lunes, 26 de octubre de 2009

El despertador y las cosas a medias

Esta mañana, el despertador de mi hija pequeña nos ha devuelto a la realidad. Tras llevar dos semanas levantándonos a nuestro albedrío, el sonido atronador ha sido una llamada al orden. Me sorprendió que se pidiera un despertador para su cumpleaños, aunque tampoco, si pienso que llevaba todo el curso escolar pasado diciendo que se levantaría mejor si tuviera uno propio (aunque nunca le ha costado levantarse). La amiga que lo compró me dijo que le costó encontrar uno apropiado para una niña de seis años, pues no debía ser demasiado infantiloide, pero tampoco de mayores. Así que nos mandó éste, y cuando le dije que sonaba "algo fuerte", me dijo que como alternativa sólo había visto uno con una llamada a la oración a la mezquita. Hombre, no sé que es mejor, aunque me imagino los cantos islámicos mucho más melódicos que el "trrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrring" atronador que se oye en toda la casa y con el que nos despertamos todos, y hasta el mismo despertador parece salir corriendo. Es un modélo clasico, con "las campanas", casi diría, a los lados. Con una disciplina infalible mi hija lo pone la noche anterior, lo apaga por la mañana, y se levanta tan pancha. Es alemana, pienso en esos momentos, pues para remolona yo. Además, ¿cómo se puede pedir uno un despertador?

Vuelta a la rutina a finales de octubre. Hasta Navidad será todo de un tirón, pues aquí ni tenemos día de Todos los Santos (los bávaros que son más listos sí), ni la Constitución, ni la Inmaculada. Y con el cambio de hora del sábado, ayer anocheció a las cinco de la tarde, y hasta el 21 de diciembre anochecerá a las cuatro. Entre las pocas horas de sol, el cielo tan gris durante el día, y la luz tan pobre le entran ganas a uno de dormir todo el rato. Hasta deslucen los colores ocres y marrones tan bonitos del otoño, que está haciendo de las calles alfombras de hojas. La gente es muy disciplinada y las recoge con sus rastrillos, haciendo como que encima les gusta: "al menos así estoy al aire libre", dicen algunos. En el Retiro de Madrid hace dos semanas observé a las trabajadoras del ayuntamiento barrer hojas con el rastrillo y las envidié, pues encima les pagan por ello y lo hacían con un solazo con el que cualquiera tiene energía. Yo hago lo mismo en mi jardín y en los caminos públicos alrededor de mi casa, y ni me pagan por ello, y aseguro que en el Retiro hay menos hojas. Aquí pasan hasta camiones por las calles, recogiéndolas, pero no en las aceras. Eso les toca a los ciudadados disciplinados, y a los que no lo somos nos fastidia que tras haber recogido un par de sacos de hojas, a los cinco minutos esté todo igual.

Pero las quitaremos poco a poco, que hasta bien entrado noviembre todavía seguirán cayendo, y no hay que agobiarse. Como encima se nos ha instalado la gripe en casa (no la A, pero aunque sea la Z me fastidia igual) la vuelta al cole ha sido a un 50%. Así no hay manera de hacer las cosas bien. Lo malo de esto, es que al otro 50% le brotará la gripe cuando la que comenzó esté curada. Abogo por no interrumpir tanto la rutina, para dejar de tener la sensación de volver a empezar continuamente y ni siquiera conseguirlo.

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