viernes, 29 de enero de 2010

Trauma infantil

Cómo puede ser tan malvada una madre, y quitarle a su hijo durante años la ilusión de tener un lindo conejito. La otra mañana mi hija mayor volvió a sacar "el tema". Había soñado que tenía el conejo que viene deseando hace años y se levantó con la resaca de tal sueño, y entre el anhelo de tenerlo y la energía matutina que tiene siempre, me empezó a machacar con el tema del que hemos "hablado" tantas veces. Muchas de sus amigas lo tienen: en el jardín, en el garaje o incluso en la habitación. Y se puso peleona otra vez: "Mamá, dime un buen motivo para no tener un conejo, y si es un buen motivo, lo acepto". Y yo, que llevamos lo menos tres años hablando del tema dije:
  1. Porque no
  2. Porque no quiero tener animales
  3. Porque seguro que luego es mi trabajo
  4. Porque viajamos de vez en cuando y no quiero tener que molestar a nadie con el pestiño del conejito

Pero ésos no son motivos según ella. Soy una malvada, dice, y como tal, le digo que en realidad con el motivo número 1 basta, que no hacen falta más explicaciones. Volverá a pasársele, en lo que será una tregua hasta la próxima batalla. Aún así se fue al colegio toda dolida, y sin despedirse de mí. Al mediodía se le había pasado. Además, me explica siempre que no hay que tener sólo un conejito, sino dos, porque si no se mueren de soledad. "Mira tú", digo yo siempre, "mejor entonces ninguno, y así no sufren". Y luego tengo que escuchar todo tipo de detalles sobre la vida y milagros de los conejos, pues mi hija tiene mucha experiencia de tratar con ellos en casa de su mejor amiga, que tiene dos, claro, que encima la conocen nada más verla y que se dejan agasajar por ella. Y me jura y perjura que ella se ocuparía cien por cien del animalito, y yo "sí, porque yo, salvo comprar comida, no iba a hacer nada, y a lo mejor ni eso". Pero como soy una madre avispada (y realista) sé que el trabajo recaería en mí (limpiar la jaula o poner la comida). Que lo tengo oído a muchas otras madres que cayeron en la trampa. Pero además es que no.

Hace poco mi hija pequeña vino contando una historia para no dormir. El pobre conejito de una amiga, que estaba en el jardín junto con sus seis amigos o parientes conejos, desapareció dejando un rastro de sangre por el jardín y baldosas. "Ha sido un zorro, mamá, dice mi amiga", y efectivamente, la madre de la amiga (o del conejo) me comentó que el conejito no había vuelto, y que hay un zorro en el bosque que tienen enfrente de casa. "A lo mejor es que el conejito se hizo daño y el zorro le ayudó", me dijo mi hija, y yo "sí, seguro". Me quedé con las ganas de explicarle que no sólo los animales se comen a los conejos. Pero preferí dejar el tema... para que no se haga vegetariana, y para no ser yo más malvada aún.

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