viernes, 3 de julio de 2009

Madrugadores

¿Por qué la sensación del tiempo es distinta aquí que en España? ¿Por qué a las cinco de la tarde parece que es tarde aquí y en España no? El día se percibe de otra manera, y los horarios son completamente distintos. Ayer, por ejemplo, fue la triatlón escolar de Hamburgo. Los participantes tenían que estar ya a las siete menos cuarto de la mañana en el metro, pues las pruebas empezaban a las ocho de la mañana. A las once ya estaban todas las medallas entregadas. Siempre me pregunto por qué las prisas. Todo comienza muy pronto aquí, los colegios, por ejemplo, a las ocho, eso sí, para soltarte a los niños a la una, horarios muy apropiados para conciliar... Se come pronto, en los trabajos a partir de las doce. A las tres ya están tomando café y tarta, y entonces a las cinco de la tarde la sensación es de que el día se ha acabado, sobre todo en invierno, cuando anochece a las cuatro. En general tengo la sensación de que a la gente le gusta madrugar, incluso los fines de semana, y se acuestan bastante pronto en general. Se considera mala educación llamar por teléfono en las casas a partir de las nueve de la noche. A mí, los que me conocen me llaman a las diez o más tarde, y algún amigo alemán me ha dicho, "bueno, a ti se te puede llamar a esta hora".

Yo sigo teniendo la sensación de vivir a deshora. Es muy normal que como los niños salen tan pronto de cole, les inviten a un cumpleaños a las tres de la tarde. Para mí son horarios a los que no llego. Algo que echo de menos es la sobremesa, la buena costumbre que tenemos en España de descansar un rato después de comer, si no con siesta al menos sentados un rato leyendo o dormitando con la tele. Aquí esas horas son las principales del día, en invierno porque es el momento de salir y hacer algo, y si no en general, al ser la cena a las siete o así, te condiciona a hacer algo en esas horas. Por eso en España, a las cinco de la tarde me da la sensación de que queda mucho día por delante, mientras que aquí es todo lo contrario.

Con los niños pequeños son muy estrictos con los horarios. A las siete de la tarde los acuestan. Ayer, día de calor, vino una madre a recoger a su hija: "Date prisa", le dijo, "que tu hermano ya tiene el pijama puesto" (eran las seis de la tarde, con una luz de verano impresionante). Y claro, luego se quejan: "El niño se ha despertado a las seis de la mañana hoy", y yo digo que con once horas de sueño ya les da. Lo gracioso es que en un parque infantil no necesitas reloj. A las seis de la tarde desaparecen todos, y yo siempre me he quedado sola con mis hijas. Y en España he visto a niños jugar en el parque a la una de la mañana en verano. Aquí llamarían a Protección del Menor.

Lo mejor es cuando te vienen a arreglar algo a casa: que te vengan a las seis y media o siete de la mañana es muy normal, pero busca a alguien que te venga a partir de las tres de la tarde. Imposible. Recuerdo que cuando vino el camión de la mudanza para irnos a Bruselas, que a las seis de la mañana estaban ya en la puerta para empezar a empaquetar todo. Así que a la fuerza me he tenido que volver madrugadora, aunque yo soy más bien nocturna. Y cuando me veo a veces tan temprano por el mundo, me sorprendo de que haya tanta vida a pesar de la oscuridad, del frío, y del sueño que tengo yo, pues los otros no parecen tenerlo.

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