sábado, 4 de septiembre de 2010

La segunda adolescencia

El otro día lo vi claro. Una chica de unos 17 ó 18 años hace una compra mínima en la droguería. Yo hago lo mismo. Ella pone una laca de uñas roja sobre la cinta de la caja, y yo pongo uno de esos separadores que hay para entre un cliente y otro, y coloco mi compra minimalista a continuación: papel higiénico y un limpiador para el baño. Dos limpiadores... Y en ese momento lo vi claro. Esa es la diferencia entre tener 17 años y tener 40. En la adolescencia tú y tus uñas son el centro de la existencia (los que tienen uñas, se supone), y con 40 ya no puedes pensar siempre en ti misma, y una compra urgentísima en la droguería es eso: papel higiénico y un limpiador.

Y sin embargo el hecho de que te des cuenta de esa diferencia significa que aunque estés sometido a tu edad, estás mentalmente en otra fase. Ayer me lo comentó mi amiga: "¿Has leído el artículo en la Brigitte sobre la segunda adolescencia? Me acordé de ti". Cuadro en muchos artículos, no sé si es positivo o negativo, y en muchas películas, y en muchas novelas. Pero cuando leí el artículo pensé que no me había parado a pensar en que las mujeres de alrededor de 40 años estamos en una segunda adolescencia en la que nos cuestionamos todo lo concerniente a nuestras vidas, y las hormonas, ahora ya camino de la menopausia, te alteran sin provocarte espinillas, pero el proceso natural te deja patas de gallo, varices, y otras desgracias. Como soy crítica con cualquier encasillamiento me niego a aceptar que la lucha interna (o externa) ocurre porque sí, y porque somos unas inconformistas. Pienso que no hay nada de malo en ser inconformista, en tener muy claro que te faltan ciertas cosas y que por mucho que se empeñen todos, no renuncies a ello, precisamente por eso, porque tienes cuarenta y... , porque te queda mucho por delante y porque sabes que con quien tienes que seguir lidiando es sobre todo contigo misma. La autora del artículo, Ildikó von Kürthy cita un estudio cuyo resultado dice que en Alemania la edad en la que el descontento es mayor es con 42 años. Así que que nadie se dé por aludido que no viva en este país.

No dicen de género, pero serán las mujeres, pues yo creo que a los hombres les pasa lo mismo, pero más tarde. Ellos probablemente sientan que el tiempo los aparca cuando en el trabajo aparecen los más jóvenes pisando fuerte, y ellos quedan relegados a su función (última) hasta la jubilación. Y sin embargo pienso que a las mujeres nos educan de cara a estar conformes, a adaptarnos, a gustar, y con 40 años ya no queremos demostrarle nada a nadie, pero queremos estar conformes con nosotras mismas. Muchas lo están, no lo dudo, pero creo que todas se quejarían de algo al ser preguntadas: quiero dejar de ser invisible para el mundo, quiero dejar de hacer lo que todos esperan de mí y hacer lo que yo espero de mí, quiero probar lo que siempre quise hacer, quiero sentirme yo. Pues sabes quién eres tú. Eso sí que lo conseguiste, y por eso tiembla todo.

La película que vi anoche "Männer im Wasser" ('Hombres en el agua') iba, en teoría según las críticas, sobre una crisis de los cuarenta de un grupo de hombres, pero yo no la vi así. Un grupo de amigos se queda sin su lugar de entrenamiento de hockey e idean otra actividad, para demostrar que son capaces de hacer algo distinto: forman un equipo de natación sincronizada para hombres (deporte de mujeres desde los años 50, aunque comenzó como una disciplina plenamente masculina), y quieren ir al mundial masculino de ese deporte. Y ahí están, con sus cuerpos de cuarentones, y de repente descubren el placer de una pedicura, y ante todo descubren algo que les motiva y divierte. Y por eso, yo daría a todo la vuelta y diría que los 40 es esa maravillosa edad en la que todo es posible: puedes dejarte de comer las uñas y tener unas manos que ni tú misma te reconoces, puedes empezar a correr rondando esa edad y con casi 41 correr por primera vez una carrera de 20 km, puedes atreverte a ponerte lo que llevaba 15 años prohíbido en tu armario, puedes escribir un blog. Prefiero parar aquí, pues las posibilidades son infinitas, pero no es que lo hagas porque tienes 40 y quieras llamar la atención, sino porque por fin vas encontrando lo que te define y te hace sentir bien. Yo he encontrado muchas cosas en los últimos tres años y no me arrepiento de ninguna. Porque en tu segunda edad del pavo, no tienes las dudas de la primera, pues sabes que a lo mejor no lo haces bien, pero lo haces porque quieres, y porque estás más vivo que nunca, aunque a ti te parezca que no. No me digan que no soy optimista hoy, tras una semana en la que la que me arregla las uñas me ha dicho que está muy orgullosa de mí, en la que mis hijas me han dicho que les parezco muy cool, en la que aunque lloro y pataleo por las mismas cosas de siempre me digo que esta edad no vuelve y que a pesar de todo es maravillosa y que ya me acordaré cuando tenga 60 y diré, ¡ay los cuarenta, quién los pillara! Porque los 30 no los quiero pillar ya, y los de antes tampoco. Pero la cuarentena... Todo es posible. Menos lo que no lo es... no me lo recuerden. Pero yo sigo luchando. Y mientras tanto sigo probando cosas nuevas. La que tengo en mente para la próxima semana no la voy a contar, por pudor, y porque aunque tengo este blog para perder la vergüenza, entre otras cosas, hay cosas que no se cuentan a nadie. Ni con 41.

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