lunes, 23 de noviembre de 2009

Los mercados de Navidad

Estos días abren los mercados de Navidad, la esencia de las calles alemanas en esta época del año, instalándose en las plazas más importantes de las ciudades, en calles peatonales o en zonas de tiendas. En Hamburgo los he visto crecer por todas partes, pues cuando llegué había sólo dos, si no recuerdo mal. Poco poco, han ido tomando cualquier barrio donde paseen compradores navideños, para ampliarles la oferta y proporcionarles el espíritu que te dicen que tienes que tener estos días. Es prácticamente imposible librarte de tanta celebración y al final, acabas sucumbiendo al encanto de estos mercados. Porque lo tienen.

Venden desde todo tipo de productos de artesanía (de cristal, de madera, de fieltro), dulces típicos de estas fechas, la artesanía típica del Erzgebirge del este de Alemania (los Montes Metalíferos, cuyo nombrecito en español nunca había oído). Pero lo mejor es pasearte por ellos sin gastar y si soportas las masas probar la oferta culinaria: desde las consabidas salchichas y las cervezas, al Glühwein (el vino con especias), calentito para entrar en calor (para el que le guste, a mí no...); y luego hay fritangas de todo tipo: sartenes gigantes con revueltos de cebollas y champiñones, y los buñuelos típicos, manzanas asadas con canela, etc. Si no entras en calor entre el gentío, lo habrás conseguido tras tomarte un par de vinitos calientes y comerte un par de estas bombas repletas de calorías. Los fines de semana están llenitos de gente: yo me quedé varias veces atascada hace años con el carrito del bebé y me resultó casi imposible salir.

El más bonito es el de la plaza del Ayuntamiento de Hamburgo, ideado por el Circo Roncalli, y es el más apto para nostálgicos y amantes de la Navidad: un trenecito circula encima de las cabezas de la gente, en unas vías enganchadas a las casetas, hay un carrusel de esos nostálgicos, un café como los de Viena, y una caseta de Käthe Wohlfahrt, en la que si consigues entrar, saldrás espantado de la gente que hay dentro comprando todo tipo de decoración navideña.

El público de los mercadillos varía según la hora del día. Al mediodía salen los hambrientos de las oficinas a comer algo por allí, con sus trajes y corbatas, por las tardes es muy normal tomarse el Glühwein con los compañeros antes de irse a casa. Y según la zona, varía el estilillo de las cosas que venden. El de Ottensen tiene aspecto multikulti, como la zona. Por supuesto que en todos se vende mucha horterada, y decoración tipo "anti-consumo", que es consumo igual, pero no digan que si es algo hecho en fieltro, madera, lino, o materiales todos naturales, que no te sientes mejor que comprando algo "Made in China". Desde que he visto los mercados de Navidad alemanes, me cuesta pasarme por el de la Plaza Mayor de Madrid en Navidad y ver tal despliegue de cutrería, y objetos de plástico con luces estridentes y artículos de broma tan desagradables. Sólo se salvan las figuritas de los Belenes, y para los que les guste ese estilo.

Como la oferta ha ido creciendo para todos los gustos y necesidades, el año pasado descubrí un mercado de Navidad que no conocía: el de St. Pauli. En pleno Reeperbahn, la milla del pecado, como se denomina aquí a la zona, hay uno con las casetas típicas pero en el que te recibe la figura de un Papá Noel con un látigo. En los puestos venden una oferta navideña distinta, como consoladores de madera de abeto (... a los que por suerte les quitan las agujas de las ramas) y muchos otros juguetitos "artesanales". Se trata de mantener la tradición en cuanto a los materiales navideños, incluso en los regalos más originales.
Animo a quien pueda hacer una escapada, a darse un garbeo por alguna ciudad alemana en estas fechas. Es imposible no contagiarse y comer, beber o comprar... lo que sea.

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