miércoles, 8 de julio de 2009

Orden y desorden

Me hace gracia aquí cuando hablan de Verkehrschaos ('caos en la circulación'). A Madrid los mandaba yo una temporada, y no sólo a Madrid, sino a cualquier ciudad grande en España. Aquí claro que hay atascos, y sobre todo en la autopista, pero hasta el peor de los atascos me parece menor que los que he soportado en Madrid, y eso que es en vacaciones cuando estoy y no tengo prisa por llegar a ningún sitio. Aunque ahora recuerdo una vez que casi perdí un vuelo por un atascazo en la M-30.

Ayer por eso me pareció inaudito que en la presentación del colegio a los padres noveles, apareciera tras la directora, la representante de la asociación de padres y la tesorera, un policía vestido de uniforme, y con el librito de las multas en la mano, a echar su discursito. Empezó hablando del caos en la circulación alrededor del colegio. Continuó con un rapapolvo a los que llevamos a los niños en coche al cole (lo siento, que más quisiera yo que pudieran ir andando). De todas formas ésa es otra: aquí les parece lo más normal del mundo que niños de 6 años caminen solos a las siete y media de la mañana en la oscuridad de la noche en invierno o haga el tiempo que haga. Son los mismos que se agobian porque les pongan deberes o les exijan otro tipo de independencia. Pues eso, el policía se plantó delante de todos y dijo a) que los niños deben ir andando, y b) que los padres que vengan a llevarlos o recogerlos en coche piensen que les caerá una multa si estacionan donde no deben. La primera vez que yo llegué al colegio pensé que no había niños ni gente, de lo tranquila que es la calle. Detrás de los árboles aparece el colegio, que está compuesto de varios edificios bajos, de dos plantas, y en toda la calle está prohibido estacionar, como mucho se puede parar tres minutos sin bajarse del coche, para que el niño baje y suba. Yo lo hice así el primer mes, pero tras soportar las miradas asesinas de los padres que pasaban a pie al lado de mi coche, decidí empezar a parar en una bocacalle. Mi marido sigue parando en la puerta del colegio, pero yo le digo que él ha nacido aquí y que tiene la dicke Elefantenhaut ('la piel de elefante gruesa') necesaria para devolver la mirada aún con más odio. Yo pierdo siempre en esas batallas. El policía continuó: "Tengan Uds. en cuenta que si una vez les pillo tomaré nota de la matrícula, y la segunda vez habrá multa". Y mostró su libreta de forma amenazante y con una sonrisita diabólica.

En Madrid he presenciado lo contrario. A las salidas de los colegios se agolpan todos los coches alrededor de la entrada, en doble fila o lo que haga falta, en los pasos de cebra, y si les valiera, muchos entrarían con el coche hasta la clase del niño. Me imagino al policía de turno dando el discursito a los padres, algo impensable, y la cara de pasotas de todos, y el poco caso que le harían, aparte de tirar la multa en caso de que les pusieran una. Ni una cosa ni la otra. Pero si pienso en todas las visitas que lleva ya mi hija a la comisaría de policía de la zona, y que al policía del colegio los niños le conocen por su nombre, puesto que les da educación vial, probablemente yo fui la única que se extrañó ayer con la charla, pues desde pequeñitos le inculcan el respeto al orden, algo que a nosotros nos falta en muchos aspectos en España, ya que cada uno hace lo que le da la gana. ¿Es que somos tan indomables los españoles? A veces me lo pregunto al ver el orden imperante aquí. Pero al oír ayer de la iniciativa de los propios padres a controlar ellos mismos la calle, y la que organizan en la jornada sin coches, pienso que la policía lo tiene muy fácil aquí, con tantos ayudantes. Ya quisieran en España tanta cooperación...

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