viernes, 27 de agosto de 2010

Momentos surrealistas

Ya sé que soy una pesada por hablar y hablar del tiempo, pero es que tiene tela estar en agosto y tener 17° C de máxima y ver diluviar todo el día. Por suerte tengo mis momentos surrealistas, en los que miro en mi interior, y miro fuera, y pienso que me están tomando el pelo y que soy un cuerpo extraño en el cuadro equivocado. Me explico: esta mañana, obra de teatro a las 8.30 de la mañana. Actúan los de segundo de primaria. Mi hija me había dicho que la obra es un rollo, que ella sólo cantaba en el coro, que ni siquiera le habían dejado hacer uno de los papeles de la obra, pero me pide que por favor vaya a verla cantar. Como tampoco tenía excusa para no ir, y entiendo que si encima de que la obra es un rollo, la tomadura de pelo sea mayor si van todas las madres de las demás a ver a sus hijos, y la tuya no, me acerqué, pues al fin y al cabo llevaba a la niña media hora antes y el viaje no estaba desaprovechado. Primer momento surrealista: ¡a quién se le ocurre hacer obras a esas horas!, pero además estaba el salón de actos lleno, y no sólo de madres, sino de muchos en pareja, provistos de cámaras de video. ¿Es que a las 8.30 no trabaja nadie en este país? Segundo momento surrealista: se abre el telón y aparece una niña vestida de amarillo, con rayos de cartulina alrededor de la cara. Joer, el papel protagonista es el sol. Miro fuera. Diluvia. Estábamos a 12°C como mucho. Ahora entiendo que mi hija dijese que la obra era un rollo patatero. Eso no se lo cree nadie, que desde que empezaron a ensayar hace meses, el sol siguiese brillando. La trama es que un bicho malo del bosque expulsa al sol, los animales tienen frío, y por suerte los buenos ganan y el sol vuelve a brillar. El coro canta al compás de la trama cancioncillas sobre el verano, el sol, el calor.... Y yo vuelvo a mirar por la ventana, en el tercer momento surrealista y más si pienso que a mi hija encima le hacen un lavado de cerebro con tanta canción sobre el "verano" que encima no tenemos, pero que nos autosugerimos. El cuarto momento es cuando por hablar de algo con la que estaba sentada a mi lado comento que qué asquito de tiempo. De sobra es sabido que si no sabes de qué hablar con alguien, habla del tiempo. Quinto momento surrealista: "¡pero si hemos tenido un verano fantástico!", me responde anonadada. Ah, cierto, fue en algún momento de finales de junio comienzos de julio, un par de semanas de calor y buen tiempo, la rebomba... por no decir otra cosa. Sexto momento surralista: de vuelta a casa oigo en la radio que en Osnabrück no hay colegio, el río está a punto de desbordarse por las lluvias (ayer en Baja Sajonia cayeron 70 litros por m²), nunca quise vivir en Osnabrück, pero encima eso, lo primero que cierran son los colegios. ¿Por qué no cierran las ciudades y nos vamos todos? ¿Al solecito? Séptimo momento surrealista: si tu vida es como un cuadro de Dalí, de Magritte o de Delvaux, habla del tiempo; a lo mejor consigues reírte y por unos minutos olvidarte de otras cosas. Funciona, al menos hasta este punto y final.

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