martes, 1 de diciembre de 2009

Calendario de Adviento

Mi hija pequeña ha dormido en los últimos días "más deprisa", como dice ella, para que se pasaran más rápido las noches. Y en las últimas semanas, durante el día, ella y su hermana habrán mencionado mil veces la palabrita Adventskalender, el calendario de Adviento, hasta marearme. Para el que no lo sepa, aunque en España proliferan cada vez más los de chocolatinas, se trata de un invento alemán para hacerles a los niños más llevadera la espera hasta el 24 de diciembre, el día en el que reciben los regalos. Cada día abren una puertecita, paquetito, o regalito, según se levantan por las mañanas. Hace años eran sólo de chocolatinas, como los que se ven ahora en España en los supermercados alemanes que hay por todos lados (Lidl, Plus, Aldi), pero hoy esos contienen aquí 24 huevos Kinder Sorpresa (qué atracón), o mazapanes de Lübeck, o más sofisticados aún, los he visto con 24 botellitas de cava, o 24 cervezas, para adultos (aunque no estaría mal emborrachar al niño para que deje de preguntarte que cuántos días faltan para el 1 de diciembre). También los hay de juguetes, en los que abren cada día una puertecita y les sale algo de Lego o Playmobil, y miles de ideas.

Pero yo caí en la trampa en la que caemos todos aquí hace unos cuantos años, cuando mi hija mayor tenía tres entonces: en hacerlo como mandan los "cánones". En ese momento le cosí 24 botitas de Papá Noel para rellenar con cositas, pensando que lo de los 24 chocolates me parecía monotemático y excesivo (ahora me río ... no hubiera tenido ningún problema con que se diese un atracón). Hay miles de posibilidades de hacer un calendario de Adviento. Hay gente que cuelga una cuerda como de tender la ropa y de ella con pinzas 24 bolsitas de papel, u otros hacen 24 paquetitos que ponen en una mesa. Al comienzo, compré todo tipo de miniaturas y cositas que luego han ido desapareciendo por la habitación, o sea, para nada. Y cada año vuelvo a maldecir el invento y en la que me metí yo solita, con lo bien que me podía haber escaqueado (como de muchas otras), con la excusa de que soy española. Luego nació mi otra hija, y a los tres o cuatro años le hice otro a ella. Esta vez comprado... un árbol de madera, con clavitos donde colgar los paquetitos. Esto significa que me tengo que romper la cabeza 48 veces y se me acaban las ideas. Lo bueno es que mis hijas, cabecitas pensantes, llevaban como dos meses cavilando: "Mira mamá, esto estaría muy bien para el calendario de Adviento". Y al final me han dado ideas de sobra y los he acabado a tiempo, pues ésa es otra.

Hoy, 1 de diciembre, se han levantado como cohetes de la cama, la pequeña sin despertador incluso, y todo orgullosa, pues este año puede además leer los números hasta el 24 sin perderse. Y durante todo el mes se levantarán contentas y felices, y no habrá que decir 24 veces "niñas, a levantarse, que hay que ir al cole". Además, lo que me ha cundido a mí como amenaza el calendario de marras en las últimas semanas: "Como no recojas tu habitación, no va a haber calendario de Adviento este año", o "como no me hables en otro tono, no te voy a hacer ninguno". Qué gusto dan estas cosas tan pedagógicas.

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