domingo, 2 de mayo de 2010

Ceremonias

Hoy ha tocado ir a una comunión. Estas ceremonias tienen para mí una problemática muy grande en Alemania, por el famoso qué me pongo. Como española tienes el problema de desentonar siempre, es decir, de llamar la atención te pongas lo que te pongas, y no se trata de ir descocada sino de ir arregladita pues probablemente irás mejor vestida que la madre de los novios, en este caso de los niños que han hecho la comunión (eran mellizos, niño y niña). Encima era en un pueblo de Schleswig-Holstein, o sea, que todavía en la ciudad..., pero ahí era la mayoría tipo Schützenverein, las asociaciones de tiro que hay en muchos pueblos alemanes, donde eligen ceremoniosamente al representante y realizan todo tipo de fiesta llena de folclore rancio. Si me hubiera puesto un Dirndl o un pantalón tirolés hubiera ido muy bien, pues había muchos vestidos así. El "colorido" del público iba desde los que iban en vaqueros, a los que iban folclóricos (la próxima vez iré de faralaes, para que se note cuál es mi tierra), o uno lleno de cadenas que seguro que había dejado la Harley a la puerta, y una vestida de puntillas blancas y sandalias de taconazos blancos tipo "pilingui" que al entrar en la iglesia ha provocado que todo el mundo se diera la vuelta). A todo esto me acuerdo ahora de un amigo mío de España que me contó que cuando bautizó a su hija en una iglesia muy conocida de Madrid, como se bautizaba a varios niños a la vez, había unas latinas despampanantes con una buena pechera, y que toda la iglesia se pasó el bautizo mirando a la madre y la madrina del bebé. Que no digan que las iglesias no sirven para un buen estudio sociológico.

Y es a lo que yo me he dedicado, pues en Alemania todavía no se han dado cuenta de que menos es más, es decir, que más vale que cantaran un par de estrofas menos y se explayaran menos con el órgano. Me refiero al de música, claro, no sean mal pensados, aunque en los tiempos que corren hay que especificar, a juzgar por la que se ha montado aquí por los abusos de los curas católicos en colegios. Muchos católicos han abandonado la iglesia en estampida, y no me refiero tampoco a la comunión de hoy, sino en general, porque aquí le descuentan al fiel su cuota de la nómina. Hoy se habrán borrado otros fieles más del club, pues la misa ha sido un tostonazo, y desde luego que no han atraído a nuevos fieles, si alguno dudaba. Que se lo pregunten a mis hijas, a las que me ha costado mantener calladitas durante hora y media, y la mayor, al darle yo un euro para la colecta me salta: "Yo no pago ni loca para algo tan rollo. Encima." Y ahí me ha dado a mí tal risa, que la abuela desconocida que estaba sentada a mi lado me ha lanzado una mirada asesina.

Al menos ha hecho solazo, pero yo no me he quitado el abrigo, pues el fresquito de Schleswig-Holstein se las trae, y otra vez yo desentonaba: la gente iba vestida de verano con 14°C, pero claro, es mayo y hacía sol, y la percepción mía del calor es otra a la de los alemanes. La camarera del restaurante estaba empeñada en que me quitara el abrigo, y he tardado en hacerlo (tras comerme la sopa). Y el día ha sido como son estas ceremonias: hasta nos ha dado para el paseo típico para bajar la comida, antes de meternos el café y tarta de la sobremesa para el cuerpo, y esto lo hemos tomado sentados fuera (yo con mi abrigo, claro). Los niños estaban corriendo por el bosque y yo, como madre española peco de miedica de dejar a los niños fuera de mi vista. Los alemanes llaman a eso independencia, y yo lo llamo confiar demasiado en la bondad de los seres humanos desconocidos que pasean por el bosque y se encuentran con unos niños solos.

Y mientras observaba, pensaba que me quedo con las confirmaciones que hacen los daneses. Para los protestantes, como no hacen la comunión, la confirmación es el sacramento principal, y los daneses lo celebran dejando que el chaval o chavala de 14 años se emborrache por primera vez en sociedad, es decir, que tras la ceremonia en la iglesia, ponen alcohol a disposición, y hala, a emborrachar al crío. La idea es que tu hijo no se quede tirado por ahí en su primera borrachera. Qué prácticos son estos daneses, y ahorrativos, pues me enteré que nuestros amigos daneses vinieron hace un mes antes a Hamburgo sólo para comprar alcohol para la confirmación de su hijo en Dinamarca. Pensando en el gasto en gasolina, les debió merecer la pena. Y es que celebrar siempre merece la pena. Yo lo de hoy lo he visto como estudio sociológico, pues poca gana tenía, y mentiría si no dijera que no he ido pensando en este blog...

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