sábado, 5 de septiembre de 2009

Septiembre de lo más normal

No sé que tiene septiembre que en los últimos tres años me ha dejado mi vida diaria algo empantanada. Es un mes en el que, tras el corte que hace el verano, retomas la actividad normal, pero yo llevo tres sin incorporarme con la normalidad habitual o la que me gustaría.

Hace dos septiembres me acababa de mudar de regreso a Hamburgo, y me hallaba entre cajas y cajas de mudanza, y el proceso de adaptación a la nueva vida. Aunque ya he pasado por trances así varias veces, sí que me afectó bastante esta última vez, y cuando te mudas con hijos (y ya no bebés) los cambios son algo más complicados y requieren grandes dotes logísticas.

En septiembre del año pasado me metieron cinco días en un hospital, para acompañar a mi hija por su operación de anginas, y luego el posoperatorio duró tres semanas en casa. Le prohibieron ir todo ese tiempo a la guardería, por miedo a hemorragias. Cuando me dijeron que para quitarle las anginas y las vegetaciones la tenían que ingresar cinco días en el hospital, y a mí con ella, por ser menor de seis años, me quedé de piedra. Me volvieron las imágenes, más bien por lo que me han contado, de mi operación de anginas a comienzos de los 70. Una niña de tres años con una sábana colgando, se escapa en el ambulatorio al ver la que se le venía encima. Aunque me escondí, me encontraron y vaya si me operaron, y delante de todos. Mi hermano me contó que se le quedó grabada una imagen ese día: cómo el médico que me operó tiró las anginas a la papelera, como si tirara a canasta... Me fui a casa, y allí pasé el posoperatorio, y seguro que al par de días estaba más fresca que una lechuga. Aquí la operaron, no vi las anginas por ninguna parte, y sí que pienso que una noche en el hospital no estaba de más, pero las cuatro siguientes fueron una tortura. La niña estaba dolorida, pero no más de lo que hubiera estado en casa, comía normal y se dio un atracón a helados (todavía hay un polo de hielo que ve y le recuerda al hospital). Al día siguiente de la operación empezó a saltar de cama en cama, y yo empecé a alterarme sólo con pensar en que se rompiera un brazo o una pierna y tuviéramos que prolongar la estancia allí, y me pasé los días como un león enjaulado y salí toda traumatizada, porque a mí no se me puede hacer una cosa así, en pleno septiembre y frenarme con todo.

Y este septiembre hemos empezado con el brazo roto, la misma paciente del año pasado, quién si no. Se defiende bastante bien, y probablemente yo esté más traumatizada que ella, que se maneja con un sólo brazo como si fuera lo más normal del mundo. "Sólo" nos faltan dos semanas más de escayola, y para entonces septiembre irá bastante adelantado ya, y será el momento de volver a la normalidad (mental), aunque sea con un par de semanas de retraso.

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