lunes, 17 de agosto de 2009

Abrazos sí dados

La semana pasada vi la película de Almodóvar "Los abrazos rotos", que me sorprendió positivamente. No me esperaba gran cosa, y al final Almodóvar no me decepcionó. Nunca lo hace. Sí que me decepcionan otras películas españolas donde sólo salen personajes tarados o excesivos con todo (sexo, alcohol, drogas), y que me parecen todas iguales. Almodóvar sabe expresar sentimientos a través de sus películas, y por eso no me extraña que sea nuestro director más internacional, capaz de plasmar como ningún otro una imagen de nuestro país digna de ser mostrada en todo el mundo, con personajes siempre interesantes y con sentimientos profundos. Durante toda la semana pasada he releído varias veces el artículo de Maruja Torres publicado en El País Semanal el 9 de agosto con el título "Los abrazos no dados", de lo mucho que me ha gustado. Abrazos y más abrazos: rotos, no dados, o rasgados, como es la traducción en alemán del título de la película (que suena más almodovariano que en español, aunque me gusta menos). De un tiempo a esta parte vengo constatando lo mucho que me gusta abrazar y que me abracen. Se trata de un momento único, en el que te fundes con alguien y le demuestras lo que significa para ti. Aquí en Alemania, como son poco dados al besuqueo, se practica más el abrazo, a veces no muy efusivo, pero en muchas ocasiones sí, y yo abrazo y me dejo abrazar, y le he ido cogiendo el gusto. Maruja Torres se pregunta tras la muerte de un amigo querido si lo abrazó lo suficiente. Y no se trata de abrazos llenos de hormonas, como ella dice, sino de "gestos físicos [...] que acercan más que las palabras o que dotan de sangre y calor a las palabras, o que hablan con la elocuencia para la que aún no hemos inventado palabras". Pienso en los abrazos sí dados, y tengo muchos que agradecer. Como el que nos dimos para despedirnos un gran amigo mío y yo en Madrid hace poco, compañero de pupitre mío en el instituto durante dos años, y cuya amistad valoré mucho entonces y que vuelvo a tener ahora, 20 años después. Mejor despedida imposible. Es la mejor forma de decir un "hasta luego" a alguien, un "aquí estoy y estaré siempre". Que no se queden los abrazos sin dar, pues su función es ser dados. Que no lamentemos nunca no haber expresado el cariño cuando era el momento, y aprovechemos cada ocasión para disfrutar de la amistad, que falta nos hace a todos.

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