martes, 17 de agosto de 2010

Hasta el año que viene

Lo sobreviví, y lo a gusto que me quedo cuando pasan las fiestas de cumpleaños de mis hijas. Hoy hicimos lo que en Alemania se llama nachfeiern, 'celebrar después', pues la mayor cumple los años cuando no hay cole y la mayoría de sus amigas está de vacaciones, por lo que aunque haya pasado casi un mes, el cumpeaños se estira y se estira. El "planazo" estaba anotado en el calendario desde hace dos meses casi: ocho niñas en total, las dos mías incluidas, y yo sola a cargo de todas ellas. De una a siete. Aunque no son pequeñas, agotan igual, y esta vez he salido agotada de las voces y de las risitas tontas que les están entrando ya a todas, con sus 10 y 11 años.

Por suerte hay algunos (hombres, todo hay que decirlo), que al venir a recoger a sus hijos tras una fiesta así te felicitan por haberla sobrevivido y te dicen que te habrás quedado muy a gusto. Y yo asiento, y digo que no lo saben bien. Pero lo sorprendente es que a las madres, que además somos las que pringamos (más), les parezcan días encantadores de los que ellas disfrutan muchísimo. Pues yo no. Si no fuera porque todos los demás niños celebran, no haría nada, salvo en familia. Pero es lo mismo que con las vacaciones escolares (ese será el tema de mi blog mañana, esta vez anunciado por anticipado): cuando empiezan, las madres te dicen "ay, qué bien que no haya cole, así podemos disfrutar más de los niños", y ahora las mismas te dicen que qué pena que empiece el cole esta semana otra vez. Vuelvo a disentir: salvo madrugar, no es ninguna pena, pues a tus hijos los disfrutas igual, y si el cole te quita unas horitas (atención, aquí bien pocas, ¿eh?), bienvenidas sean. Pero claro, no puedo hacer manualidades con mis hijos a las 10 de la mañana, qué desgracia. Ni dejarles la cocina para que hagan pizza con amigos... como contaba una hoy. Yo eso sólo lo haría con contrato firmado ante notario de que la cocina queda igual que como estaba antes de que la pisasen los críos.

Y lo mismo ocurre con los cumpleaños: "mi hijo se pide este año una yincana en el bosque", "o una búsqueda del tesoro tipo Indiana Jones". Oigo comentarios así todo el año. Yo a mis hijas les doy pocas opciones, pues muchas madres intrépidas se van con 10 críos a la piscina (mi amiga salió de una así con los nervios destrozados, entre el niño que no encontraba los zapatos en el momento de irse, y más aventuritas por el estilo). Yo prevengo desde el comienzo, y el mayor susto que me he dado hoy fue que una, con la manía de descalzarse que hay aquí, empezó a sangrar de un pie y fue dejando huellas por toda la casa. Por poco me da algo, pues llevaban cinco minutos, pero no fue nada, y la aventura del día fue ir andando a una tienda de manualidades que hay cerca, donde organicé que una profesional (yo no lo soy) hiciese pulseras con ellas, y esas dos horas yo me volví a casa para hacer algo, es decir, sentarme un rato a leer, pero me quedé dormida al instante, de lo agotada que estaba. Ahora pienso en la posibilidad de que no hubiese despertado, del sueño que tenía, pero el instinto de la responsabilidad (menudo bochorno si no) hizo que me despertara a tiempo. Y el día se ha pasado, muy lentamente, la verdad, y no sé si será porque está todo cronometrado, como pensaba yo cuando iba caminado con 8 niñas por la calle: dije que la fiesta comenzaba a la una, con una comida, y yo (españolita!!) calculaba con media hora hasta que estuvieran todas aquí. Pues no: a la una y tres minutos estaban todas aquí ya, y tres me llegaron un cuarto de hora antes.

En fin, mi hija se lo ha pasado bien, que es lo que cuenta, pero yo digo... hasta el año que viene.

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