miércoles, 2 de septiembre de 2009

Ellos o nosotros

El coche es un buen sitio para que tus hijos te cuenten lo que pasa por sus cabecitas. Tras el primer día de colegio, mi hija pequeña salió diciendo que no le parece bien que cuando la señorita hace "cling" al tocar el triángulo, para llamar la atención de los niños, que tengan que dejar de pintar, e "incluso" poner la pintura sobre la mesa y escuchar. Luego me dijo que también le parece muy mal que cuando nieva que yo no tenga zanahorias en casa, como pasó la última vez, y que por favor para la próxima vez que no vuelva a ocurrir, porque si nieva necesita poner una nariz al muñeco de nieve (hoy estábamos a 23°C). Y luego me dijo que ella en realidad no se quiere hacer mayor, porque "imagínate, mamá, que no tengo niños. Entonces, quién va a jugar con mis juguetes. Sería una pena que nadie lo hicera". Preocupaciones de una niña de seis años. Y le dije que esos problemas dejarán de serlo pronto, aunque algunas cosas no tienen solución, como que hay que acatar lo que dice su profesora, que luego tendrá forma de jefe, como ahora tiene que acatar lo que digo yo (hay que dejar claras las jerarquías).

Quizá es la única ventaja de ser madre taxista, el disfrutar de estos momentos en los que te hablan de sus pensamientos, pues por el resto sólo le veo inconvenientes. Me paso el día de allá para acá, trayectos cortos en su mayoría, pero algunos bastante largos. Si pienso que cuando era niña iba andando a todos sitios, y comparo con la vida de los niños de hoy día, va mucha diferencia. Por supuesto que el estrés nos lo creamos nosotros, no cabe duda, y como hay montones de cosas que puedes hacer, y el coche te da la movilidad para hacerlas, pues las haces, no sea que te vayas a perder algo. Nos cuesta renunciar, decir a algo que no. Todo eso pensaba yo hoy al ir y volver de la escuela española, de llevar a la mayor. Los niños españoles que viven en el extranjero, tienen la posibilidad de ir a partir de segundo de primaria a las clases de español que organiza la Consejería de Educación en ciudades grandes de toda Europa. En Hamburgo hay varios centros que imparten las clases un día por semana, y a ellos acudimos todos los padres españoles, queriéndoles dar a nuestros hijos la carencia que les falta en el idioma por no estar viviendo en España. A unos les falta más, a otros menos. Los niños van poco entusiasmados, y las madres (todas españolas) peleamos con ellos para que vayan "porque ya nos lo agradecerán en el futuro", como si a ellos les importase eso ahora. Pienso que así será en su día, y por mi pasión por los idiomas, me duele pensar que escriba mal el que yo le transmito; quién me manda encima ser filóloga y que me importen mucho estas cosas. Por otra parte, dudo de si me merece la pena todo el estrés, un año y otro año, para allá y para acá. Pero no voy a ceder, al menos de momento, y eso que éste será el tercero de lucha. Lo malo es la sensación de inseguridad permanente, por no saber si lo hacemos por ellos o por nosotros mismos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario