miércoles, 17 de marzo de 2010

Bendita "Flughansa"

Mi hija bautizó hace ya mucho a las líneas aereas alemanas como "Flughansa" (Flug = vuelo), en vez de Lufthansa (Luft = aire), y desde entonces nos gusta llamarlas así, porque también podrían llamarse así. Pues eso, bendita "Flughansa", he pensado hoy otra vez. Primero porque me han aceptado mis 64,5 kg de equipaje facturado y sin protestar, segundo porque no me controlan nunca el equipaje de mano, tercero porque siempre nos dan de comer y beber muy bien, y cuarto porque ir en sus aviones es como estar ya en un pedazo de Alemania.

Lo del peso lo pensé en la sala de embarque, cuando la señorita que anunciaba el embarque al vuelo de easyJet dijo que como equipaje de mano sólo valía una pieza y que como tal contaba ya un portátil o un bolso. Yo me miré a mí y a mis hijas y lo que llevábamos: mi bolso (bien grande y lleno), una bolsa con dos (¡ejem!) cojines (historia larga de contar, pero sí, he viajado con dos cojines), un Mickey (hermoso), una mochilita cada una, y un violín. Según easyJet hubiera tenido que pagar por cada cosita de éstas. Pero gracias a Lufthansa no, así que continué observando a mi alrededor, ése pulular de los aeropuertos que tanto me gusta porque indica que somos como somos: desde el español que empezó a gritar "me cago en ..., y como no aparezca mi maleta ...", a la pareja española comiéndose un bocata envuelto en papel aluminio, la madre alemana leyéndole con dedicación a su hijo un libro mientras esperábamos, la pareja de nórdicos (¿daneses?) que venían de "vuelta y vuelta" en la toalla vestidos como si salieran de la discoteca de Benidorm, todo morenitos, enjoyados y con ropa playera, y luego estaba yo... enfrascada en la lectura de mi periódico, y mis hijas oyendo música de su MP3, cada una el suyo, para que no haya peleas, y comiendo gusanitos (con Ketchup, que les gustan más). La madre alemana estaba entregada a la lectura, y yo a la mía... claro.

Lo mejor fue entrar en el vuelo, y encontrarnos con la azafata prototipo de Lufthansa: de mediana edad, gafas cuadradas, y con una simpatía impuesta que le hacía parecer una mezcla de señorita Rottenmeier y un primor de mujer, y como muestra de simpatía les dijo a mis hijas: "Aufgeregt?" (nerviosas?), a lo que mi hija mayor respondió sin inmutarse "Nööööö" (un "nein", 'no', desganado y coloquial que se dice aquí). Y es que no sabía que mis hijas montan más en avión que en metro...

Pero viva Lufthansa. Que te sigan dando de comer (¡comida caliente!) en un avión en tiempo de crisis, y que pasen varias veces con el carrito de las bebidas, se agradece. Hasta me permití pedirle otro zumo de naranja para mi hija pequeña, que quería más. "Por supuesto 'ratoncito'", dijo, (kleine Maus, como se les llama aquí a los niños pequeños), pero la señorita Rottenmeier volvió a la carga: "pero estaría mejor que tomases agua". Ay, qué gusto me da ese pedacito de Alemania que es Lufthansa; hasta en el aire te sientes ya en casa. Buenísimo fue que al anunciar el aterrizaje dijera: "Estimados pasajeros, estimadas pasajeras, queridos niños", y eso fue tras haber escuchado con un auricular de mi hija la canción de ABBA que ella estaba escuchando. Se le notaba el agradecimiento. Y nos despidió toda amable. Todavía, desde el taxi que cojimos al llegar, la vi tirando de su maleta yendo hacia el aparcamiento. Y les dije a mis hijas: "Mirad, nuestra simpática azafata". El taxista, que no podía hablar con mejor acento hamburgués, dijo: "Sí, ella también llega a casa". Y tuve que reflexionar.

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