jueves, 20 de mayo de 2010

Effi Briest

Habrá dado para montones de estudios en universidades e institutos. Se habrá analizado toda la simbología de la obra: el columpio, la fuente, los árboles del jardín, el chino. En realidad, se trata de una de esas obras que, como clásico, da para varias lecturas, dos por lo menos: una para conocer la trama, y otra, lápiz en mano, para establecer toda las conexiones a través de los símbolos a lo largo de la obra, las premoniciones y la proyección hacia el pasado no explícito. Porque si de algo vive esta obra es de lo no dicho. En tiempos en los que la literatura que más vende es donde pasa mucho en pocas páginas, donde se describen con todo lujo de detalles escenas violentas, de sexo, de pasiones, de odios, en Effi Briest se trabaja sobre las descripciones del momento, sobre los estados de ánimo, sobre los pensamientos de los personajes, sobre ese parangón con los símbolos de la novela. Obra del realismo literario, estilo que supuso una ruptura con el romanticismo, que en Alemania dio mucho juego en la literatura al igual que en otras artes, el realismo de Theodor Fontane supone una forma muy moderna de hacer novela, con alusiones, por ocultar información, por no decir lo que uno espera que se cuente, por jugar con la psicología de los personajes hasta tal punto que el lector piensa si se lo habrá imaginado, o sobreleído, o leído de verdad. Yo me perdí en varias ocasiones.

Como observadora con lupa del lenguaje, y fascinándome el alemán tantísimo, la primera página me parece antológica, y la leí como análisis de esas frases nominales que tanto me gustan en alemán. Lo de describir el jardín de la casa en plan "aquí empiezo, meto montón de paja en medio, y luego viene lo importante" me dejó anonadada, y ya por eso pensé que con esa página la obra merece estar entre los clásicos alemanes, y no porque lo dijera después Thomas Mann, que dijo que si tuviera que elegir 6 libros, Effi Briest estaría entre ellos. Y en esa primera página están todos los símbolos del jardín de Hohen-Cremmen, la casa de los padres de Effi Briest, de la que ésta parte con tan sólo 17 años a ese matrimonio tan conveniente para la familia Briest. Innstetten es el buen partido con renombre, puesto importante y casa en Kessin, en plena provincia en Hinterpommern, la Pomerania que hoy día es parte de Polonia, y que al igual que el Vorpommern alemán de hoy día, seguirá siendo tan tranquilo como describe el libro, además de lleno de lagos y cercano a la costa y Berlín, la gran ciudad, que Effi tanto anhela. Y Effi se aburre en ese mundo tan burgués y prusiano, y añora su hogar, y se entretiene como puede gracias a algunos personajes de Kessin. Y aparece Campras. Durante la lectura del libro fui pensando, porque sabía lo que todo el mundo sabe que ha oído hablar de Effi Briest aunque no lo haya leído, que qué bien tantas idas y venidas y un ritmo tan pausado, como me gusta a mí en los libros y me esperaba que en las últimas páginas se liara de sopetón con Campras y tras el duelo con el marido, ella muriera de pena. Pero Fontane es mucho más sutil: no hay engaño abierto, todo se supone, y en realidad, cuando se descubre, ya debería dar igual. Pero se trata de reestablecer el honor, del que en realidad nadie supo siquiera que estuviera mancillado durante años. Convenciones, presiones sociales. Hasta los padres le mandan a Effi una carta negándole todo tipo de apoyo, y ella pasa años en soledad, cumpliendo el castigo. Pero al final, vuelve a casa de sus padres, y todos los símbolos de la primera página le acompañan en su muerte. La última frase del libro es el "weites Feld", el 'campo amplio' del que habla el padre cuando no sabe qué decir. Y sinceramente, no lo es, pues al final ganan las convenciones, y antes de morir Effi absuelve al marido y dice entender su reacción. Pues no. No estoy de acuerdo, en eso no. Pero no podía ser de otra manera, pues el ritmo, y los dictámenes de la sociedad, duran hasta el final. Sorprendente.

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