miércoles, 9 de junio de 2010

Patriotismo por adelantado

Se estaba poniendo malo ya. Banderitas por aquí y por allá. En los coches, en las barandillas de los balcones, no una sino en algunos coches hasta cuatro, en algunos balcones más aún, y banderas tapando las rejas de los mismos. Hasta en el concesionario de coches hoy al pasar de camino al aeropuerto: "Venden los coches hasta con banderas puestas. No hay quien lo aguante". "Pero si no han hecho na' todavía!", "Si son malísimos además". Pero hoy se ha ido, a ver el mundial a otra parte, pues aquí hubiese sido insoportable para él. Llevamos viendo banderas desde hace una semana, aparte de todo lo que venden en los supermercados y droguerías, para equiparte para ver el mundial en tu casa con los colores de la bandera alemana.

La bandera alemana ha estado oculta, salvo en actos oficiales, durante décadas. Tras la II Guerra Mundial el país no quedó como para mostrar el patriotismo por ningún lado, y el Mundial de fútbol de hace cuatro años en Alemania sacó el orgullo de ser alemán como hasta entonces no lo había visto yo aquí. Además les hizo buen tiempo (ninguna garantía en los veranos alemanes, por mucho Mundial que organicen), y como el buen tiempo hace festivalero a cualquiera, hasta a los alemanes, esas semanas de verano del 2006 han pasado a la historia como el "Sommermärchen", el 'cuento de verano', en alusión a "Deutschland. Ein Wintermärchen", "Alemania. Un cuento de invierno", la obra satírica del poeta Heinrich Heine en el estilo de las Volkslieder en la que criticó a Alemania en una serie de capítulos en los que se va encontrando a personajes y alegorías de la historia alemana, y pasando por lugares simbólicos. Fue prohíbido nada más publicarlo en la Prusia de 1944. Y la antítesis, el Sommermärchen, es el fútbol, ¡qué si no!, que despertó a Alemania oficialmente a la alegría, la fiesta y a su bandera. Yo viví ese 'cuento de verano' en mi exilio belga, como Heine cuando escribió su serie de poemas con tono invernal de camino a Francia, donde habitaba.

Pero al vivir aquí otra vez, durante la Eurocopa hace dos años, me encontré con un despliegue de patriotismo de lo más natural, como si hubiese sido siempre así, y yo, con cada partido que iba ganando España, me ponía contentísima pero en silencio. Hasta que un día me devolvieron a mis hijas del colegio con la bandera de Alemania pintada en la cara y al clasificarse España para la final, y encima contra Alemania, las mandé yo al cole con la bandera española pintada en la cara. Con España habían topado, y eso que no soy ni muy patriota y con lo que me asustan las banderas, y mucho las de mi país. Pero todos tenemos nuestro punto en el que nos tocan las narices ... o nuestro patriotismo por muy escondido que esté.

Pero desde hoy mi padre puede respirar tranquilo, pues verá el Mundial con otros colores, y sin despliegue de banderas. A mí me espera un buen baño de rojo, negro y dorado, pero espero que el final de esta historia sea rojo, amarillo y rojo, y en silencio, que para ganar no hace falta meter bulla. Y aunque no me gusta nada cómo se pasa la masa celebrando los triunfos deportivos en los últimos años, peor aún es celebrar sin motivo. Y en eso tiene razón mi padre, que a observador no le gana nadie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario