domingo, 9 de mayo de 2010

Perfil de una madre

Si hubiese un anuncio de trabajo buscando una madre, podría ser el siguiente:

"Se busca mujer, la edad da igual, pues el puesto es para toda la vida, dispuesta a no mirarse el ombligo nunca más, a estar siempre disponible para sus hijos, a escucharles, antenderles y cuidarles. Se requiere mucha paciencia para oír lo mismo mil veces, para luchar, para pelear, para decir no en muchas ocasiones. Necesarias dotes de psicología y de talento para todo: animadora de fiestas, sabiduría plena ("mamá, ¿cuáles son los enemigos de las avispas?"), cocinera, enfermera y leona para defenderles de adversidades. Y ante todo se necesita un amor incondicional".

Esto se bebe ya en el embarazo, ya que desde el momento en que tienes ese ser dentro cambia tu vida. Yo viví ese primer embarazo como si fuese una embriaguez de felicidad continua, cada patada, cada movimiento, cada hipo del bebé en mi vientre. Al segundo embarazo le haces menos caso, y las que hayan tenido más, seguro que menos aún. Es el milagro de la vida, pero a la vez tan normal como las millones de mujeres que han parido en el mundo por los siglos de los siglos. Y eso nos dota, a pesar de lo especial de cada vida, de la simpleza de ser algo insignificante en esa rueda de traer niños al mundo y hacer de ellos personitas que salgan adelante en la vida. Difícil tarea para la que no hay libros ni pautas, por mucho que se empeñen las psicologías modernas.

Hoy es el Día de la Madre en Alemania, y mi reflexión es la siguiente: no es el mejor país para ser madre en el siglo XXI: demasiado encorsetado el concepto, y la separación entre tener hijos y la vida laboral es brutal. La conciliación a jornada completa es prácticamente imposible, y las medias jornadas ya sabemos lo que traen, y eso si eres parte de las privilegiadas que las tienen, porque como salgas del sistema, no entras fácilmente otra vez. Por supuesto que es un privilegio tener hijos, que me lo digan a mí que los tuve por fertilización asisitida, pero no debería ser un impedimento para realizar otras tareas en países que te dejan estudiar y creer en una independencia como mujer para luego nada.

Cito a mi hija mayor, que el otro día, tras un berrinche laboral que me cogí por una desilusión de las de siempre: "Mamá, no tienes que hacer como si estuvieras contenta si no lo estás". Genial, vivan los niños, que te leen el alma. Y yo le digo: "Sofía mía: si quieres tener hijos en un futuro, piensa también en ti. Tus hijos te quieren igual". Y eso es lo que critico en el papel de la madre de hoy, la sensación de que tenemos que ser más expertas y perfectas en todo y encima negarnos a nosotras mismas. Eso no, por favor.

Pero aparte de soltar los mismos rollos de siempre, me quedo con el momento de felicidad del día: la alegría que les da a mis hijas todos los Días de la Madre venir a mi cama, despertarme y darme el regalito que han hecho con todo su cariño en el colegio y que han escondido y mantenido en secreto, y traerme el desayuno a la cama. El mismo amor infinito que tú les tienes a ellos te tienen ellos a ti. Y por eso lo hacemos todo, córcholis.

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