sábado, 12 de junio de 2010

Las apariencias engañan

"Tu madre hace muy buenos pasteles". Con esta frase de una amiguita volvió mi hija el otro día del cole, tras haber ofrecido a la clase "el bizcocho". Digo "el" porque es el concreto y no uno entre varios, pues es el único que hago y sé hacer. Y todo gracias a J.K. Se trata de una amiga mía, a la que conocí en Bélgica. Anfitriona como nadie, con perfección tipo Bree van der Camp, de "Mujeres desesperadas", hacía todo ella mísma, desde los panecillos que ofrecía, a las mermeladas, todo. Y las conversaciones en sus fiestas giraban en torno a la mantelería tan blanca inmaculada, a la ensalada de lentejas al curry, cuya receta todas querían tener, a las maravillosas rosas de su jardín, para las que no hay mejor abono que los posos del café. Y cuando me ofrecía un té, y yo le decía que prefería café, aunque ella no lo bebiese, me decía con una sonrisa tan perfecta, como perfecta es ella, que me lo hacía encantada porque las rosas se alegrarían después. J.K. no invitaba a comer, sino a un "Ladies' Lunch", con invitaciones hechas por ella misma, con lazo y letra de caligrafía. Y como dato que no enturbia la perfección sino que la afianza, J.K. tiene cuatro hijas, una de ellas un bebé, y un sofá blanco inmaculado (los míos son marrón chocolate, ... para "prevenir" las manchas).

Pero era y es muy buena gente, y aunque no podíamos ser más diferentes, de alguna manera u otra congeniábamos bien, y en una de sus invitaciones a café (para las rosas), me ofreció "el" bizcocho. No soy golosa, pero me encantó, e hice lo que nunca he hecho con pastelitos: "¿Me puedes pasar la receta?", y conociéndola, pensé que me diría que no, que sería un secreto familiar de generaciones desde hace siglos. Pero no, se levantó y me la escribió de su puño y letra, y conservo la hoja como oro en paño, porque "el" bizcocho ha sido mi salvación en los últimos años. Odio hacer tartas, y para eso me encuentro en el peor país, pues aquí hay que saber hacerlas, y aunque hay gente a la que se lo deberían prohibir, por lo mal que les salen, las hacen igual, porque de lo que se trata es de tomar en los cumpleaños o fiestas tartas caseras, ya que comprarlas hechas está mal visto (una ley secreta). Y a mí siempre me han entrado sudores al llegar los cumpleaños de mis hijas y el papelón de llevar algo a la guardería o colegio. Hasta que J.K. me salvó la vida, y varias alemanas reposteras (o a lo mejor odia-tartas como yo) me han pedido la receta... ¡A mí!!!! Y en las clases de mi hijas se comenta que sé hacer muy bien pasteles. Bendita J.K. Lo malo es que cuando tengo que hacer dos en la misma semana, con invitados que comieron el bizcocho de limón ya un par de días antes, mis hijas me dicen: "Mamá, no puedes hacer lo mismo otra vez, ¿no sabes hacer otra cosa?", ... las muy cabritas.

Podría llevarme el secreto a la tumba, pero como a lo mejor salvo a otras/os de algún aprieto, aquí va la receta, para el que quiera hacerla y acordarse de mí, como yo me acuerdo siempre de J.K. y sus "Crunchy Lemon Squares", que yo he bautizado en ...

Bizcocho de limón:

200 g de mantequilla, 300 g de harina, 2 cucharaditas de levadura en polvo, 3 huevos, 200 g de azúcar glas, 60 cl de leche, la cáscara rallada y el zumo de dos limones ("bio" ... porque es receta de una alemana, y no puede haber pesticidas ;-) ).

Batir el azúcar glas con la mantequilla hasta que esté cremoso. Echar los huevos poco a poco hasta que la mezcla quede espumosa. Echar la leche, la harina y la levadura y la cáscara rallada de los limones, y mezclar todo bien.
Forrar una fuente de horno (rectangular o cuadrada) con papel para el horno, y echar dentro la mezcla y repartirla bien. Meter en el horno a 180°C (ventilación) en total 35 minutos, pero a los 20 minutos taparlo con papel aluminio.
Mientras tanto mezclar 100-150 g de azúcar con el zumo de los limones, y echar la mezcla encima del bizcocho nada más sacarlo del horno. Dejarlo enfriar y cortar en cuadraditos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario