flauta, y como yo no me lo he tomado nada en serio, cuando me vino un día diciendo que había aprendido a tocar una pieza de Beethoven y sacó las notas y se puso a tocar me dejó sin habla: "Ah, eso en mi pueblo es 'La canción de la alegría', de Miguel Ríos", pensé ... igualito, claro. Y aunque llevo muchos años expuesta a tanta cultura musical, no he conseguido desarrollar el gusto por la música clásica, seguramente porque me resulta ajena, por no haber crecido con ella. No entiendo de estilos, ni de compositores o épocas. Tengo una amiga que oye siempre música clásica en el coche y tararea las piezas. Yo no tengo oído para ello, y reconozco que me he quedado dormida en algún concierto, a los que hace muchos años que no he vuelto. También he ido un par de veces a la opera (y porque me regalaron las entradas, al igual que a los conciertos), y tampoco me llegó a decir nada. Entre que no entiendo lo que cantan y toda la teatralidad, no consigo meterme dentro, y menos aún que se me meta dentro a mí. La emoción que siento con el arte y con la literatura, no he conseguido sentirla jamás con la música clásica.

Por eso sigo anonadada de que mi hija pequeña quiera aprender a tocar el violonchelo (ni idea de por qué este instrumento tampoco), y como lo lleva diciendo desde hace un año, va a comenzar el curso que viene. Pero más me sorprendió el otro día cuando me dijo que también quiere aprender a tocar el órgano. Hace poco lo oyó tocar en la iglesia, donde acudió con la guardería y un señor les dejó probar: "Y ese señor da clases", me dijo después. No sé si sería un evento publicitario, pero desde luego que surtió efecto. A lo mejor debería acudir yo a algo así para animarme a tocar algún instrumento. El afinador de pianos que viene a mi casa cuando mi familia tan musical lo considera necesario, ha tratado un par de veces de convencerme. Cuando a su pregunta de si toco algo le respondí que no, me dijo que para tocar un instrumento y enamorarse nunca es tarde. Buena teoría, aunque adivinen cuál de ambas cosas me parece mejor...

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