viernes, 5 de febrero de 2010

20 años

Si no existiera este medio, el día de hoy pasaría sin pena ni gloria. En realidad es un día corriente; por qué habría de ser distinto. Pero un día como hoy hace 20 años llegué a Alemania. Salí tal día como ayer, en coche, sabiendo que me iba definitivamente, con 20 añitos. Todavía recuerdo como si fuera hoy el momento en el que me monté en el coche, las lágrimas de todos, y una abuela que decía que me iba muy joven. Y recuerdo la imagen, mi familia en la acera, bajo las ventanas de casa. Lloré hasta París. Recuerdo la sensación al entrar en Alemania. Hacía sol. Pusimos gasolina en Leverkusen, la ciudad de la aspirina, y me hizo gracia ver la "aspirina" gigante que tienen colgada en algún punto que se divisa desde todas partes. Y autopista para arriba, la A1, por la que habré pasado después montones de veces, hasta Hamburgo, y la sensación de lo lejos que estaba, todo recto y para arriba. Vaya, me recibió con nieve, ahora que lo pienso. Durante años sólo ha nevado en febrero en Hamburgo, y si acaso. Este año, de mi aniversario, está nevando por todos los inviernos en los que no nevó en los últimos 20 años.

Y empezó mi vida aquí. Primero un curso de alemán intensivo, y en abril comenzó el semestre en la facultad. Me hicieron un examen de nivel, y por desgracia me dijeron que mi "nivelazo" daba como para empezar la carrera, realizando paralelamente cursos de alemán para extranjeros. No supe la que se me venía encima...: meterme en clases de filología alemana con estudiantes alemanes. No entendía nada. Lo mejor fue que tras el primer día, a la semana siguiente todos se habían comprado un libro y leído algo de él o todo, nunca supe. Yo ni me había enterado de que había que comprar ese libro, y menos leerlo. El sistema universitario alemán tan especializado empezó a decepcionarme: el curso de introducción a la literatura alemana fue un semestre entero dedicado a una novela del Romanticismo alemán: "Aus dem Leben eines Taugenichts", y ya está. Empecé a sufrir por el sistema tan participativo en clase, viniendo de otro completamente distinto, y donde en cada asignatura había que preparar un tema y exponerlo, y en alemán claro. Los dos primeros años fueron durísimos, y recuerdo haber llorado por no entender la literatura antigua (ahora me río, y sigo sin entenderla). ¡Pero si no sabía ni alemán moderno! Lo mejor fue cuando me pusieron a traducir el "Parzival", del alemán medieval al alemán moderno. Ahí me lo empecé a tomar con humor...

Trabajé a la vez que estudié. Y con 27 años tenía un título universitario (¡en alemán!), y un trabajo. Fueron años duros, pero en los que aprendí muchísimo. Luego, con el "motivo" de mi venida, formé una familia y otro mes de febrero, de 2005, hicimos otra mudanza, vaya, con nieve también, a Bélgica. Y en 2007 regresé de nuevo a Alemania, sin nieve y en el mes de julio. Desde entonces todavía ando algo perdida. Alemania no es un país fácil en los comienzos. La diferencia es que hace 20 años salté a la piscina sin saber nadar, y aunque tardé, aprendí. Ahora, he saltado a la piscina sabiendo nadar, pero no me dejan ni hacerme un largo. Es un país demasiado estructurado, de visiones demasiado prehechas en muchos casos, y con poco margen de movimiento. Aún así, le he cogido el gusto a las muchas ventajas, que desde luego no son el clima, ni la amabilidad de sus gentes. Pero he conocido a gente maravillosa, he aprendido una lengua que me fascina, y Alemania me ha hecho "yo", este híbrido que soy, tras media vida en un país, y otra media en otro(s). Diré que es porque bebo poco el motivo para no descorchar una botella. Pero estoy orgullosa de mi decisión de entonces. Siempre lo he estado.

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