miércoles, 11 de agosto de 2010

El viaje a Frankfurt

Debería estar ya en Frankfurt, para hacer cambio de vuelo con destino a Hamburgo, pero sigo en Barajas. Pero será que odio el aeropuerto de Frankfurt, que si puedo evitar lo evito, pues como aeropuerto de tránsito en él te puede pasar de todo, simplemente que llegues en un vuelo con retraso y tu conexión esté lejos y tengas que correr por todo el aeropuerto y con bebés, o que no puedas salir de él por nieve o hielo donde sea. Pero el destino del overbooking ha hecho que me manden por el vuelo directo, que sale bastante más tarde, pero que al no hacer cambio me permite llegar tan sólo una hora más tarde de lo previsto. Al llegar hoy tempranito a Barajas con mis hijas, me dicen los de Lufthansa: "¿Pero no quiere irse con el directo?" y yo, "claro", pensando que salía antes, pero aunque no era así, como me dijeron que me daban 200 € por pasajero, con tres que somos..., merece la pena la espera de cuatro horas. Mis hijas tienen una edad en la que comprenden el trato, vaya si lo comprenden, y como les he prometido recompensa, mi hija mayor me ha empezado a regatear la cantidad que les he ofrecido, pues le parece poco y eso que soy espléndida. Pero no negocio, menuda soy yo, y que den gracias de que les toca algo. Así que tras una noche infernal por el calor, que nunca me afecta para dormir pero que la noche pasada ha sido horroroso, amortizo bien las últimas horas de vacaciones, y como éste no es el cuento de "La Lechera", pienso ya en lo bien que me viene el premio, yo, que nunca juego a la lotería. Y encima amortizo un poco más el Internet Everywhere, que funciona casi everywhere, es decir, no en un pueblo perdido de Extremadura. Y prometo al que me recuerde en mi próxima visita a España lo del día de hoy, invitarle a una cerveza, pero yo ya no lo contaré, por si acaso, pues para eso tengo este blog además: para contar las cosas una sola vez.

En marzo me ofrecieron lo mismo: ésa vez el canje era el vuelo directo por uno por Múnich y llegando mucho más tarde. Tardé cinco minutos en pensármelo, y para entonces alguien más rápido había dicho que sí. Empiezo a pensar que si planeo mis vuelos en días clave, con aeropuertos de conexión lanzadera a todo el mundo, podríamos volar gratis a partir de ahora. Somos tres, y me doy cuenta de que somos el prototipo de pasajero que sobra en el overbooking. ¿Quién echa de menos a una madre con dos hijas en edad en la que caminan solas y no dan guerra (bueno, esto es un decir, pues hay ratos en los que me crispan los nervios)? Y viendo el grupo de japoneses cargados de Lladró y Loewe cuyo vuelo a Tokio seguro que no espera en Frankfurt, y la cantidad de gente que iba con guías de viaje de China o India, nosotras lo tenemos muy cómodo. Y ya sólo queda una hora y cuarto para salir...

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