jueves, 11 de febrero de 2010

Qué modernas somos

Boris Becker ha sido padre por cuarta vez (tiene hijos con tres mujeres distintas, pues para eso es Boris Becker). La última novia que tuvo dio a luz la semana pasada. Marichalar ya no está en la foto real, e incluso han quitado su figura del Museo de Cera de Madrid. En todos los países tenemos nuestros cotilleos, y aunque no compremos el Hola, Gala o Bunte, nos enteramos igual, ya que basta con abrir cualquier página de Internet. Con lo de Marichalar pensaba que a él le han quitado sus títulos o privilegios. Aquí en Alemania, las mujeres divorciadas siguen conservando el apellido del marido en la mayoría de los casos. Yo no le veo la ventaja, pero si eres Barbara Becker, la ex de Boris, ya da igual cómo te llamabas antes o con quién te cases después, pues seguirás siendo Barbara Becker (ahora me niego a mirar si ha cambiado su nombre al casarse otra vez hace poco).

Es un tema interesante este de los apellidos. Nunca me había parado a pensar sobre esto hasta que vine a Alemania. Aquí, las mujeres, al casarse cogen el apellido del marido, y la familia tiene uno solo: Müller, por ejemplo. A los alemanes les hace gracia que los españoles tengamos dos, y yo, que conservo el mío (ambos, claro), y que es distinto al de mis hijas, doy a entender que podría no ser la madre. Si a eso le añado el detalle de que no me parezco en nada a la mayor de mis hijas, en el parque, por ejemplo, cuando iba con ella me llegaron a preguntar si era la canguro o la au pair. Así que si supieran que encima me llamo de otra manera, todos podrían dudar de que soy la madre. Y cuando al casarme dije que no tomaba el apellido de mi marido y que me quedaba con mi exótico Fernández nadie lo entiendió. Alguno me llegó a decir que eso era muy desagradable para un hombre, pero como por suerte no me he dejado influenciar por estas cosas, aquí sigo, con mis exóticos apellidos, que en el extranjero además lo son. Y lo que me gusta cuando digo mi nombre, lo escriben bien a la primera, y encima me preguntan: "¿Es Ud. española?" Si me llamara Schmidt no tendría gracia. Además yo no tengo cara de Schmidt.

A lo largo de los años algunas mujeres han empezado aquí a quedarse con su apellido, pues antes no estaba ni permitido, pero son las menos. Y hubo una época en la que algunas decidieron quedarse con el suyo y añadirle con guión el del marido, dando combinaciones tan sonoras como Leutheusser-Schnarrenberger, como se apellida la ministra de Justicia, que ya lo fue en los años 90 y ahora repite cartera, pues con ese nombre a nadie se le olvida su paso por la política. Pero esa moda parece haber pasado otra vez. Así que en eso somos muy modernas las españolas, siempre lo digo, y reitero que hasta mi abuela lo era.

[Apéndice, 12-02-10, 21.36 h: la actual ministra de la Familia, Kristina Köhler, se ha casado hoy, y ahora se llama Kristina Schröder. Hasta nos tenemos que acostumbrar a un cambio de apellido de alguien en un cargo oficial, ... pero como es ministra de la Familia, tendrá que predicar con el ejemplo]

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