miércoles, 23 de junio de 2010

Mi sombra y la de la ciénaga

Hay momentos en los que como se dice en alemán tengo que saltar sobre mi propia sombra (über den eigenen Schatten springen), para que mis hijas no se sientan como marcianitos, que bastante tienen ya con tener una madre rara para la media de aquí. Pero empecemos por el comienzo de los tiempos, como dice Manolito Gafotas.

Toda esta semana mi hija pequeña está realizando un viaje de fin de curso, y digo toda la semana, porque es como el día de la marmota: se despierta cada día en su cama, y cada día va con toda la clase con el mismo autobús (del servicio municipal, nada de autocares, que aquí nos lo curramos todo), a un albergue juvenil donde pasan toda la mañana, regresando al cole a eso de las cuatro de la tarde (ahora explico lo de "a eso"), para tener la sensación de que viajan siendo monotemáticos. Entiendo que con niños de primero las profesoras no quieran estar cuatro noches fuera, pero podrían plantear las excursiones de otra manera: hoy al zoo, otro día al museo, otro al bosque, y no volver al mismo sitio cada día, y a la misma ciénaga.

Y con esto acabo de mencionar mi preocupación, pues tuve "el placer" de acompañar el lunes a la clase de mi hija con otra madre más y las profes, que aquí a la primera de turno piden ayuda. Las otras clases de primero llevaban a su madres correspondientes (lo que a 5 días hace a 30 madres ociosas que sacrificamos parte de nuestro día por motivos diferentes: las otras por el placer de no perder al crío de vista ni un instante, y el mío mi hija, y no el cole, y que no se sienta mal porque su madre no se deja ver el pelo nunca). Y ésta es la primera vez que salto sobre mi sombra esta semana.

Pues estando por allí yo, aburrida, aburridísima, pues los niños jugaban a su libre albedrío (y menos mal, pues me temía programación a la alemana con cada segundo del día planificado), me puse malísima al ver a los niños metiéndose en una especie de pilón, pues no se puede llamar ni piscina, ni lago, ... lleno de plantas, moho, juncos, cieno, y bichos. Y los niños todos en ropa interior metiéndose con redes sacando renacuajos para luego observarlos. Mi hija ese día no se arrimó, pues el agua le pareció demasiado asquerosita (o a lo mejor mi presencia le hizo que se lo pareciera). Pero ayer volvió reclamando llevarse hoy el bañador (pues en bragas no se mete, no le parece propio, dice - otro ramalazo español), y a regañadientes se lo he dado. En mi opinión hace fresco para eso, pero no es eso, claro, sino que aquí, tan "biológicos" como son, se meten en todas partes, y la españolita melindrosa no. Así que hoy al despedir a mi hija a la puerta del cole, le he dicho que prefiero que no se meta, pero que es porque está nublado, que no quiero que se constipe (qué falsas somos las madres a veces). Pero si no se mete hoy, lo hará mañana, pues estamos a medio camino de este viaje que en mi opinión aburre a cualquiera. Yo volví de la excursión con los biorritmos por los suelos, por oír además de las otras 5 madres que qué placer estar toda la mañana observando lo bien que se lo pasan nuestros hijos, otra quejándose de que les tenían que dejar nadar "ahí" dentro, en esa inmundicia, y no solo meterse a caminar, y coger renacuajos (bonita palabra en alemán además, Kaulquappe, que tengo que practicar, pues no me salía el otro día), además de que todos los críos me los enseñaban: "mira, y éste ya es casi rana". Lecciones de biología.

Y lecciones de precisión. A las 10 en punto desayuno, con reparto de tareas (los niños matan además por hacer algo para la clase), a las 12 en punto comida del mediodía, a la una y media café y galletas (el café para las madres, los niños beben té de frutas o agua mineral con gas). Y el regreso cronometrado. Las tres clases se turnan, saliendo de manera escalonada alternando cada día de la semana, para que no haya injusticias y unos niños difruten menos que otros del idilio, y para confusión de las madres a la hora de recogerlos en la parada de autobús. Y lo de "a eso de las cuatro" es como sigue: el lunes a las 15.52, el martes a las 16.12, el miércoles a las 15.32, el jueves a las 15.52 y el viernes también a las 15.52. Justo lo que necesita mi mente con el caos que le caracteriza. Y créanme, los autobuses alemanes llegan a esa hora, al minuto, pues aquí se respetan todos los horarios, menos los míos.

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