domingo, 13 de junio de 2010

Atronadoras o silenciosas aportaciones de los mundiales

Al final va a tener razón aquel inglés que dijo aquello de que el fútbol es el juego de once contra once en el que siempre gana Alemania. La selección alemana ha sentenciado el partido muy rápido, lo cual les resarza quizá del sonido de las vuvuzelas, que tiene a los alemanes enfadados en los comedores de su casas. Tras el inicio del Mundial el viernes, los medios de comunicación alemanes han criticado el aturdimiento producido por estas trompetas de plástico: que si no se oye ni al comentador de televisión, que si parece un enjambre de abejas, y que es incluso perjudicial para la salud, y que si deberían prohibirlas.

La verdad es que prefiero los cánticos de los fans, que esta vez ni se oyen, y me imagino que para los jugadores no será agradable. ¿Pero quién conocía la palabra vuvuzela hace una semana? Será la aportación de este mundial al vocabulario global, de la misma manera que del último mundial quedaron los public viewings, para denominar las retransmisiones en pantalla grande en las calles, y en los que por cierto se han prohibido en Alemania las vuvuzelas, y si no ya se encargarán los vecinos de las zonas de estas retransmisiones en la calle de que así sea.

La mascota pasará sin pena ni glora, como nuestro Naranjito no aportó nada al mundo tras el 82. Pero el que ha quedado para la posteridad, al menos en mi familia es Goleo, el león mascota del Mundial en Alemania de hace cuatro años. Se me ocurrió comprárselo a mi sobrino en el aeropuerto, pero se lo agenció el hermano, que tiene ahora tres años. Mi sobrino Daniel ha hecho de Goleo, al que primero llamaba "eo, eo" su peluche favorito, ese muñeco sin el que no se puede dormir y que es imposible hasta lavar, teniendo ya un aspecto cochambroso, y a mí me hace gracia verle siempre con el bicho a cuestas, cuando en Alemania nadie se acuerda de él. Al ver a la mascota surafricana de este Mundial pensé en los niños que no se podrán dormir sin tenerla a su lado. Todo tiene su función en este mundo.

Hasta las vuvuzelas, quizá. 4-0, nada menos. Que no se quejen los alemanes, pues no les han traído mala suerte. La respuesta en los mismos medios que critican las vuvuzelas es que hay que aceptar las costumbres de otros países, y ahí les tocan la fibra sensible, no sea que les llamen intolerantes, y se oye como consuelo la expresión alemana "Andere Länder, andere Sitten", 'otros países, otras costumbres', con la que aclaran a veces de manera misericordiosa lo que no entienden de otros lugares.

Se han oído unos cuantos petardos de celebración del triunfo. La que me espera mañana, pues habrá más banderas (aún) ondeando en los coches y por todas partes. Esto acaba de empezar. Hasta Oliver Kahn, que de portero antipático se ha pasado a simpático comentador de los partidos, está entusiasmado con el juego de la selección que criticó hace un par de semanas. Y las vuvuzelas seguirán atronándonos, cuatro semanas más. Pero ni aunque ganase (atención al pretérito imperfecto de subjuntivo, es decir, un tiempo "irreal") Alemania se adoptarán esas trompetas en este país. De eso estoy segura.

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