lunes, 21 de septiembre de 2009

Este cementerio es serio

Ayer me acordaba de la canción de Mecano "No es serio este cementerio", pues el de Ohlsdorf, en Hamburgo, es muy serio. Es el cementerio-parque más grande del mundo. Tiene en su interior dos líneas de autobús, y prácticamente no se ven las tumbas, al estar todo metido entre tanta naturaleza, árboles gigantes, setos, flores, lagos. Parece una zona de recreo, y la gente va a pasear, montar en bici o en patinete. El límite de velocidad para los coches es de 30 km/h, y se respeta, aunque tiene tráfico, ya que se utiliza para acortar y pasar de un barrio a otro, pues por lo grande que es, merece la pena en ocasiones. Y de lo bonito que es, cuando veo el de Carabanchel desde fuera de sus muros pienso muchas veces en lo que pensaría la gente si dijera: "hala, vámonos a dar un paseíto por él". El cementerio de Carabanchel es como Carabanchel mismo: todo apretadito, y desde que luego que es más ecológico por evitar espacio. Pero Hamburgo tiene espacio, y por eso aquí a los muertos se les pone tan estiraditos y con derroche de árboles por todas partes.

Tras leer en el periódico que ayer era el día de los cementerios (quién organizará esas cosas) y que había actividades programadas para todo el día, fuimos para allá, pues tampoco teníamos nada mejor que hacer. ¿Cómo festeja un cementerio un día así? Pues con puestos de actividades para pequeños y mayores, con puestos de información sobre todo lo relacionado con el cementerio: desde el trabajo de los jardineros, de las funerarias, a los que hacen las lápidas, para las que no hay límite a la fantasía, con formas que iban desde una guitarra a un violín. Luego, como estamos en Alemania, donde se dice que cuando se reunen dos personas organizan un Verein, es decir, una asociación de algo, estaba el Förderverein del cementerio, la asociación que sin ánimo de lucro recauda fondos y se preocupa de sus intereses. Y los discursitos que esta asociación estaba dando y que oímos de pasada me hicieron recordar los de las historias de Paul Maar, un escritor alemán que escribe sobre todo libros infantiles, y que toca la esencia alemana con una ironía finísima, y pensé que el discurso del presidente del club de patinete de una de las historias tenía el mismo tono que los de ayer en el cementerio: una seriedad solemne, que a mí me produce risa. Pero lo mejor fue el paseo en el coche de caballos por muchos sitios recónditos del cementerio. Tuvimos que esperar bastante, pero mereció la pena porque a los dos caballos, aparte de los dos hombres que los manejaban parecían llevarlos dos perritos que iban sentados delante, cuales chóferes.

Como no hay festejo en la calle que no tenga el puesto de salchichas correspondiente y el puesto de café y tarta, no tuvimos mucho que pensar a la hora de comer algo, lo cual es bueno también, así que tras comer la salchicha correspondiente, continuamos viendo la oferta de otros puestos de información. Había desde uno cuyas prestaciones se resumían en Schmerz-Management (Schmerz = dolor, Management = gestión) a otro que se dedicaba a organizar viajes para la gente que ha perdido a un familiar, con el lema "Duelo, vacaciones y más". Era como ver toda la situación: una vez que no pueden hacer nada más por ti, empieza el negocio con la tumba a elegir, si no la urnita para la icineración, o las plantitas que quieres a tu alrededor; luego le gestionas el dolor a tus familiares, y si no vale con el apoyo moral, les pagas un viaje ... "Las penas con pan son buenas", dice mi madre siempre.

Y para alegrarles el día a los muertos, aparte de la cantidad de visitantes que desfilamos por allí, hubo una actuación de flamenco (no la vi, pero tampoco puse empeño en ello), y una orquesta callejera que animaba a ritmo de trompetas y saxofones, con una comparsa que parecía salida de la película "Mary Poppins". Y nos fuimos, disfrutando de los árboles que empiezan a cambiar el color verde por los tones ocres y marrones del otoño (todo un espectáculo en otoño, vamos, que me ahorro el viaje al Indian Summer de Canadá y EE.UU. todos los años), viendo después la arquitectura tan sobria y bonita de la capilla realizada por Fritz Schumacher (arquitecto que dejó su huella por todo Hamburgo en la primera mitad del siglo XX con sus obras de ladrillo), pasando luego por las tumbas de soldados de la II Guerra Mundial repartidas por grupitos (ingleses, americanos), y luego, algo que siempre me impresiona y adonde llevo a mis visitantes en Hamburgo: la tumba común en forma de cruz donde están enterradas las casi 40.000 personas que perdieron la vida en los bombardeos de la operación Gomorra que dejaron Hamburgo arrasado. Ohlsdorf ofrece cabida a todo y a todos. Es digno de verse.

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