jueves, 1 de octubre de 2009

El imperativo

De todos los tiempos verbales, el que más uso desde hace años es el imperativo, y es un fenómeno que observo cada día, desde hace nueve años. Todo empezó con el nacimiento de mi primera hija. Empiezas a hablarle a tu bebé con imperativos, de forma cariñosa, para protegerle y sugerirle lo que debe hacer: "no llores", "cálmate", "duérmete"; luego cuando empiezan a moverse y descubrir el mundo los utilizas para prevenirles y salvarles la vida: "no te subas ahí", "bájate", "no te metas eso en la boca", "sácate eso de la boca"; o para mostrar tu disconformidad con lo que hacen: "no pintes la pared", "no arañes la mesa". Éste es un punto donde disciernen la educación moderna con la tradicional. Un padre de hoy día preferirá explicarle a su hijo el por qué de tal consejo: "mira, no tienes que pintar la pared, porque sino papá se pone muy triste, y hay que pintar la pared otra vez", y esa es una tendencia muy observada aquí, en cualquier caso, menos dados a los gritos y a que las cosas se hacen porque lo digo yo, que para eso soy tu madre. Mucha explicación a niños demasiado pequeños, que no entienden el color gris, sino sólo el blanco o el negro. Y por eso yo prefiero el imperativo, y no los rodeos y menos tanta explicación.

Tus hijos siguen creciendo y te pones en plan sargento: "ven aquí", "ponte los zapatos", "vístete", "come", "bebe", "pórtate bien" o "estate quietecito". Y llega un día en que observas que repites los mismos tres veces seguidas lo menos, por la sordera inexplicable que caracteriza a todos los niños, salvo si les preguntas si quieren una bolsa de patatas fritas o ver la tele, algo que cogen a la primera. Uno de los más utilizados es "vístete", por las mañanas, hasta que acabas gritando "que te he dicho cinco veces que te vistas", o "daos prisa", que yo diría es el primero de la lista. No sé cuántas veces, antes de salir de casa me pongo histérica pues todo el tiempo del mundo se acaba convirtiendo en un acelerón final y mala sangre, y una madre gritando y unas niñas llorando. Recuerdo que cuando era niña mi madre nos levantaba muchas veces a voces diciendo: "vamos, rápido, que me he dormido", y en cuestión de nada estábamos listos y de camino al cole. Mi madre me hizo saber hace poco que por supuesto que no se dormía tantos días. Creo que las madres de antaño eran más listas.

Y con el paso del tiempo, el ámbito de uso del imperativo sigue ampliándose para situaciones más complicadas: "no os peguéis", "no os insultéis", "no os matéis", y yo, los de esta categoría los he llegado a utilizar a la inversa "mataos y a ver cuál de las dos sobrevive", "venga pegaos más fuerte". Y cuando llega la adolescencia o preadolescencia, pues hoy día se adelanta o lo adelantamos nosotros todo, se afina la dialéctica: "cállate", "no seas descarada", "no te pases", "no me tomes el pelo", "no te pongas chulita", "no me hagas burla", etc. etc. Me pregunto cuál será el siguiente paso, aunque probablemente sea "no te pongas esa ropa tan ajustada para ir al instituto", "ten cuidado con los chicos", "no llegues tarde a casa", "avísame si te retrasas", "no vayas con malas compañías", "estudia", "piensa en tu futuro". Ni que a mí no me hubieran hablado en imperativo. Como me decía mi prima el otro día: "mientras no nos peguen y nos paguen el asilo cuando seamos mayores...". Y eso habrá que pedirlo amablemente y sin usar imperativos.

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