sábado, 20 de marzo de 2010

Berlín, siempre distinto

Cada vez que visito Berlín me parece diferente. Cambia la perspectiva dependiendo de con quién se viene, la estación del año o lo que se visita. Digo "se viene", porque estoy escribiendo ahora mismo desde Berlín, tras creer que no iba a ser posible hacerlo, pues la conexión de internet del hotel no funcionaba, y de repente lo hace ahora, el día del regreso. Es la primera vez que visito Berlín con niños. He venido con muchos turistas españoles, y he venido sola. Pero nunca con mis hijas, así que la perspectiva de esta ocasión es infantil. Así que empezamos ayer por el zoo, que nunca había visitado, con sus animales estrella: el oso panda y el "osito" Knut. El primero fue el regalo a Helmut Schmidt en una visita que hizo a China. Menudo papelón, por muy canciller de Alemania que seas: te regalan un panda y qué haces con él. Por suerte no se lo tuvo que meter en la cancillería, y lo dejó en el zoo, y ayer le vimos comer tan pancho, a sus 36 años. Y luego estaba la sensación del zoo de Berlín: el oso polar que nació en cautiverio en 2006 y que al no ocuparse su madre de él, fue criado por un cuidador del zoo. Y bueno, Knut ha crecido... y de osezno no tiene nada. Es un oso adulto, que ya no hace las monerías que le vimos hacer en televisión. Y por suerte se ha calmado la histeria que causó en la gente.

Otra primicia: ayer me comí la mejor Currywurst (salchicha al curry) de Berlín. Vayan a Curry 36 y juzguen por la cola. En pleno barrio de Kreuzberg, alejado de la ruta de turistas, el Imbiss bien merece el viaje hasta allí. Y eso que hay que comer de pie, algo por lo que mis agotadas hijas protestaron, y eso que no sabían en ese momento que luego les tocaba visitar el Reichstag, el Parlamento Alemán. Consejo a todo visitante a Berlín: para no estar en la cola las dos horas mínimas reglamentarias, lleven consigo a un niño menor de 7 años, uno propio o prestado. De esa manera podrán entrar sin hacer cola, por la entrada especial para minusválidos, carritos de bebés, y niños pequeños. Por fin se nos hace justicia a los padres, pues al menos te ahorras esa espera, ya que el resto del día turístico tienes que oír mil veces "estoy tan cansadita que no puedo caminar más". Pero nuestra hija nos lo hizo pagar caro: "Gracias a mí, os habéis ahorrado la cola, así que el resto del día soy la reina y tenéis que hacer lo que yo diga". Así que le concedimos el honor de elegir lo que cenábamos: "Espaguetis", declaró. Vamos, como si me hubiera imaginado otra cosa más especial... Pero claro, justo antes se le cayó un diente, y ahora está mellada del todo, con lo que las fotos quedarán aún mejor...

Y hoy llueve, y visitaremos a Nefertiti y si me dejan, el Museo de Pérgamo. Eso sí, sin aparatito que te explique lo que ves: "Esto es un rollo", dijo mi hija pequeña ayer, con el del Reichstag, y me lo devolvió y empezó a correr por la rampa sin acordarse del cansancio del que hablaba cada minuto. A ver si hoy se le olvida también y conseguimos que ande,... en la lluvia. Llueve en Berlín. Qué ciudad tan fantástica. Hasta con lluvia me venía a vivir ya mismo aquí. Eso decían ayer unos españoles que conocimos donde comimos los espaguetis famosos. Una familia madrileña muy simpática con tres niños. La madre es de Usera. Estaban encantados de Berlín: "Oye, esto no se sabe en España, que esta ciudad es tan increíble". Que sigan viendo y constatándolo. Berlín da para 20 visitas lo menos. Que me lo digan a mí, que sigo viniendo y cada vez encuentro algo nuevo. Y lo que me queda.

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