martes, 1 de septiembre de 2009

1 de septiembre

1 de septiembre. Se cumplen 70 años de la invasión de Polonia y del comienzo de la II Guerra Mundial. Nadie podía imaginar entonces lo que iba a venir después: 60 millones de muertos; más no hace falta decir. Alemania se muestra una vez más arrepentida. No nos olvidemos nunca de una fecha así.
1 de septiembre. Es el comienzo del otoño metereológico. La mitad del día ha sido sorprendentemente veraniego y por la tarde ha llegado el otoño, con nubes y lluvia. El verano se ha despedido hoy.
1 de septiembre. Veo en el supermercado dulces típicos navideños. Otros años me escandalizó verlos allá por el 10 de septiembre. Vamos adelantando las Navidades. Pronto durarán todo el año, que es lo que muchos desean.
1 de septiembre. Comienza una nueva etapa en la vida de los niños de 6 ó 7 años. Empiezan primaria. En Alemania se identifica este paso como el comienzo de la 'seriedad de la vida', el Ernst des Lebens, frase típica usada en el día de hoy. En una ceremonia familiar y festiva, se acompaña al niño como a su comunión o boda. Es como soltarle al mundo, pues es lo que te piden en el colegio que hagas, que les des libertad, que significa que vayan solos al colegio a tan corta edad, con lluvia o tempestades, andando buenos trechos ellos solitos, pero por otra parte acortan las clases: sólo tienen clase de ocho y media a doce y media, para que se acostumbren "poco a poco".

Einschulung ('escolarización') se llama aquí a este día tan señalado. Los niños reciben una Schultüte, que es un cucurucho lleno de regalitos, caramelos, o lo que uno quiera meter dentro. Se pueden comprar hechos, pero está mejor visto hacerlo uno mismo para sus hijos (ay, las presiones sociales). El colorido y fantasía no tienen límites, y a juzgar por el tamaño de algunos, me pregunto si habrán metido dentro algún peluche de esos gigantes que se ganan en las tómbolas. Con la decoración de tal artefacto, se ven los gustos de los niños: piratas, princesitas, fútbol, o peces y sirenas, como el de mi hija. Yo he hecho un modelo discretito. Pedirle a una española que no identifica nada con esta tradición que ponga toda su fantasía en una manualidad así es como pedirle hacer pasteles como las alemanas, hacer decoración o las galletitas típicas por Navidad, como se hace aquí con los niños. Pero gracias a mi hija (medio española, pero para estas cosas alemana total) he salido del paso: "No te preocupes mamá, yo te ayudo".

La ceremonia comenzaba a las diez de la mañana. A las diez menos veinte hemos llegado, pronto, diría yo. Pues no, en Alemania era tarde. El salón de actos estaba lleno, y hemos cogido los últimos sitios, y donde no veíamos nada. En realidad en todos estos actos no suelo ver nada, ya que aquí la mayoría de la gente me saca una cabeza, y no tengo moral para llegar una hora antes para sentarme en primera fila, con lo cual veo todos estos actos como un espectador situado en un lugar inexistente, sacado de contexto. Como los códigos del vestir para todo tipo de eventos andan siempre algo difusos, hoy teníamos desde la madre que iba con vaqueros, camiseta de rayas y zapatillas de deporte, a la que iba con un vestido y sandalias de tacón. Creo que no es difícil adivinar cómo iba la madre española. Y la niña multikulti (como se llama aquí a lo multicultural) iba un poco desorientada, porque su madre no sabía cuándo darle el cucurucho famoso. Le di el cucurucho y no la cartera para subir al escenario. Mal hecho. Se les da primero sólo la cartera, y el cucurucho se les da después de haber estado en la clase una hora con la profesora. Hay que ganarse el pan. Así que todos se cogen de la mano, y suben a la clase con la profesora. Volvemos a llamar la atención. Mi hija escayolada tiene sólo una mano disponible, con lo cual rompe la cadena y se queda perdida atrás con dos despistados más. Una hora después los recogemos en la clase, donde ya les han adjudicado su sitio. Una reportera del periódico local va a realizar un reportaje sobre los escolares en el comienzo de esta nueva etapa de su vida, poniendo como ejemplo a una niña de la clase de mi hija. Casualidad, si se piensa en la cantidad de colegios que hay y dentro de ellos varias clases de primero. La reportera nos pregunta si estamos de acuerdo en si publican fotos de los niños con sus nombres en el periódico: el que no quiera, que lo diga ahora o calle para siempre. Es como una boda, lo que yo digo. La niña agraciada con el reportaje parece sacada de un libro. La madre también. El mundo es feliz. Los niños se van con sus padres a seguir celebrando, y lo que es más importante aún: a ver por fin lo que hay dentro del cucurucho famoso, que es de lo que se trata en un día así. Cuántos unos de septiembre tan distintos ha habido y habrá siempre.

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