miércoles, 23 de diciembre de 2009

Villancicos, el árbol y la emoción

Cuando pienso en los villancicos españoles, oigo las panderetas, las zambombas e incluso la botella de anís y alguien haciendo "rin-rin" con una cuchara. Nos gusta meter ruido al cantarlos y nuestros villancicos nos lo permiten, porque son alegres y nada melancólicos. Y si pienso en la versión flamenca de algunos, dan para organizar algún sarao. Por el contrario, los villancicos alemanes son muchos más melódicos, como canciones de música clásica. La gente los oye y se pone melancólica. Y he visto a la gente con lágrimas en los ojos en las iglesias con sólo oír el "O Du fröhliche, O Du selige, gnadenbringende Weihnachtszeit" a la luz de las velitas del árbol. Le cantan a la Navidad que es alegre, pero a la vez bienaventurada, y misericordiosa. Nosotros somos más de comer, con la burra cargada de chocolate, de armar "la marimorena", de robarle los calzones al pobre de San José ... unos sinvergüenzas si podemos ... con el respeto que se tiene aquí no a los personajes, pues celebramos unas Navidades completamente paganas, si no a los símbolos, como el árbol "O Tannenbaum, wie grün sind Deine Blätter" 'Oh abeto, qué verdes son tus hojas' (... de hojas nada, con lo que pinchan algunos, como el nuestro).

Al "ritmo" de algunos villancicos alemanes hemos decorado el árbol hace un rato. Muy mal hecho, pues me he vuelto a saltar otra norma. En realidad se decora mañana, el día 24, como manda la tradición alemana. Pero mientras ayudaba a mis hijas, les recordaba que con la mitad de sangre holandesa y mitad española que tienen, podemos saltarnos las normas a la torera, como nos plazca. A ellas les da igual con tal de que no nos saltemos una: que los regalos lleguen mañana, como manda la ley alemana. Hoy es la noche de antes, como nuestro 5 de enero, pero sin cabalgatas, ya que aquí esperamos recogiditos en casa y no despendolados por la calle, pero la emoción es la misma. La una cree todavía y la otra se parte de risa con la inocencia de la otra. A la pequeña le asaltaron las dudas hace poco: "¿pero verdaderamente existe Papa Noel?". Mi respuesta fue que al que no cree no le traen nada. Y vaya si le volvió la fe... Dogmas como se aplican desde hace siglos. Al preguntarle hoy si me van a traer algo a mí, si he sido buena, se ha encogido de hombros, y no me ha respondido. Mis posibilidades han aumentado, pues hace tres semanas, cuando le ordené recoger su habitación, me dijo que no me iban a traer nada, porque soy muy muy mala. Y la mayor hace que es mayor y dice que se va a partir de risa mañana cuando por "arte de magia" aparezcan los regalos debajo del árbol, y a la vez conserva la ilusión e inocencia que todavía tiene una niña de 9 años. Mientras lo decoraban, las he mirado y he tratado de fotografiar esa imagen con mi memoria, para que cuando sean adultas vuelva a evocar ese momento que nos parece nimio pero que es único e irrepetible. Porque de eso consiste la Navidad: de momentos insignificantes que nos trasladan hacia el pasado y hacia el futuro, como celebración repetida e igual cada año. Porque necesitamos ritos que nos devuelvan sensaciones ya vividas y que sobre todo nos recuerden que tenemos a los nuestros y que la vida es leve, que todo cuelga de un hilo, y que ante todo tenemos que tratar de disfrutar siempre que podamos. Queda una noche. Y será Nochebuena, una vez más.

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