domingo, 15 de noviembre de 2009

Un respeto

A raíz del suicidio del portero de la selección alemana Robert Enke se está hablando toda la semana sobre las depresiones. En que cómo este hombre tan joven no pudo salir del agujero donde se encontraba, a pesar de que estaba en tratamiento, a pesar de no estar solo, y de tener buenas expectativas profesionales de cara al mundial en Suráfrica. El domingo estuvo en la portería, en el partido de su equipo contra el Hamburgo, y nadie podía sospechar que al día siguiente se iba a tirar al tren.

Parece que tenía planeado con antelación el día en que lo iba a hacer. Ahora todo el mundo opina: sus compañeros de la selección, que no habían notado nada; su manager; su psicólogo; hoy su padre. Parece que nadie sospechaba nada. Hasta su terapeuta pensaba que iban por buen camino. Pero él no podía más y listo. Cuando una persona de 32 años decide poner fin a su vida, es una tragedia para él y para sus familiares, porque me imagino que a éstos les queda la duda de si hicieron todo lo que pudieron para ayudarle, y eso es una guarrada, quedarse con ese remordimiento. Pero me da pena para el muchacho que ahora su muerte esté dando para tanto titular de prensa. No creo que eso fuera lo que él quería.

El otro día leí que en Alemania se tira al tren una persona cada tres días. Estos casos no aparecen en la prensa para no dar ideas a más gente, justificaban en el artículo, sólo los de los famosos. Pero yo pienso que es porque el suicidio es un tema tabú. Las depresiones no lo son, pues todo el mundo habla de ellas, y hoy día parece tenerlas cualquiera, pues se banaliza mucho al respecto, ya que en la vorágine diaria, todos están en algún momento de su vida "depre". Pero hay que distinguir, entre estar en una mala fase o entre haber perdido toda la esperanza y no querer seguir adelante. Es muy triste esto último. Ahora incluso hay voces que reclaman psicólogos para los futbolistas. Sólo hay tres equipos que los tengan en Alemania, escuché el otro día. Entonces en cada profesión debería vigilarse a todo el mundo con lupa, y mandarle a terapia a la mínima, pues todos tienen estrés, todos tienen miedo de que los echen, de no cumplir las expectativas. Leo ahora que en Alemania hay cuatro millones de personas con depresión (de 80 millones). ¿Mucho o poco? Depende. Si todos estos no tienen ilusión de seguir, entonces son demasiados. Si siguen luchando, entonces es tan sólo una cifra. Pero no olvidemos que se trata de una enfermedad, y no de algo elegido.

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