lunes, 23 de agosto de 2010

El espíritu de un nombre

El nombre de un colegio puede o no ser importante. Donde yo crecí y en la época en la que crecí, no lo era, salvo en círculos intelectuales o de postín, que no eran mi caso, y que mi colegio de EGB se llamase República del Ecuador no era en aquel entonces nada premonitorio, pero podría verse ahora en retrospectiva y pensar que sí. Que el instituto al que acudí se llamase Calderón de la Barca era casualidad: podía haberse llamado Quevedo, u hoy día cualquier otra cosa, pero nunca nos inculcaron nada ni organizaron talleres de escritura ni su labor era literaria, aunque tuviésemos una profesora de literatura cuyo marido consiguió después fama como escritor, y a mí me encante escribir en este blog, todo meras casualidades de la vida.

En las escuelas primarias, donde no hay mucho espíritu que transmitir, sino que en Alemania preparan la criba que se realiza en cuarto, y donde "recomiendan" a un niño de diez años ir o no al instituto, a la hora de elegir éste, aparte de la base, ya que los planes de estudios son iguales para todos, todos se ponen un titulillo o una especialización, pues además de la zona en la que esté situado, que influye, como la mayoría es en realidad bueno, cada instituto pretende dar un espíritu a los alumnos que les haga distintos a los de otros institutos. Si por ejemplo el instituto se llama Carl von Ossietzky, le das un carácter político-social y le cuentas a los padres que se hacen muchos proyectos de esos temas y que tiene muy buen ambiente, muy social, nada competitivo. Al fin y al cabo Carl von Ossietzky fue torturado en campos de concentración por sus escritos pacifistas en una época imposible para propagar la paz, y murió de tuberculosis en condiciones infrahumanas. Se le concedió el premio Nobel de la Paz en 1935, pero no pudo recogerlo, pues se lo impidieron, y Hitler prohibió que los alemanes aceptaran a partir de ese momento tales premios salvo los del propio Reich. Otros institutos de Hamburgo tienen nombres en latín, y son instituciones educativas de renombre, y si mandas a tu hijo allí te crees que le da clases Aristóteles en persona. Hoy día más bien en estos institutos dictan otros "nombres" la cultura de las aulas, y no me refiero a grandes personas sino a marcas de ropa carísima u objetos de prestigio, pues son ciertos barrios los que mandan a sus hijos a estos institutos. La cultura se compra, como ya sabemos, o se lleva puesta. O hay institutos con nombre geográfico, el de la "Parte Superior del Alster", como se llama el más cercano de mi casa, indica que está limitado a esta zona de Hamburgo, y eso es el espíritu, "esta zona", y una forma de decir que somos los mejores, y que no queremos que nuestros hijos se mezclen con gentes de otros barrios pues para eso vivimos en un barrio en el que todo es perfecto y los que van allí te dicen que ahí los muchachos aprenden disciplina y consiguen ser algo en la vida. Qué bien creérselo todo. U otro cercano, se llama como una calle, o sea, que no tiene carácter, y por eso han optado por contarte que en sus aulas no hay conflictos, que hablan y hablan de todo hasta que lo arreglan, y en mi opinión tenían demasiadas horas que yo denomino Kuschelstunden (Kuscheln = acurrucarse, darse arrumacos, Stunden = horas), y como la vida no funciona así, sino a palos, no creo que sirva tanto.

O hay otro llamado Albert Schweitzer, en honor a otro premio Nobel de la Paz alemán, concretamente en 1952. Yo no había oído hablar nunca de este hombre hasta vivir en Alemania, y eso con el paso de los años, por oír el nombre de este instituto, y eso que en Alemania hay nada menos que 118 colegios o institutos con este nombre. Será por algo, porque el personaje da para mucho. Albert Schweitzer era aparte de teólogo protestante, médico, músico y filósofo. Como médico ejerció en África, donde creó un hospital; como músico, sus interpretaciones de Bach son famosas, y como filósofo escribió libros y ensayos relacionados con la ética y con la vida y el respeto hacia la misma. En los últimos años ha sido criticada su labor en África, enmarcada en el contexto de una Europa colonialista que no trabajaba sin espíritu de superioridad en África, y lo mismo sobre sus escritos filosóficos. Pero de lo que nadie duda es de su labor como músico, y por eso, el instituto en Hamburgo que lleva su nombre es EL instituto especializado en música y en las artes escénicas. Acuden alumnos de todo Hamburgo a la llamada de la música clásica, y una alumna mía que vive al lado me ha contado que los alumnos salen a veces silbando el "Papageno" de "La Flauta Mágica" o cualquier otra pieza musical (clásica). Y ni cortos ni perezosos montan tres clases con orquestas sinfónicas, y dos cuya especialización es en ciencias naturales, porque para eso se trata de Albert Schweitzer. Y lo del respeto a la vida lo veo yo a mi manera: si por el denominador común de las artes se mezclan alumnos de todas partes de la ciudad, bienvenida sea la mezcla, en vez de guetos de dinero, o de burguesía que no ve más allá de sus narices. A todo esto no quiero olvidarme de mencionar que todos los institutos de Hamburgo, salvo el internacional, son estatales. No pagamos nada.

Y todo este rollo para contar que mi hija ha empezado hoy en dicho instituto, porque como había que elegir "algo" me quedo con esa mezcla de todo, que es más ella, pues yo no tengo ningún espíritu musical, pero en cualquier caso un horizonte amplio. Y por mucho que me enrolle, y analice y analice, al final, en el fondo de la cuestión tampoco hay tanta diferencia pues el denominador común de todos los institutos es el siguiente: niños que pasan con diez años al instituto (en mi opinión una edad muy temprana); madres que en tal día como hoy han pasado la tarde en búsqueda de todos los cuadernos con las líneas o cuadritos que ponían en la lista (aseguro que es toda una ciencia) más los forros de los colores correspondientes (para mi sorpresa aquí no se forran los libros sino los cuadernos); y niños que a su diez años (repito, demasiado pequeños) empiezan a ir sólos por el mundo en metro y autobús. Pero las apreciaciones que he metido entre paréntesis son otro cantar, o mejor dicho, otros temas de blog, porque si no me enrollo más, y al final lo que quería decir es que mi niña se hace mayor. Era sólo eso.

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