miércoles, 8 de septiembre de 2010

Perros reales y virtuales

Por fin tenemos perro. O perros. Y Nintendo. Lo bueno de las maquinitas de hoy día es que hacen posible todo. Yo no quería ni Nintendo ni perro, y eran dos temas muy manidos en los últimos años con mis hijas. Cuando no conejo quieren perro, aunque a la pequeña le hacen los perros tan poca gracia como a mí. Y el tema Nintendo era asunto de estado durante muchas comidas, muchos viajes, muchas tertulias, después de ver a niños que la tenían. Pero en algunas cosas soy tan perseverante como ellas, y les dije que yo no me gastaría ni un euro en la maquinita, y entonces me decían que era muy cara, y yo que a mí también me lo parecía, y que o se la compraban ellas o nada. Así que empezaron a ahorrar, y este verano, en España se compraron entre las dos el objeto del deseo. Establecí reglas: si bien yo no he invertido ni un euro en la compra, me reservo el derecho a retirársela cuando me parezca conveniente, es decir, cuando haya peleas de si me toca a mí y tú ya llevas mucho rato con ella, o si los momentos de uso no me parecen apropiados.

Y parece funcionar la cosa, y encima cumplieron su sueño de tener un perro. Ahora les oigo de vez en cuando llamando "Lucky", "Fiona", y me cuentan que algun otro perro les ha mirado con cara de pena cuando lo llevan al hotel de perros porque se compran otro. Y yo "niñas, no seáis malas. No abandonéis a ninguno, aunque sea virtual". Lo cómodo que es el asunto, y a mí me dejan de líos. Porque si hay una relación que no funciona es el binomio perros y yo. Incompatibilidad absoluta. Esto viene de muy atrás, por un susto que me llevé siendo bien pequeña, y el trauma que me quedó. Con los años he aprendido a saber estar cuando hay un perro en mi cercanía, a no ponerme histérica, a no demostrar mi miedo, pero tengo mis normas, como no tocar a ninguno... porque no me sale. Entiendo que a la gente les gusten, y siento empatía cuando me cuentan de su sufrimiento por los animales. Me imagino el dolor que pasan cuando se les mueren. Conozco varios casos de gente que lo ha pasado muy mal. Y conozco perros monísimos: el más "guapo" el de unos amigos, el más gracioso el de un familiar, el más saltarín el de otro amigo mío, y el más grande y bueno era el de un primo mío, que se encontró a su Luca abandonada (un dogo alemán, acabo de mirar) y se hicieron inseparables. Se murió hace años y todavía se le aparece en sueños. Me lo creo todo, de verdad. De razas no entiendo nada, y sólo distingo a los pastores alemanes y a los Rottweiler, a los que respeto mucho, muchísimo. Una prima mía que tenía uno me echó en cara varias veces: "Ya sé que no subes a mi casa por el perro". Y razón no le faltaba. O peor: "Ahora ya puedes subir, que ya no tengo perro".

Pero de verdad que me esfuerzo e intento no molestar a los perros con mis reservas, pero espero comprensión. Los respeto mucho, y más a sus dueños, que los quieren y los tratan tan bien, y por respeto a ellos, me hago la valiente y hasta a veces le he pasado la mano a alguno por encima (perro, claro). Y sin embargo hay casos que son superiores a mí. Del que no me haré amiga jamás es de la perra de la profesora de violonchelo de mi hija. Y es mutuo. La muy perra me odia, y no sé si tendrá algo que ver con el amor que siento por la profesora, que como profesora es buena, pero he tenido algún rifirafe con ella por otros motivos; el animalito espera a veces escondido en el jardín cuando abro la puerta de la valla para darme luego algún susto con sus ladridos. Más de una vez se me ha parado el corazón, y eso que le tengo dicho a la dueña que cuando venga yo, que por favor lo recoja (cuando empezamos a ir mordió además a mi hija en la patorrilla: "Huy, qué raro", dijo, "debe estar asustada de vosotras, pues nunca muerde a nadie"). Y llevamos más de un año yendo y el otro día me volvió a recibir con rabia y a ladridos. Mi hija, al verme la cara y sin haber dicho yo NADA, me dijo: "No le digas al perro en alemán Scheisshund, ['perro de mierda'] que te entiende. Díselo en español." Y tardé un buen rato en dejar de reírme por el comentario, y pensé que a lo mejor es eso, que es mi culpa porque me leen el pensamiento, o porque entiendo su idioma. Será cuestión de hacerme la sueca. Normalmente funciona.

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