miércoles, 27 de enero de 2010

65 años...

... de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, y momento de recordar, de conmemorar la tragedia. Alemania se muestra muy respetuosa con su pasado, y no puede ser de otra manera. Desde 1996, el 27 enero de cada año es el día de recordar a las víctimas del Nacionalsocialismo. Y en un día como hoy, se han puesto coronas, ha habido actos oficiales en Auschwitz y discursos en Alemania. No hay que olvidar. Demasiados genocidios se han cometido en el mundo como para olvidarnos de ninguno. El nazismo debería haber supuesto el fin de los horrores, pero por desgracia siguió Camboya o Ruanda entre otros.

Sigue siendo un tema muy delicado para la sociedad alemana. Por una parte sienten y han de sentir el sentimiento de culpa, y por otro, como no hay nada excusable de esa época, todo pronunciamiento sobre esos años tan negros de la historia de Alemania ha de hacerse con mucha precaución y cogerse con pinzas. A las generaciones posteriores a la guerra, sobre todo los nacidos en los 50/60, les machacaron en el colegio de tal manera que muchos han salido aborrecidos del tema, si bien admiten por supuesto que no es para menos. Amigos míos me han contado de la carga que supuso esa sensación de culpa. De ir de jovencitos haciendo interrail por Europa y ver que en los albergues juveniles de Francia u Holanda les trataban peor por ser alemanes que a los otros jóvenes europeos, o cómo en muchas familias había heridas y temas tabús de los que nadie hablaba.

Y por eso nadie puede olvidar, y pienso que no se debe. Se pueden visitar los campos de concentración y percibir, de una manera aséptica, el horror vivido allí. Yo he estado en Bergen Belsen, cerca de Hannover, donde murió Anna Frank concretamente. Todavía recuerdo la sensación al ver las fosas comunes donde hay enterradas miles de personas, al pasear por los edificios y ver la exposición permanente. No se oculta nada, y no se embellece nada. Todo está ahí. Puedes ver muchos ejemplos concretos del horror, con nombres y apellidos, y caras. Hamburgo tiene también su lugar de los horrores, Neuengamme, que no era un campo de exterminio, sino de "trabajo", y su lema era "Vernichtung durch Arbeit" ('aniquilación a través del trabajo'), cínico donde lo haya. En comparación, la frase de la entrada de Auschwitz "Arbeit macht frei", 'El trabajo libera', parece suave. Hace poco robaron esta insignia, en algo que me pareció tal sinsentido por no imaginarme a nadie que quisiera tener eso en su casa. Pero los hay. Volvieron a recuperar el cartel de la entrada, y ha vuelto a su lugar.

Otro sitio de los horrores que he visitado es Plötzensee en Berlin, una cárcel donde se realizaron 3.000 ejecuciones de los condenados a muerte por la "justicia" nazi, y a donde fueron a parar muchos alemanes involucrados en la resistencia contra el nazismo, entre otros muchos los implicados en el atentado fallido a Hitler el 20 de junio de 1944. No se me olvidarán jamás los ganchos que todavía cuelgan del techo, como los de los carniceros para colgar las piezas de carne, y muchos de los documentos expuestos, tipo: "Fulanita fue declarada a muerte por traición al Führer, en un jucio que tuvo lugar tal día y tal hora, y cuyos gastos le pasamos a continuación. Por la ejecución le añadimos tal cantidad, que le rogamos pague hasta tal día", enviados a los familiares de los condenados; la perfección de la maquinaria permite que existieran todos estos documentos.

El día que liberaron Auschwitz no se acabó el horror, pues se siguieron matando a personas en otros campos de concentración. Mismo en el de Hamburgo, Neuengamme, murieron el día de la liberación de Auschwitz 45 personas. Pero fue el comienzo del fin. Luego empezó el calvario de los alemanes que tuvieron que salir huyendo de las partes de Polonia liberadas por los rusos y de otras zonas de Europa, un capítulo muy ignorado de la historia, por ser lo que vino después del horror de los horrores, y por tanto para muchos justificable. No se acabaron las víctimas ese día. Pero fue un gran día.

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