domingo, 7 de febrero de 2010

Último equipaje

Es una discriminación que de un vuelo salgan toda las maletas de todos los pasajeros menos la tuya. Antes me he quedado compuesta y sin novio de que en la pantallita de la cinta del equipaje de mi vuelo pusiera "Última pieza de equipaje" y los últimos pasajeros cogieran sus maletas y se fueran y ver que yo era la única sin la mía. Reclamación. Mañana, en teoría, vendrá. Eso si no me la han mandado a Honolulu. Se debe haber quedado en Bruselas, prolongando así mi estancia de fin de semana. Caprichos de una maleta.

Bruselas, esa ciudad que tanto me gusta y conozco por haber vivido en ella dos años y medio. Me resulta raro volver, y encontrarla tan cercana y familiar. Pero una vez que sales, las ciudades dejan de ser tuyas. Bruselas ya no es mía. En el metro observaba a la gente moviéndose en su ciudad, y yo me veía extraña en ella, pues me movía con la ociosidad y libertad que tienen los turistas y me delataba como tal por no ignorar los sitios a mi paso. Comienza por el desconcierto ante una máquina para comprar el billete de metro, porque no llevaba monedas sueltas y la dichosa máquina no aceptaba mi tarjeta de crédito, y termina por no saber en qué dirección coger el metro.

Sin embargo me es todo muy familiar, como los idiomas que se oyen en ella. Además de las lenguas oficiales en Bruselas, el francés (un 80% de los hablantes) y el holandés flamenco (el resto), se oye de todo. Me ha llamado de nuevo la atención la cantidad de españoles que hay y que se oye también mucho alemán. E inglés por supuestísimo. Mis cinco lenguas. Más no necesito en Bruselas. Es mi equipaje de mano, uno que no te dejan tirado en ningún aeropuerto, como mi maleta.

Oí a alguien decir una vez: "Si me pierdo que me busquen en la Gran Plaza". Y a mí, aunque añadiría otros rincones más. Bruselas es pequeña pero grande, provinciana e internacional, cutre y pretenciosa. La comida una delicia, como en todo el país. Y si además estás en buena compañía te permite pasar unos días estupendos y soltar lastre, y a mí me hacía falta. Pero de ahí a que se queden con mis cosas ...

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