lunes, 10 de agosto de 2009

Nuestra isla

"Drohen noch mehrere Bomben auf unserer Urlaubs-Insel?", '¿Amenazan aún más bombas a nuestra isla de vacaciones?' Acabo de meterme por primera vez en mi vida en la página web del diario sensacionalista Bild, pues quería ver tan sólo el titular sobre las bombas en Mallorca, por temerme algo así como "nuestra isla" o "nuestros turistas". Anoche ya me sorprendió la forma de dar la noticia en el telediario de la noche, pues lo relevante de la noticia eran sólo los turistas alemanes, y si no fuera por eso, la noticia ni merecería un titular. Pero fue la primera noticia del día: las bombas que explotaron ayer y que amenazan a los alemanes. Por eso hasta el ministro de Asuntos Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, ha hecho hoy declaraciones en las que pide calma y dice que no hay motivos "aún" para recomendarles a los alemanes que cancelen sus vacaciones en la isla. Su ministerio, sin embargo, pide a los alemanes que eviten "las aglomeraciones". En Hamburgo se pueden evitar, y en cualquier ciudad o pueblo alemán. ¿Pero en Mallorca? Me imagino la Playa del Arenal: eviten las aglomeraciones, señores turistas, no paseen por la Plaza Mayor, no se acerquen a la catedral, a ningún restaurante, bar, discoteca, chiringuito ... y eso en el mes de agosto.

Para los alemanes Mallorca es su isla y en más de una ocasión he oído reclamarla como el Estado Federal número 17, de guasa o en el diario Bild algo más en serio. Unos 200.000 alemanes se encuentran ahora mismo de vacaciones en la isla, y tengo entendido que se oye hablar alemán por todas partes, y me lo creo. Desde los 16 años no he vuelto a la isla, y con lo fácil que es volar desde Hamburgo por las miles de ofertas que hay todo el año, es extraño no haberlo hecho. Aunque me apetecería volver, soy muy reacia, pues me temo que me sentiría incómoda. Los alemanes no van a Mallorca sino que van a "Malle", una forma familiar de llamar a la isla. "Ballermann" es un sitio que conoce todo el mundo en Alemania aún sin haber ido: es el famoso local en la playa del Arenal donde van los turistas alemanes a beber sangría en cubos y a hacer fiestas tipo "Miss camiseta mojada". Y el término ha dado lugar a más expresiones del idioma: Ballermann-Hits, es la música que se escucha en este tipo de locales (hasta en mi radio de internet descubrí que hay una emisora alemana que pone todo el año estas cancioncillas para prolongar el moreno y la borrachera). Mis vacaciones last minute en Lanzarote hace 12 años me dejaron impactada: yo era la única turista española en el hotel, y me daban ganas salir corriendo cada vez que veía un cartel tipo "Aquí cocina un carnicero alemán", -en alemán claro, un español se asustaría al leerlo en castellano-, o "Pastelería Alemana" y todo tipo de comidas y cervezas alemanas, para no echar de menos nada durante una semana. Aún así me lo tomé como un estudio de campo y traté de ensayar todo tipo de posturas en la tumbona de la piscina del hotel, con El País bien abierto, para que no me confundieran con los turistas alemanes, holandeses, y británicos de mi alrederor, algo difícil con el guiri a mi lado. Al menos pude "practicar" el español con el personal del hotel, que me usó un par de veces como diccionario ("¿Cómo se dice esto o lo otro?", me preguntaba el camarero que estaba encantado con la visita de una sola española turista en el hotel; nunca me he sentido más exótica en mi vida). Así que no quiero ni pensar en lo que vería en Mallorca. Me temo que tardaré años en volver, si es que lo hago. O miraría con lupa dónde me metería.

Por eso he disfrutado este año de la semana que he pasado en Islantilla, en Huelva. Quizá no lo debería decir muy alto, para preservar el lugar como sitio de vacaciones de españoles. No es que sea discriminatoria, pero hay que entender que si voy a España me gusta sentirme española, aunque vaya con mi familia de guiris, y me encantó estar tumbada en la playa y oír cosas como "chiquillo, te voy a partir la cara ahora mismo" (pronúnciese a la andaluza), algo que seguro que no se oye nunca en la playa de Mallorca. Eso sí, sé que muchos turistas alemanes van por las mañanas a poner las toallas en la arena para guardar sitio, y en las trifulcas que se organizan en los hoteles cuando ocupan las hamacas por las mañanas se deben oír amenazas parecidas, aunque menos salerosas. Espero que no haya más explosiones, ni en su isla ni en la nuestra.

[Apéndice: Dos horas después de haber escrito lo anterior se ha pasado por mi casa una amiga que regresó ayer de Mallorca. Al preguntarle que en qué sitio de la isla ha estado me ha dicho que en uno llamado "Hamburger Hügel", así, en alemán, es decir, 'las colinas de Hamburgo', donde muchos hamburgueses tienen sus residencias veraniegas. Me ha contado que se han encontrado durante las vacaciones a cuatro familias que conocían...]

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