jueves, 30 de septiembre de 2010

Una independencia mal entendida

Cuando yo iba al colegio había malos, malotes. Eran los gamberros del colegio, orgullosos de ser malos. Sacaban malas notas. Probablemente sus madres se desesperarían cada vez que les llamasen los profesores del colegio, o cuando llegaban las evaluaciones. Recuerdo alguna buena trifulca. A uno de mi clase le tenían en séptimo y octavo la guerra declarada. Le rompieron las gafas varias veces. Eran malos, malísimos, y yo los evitaba todo lo que podía, y no recuerdo haber tenido problemas. Sí algo de miedo, o bastante. Pero era una cuestión de jerarquía: ellos dejaban claro que los jefes eran ellos, y si se aceptaba esa regla, sobrevivías bien.

Y hoy día es de otra manera. Los malos malísimos van de buenos buenísimos, incluso sacan notas excelentes y son alumnos ejemplares. Ya no necesitan pegar, no necesitan enfrentarse a nadie. Pero hacen daño de manera más sutil, con comentarios hirientes, aislando, cogiendo cosas de los otros y diciendo que no han sido ellos. Sus padres además, o mejor dicho sus madres, que son las que están más tiempo con ellos, se creen que sus hijos son perfectos, pues estos van contando a casa que los malos malísimos son el resto, y que ellos han actuado bien, como siempre. Los otros son los que no se saben comportar, y ellos los incomprendidos por la humanidad.

Por supuesto que como madre es muy difícil admitir que tu hijo hace perrerías en clase o a los demás, pero si pienso en la generación de nuestros padres, ellos sí que sabían hacerlo. Si ibas a casa diciendo que te habían castigado, te decían: "algo habrás hecho". Hoy día la respuesta es: "Pobrecito. No puede ser. Voy a hablar con la profesora. Se va a enterar". Y ante malos comportamientos entre niños que ni la más ciega de las madres puede ignorar, hay muchas que los ignoran. Si esta sociedad está llena de sabelotodos y gente inadaptable a nada más allá de sí mismos, advierto de que aquí está creciendo una generación de hijos de juezas, abogadas, médicos, arquitectas, todas amas de casa, dedicadas a hacer hijos perfectos, incapaces de reconocer ningún error, o ningún comportamiento inaceptable.

No envidio para nada a los profesores de hoy día. Tienen que vérselas con niños a los que les falta toda naturalidad, con padres que dominan todos los ámbitos, y que creen que sus hijos "nunca harían una cosa así". Yo soy muy recelosa cuando mis hijas me cuentan de sus problemas del cole, y a veces se enfadan conmigo pues dicen que les quito la razón, y acabamos enzarzadas en muchos casos. Yo trato de hacerles ver cuando no me parece bien lo que han hecho y por qué. Me cuentan que otros críos, por las cosas que les prohíbo, o mejor dicho, les "recomiendo", les dicen que soy muy estricta. Pero me irrita muchísimo el concepto de independencia malentendido que hay aquí: si mi hijo tiene 10 años y va solo al colegio, ya es mayor para hacer lo que le dé la gana, es decir, ir saltando de un vagón de metro a otro cada vez que para en una estación, o como hoy día llevan dinero en el bolsillo, irse comprando trozos de pizza, un bollo aquí, un pan allá, y llegar a casa con la barriga llena, y decirte que no tiene hambre, y alimentarse malamente, y a base de ir gastando, y reírse de los que como mi hija dice que prefiere no entretenerse y comer en casa porque su madre le tiene la comida preparada. Y las otras madres les dicen: "ah, eres independiente y vas solo, así que puedes hacer lo que quieras: come lo que quieras por el camino, gasta lo que quieras, salta si quieres de un vagón a otro. No pasa nada, pues eres mayor".

Y camuflan de independencia una actitud de laxitud para lo que les interesa. Es más cómodo pensar que tú hijo es perfecto, y tu educación más aún, y cuando está fuera de casa te da igual lo que haga, porque es perfecto. Y dentro de casa le controlas al máximo: te sientas con él a hacer los deberes todos los días, preparas los exámenes con ellos, les dices que tienen que estudiar 15 minutos de matemáticas todos los días, no 10, no 20, sino 15.  No puede ver la televisión o sólo tantos minutos al día, ni uno más. Pero fuera de casa son independientes, y podrá excluir y denigrar a los demás. No voy a utilizar la palabra acoso, pues eso existía antes también y lo llamábamos "tenerle manía a alguien", o "ir a por alguien", o "meterse con alguien". Hoy nos gustan los términos más psicológicos y profesionales. En realidad no se ha inventado nada nuevo y los comportamientos son los mismos, pero el peligro reside en que son los que menos te lo esperas que sean así, y consiguen machacar a quien quieran porque ellos van de mejores.

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