lunes, 7 de junio de 2010

La madre que la parió

Ahora mismo hace siete años estaba de parto, y di a luz por segunda y última vez. Esta ocasión compensó a la primera, pues que me perdonen, pero aparte de que un parto es una malísima idea como actividad, no es lo mismo siempre. La primera fue una tortura de 18 horas, de contracciones que no terminaban nunca y como aquí nos gusta todo lo natural, lo de la epidural no es lo habitual. Te la ponen "si eso...", es decir, que se va viendo en el parto, y no como en otros países, donde desde el comienzo se apalabra que te la pongan. Yo a las once de la noche pedí a gritos (lo aseguro), que me la pusieran, pero ya era tarde, no sólo por las horas que eran sino porque asomaba algo la cabecita (o cabezota, en situación de parto), y dos horitas después salió la causante de la tortura, así que parí a pelo.

La segunda vez cambié de hospital, pues el primero no me gustó, y como suponía que no iba a ser tan horroroso como la primera y estaba convencida de que tenía que ser más breve, dije que no hacía falta la epidural, y fue cierto. Como tenía demasiado líquido amniótico, me indujeron el parto, abriéndome la bolsa en camilla, y me puse a parir, esta vez sentada, pues no me apetecía estar tumbada. La matrona, que estaba a mi servicio para hacerme feliz todo lo que pudiese, al verme así, me propuso hacerlo sentada en un taburete en forma de U, que hace que los niños salgan por efecto de la gravedad y en la posición como lo hacen las mujeres en África o las que no paren en un hospital tumbadas en una camilla, que es lo más cómodo para el personal, pero no para la víctima. Y sí, menuda diferencia: yo sentada y la matrona de rodillas en el suelo, sobre una colchoneta, que evitaría un chichón del recién nacido. Y porque no quise meterme en una bañera, lo cual me propusieron también en ese hospital tan moderno con bañera en el paritorio; pero eso me pareció demasiado para mi cuerpo en tales circunstancias, encima humedad, y no me apeteció. Todo esto fue por el seguro, nada privado, pues en Alemania, a las parturientas nos tratan muy bien (no la primera vez, que conste, pues por no quejarme más aún, me dejaron aparcada y atendieron a los casos "más urgentes", es decir, a las más quejicas, digo yo), pero en esta ocasión salí muy contenta de mi parto sentada, y que duró sólo tres horas. Como por suerte me quedé en dos partos, no he tenido ocasión de probar más técnicas, pero en mi próxima vida a lo mejor me atrevo con la bañera, o lo que sea.

Y hoy hace 7 años salió al mundo una niña muy graciosa, que el otro día, al escribir sobre sí misma en uno de esos libritos de amistad que circulan por aquí, al definirse respondiendo a varias preguntas, plasmó su carácter: "¿Qué piensas del colegio? Respuesta: "Nada". ¿En que sitio es donde más a gusto estás?": "En todos" ¿Qué es lo que más te mola?": "Yo misma". ¿Qué quieres ser de mayor?": "No lo sé" (como para definirse hoy día además..., con la crisis). No sé qué pensar: que o le estoy inculcando un pasotismo fuera de serie, o que esta niña está preparada para la vida moderna, y que fluirá, como lo hace siempre y como fluyó a la vida. Todo un personaje, y yo me siento orgullosa de haberla traído al mundo.

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