sábado, 27 de marzo de 2010

La realidad

Hay días que suponen el comienzo de una nueva vida, por ejemplo para una niña que a las ocho de la mañana viene a tu cama con la pregunta "... si no existe la liebre de Pascua, entonces ..., el Papá Noel, ¿podría ser que sois vosotros también?" Y bueno, qué responde uno a las ocho de la mañana a una niña que va camino de siete años y que probablemente lleve días meditando: la verdad claro, por muy "cruda" que sea. Y como se lo ha tomado muy bien, yo le he preguntado: "¿Y qué crees entonces del ratoncito Pérez y el hada de los dientes [la versión alemana]?" Y la respuesta le era clara también. Yo le he dicho que si su cabecita piensa en esas cosas, es que ya se está haciendo mayor.

Hacerse mayor, ¿qué significa eso? Significa en muchos casos ir abandonando fantasías e ir viendo la vida tan real como es, sin florituras y engaños. Suena fácil, pero no lo es, y más cuando tú estás convencido de que quieres seguir luchando por sueños o deseos profundos, como mi hija, que en Navidad dudó, pero que todavía quiso creer. Lo más difícil es batallar cuando todo el mundo piensa que has perdido, pero si estás seguro de que el engaño no es tal, aunque te revuelvas hasta lo mas hondo porque la evidencia te indica que debes capitular, la batalla será aún más dura y cruel.

Los niños crecen, y se dan cuenta de que tú eres su guía y que si durante años has hecho el paripé para hacerles felices ("Ah, entonces fuistéis vosotros los que tocastéis el timbre, y no el Papá Noel"), estarás ahí para lo que sea, y que los desengaños que van sufriendo les curtirán en el proceso de la vida, porque hay que pasar por ellos. Lo malo es para los adultos. Hay muchos trances por los que no hay que pasar, pero si tienes que hacerlo, te darás cuenta de que hay despertares muy duros que hemos tratado de evitar a toda costa, y que cuando llegan, al final te confirman en que no ha habido engaño, que tú has tenido todo en las manos, y que lo que se te va es algo irreplazable.

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